OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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DEFENSA DEL MARXISMO |
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EL CASO DAUDET[1]
No sé si entre las fobias del espíritu reaccionario y anti-moderno de León Daudet, figure la del teléfono. Pero sabemos, en cambio, hasta qué punto Daudet detesta y condena "el estúpido siglo diecinueve" contra el cual ha escrito una fogosa requisitoria. Se puede chicanear todo lo que se quiera respecto al alcance de este odio del exuberante panfletario de L'Action Française. No será posible, empero, repudiar del siglo diecinueve el pensamiento o la literatura -liberalismo, democracia, socialismo, romanticismo- para aceptar y usufructuar, sin ninguna reserva, su ingente patrimonio material o físico. En ningún caso, la crónica puede dejar de registrar el hecho de que el factor capital de la fuga de León Daudet de la cárcel ha sido el teléfono, o, lo que es lo mismo uno de los instrumentos que forman parte de la herencia del "estúpido siglo diecinueve". Esta fuga constituye el lance más ruidoso de la aventurera existencia parisina de León Daúdet. La excomunión de L'Action Française, el diario monarquista y católico de Daudet y Maurrás, interesó mucho menos al mundo y a la propia Francia, donde ahora parece que el cinematográfico golpe de escena de los camelots du roi ha sacudido las mismas bases del ministerio. La política de la Tercera República exhibe en este episodio toda su puerilidad presente. Unos cuantos muchachos monarquistas y un teléfono incógnito bastan para conmoverla, comprometiendo irreparablemente el prestigio de sus cárceles, la seriedad de sus alcaides y la reputación de su sistema judicial y penitenciario. León Daudet no cumplía en la cárcel de la Santé una condena política. Su prisión, como es sabido, no se debía a un accidente de trabajo propio de su carrera de panfletista político. Tenía su origen en las acusaciones lanzadas por Daudet contra el funcionario de policía que intervino en el descubrimiento del suicidio de su hijo Felipe. Como se recordará, Felipe Daudet, que fugó de su hogar turbado por una oscura crisis de conciencia, apareció muerto de un balazo en un taxi. La crispada mano del atormentado adolescente empuñaba un revólver. El suicidio, según todos los datos, era evidente. Mas León Daudet pretendió que su hijo había sido asesinado. El crimen, a su juicio, había sido planeado en una asombrosa conjuración de anarquistas y policías. Daudet sostuvo esta acusación ante los jueces llamados a investigar el hecho y esclarecer su responsabilidad. El fallo del tribunal le fue adverso. Y Daudet compareció ante los tribunales, acusado de calumnia. De este segundo proceso, salió condenado a cuatro meses de cárcel. . Su prisión se presenta, por tanto, como un incidente de su vida privada, más bien que por su lucha política. Pero en la biografía de un político es sumamente difícil, si no imposible, separar lo personal, lo particular, de lo político y de lo público. Daudet, condenado, encontró la solidaridad de L'Action Française y de la Liga Monarquista. Los más ardorosos de sus amigos se aprestaron a resistir por la fuerza a la policía. El local de L'Action Française se convirtió en una barricada. Daudet acabó, siempre, por ser aprehendido. Mas, a poco tiempo, los camelots du roi se han dado maña para sacarlo de la cárcel. Es probable que a la carrera política de Daudet conviniera más el cumplimiento moral de la condena. El prestigio popular de un condottiere se forja en la prisión mejor que en otras fraguas inocuas. Hoy como ayer, no se puede cambiar un orden político sin hombres resueltos a resistir la cárcel o el destierro. Este es, por ejemplo, el criterio del Partido Comunista francés, que no se manifiesta excesivamente interesado en ahorrar a su Secretario General, Pierre Semard, libertado por la treta monarquista al mismo tiempo que León Daudet, los meses de cárcel a que ha sido condenado a consecuencia de su propaganda revolucionaria. El hecho de que los camelots du roi no sean capaces de la misma actitud demuestra hasta qué punto estos buenos y bravos muchachos, y su propio capitán, son políticamente negligibles y anacrónicos. Para un revolucionario, Semard, Doriot, Cáchin, etc., una prisión es simplemente un "accidente del trabajo"; para León Daudet es, más bien, una aventura, efecto y causa de otras aventuras. Toda la historia del acérrimo monarquista asume el carácter de una gran aventura, más literaria o periodística que política. Es una gran aventura romántica. Porque León Daudet que, mancomunado con Charles Maurrás, abomina del romanticismo y de sus consecuencias políticas e ideológicas, no es en el fondo otra cosa que un romántico, un supérstite rezagado del propio romanticismo que reniega y repudia. Ese romanticismo, a su tiempo, representó la creencia en la revolución liberal, en la República, etc. Pero, al envejecer o degenerar, cuando estos ideales aparecieron realizados, cambió esta creencia vigente o válida aún, por la pesada y caduca del rey y la monarquía. El nuevo romanticismo, el nuevo misticismo, aporta otros mitos, los del socialismo y del proletariado. Ya he dicho alguna vez que si a Franela le aguarda un período fascista, los condottieros de esta reacción no serán, ciertamente, ni Charles Maurrás, ni León Daudet. Los directores de L'Action Française tendrían que contentarse, en la historia del hipotético fascismo de Francia, con el rol de precursores literarios o a lo sumo espirituales asignado, verbigratia, a D'Annunzio o Marinetti, en la historia del fascismo en Italia. Casi seguramente, el fascismo en Francia se acomodaría a la República del mismo modo que en Italia se ha acomodado a la Monarquía. Los servicios de Daudet y Maurrás a la causa de la reacción no ganarían demasiado en categoría. Por lo pronto, el embrionario fascismo francés que tiene su promotor o capitán en George Valois, se presenta en abierta disidencia con los monarquistas de L'Action Francaise, a los que, por otra parte, la Iglesia no habría excomulgado si existiera alguna razón para que el catolicismo y la monarquía asociasen en Francia sus destinos. El rabelaisiano y bullicioso panfletista de L'Action Française, a pesar de este y otros episodios y aventuras, no muestra mucha, aptitud de cumplir en Francia una considerable función histórica. Es un hombre de mucho humor y bastante ingenio a quien, bajo la tercera república, no le ha sido muy difícil echar pestes contra la democracia y pasar por un terrible demoledor. No le ha faltado en su aventura periodística y literaria el viático de opulentas duquesas y graves abates. Su declamación panfletaria se ha acogido a los más viejos principios de orden, de tradición y de autoridad. Y, en su prisión, lo que más lo ha afligido, si atendemos a la preocupación de Madame Daudet, ha sido la deficiencia del menú, la parvedad de la mesa. Por mucho que se trate de idealizar la figura, ciertamente pintoresca y bizarra, Daudet resulta, en último análisis, un pequeño-burgués gordo y ameno, de tradición un poco bohemia y un mucho romántica, descendiente de esos cortesanos liberales y heréticos del siglo dieciocho, que desahogaban en la charla salaz y en la mesa copiosa su vivacidad tumultuosa, incapaz de ninguna rebeldía real contra el rey ni la Iglesia.
NOTA: 1 Publicado en Variedades: Lima, 2 de Julio de 1927. Al juzgar el escándalo promovido en la opinión francesa por la fuga de León Dudet, que en a la sazón cumplía una pena en la prisión de Santé, José Carlos Mariátegui expresa su desdén hacia los estruendos revolucionarios de los pequeño-burgueses, más espectaculares que eficaces. Y su previsión destaca, evidentemente, en cuanto anticipa que el fascismo francés no se realizará merced a la iniciativa o la acción de tales especimenes, como lo recordará quien tenga presente el desarrollo de la política francesa durante la Guerra Mundial II. |