He pensado que en
ese número histórico que "AMAUTA" dedicará a MARIATEGUI, debe estar presente mi vida, mi pensamiento y mi fé,
que a él, solamente a él, debo en lo más profundo de mi realidad
biológica. Un hombre que debe su salvación a otro hombre, ¿que no
puede decir que sea verdad y vida:
DEBO recordar mi
asistencia casi diaria al ejemplo de su vida, —ya subrayada por
Waldo Frank— única en la historia del Perú. Mi asistencia a su
palabra, a la que debo el mundo nuevo en que vivo esperanzado y
creyente. Más que a mi anárquico y poético viaje a Europa
—1926-1928— le debo a la enseñanza viva de Mariátegui. Yo
desistí de toda Universidad —que nunca fue mi meta— ante la
realidad dialéctica del gran marxista. Gracias a él, entré a ser
habitante de ese mundo nuevo que era el orden de su fé revolucionaria.
Y estoy cabal porque en él vivo, y él vive en mi, que es lo más
viviente del Perú. Nunca se podrá olvidar todo lo que ha dado a la
historia, porque pertenece a esa clase de hombres que crean
historia, y que él observara al hablar de Marx y de Lenin, en uno
de sus capítulos de la Defensa del Marxismo, de cuya tesis ha dicho
Habaru en "MONDE": "es la más excelente refutación
a las teorías de Henri de Man y a los revisionistas del marxismo,
escrita en los últimos años".
Casi toda mi
generación se salvó con el ejemplo de su vida que era su propia
dialéctica. Mi generación, que pudo perderse en el más
desenfrenado subjetivismo estético, debido a la búsqueda
desesperada de la razón en la psiquis, —locura psicológica e
intelectualmente burguesa por el carácter de su especulación— se
salvó a la temperatura afirmativa y revolucionaria de su
materialismo. Y en ello había mucho espíritu, de ese espíritu
nacido de la lucha social, de la angustia creadora —no celeste ni
religiosamente astronómico— que no pueden comprender los
reaccionarios ni los timoratos acéticos en la servidumbre del
catolicismo. la búsqueda de la locura señalaba entonces mi más
alta tonalidad poética y nihilista, la que en su definitiva crisis
ha sido otra manera de la "muerte del pensamiento burgués".
Pero la Defensa del Marxismo —no solamente por su admirable método
intelectual cuanto por su tono moral— me enseñó mucho de la
realidad social contemporánea. Y así fue que sentí un deseo
rabioso de ser útil y servir a la historia en la manera como ha de
ser, es decir, revolucionariamente.
En el momento actual
del Perú, la muerte de Mariátegui logra categoría de tragedia; y
su gran dolor debe haber sido morirse en el período de preparación
revolucionaria. Comprendo por eso que es la nueva generación la
que está más cerca de su fé y de su dolor, que serán en adelante
—que ya son— nuestros en todo profundo trabajo que quiera estar
inmutado de pureza revolucionaria.
No exageré una vez
cuando dije que el Perú Muevo te debía su nacimiento. Hoy es
MARIATEGUI el mito del Perú enmantado de pureza revolucionaria.
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