OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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CARTAS DE ITALIA |
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NUEVA FAZ DEL PROBLEMA DE IRLANDA1
Parece que el viejo problema de Irlanda entra finalmente en su faz decisiva. Lloyd George pone en juego, en estos momentos, toda su inteligente sagacidad, para arribar a un arreglo transaccional con De Valera, líder irlandés. Y también De Valera se encuentra deseoso de encontrar un modo de conciliación de las aspiraciones irlandesas con las necesidades de la política británica. Pero para una solución no basta la buena voluntad personal de los representantes de Inglaterra e Irlanda. Y es, además, muy intrincado. No es difícil solamente un acuerdo entre Inglaterra e Irlanda. Es difícil también un acuerdo de la opinión pública inglesa. Una parte de la opinión pública inglesa, que precisamente está numerosamente representada en la zona política de Lloyd George, es hostil a la autonomía de Irlanda. Entre las razones nuevas de su hostilidad a la autonomía, figura ésta: la que permitiría a los ciudadanos de Irlanda crearse una situación tributaria privilegiada y sustraerse a las cargas económicas que pesan sobre los demás ciudadanos del Reino Unido a consecuencia del déficit financiero. Los principales propugnadores de la autonomía irlandesa se cuentan en el campo contrario al "premier". Asquith, el líder liberal, que fue el patrocinador del "home rule", —la autonomía que el Parlamento británico creyó posible, hace algunos años, conceder a Irlanda y que Irlanda la rechazó como algo muy inferior a sus aspiraciones mínimas—, es hoy el patrocinador de una fórmula más amplia de autonomía. Lloyd George halla así, en su propio campo parlamentario y no en el enemigo, las mayores resistencias a excesivas concesiones a Irlanda. Pero esto no es lo sustancial en el problema. Lo sustancial es que las aspiraciones irlandesas, al menos en su forma, no admiten reducción y que, por consiguiente, no pueden ser aceptadas por Inglaterra. Irlanda aspira no a su autonomía, sino a su independencia, a su independencia absoluta. E Inglaterra apenas si está dispuesta a acordarle la autonomía, que tanto le ha regateado siempre y que, como acabamos de ver, una parte de la opinión inglesa aun ahora quiere condicionada y restringida. Irlanda es demasiado vecina de Inglaterra para que Inglaterra le permita ser libre sin taxativas. Una Irlanda independiente sería un peligro para la política internacional de la Gran Bretaña. Más todavía. En estos tiempos de imperialismo y militarismo, sería un peligro para la seguridad del territorio inglés. Pasemos a otro aspecto del problema: la presunta imposibilidad de convivencia de la Irlanda católica y la Irlanda protestante dentro de un estado autónomo. Inglaterra ha hecho de la voluntad de la Irlanda protestante —opuesta al separatismo de la Irlanda católica y partidaria del mantenimiento de la unión con Inglaterra— su más valioso argumento contra la independencia irlandesa. Inglaterra ha hablado mucho de su deber de tutelar los derechos de esta minoría, en la cual ha señalado, al mismo tiempo, el núcleo más progresista y adelantado de la población de Irlanda. Mas según los "sinn feiner", se trata, en verdad, de un "bluff" inglés. La población de Ulster constituye una pequeña minoría. Inglaterra mientras, por una parte, ha estimulado a esta minoría a una intransigente resistencia a la voluntad del resto de Irlanda, por otra parte la ha presentado a los ojos del mundo como un sector considerable e irreductible de la opinión irlandesa. En una palabra, Inglaterra ha inflado el problema de Ulster. Y ha difundido en el mundo una impresión equivocada respecto de él. Sus enormes medios de propaganda se lo han consentido. La autonomía concedida por Inglaterra a Irlanda —el "home rule"—, promulgada y establecida contra la voluntad de Irlanda, está inspirada en esta exageración intencional de la cuestión de Ulster. Dicha fórmula de autonomía se preocupa más de los derechos de la minoría de Ulster que de los derechos de la mayoría de la isla. Y crea dentro del Estado irlandés un Ulster mayor del Ulster verdadero. Anexa al territorio de Ulster diversos territorios de población separatista. Ahora bien. El resultado electoral de esta delimitación de Ulster —la elección de numerosos separatistas como miembros del parlamento ulsteriano— es indicado por los "sinn feiner" como una prueba de que la minoría protestante y unionista de Irlanda es mucho menos importante de lo que Inglaterra pretende. Además, este resultado electoral hace del problema irlandés un curioso problema concéntrico. Irlanda no quiere depender de Inglaterra. Y, dentro de Irlanda, hay una fracción rebelde —Ulster— que no quiere depender de Irlanda sino de Inglaterra. Y, a su vez, dentro de Ulster hay una fracción rebelde que no quiere depender de Ulster sino de Irlanda. ¿Cómo se puede solucionar este enredo? Muy sencillamente —responden los "sinn feiner"—, dejando que nos, entendamos libre y directamente con los unionistas de Ulster. Faltos de respaldo británico, los unionistas serían más razonables. Comprenderían la necesidad de una convivencia cordial con la mayoría irlandesa. Y limitarían sus exigencias. Pero allanada la cuestión de Ulster, surge la cuestión fundamental. Y se comprueba entonces que el problema no consiste en la divergencia entre los separatistas y los unionistas sino en la incompatibilidad de la independencia de Irlanda con los intereses de Inglaterra. Inglaterra, rectificando sus antiguos puntos de vista, acaba de declararse resuelta a acordar a Irlanda la misma autonomía del Canadá, Australia y otros dominios. Pero Irlanda no se conforma con ser un dominio. Insiste en ser una nación libre e independiente. Es de prever, sin embargo, que la urgencia de poner término a una lucha truculenta, induzca a Inglaterra y a Irlanda a buscar un temperamento transaccional. La última respuesta de De Valera a Lloyd George es, en el fondo, conciliadora. Contiene la declaración de que Irlanda puede aceptar unirse a Inglaterra, pero a condición de que su unión sea libre y voluntaria, esto es, de que se reconozca antes su independencia. Por esta vía la controversia principal entre Inglaterra e Irlanda podría reducirse a una cuestión de forma. Inglaterra no tendría inconveniente en ceder. Irlanda sería libre por fin. Libre e independiente. Pero no podría usar de su libertad y de su independencia sino para unirse de nuevo a Inglaterra.
NOTAS: 1 Fechado en Roma, agosto de 1921; publicado en El Tiempo, Lima, 30 de octubre de 1921.
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