MIA> Biblioteca> Vania Bambirra > Novidades
Primeira Edição: Revista Chile Hoy, n. 10, agosto 1972
Fonte: Arquivo Vania Bambirra - https://www.ufrgs.br/vaniabambirra/ -
HTML: Fernando Araújo.
La elevación del nivel de conciencia de las grandes masas ha sido hasta hoy la gran debilidad del proceso revolucionario chileno.
¿Por qué ha ocurrido esto? ¿La izquierda no dispone de los recursos humanos y materiales suficientes para desplegar intensas campañas de concientización, de cuestionamiento profundo de la cultura y de los valores burgueses?
Obviamente sí. Disponde de toda una serie de los más variados y modernos medios de comunicación, tales como programas de TV, diarios, revistas, emisoras de radio, etc. Dispones además de amplios recursos humanos en sus bases obreras, profesionales, universitarias, intelectuales, juveniles, etc.
La respuesta, por tanto, tiene que buascarse en la subestimación de la tarefa de elevación del nivel de conciencia política y de su carácter esencial en las condiciones chilenas. Esta subestimación existe objetivamente, pues aunque se hayan hecho esfuerzos relevantes por parte de algunos sectores de la izquierda, no hay una política definida y clara, capaz de articular el conjunto de las fuerzas revolucionarias en una batalla por la concientización del pueblo.
Esta batalla no debe ser entendida como una promoción meramente doctrinaria de unos cuantos esquemas de interpretación de algunos fenómenos socioeconómicos. Ella debe ser, sobre todo, el cuestionamiento del modo de producción, de vida y de funcionamiento del sistema burgués. Debe expresarse a través de la explicación, del análisis y de la discusión, con todos los sectores del pueblo, de las medidas que se toman en contra del sistema burgués. Debe aclarar, sin ningún temor, ante el pueblo, la existencia de todas las dificultades que enfrenta el proceso revolucionario. Debe ser el cemento que una las vanguardias al pueblo y sobre todo debe promover y estimular la más intensa lucha ideológica contra el viejo orden burgués, contra sus tradiciones, su cultura y su visión del mundo.
Como señalábamos antes, aunque limitados, se hicieron algunos esfuerzos importantes en esta dirección. Vale destacar la implementación de lineas editoriales – como la publicación de importantes obras clásicas del marxismo –, la edición de revistas infantiles y juveniles, las nuevas revistas informativas y de análisis, las colecciones populares, etc. No cabe aquí evaluar en particular los los méritos y las limitaciones de estas iniciativas, pero, de cualquier manera, deben ser considerados desde la perspectiva de su eficacia para contrarrestar la vigencia del sistema de valores culturales burgueses. Es desde este punto de vista que, pese a los aspectos positivos, los esfuerzos en este sentido por parte de la izquierda, son muy modestos y su resultado práctico es poco satisfactorio.
Uno de los ejemplos más significativos de esto lo encontramos en la politización de la mujer. En este terreno se ha hecho muy poco. Por lo demás, no existe un cuestionamiento del conjunto de las leyes burguesas en lo relativo a la mujer; no existe ninguna publicación relevante dedicada específicamente a las mujeres con el objeto de explicar y discutir la situación de superexplotación en que éstas se encuentran sometidas bajo el capitalismo y sus formas de superación; no existe nada que pueda contrarrestar, con un mínimo de eficacia, la propaganda masiva de los valroes burgueses que se ejerce a través de una gran cantidad de revistas especializadas en mantener la opinión femenina de acuerdo con los intereses del sistema.
En los últimos meses, las publicaciones de derecha para la mujer se han politizado visiblemente. La izquierda se ha percatado de tal hecho, pero no ha tomado casi ninguna iniciativa para contestar esta ofensiva contrarrevolucionaria.
Son problemas que este tipo los que nos llevan a considerar que realmente existe una gran subestimación, por parte de los revolucionarios, de la importancia y la necesidad urgente de desplegar una intensa lucha ideológica.
Las mujeres de las clases explotadas tienen un gran potencial revolucionario. Y, son embargo, los resultado de cada elección demuestran que la pasividad de la izquierda en este terreno garantiza las mayorías femeninas a la derecha.
Lo que está ocurriendo en Chile es que surgen nuevos valores – como es normal en todo proceso revolucionario -, pero dado el carácter institucionalizado de este proceso, estos nuevos valores sólo se superponen débilmente a los antiguos, coexisten con ellos, sin cuestionarlos profundamente y sin amenazarlos con la destrucción.
Los valores burgueses, que han sido institucionalizados por generaciones sucesivas, siguen siendo los dominantes. Desde este punto de vista, las transformaciones que se dan en la infraestructura, en el sentido de custionar el sistema de dominación, no sen proporcionales a lo que pasa en el terreno superestructural.
Es cierto que un cuestionamiento profundo de los valores burgueses sólo puede ocurrir cuando el movimiento popular está en ascenso, está a la ofensiva. En Chile han existido movilizaciones de masas, pero éstas han sido contenidas dentro de marcos muy precisos: los permitidos por las reglas del juego institucional. De esta manera, en los cambios realizados, se ha tenido necesariamente que restringir la participación creadora de las amplias masas.
Ahora bien, como los valores burgueses, mientras sean vigentes y dominantes en la sociedad, son los que dan la pauta de conducta, los que informar la actitud y el comportamiento de las personas, éstos condicionan también la actuación de un vasto sector de la propia vanguardia. Es por esto que es tan común encontrar esntre destacados cuadros de la izquierda, que ocupan importantes cargos y funciones, sobre todo entre los elementos de origen pequeñoburgués, las características que son típicas de la actuación de los burócratas de las clases dominantes.
Estas características son, por ejemplo, la prepotencia, el abuso de poder y la utilización de los cargos con objetivos personales, el paternalismo, las múltiples formas de machismo, etc. Si bien existe también, sin duda, una militancia cuyas características son radicalmente opuestas a éstas, de todas maneras estos fenómenos deben ser objeto de la más seria reflexión.
Sería un razonamiento pueril creer que en Chile el proceso revolucionario, dadas sus características, podría evitar estas deformaciones o que la resolución de ellas es algo sencillo, o por último, que la existencia de tales problemas es un sintoma de que todo está perdido y en decomposición.
De lo que se trata, constatando la existencia de estas limitaciones, es de buscar sus líneas de superación. Estas líneas tienen que ser definidas e implementadas por los partidos revolucionarios. Pero ellas están directamente relacionadas con su capacidad de promover la participación organizada de las masas, elevando a la vez su nivel de conciencia política, a través de una intensa lucha ideológica.