¿Cómo
has podido pasar?, preguntamos.
¡Ah! ¡Sí! No era en absoluto
fácil, y no se parecía en nada a un viaje de placer, responde
nuestro amigo; a quien, a pesar de la fatiga, no le falta el buen humor.
Nos cuenta sus pintorescas aventuras y añade:
"La frontera francesa está custodiada por los gendarmes y los senegaleses,
que ignoran el francés. Ni siquiera se dejaba pasar a los franceses
si no iban provistos de un pasaporte regular. En cuanto a los españoles,
se dejaba pasar a las mujeres, niños y heridos, durante algunas
horas del día. Los otros eran rechazados sin piedad".
Nuestro camarada, que ha hecho el centenar de
kilómetros que le separaban de la frontera, en parte en autostop,
en parte a pie, añade: "El espectáculo que he visto en las
carreteras que llevaban hasta la frontera era horrible. Este éxodo
precipitado de mujeres, a veces encintas, de niños, de heridos,
a veces con una pierna amputada, tratando en vano de parar un coche, de
heridos que se evacuaban rápidamente de los hospitales en los lugares
amenazados por el avance fascista, ¡este éxodo, a pie, de
hombres, mujeres y niños agotados, era un espectáculo que
nos hacía estremecer! Y sin embargo uno no se emociona fácilmente
después de todo lo que hemos visto en España. Evidentemente,
la salida fue efectuada en otras condiciones por los señores ministros,
diputados, burócratas, altos funcionarios, etc., que ya circulaban
desde el lunes 23 de enero (tres días antes de la entrada de Franco
en Barcelona) en lujosos coches en dirección a Cerbere y Le Perthus.
Contemplando en la carretera estos dos medios de locomoción, teníamos
también una demostración tangible de la división de
clases en el seno del Frente Popular: los burgueses de izquierda y los
burócratas aburguesados, de un Lado, circulaban en hermosas limusinas
o, en el peor de los casos, en pequeños Citroën; del otro lado
los obreros, los campesinos y con ellos los militantes de base, que iban
a pie. Asistíamos a trágicas escenas de despedida entre aquellos
que partían y aquellos que, por lazos familiares, estaban obligados
a quedarse, a momentos de duda, a decisiones rápidas y precipitadas,
y todo bajo la continua amenaza de la aviación fascista que bombardeaba
constantemente la carretera e incluso a veces la ametrallaba. A veces era
necesario pararse en el camino, esconderse en una cuneta, tumbarse en la
carretera o buscar un refugio en un campo vecino, pasar noches en blanco,
sin tener ninguna información sobre la situación del frente
ni sobre la rapidez del avance fascista, todo en medio de un pánico
general, de una confusión y desorganización sin precedentes.
No había prensa desde el martes (24 de enero, dos días antes
de la caída de Barcelona. N. Del A.), la radio no funcionaba y hemos
vivido asta el último momento con la esperanza de una resistencia
firme a los fascistas. Comprenderás nuestra desorientación
del último momento"
El relato de nuestro camarada, del que sólo
damos algunos extractos, nos emociona, nos sumerge en la tristeza, pensando
en esta tragedia del proletariado español, y nos conmueve la suerte
de todas estas víctimas de la "no-intervención". Este enternecimiento
se extiende, en algunos momentos, incluso a nuestro interlocutor, que ha
vivido la tragedia de nuestros hermanos de España. Visiblemente
molesto por este enternecimiento, nuestro camarada añade, con fuerza:
¡Oh! ¡No vuelvo "desilusionado" de
España! Regresan desamparados y "desilusionados", por ejemplo, los
voluntarios estalinistas, que partieron con ideas falsas, que no comprendían
el sentido de los acontecimientos, y que la dirección comunista
ha mantenido en la ignorancia. En cuanto a nuestra organización
internacional y nuestra sección española, previeron correctamente
las consecuencias trágicas de la criminal política del Frente
Popular que abría las puertas a Franco.
La tragedia española es un crimen más,
a cuenta de la burocracia estalinista, que ha aplastado al movimiento revolucionario,
asesinado a sus mejores combatientes, desmoralizado al heroico proletariado
de ese país, por su rastrera política de servilismo hacia
el capitalismo internacional, llamado "democrático". Pero este crimen
es una lección, pagada cara, es verdad, de la que sacarán
provecho los obreros de otros países, en primer lugar el proletariado
francés.