OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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IDEOLOGÍA Y POLITICA |
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REPLICA A LUIS ALBERTO SANCHEZ[1]
Luis Alberto Sánchez se declara encantado de verme entrar en polémica, entre otras razones porque “mi monólogo iba tornándose un poco insípido". Pero si mi monologo es lo que yo vengo escribiendo desde hace mas de dos años en esta revista y otras, tendremos que llamarlo, para ser exactos, monologo polémico. Pues el trabajo de propugnar ideas nuevas trae aparejado el de confrontarlas y oponerlas a las viejas, vale decir de polemizar con ellas para proclamar su caducidad, y su falencia. Cuando estudio, o ensaya estudiar, una cuestión o un tema nacional, polemizo necesariamente con el ideario o el fraseario de las pasadas generaciones. Nó por el gusto de polemizar sino por que considero, como es lógico cada cuestión y cada tema, conforme a distintos principios, lo que me conduce por fuerza a conclusiones diferentes, evitándome el riesgo de consultar, en el debate de mi tiempo, renovador por la etiqueta y conservador por el contenido. Mi actitud sólita es la actitud polémica, aunque polémica poco con los individuos y mucho con las ideas. Ratifica, enseguida, Luis Alberto su condición de espectador. Pero, por fortuna, de sus propias palabras se desprende que acepta esta condición mal de su grado. No le queda, dice, mas remedio “mientras en el tinglado Maese Pedro mueva sus fantoches”. Para cuando desaparezcan éstos, promete Sánchez “volver a hacer sus pininos de combatiente, de agonista”, quizá si bajo mis banderas, esto es bajo las del socialismo peruano. Tengo, pues, que entender los dardos que hoy se me disparan de las trincheras de Luis Alberto, que hasta ayer yo creía con derecho amiga, como un efecto de su mal humor de espectador obligado. La represión constante de sus ganas de combate contra los que están a la derecha, lo colocan en el caso de gastarlas contra los que estamos a la izquierda, que es, por supuesto, de quienes Sánchez se siente más cercano. No seguiré a mi colega por el camino de la anécdota biográfica que, saliendo de la polémica doctrinal, toma en la primera parte de su artículo. Creo que no es tiempo todavía de que al público le interesen estas dos "vidas paralelas” que Sánchez bosqueja con el objeto de demostrar que, mientras yo he andado otras veces por rutas exóticas y europeizantes, él no se ha separado de la senda peruana y nacionalista. Estas, le parecen minucias al mismo Luis Alberto, cuando, más adelante, dice que "no valdría la pena haber suscitado un diálogo para ventilar cuestiones más o menos personales". Tampoco confutaré aquí su juicio sobre "Amauta" porque -no obstante la hospitalidad que dispensa "Mundial" a mis escritos- pienso que el lugar de ese retruque está en la propia revista que dirijo y que Luis Alberto ocasional y sumariamente enjuicia. Solo rectificaré, de paso, por el equívoco que pudiese engendrar, el concepto de que lo más mío está en "Amauta". Siento igualmente mío lo que escribo en esta revista, y en cualquiera otra, y ninguna dualidad me es más antipática que la de escribir para el público o para mí mismo. No traigo, como »es mi deber, a esta revista, tópicos extraños a la sección en que el propio director de "Mundial" ha querido situar mis estudios o apuntes sobre temas nacionales y menos aún traigo arengas de agitador ni sermones de catequista; pero esto no quiere decir que aquí disimule mi pensamiento, sino que respeto los límites de la generosa hospitalidad que "Mundial" me concede y' de la cual mi discreción no me permitiría nunca abusar. No es culpa mía que, -mientras de mis escritos se saca en limpio mi filiación socialista-, de los de Luis Alberto Sánchez no se deduzca con igual facilidad su filiación ideológica. Es el propio Sánchez quien se ha definido, terminantemente, como un "espectador". Los méritos de su labor de estudioso de temas nacionales -que no están en discusión- no bastan para darle una posición en el contraste de las doctrinas y los intereses. Ser "nacionalista" por el género de los estudios, no exige serlo también por la actitud política, en el sentido limitado o particular que nacionalismos extranjeros han asignado a ese término. Sánchez, como yo, repudia precisamente este nacionalismo que encubre o disfraza un simple conservantismo, decorándolo con los ornamentos de la tradición nacional. Y, llegado a este punto, quiero precisar otro aspecto del nexo que Luis Alberto no había des- cubierto entre mi socialismo de varios años -todos los, de mi juventud, que no tiene por qué sentirse responsable de los episodios literarios de mi adolescencia- y mi "nacionalismo recientísimo". El nacionalismo de las naciones europeas -donde nacionalismo y conservantismo se identifican y consustancian- se propone fines imperialistas. Es reaccionario y anti-socialista. Pero el nacionalismo de los pueblos coloniales -si, coloniales económicamente, aunque se vanaglorien de su autonomía política- tiene un origen y un impulso totalmente diversos. En estos pueblos, el nacionalismo es revolucionario y, por ende, concluye con el socialismo. En estos pueblos la idea de la nación no ha cumplido aún su trayectoria ni ha agotado su misión histórica. Y esto no es teoría. Si de la teoría desconfía Luis Alberto Sánchez, no desconfiará de la experiencia. Menos aún si la experiencia está bajo sus ojos escrutadores de estudioso. Yo me contentaré con aconsejarle que dirija la mirada a la China, donde el movimiento nacionalista del Kuo Min Tang recibe del socialismo chino su más vigoroso impulso. Me pregunta Luis Alberto al final de su artículo, -en el discurso del cual su pensamiento merodea por los bordes del asunto de este diálogo, sin ir al fondo- cómo nos proponernos resolver el problema indígena los que militamos bajo estas banderas de renovación. Le responderé, ante todo, con mi filiación. El socialismo es un método y una doctrina, un ideario y una praxis. Invito a Sánchez a estudiarlos seriamente, y no sólo en los libros y en los hechos sino en el espíritu que los anima y engendra. El cuestionario que Sánchez me pone delante es -permítame que se lo diga- bastante ingenuo. ¿Cómo puede preguntarme Sánchez si yo reduzco todo el problema peruano a la oposición entre costa y sierra? He constatado la dualidad nacida de la conquista para afirmar la necesidad histórica de resolverla. No es mi ideal el Perú colonial ni el Perú incaico sino un Perú integral. Aquí estamos, he escrito al fundar una revista de doctrina y polémica, los que queremos crear un Perú nuevo en el mundo nuevo. ¿Y cómo puede preguntarme Sánchez sí no involucro en el movimiento al cholo? ¿Y si éste no podrá ser un movimiento de reivindicación total y no exclusivista? Tengo el derecho de creer que Sánchez no sólo no toma en consideración mi socialismo sino que me juzga y contradice sin haberme leído. La reivindicación que sostenemos es la del trabajo. Es la de las clases trabajadoras, sin distinción de costa ni de sierra, de indio ni de cholo. Si en el debate -esto es en la teoría diferenciamos el problema del indio, es porque en la práctica, en el hecho, también se diferencia. El obrero urbano es un proletario: el indio campesino es todavía un siervo. Las reivindicaciones del primero, -por las cuales en Europa no se ha acabado de combatir- representan la lucha contra la burguesía; las del segundo representan aún la lucha contra la feudalidad. El primer problema que hay que resolver aquí es, por consiguiente, el de la liquidación de la feudalidad, cuyas expresiones solidarias son dos: latifundio y servidumbre. Si no reconociésemos la prioridad de este problema, habría derecho, entonces sí, para acusarnos de prescindir de la realidad peruana. Estas son, teóricamente, cosas demasiado elementales. No tengo yo la culpa de que en el Perú -y en pleno debate ideológico- sea necesario todavía explicarlas. Y, ahora, punto final a este intermezzo polémico. Continuaré polemizando pero, como antes, más con las ideas que con las personas. La polémica es útil cuando se propone, verdaderamente, esclarecer las teorías y los hechos. Y cuando no se trae a ella sino ideas y móviles claros. NOTA: 1 Publicado en “Mundial”, Lima 11 de Marzo de 1927 y en “Amauta”, Nº 7, págs. 38-39 (Boletín “El Proceso del Gamonalismo”). Lima, marzo de 1927.
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