INDICE

 

John Reed

Diez días que estremecieron al mundo

 

 

CAPÍTULO V
¡MANOS A LA OBRA!

 

Jueves 8 de noviembre. Amaneció el nuevo día sobre una ciudad presa de la excitación y el desorden, sobre una nación agitada por una formidable tempestad.

En apariencia, todo estaba tranquilo; cientos de miles de gentes represaban prudentemente a sus hogares, se levantaban temprano, y se dirigían a su trabajo. En Petrogrado funcionaban los tranvías, las tiendas ¿los restaurantes estaban abiertos, los teatros daban funciones, se anunciaba una exposición de pintura ... La vida cotidiana proseguía en toda su rutinaria complejidad, que ni la misma guerra interrumpe. No hay nada más asombroso que la vitalidad del organismo social que continúa nutriéndose, vistiéndose y divirtiéndose a la vista de las peores calamidades ...

Circulaban mil rumores acerca de Kerenski, quien, se decía, había sublevado el frente y venía guiando un gran ejército sobre la capital. La Valia Naroda publicó el prikaz siguiente, lanzado por él en Pskov:

Los desórdenes causados por la loca tentativa de los bolcheviques han arrastrado al país al borde del abismo. El esfuerzo de todas las voluntades, todo el valor y la abnegación de cada uno son necesarios para salir victoriosamente de la terrible prueba impuesta a la patria.

Hasta la formación del nuevo gabinete del Gobierno provisional -si es que puede ser constituido- cada uno debe permanecer en su puesto y cumplir su deber para con la Rusia mártir. No olvidemos que la menor interferencia en los organismos militares actuales puede acarrear desgracias irreparables, abriendo el frente al enemigo. Por lo tanto, es indispensable salvaguardar a toda costa la potencia combativa de las tropas y mantener un orden perfecto, preservando al ejército de nuevos choques y manteniendo una confianza recíproca absoluta entre los jefes y sus subordinados. Ordeno a todos los jefes y comisarios, en nombre del bien de la patria, que permanezcan en sus puestos, de igual manera que yo permanezco en el de jefe supremo de los ejércitos hasta que el Gobierno provisional de la república haya manifestado su voluntad...

En respuesta se fijó en los muros el siguiente bando:

Aviso del Congreso de los Soviets de toda Rusia

Los antiguos ministros Konovalov, Kichkin, Terechtchenko, Maliantovitch, Níkitin y algunos otros han sido detenidos por el Comité Militar Revolucionario. Kerenski ha huido. Se ordena a todas las organizaciones militares que tomen las medidas necesarias con vistas a la detención inmediata de Kerenski y a su envío a Petrogrado.

Toda ayuda que se preste a Kerenski será castigada como un delito grave contra el Estado.

El Comité Militar Revolucionario estaba lanzado, a todo vapor; en su ruta, brotaban como chispas las órdenes, los llamamientos, los decretos.[1]  Se dio orden de conducir a Kornilov a Petrogrado. Los miembros de los comités agrarios encarcelados por el Gobierno provisional fueron puestos en libertad. Fue abolida la pena de muerte en el ejército. Los funcionarios recibieron orden de continuar su trabajo bajo pena de severos castigos. Todo saqueo o desorden, toda especulación, fueron prohibidos bajo pena de muerte. Se nombraron comisarios temporales para los diferentes ministerios: para el de Negocios Extranjeros, Uritski y Trotzki; para el del Interior y Justicia, Rykov; para el de Trabajo, Chliapnikov; Hacienda, Menjinski; Asistencia Pública, Alejandra Kollontai; Comercio, Industria y Comunicaciones, Riazánov; Marina, el marinero Korbir; Correos y Telégrafos, Spiro; los Teatros, Muraviov; Imprenta Nacional, Derbychev; para la ciudad de Petrogrado, el teniente Nestérov; para enfrente Norte, Pozern . .[2]

Se invitó al ejército a que nombrara comités militares revolucionarios, a los ferroviarios a que mantuvieran el orden, y sobre todo a que no retrasaran los transportes de víveres destinados a las ciudades y el frente; a cambio, se les prometió que estarían representados en el ministerio de Vías de Comunicación.

Una de las proclamas del Comité se dirigía a los cosacos:

Hermanos cosacos: Se os quiere conducir contra Petrogrado, se os quiere obligar a combatir contra los obreros y soldados revolucionarios de la capital, diciendo que Petrogrado odia a los cosacos. No creáis una palabra de lo que os dicen nuestros enemigos comunes, los terratenientes y los capitalistas.

En nuestro Congreso están representadas todas las orga-nizaciones^ conscientes de obreros, soldados y camp:sinos de Rusia. El Congreso desea igualmente acoger en su seno a los trabajadores cosacos. Los generales reaccionarios, lacayos de lo's grandes propietarios y de Nicolás el sanguinario, son nuestros enemigos; los cosacos que sufren por la falta de tierras son nuestros hermanos.

Se os dice que los Soviets quieren confiscar las tierras de los cosacos. Eso es mentira. La Revolución quiere solamente confiscar las tierras de los grandes propietarios cosacos para dárselas al pueblo.

¡Organizad Soviets de Diputados cosacos! ¡Unios a los Soviets de los obreros, soldados y campesinos!

¡Mostrad a las "Centurias Negras" que no sois traidores al pyeblo y que no queréis ser maldecidos por toda la Rusia revolucionaria!

¡Hermanos cosacos: no ejecutéis las órdenes de los enemigos del pueblo! Enviad vuestros delegados a Petrogrado a que establezcan contacto con nosotros, como lo han hecho ya los camaradas del cuerpo ciclista y varias unidades cosacas. Los cosacos de la guarnición de Petrogrado, para honor suyo, han defraudado las esperanzas de los enemigos del pueblo. No han querido descargar sus golpes contra sus hermanos, ni marchar contra la guarnición revolucionaria y los obreros de Petrogrado.

Hermanos cosacos, el Congreso de los Soviets de toda Rusia os tiende una mano fraternal.

¡Viva la unión de los cosacos, los soldados, los obreros y campesinos de toda Rusia! [3]

El campo contrario respondió con una tempestad de proclamas que se abatió sobre todas las paredes, distribuyendo profusamente volantes y periódicos, profiriendo grandes gritos, maldiciendo y profetizando las peores desgracias. Se combatía esgrimiente caracteres de imprenta, ahora que todas las demás armas estaban en manos de los Soviets.

He aquí, por ejemplo, el llamamiento del Comité para la Salvación del país y de la revolución, con el cual se inundó a Rusia y Europa:

¡A los ciudadanos de la República Rusa!

El 7 de noviembre los bolcheviques, en contra de la voluntad de las masas revolucionarias, han det:nido criminalmente a parte del Gobierno provisional, dispersado el Consejo de la República y proclamado un poder ilegal. Tal acto de violencia contra el Gobierno de la Rusia revolucionaria, en el momento en que el peligro exterior es más grande, constituye un crimen incalificable contra la patria.

La insurrección de los bolcheviques descarga un golpe mortal contra la causa de la defensa nacional y retrasa la paz tan ardientemente deseada por todos.

La guerra civil, desencadenada por los bolcheviques, amenaza con entregar el país a los horrores de la anarquía y de la contrarrevolución y con hacer fracasar la Asamblea Constituyente, la cual debe consolidar el régimen republicano y entregar para siempre las tierras al pueblo.

Asegurando la continuidad del único poder legal gubernamental, el Comité para la Salvación del país y la revolución, instituido la noche del 7 de noviembre, toma la iniciativa de formar un nuevo Gobierno provisional. Este gobierno, apoyándose en las fuerzas de la democracia, conducirá al país a la Asamblea Constituyente y lo salvará de la anarquía y la contrarrevolución. El Comité para la Salvación del país y la revolución apela a vosotros, ciudadanos:

¡Negaos preconocer la autoridad de la violencia!

¡No obedezcáis sus órdenes!

¡Alzaos en defensa del país y de la revolución!

¡Apoyad al Comité para la Salvación del país y la re volución!

Firmado: El Consejo de la República Rusa, La Duma municipal de Petrogrado, El Tsik del primer Congreso, El Comité ejecutivo de los Soviets campesinos, Las fracciones socialrevolucionaria, menchevique, socialistapopular, socialdemócrata unificada, el grupo Iedinstvo del II Congreso.

Leíanse también proclamas del partido socialrevolucionario, de los mencheviques extremistas, de los Soviets campesinos, del Comité Central del ejército, del de la flota, etc.

El hambre exterminará a Petrogrado -se leía-, los ejércitos alemanes pisotearán nuestra libertad, los pogromos de las Centurias Negras asolarán a Rusia, si todos nosotros, obreros, soldados y ciudadanos conscientes, no nos unimos . . .

¡No os fiéis de las promesas de los bolcheviques! ¡Su promesa dí paz inmediata es mentirosa! ¡Su promesa de par, un engaño! ¡Su promesa en lo tocante a la tierra, un cuento para niños!

Todas tenían este mismo tono.

¡Camaradas! ¡Habéis sido ruin y cruelmente engañados!

La captura del poder ha, sido hecha por los bolcheviques solos...Han ocultado su complot a los otros partidos socialistas que formaban parte de los Soviets ... Se os ha prometido la tierra y la libertad, pero la anarquía creada por los bolcheviques no beneficiará más que a la contrarrevolución, que os despojará de tierra y libertad ...

El tono de los periódicos no era menos violento.

Nuestro deber -escribía el Dielo Noroda- consiste en desenmascarar a estos traidores de la clase obrera. Nuestro deber es movilizar todas nuestras fuerzas para velar por la causa de la revolución.

Izvestia, hablando por última vez en nombre del antiguo Tsik, anunciaba un terrible castigo:

En cuanto al Congreso de los Soviets, bien ¡nosotros afirmamos que no ha habido Congreso de los Soviets! Afirmamos que no hubo más que una conferencia privada de la fracción bolchevique, que en ningún caso se podía arrogar el derecho de arfular los poderes del Tsik . . .

La Novata Jízn, al tiempo que abogaba por un nuevo gobierno, que agruparía todos los partidos socialistas, criticaba severamente la salida del Congreso de los socialrevolucionarios y de los mencheviques y señalaba que la insurrección bolchevique tenía un significado bien claro: a saber, que de ahora en adelante no estaba permitido ilusión alguna acerca de la posibilidad de una coalición con la burguesía.

El Rabotchi Put tomó el nombre de Pravda, el periódico de Lenin, que había sido suprimido en julio. Clamaba, furioso y amenazador:

¡Obreros! ¡Soldados! ¡Campesinos! En marzo derrocasteis la tiranía de la nobleza. Ayer habéis descargado un golpe decisivo a la tiranía burguesa.

La tarea más urgente ahora es la de defender los aproches de Pettrogrado.

La segunda es desarmar definitivamente a los elementos contrarrevolucionarios de Petrogrado.

La tercera, organizar definitivamente el poder revolucionario y asegurar la realización de su programa.

Pocos fueron los órganos kadetes que aparecieron, y la burguesía adoptó generalmente una actitud de despego e ironía ante los acontecimientos, una especie de perpetuo y desdeñoso ya os lo había dicho yo, con relación a los otros partidos.

Se veía a los,kadetes influyentes frecuentar las cercanías de la Duma municipal y del Comité de Salvación. La burguesía permanecía al acecho, esperando su hora -¡qué era evidente no podía estar lejos!-. Nadie pensaba que los bolcheviques pudiesen permanecer en el poder más de tres días -con excepción de Lenin, de Trotzki, de los obreros de Petrogrado y de los simples soldados . .

La tarde del mismo día me dirigí al salón Nicolás, anfiteatro de alto techo, donde la Duma estaba en sesión permanente, agitada, concentrando a todas las fuerzas de la oposición. El viejo alcalde, Schreider, majestuoso con su cabellera y su barba blanca, refería su visita de la noche anterior al Smolny para protestar en nombre del gobierno municipal autónomo.

-La Duma, único poder legal existente en la capital, elegida por sufragio universal, directo y secreto, no reconocía al nuevo poder -había declarado a Trotzki.

Y éste le había respondido:

-La propia Constitución suministra el remedio: disolver la Duma y celebrar nuevas elecciones.

Estas palabras provocaron exclamaciones de furor.

-Si se quiere reconocer un gobierno de bayonetas -continuó el anciano, dirigiéndose a la Duma-, bueno, pues ¡ya lo tenemos! Pero yo no considero legítimo más que a un gobierno reconocido por el pueblo, por la mayoría, ¡y no al creado por una minoría usurpadora!

Aplausos frenéticos en todos los escaños, salvo en los de los bolcheviques. En medio del tumulto, el alcalde anunció a continuación que los bolcheviques habían violado ya la autonomía municipal mediante nombramientos de comisarios en diversos departamentos.

El orador de la fracción bolchevique gritó, tratando de dominar el alboroto, que la decisión del Congreso de los Soviets significaba que toda Rusia aprobaba la acción de los bolcheviques.

-¡Vosotros -añadió- no sois los verdaderos representantes del pueblo de Petrogrado! (Gritos ¡Eso es un insulto!)

El viejo alcalde le retordó con dignidad que la Duma había sido elegida por el voto popular más libre que pudiera darse.

-Sí -le contestaron-, pero de eso hace ya mucho tiempo, como hace mucho de lo del Tsik y de los comités del ejército.

-¡No ha habido nuevo Congreso de los Soviets! -le gritaron de la sala.

-La fracción bolchevique se niega a permanecer más tiempo EN este nido de la contrarrevolución. (Tumulto.) Exigimos que se proceda a nuevas elecciones a la Duma ...

Los bolcheviques abandonaron la sala acompañados por los gritos de: "¡Agentes de Alemania! ¡Abajo los traidores!"

Chingariov, kadete, reclamó la destitución y el enjuiciamiento de todos los funcionarios municipales que habían aceptado ser comisarios del Comité Militar Revolucionario. Schreider se puso en pie con una mpción protestando contra la amenaza ds disolución emanada de los bolcheviques, y declarando que la Duma, representación legal de la población, se negaría a abandonar su puesto.

El salón Alejandro, donde se celebraba la reunión del Comité de Salvación, estaba atestado de público. Fue nuevamente Skobelev quien tomó la palabra.

-Nunca antes -declaró- fue tan crítica la suerte de la revolución; nunca antes la cuestión de la existencia del Estado ruso había suscitado tantas inquietudes. ¡Nunca antes la historia había planteado de manera tan brutal y categórica para Rusia la interrogante de ser o no ser! Ha sonado la hora decisiva para la salvación de la revolución y, plenamente conscientes de la gravedad del momento, vemos unirse estrechamente a todas las fuerzas vivas de la democracia revolucionaria, por cuya voluntad organizada ha sido creado ya un centro para la salvación del país y de la revolución .. . ¡Moriremos antes que abandonar nuestro puesto!

Clamorosos aplausos acogieron la noticia de la adhesión del Sindicato de ferroviarios al Comité de Salvación. Instantes más tarde llegaron representantes de los empleados de Correos y Telégrafos y, finalmente, algunos mencheviques internacionalistas, que fueron saludados con vítores. Los ferroviarios declararon que ellos no reconocían a los bolcheviques y que se habían hecho cargo de las redes ferroviarias, negándose a entregarlas a un poder usurpador, fuera el que fuese. El delegado de los telegrafistas dijo que los operadores se habían negado categóricamente a trabajar mientras el comisario bolchevique estuviese allí. Los carteros se negaban a repartir correspondencia alguna para el Smolny . . . Todas las líneas telegráficas con el Smolny estaban cortadas. La asamblea escuchó con vivo júbilo cómo Uritski, que se había presentado en el ministerio de Negocios Extranjeros para pedir que se le comunicaran los tratados secretos, había sido despedido por Neratov.[4]  Todos los funcionarios estaban dejando de trabajar.

Era la guerra, la guerra resuelta y deliberada, a la rusa, la guerra por medio de la huelga y el sabotaje. El presidente leyó una lista de nombres y comisiones: éste debía recorrer los ministerios, aquél los bancos; una decena de personas se iba a encargar de catequizar a los soldados en los cuarteles y conseguir su neutralidad ("¡Soldados rusos, no derraméis la sangre de vuestros hermanos!"); un comité iría a conferenciar con Kerenski; otros fundarían en las capitales de provincias filiales del Comité de Salvación y gestionarían la adhesión de los elementos antibolcheviques.

La asamblea estaba llena de entusiasmo. -¡Ah! ¿De modo que esos bolcheviques quieren dictar leyes a la intelligentsia? Nosotros les enseñaremos-. Nada llamaba más la atención que el contraste entre esta asamblea heteróclita y el Congreso de los Soviets. Allí estaba la masa de soldados en andrajos, de los obreros de manos negras, de los campesinos, pobres, encorvados y lacerados en la lucha brutal por la existencia. Aquí, los jefes mencheviques y so-cialrevolucionarios -los Avxentiev, los Dan, los Lieber-, los antiguos ministros socialistas -los Schobelev, los Tchernov- codeándose con kadetes como el untuoso Chatski, el acicalado Vinaver, los periodistas,'restudiantes, intelectuales de casi todos los campos. Estas gentes de la Duma estaban bien alimentadas, bien vestidas; no observé má^ de tres proletarios entre ellas . ..

Llegaron noticias. Los fieles tekintsy de Kornilov habían degollado a sus guardias personales en Byjov; el general había logrado huir. Kadelin avanzaba hacia el Norte. . . El Soviet de Moscú había formado un comité militar revolucionario y negociaba con el comandante de la plaza acerca de la posesión del arsenal, con el fin de poder armar a los obreros.

Al lado de estos hechos circulaban, en una extraña mescolanza, toda clase de rumores, de defoimaciones, de mentiras puras y simples. Fue así como un joven kadete, intelectual, ex secretario particular de Miliukov y de Terechtchenko, nos llevó aparte para contarnos en detalle la toma del Palacio de Invierno:

-Los bolcheviques estaban capitaneados por oficiales alemanes y austríacos -afirmó.

-¿De veras? -dijimos cortésmente-. ¿Y usted, cómo lo sabe?

-Por un amigo mío que estuvo allí y los vio.

-¿Cómo ptdo darse cuenta de que eran oficiales alemanes?

-Vestían uniforme alemán.

Absurdos de esta especie circulaban por centenares, y no solamente la prensa antibolchevique les concedía un lugar de honor, sino que eran creídos por los personajes más inesperados; así por ejemplo, les daban crédito ciertos socialrevolucionarios y mencheviques conocidos por su respeto a los hechos. . .

Más importancia tenían las especies que circulaban acerca de la violencia y el terrorismo bolcheviques. Así, se decía e imprimía que las guardias rojas, no solamente habían saqueado de arriba a abajo el Palacio de Invierno, sino que habían asesinado a los junkers, después de haberlos desarmado, y que habían dado muerte a sangre fría a algunos ministros. En cuanto a las mujeres-soldados, casi todas habían sido violadas y muchas se habían suicidado para poner fin a las .torturas que se les hacía padecer... La Duma municipal aceptaba a pie juntillas todas estas especies sin pararse a examinarlas, y, lo que es peor, los padres y las madres de los junkers y las mujeres-soldados leían en los periódicos estos detalles horripilantes, que frecuentemente venían acompañados de nombres. Y, como resultado de ello, al anochecer, la Duma viose sitiada por una multitud de ciudadanos enloquecidos.

Un caso típico es el del príncipe Tumanov: su cuerpo, según varios periódicos, había sido hallado flotando sobre el Moika. Horas más tarde, la familia del príncipe desmentía la noticia, añadiendo que éí príncipe se encontraba encarcelado. Como era absolutamente preciso identificar el misterioso cadáver, la prensa decidió que íuese el del general Denissov. Pero también el general estaba vivo. De la investigación llevada a cabo por nosotros resultó que era imposible encontrar vestigios de que hubiera aparecido ningún cadáver en las aguas de la ciudad.

Cuando salimos de la Duma, dos boy-scouts distribuían hojas a la enorme multitud que obstruía la avenida Nevski enfrente de la entrada, muchedumbre integrada casi por entero por hombres de negocios, pequeños comerciantes, funcionarios y empleados.[5] Una de estas hojas decía:

En su sesión del 26 de octubre, la Duma municipal, a la vista de la situación, ha decretado la inviolabilidad de los domicilios privados e incita a la población de Petrogrado a que por mediación de los "comités de casas" se oponga a toda tentativa que se haga para penetrar por la fuerza en los departamentos privados, haciendo uso de las armas sin vacilar, en el propio interés de los ciudadanos.

En la esquina de la Liteiny, cinco o seis guardias rojos y dos o tres marinos rodearon a un vendedor de periódicos y le exigieron que les entregara sus ejemplares del periódico menchevique Rabotchaia Gazeta ("El Diario Obrero"). El hombre montó en cólera, gritando y gesticulando como un poseso, pero uno de los marinos acabó por arrebatarle los periódicos. Se había congregado una multitud amenazante, que injuriaba a la patrulla. Un obrero pequeño se esforzaba por hacer comprender a las gentes y al vendedor:

-Este periódico publica la proclama de Kerenski. Dice que nosotros hemos matado rusos; eso va a hacer correr la sangre- . . El Smolny trabajaba más que nunca, si cabe. Continuaban las mismas idas y venidas por los pasillos oscuros, los grupos obreros armados de fusiles, los jefes políticos con sus carteras atiborradas de papeles, discutiendo, dando órdenes o explicaciones a la carrera, rodeados de amigos y colaboradores. Hombres literalmente fuera de sí, milagros vivientes de vela y trabajo, sin afeitar, sucios, con los ojos ardientes de fiebre, marchando en línea recta hacia una meta fijada, impulsados por una exaltación irresistible. ¡Era tanto realmente lo que había que hacer! Apoderarse de los órganos del gobierno, organizar la ciudad, asegurar la fidelidad de la guarnición, luchar'contra la Duma y el Comité de Salvación, contener a los ejércitos Alemanes, preparar la lucha contra Kerenski, informar a la provincia, hacer propaganda desde Arkángel hasta Vladivostok- . . Los funcionarios del Estado y la ciudad se declaraban en rebeldía frente a los comisarios, las oficinas de Correos y Telégrafos se negaban a asegurar las comunicaciones, los ferrocarriles no respondían a las peticiones de trenes, Kerenski se aproximaba, no se podía confiar enteramente en la guarnición, los cosacos se preparaban para lanzarse al ataque. . . Los bolcheviques tenían en contra suya no sólo a la burguesía organizada, sino a todos los partidos socialistas, con excepción de los socialrevolucionarios de izquierda, algunos mencheviques internacionalistas y los socialde-mócratas internacionalistas que, por otra parte, no habían tomado partido inequívocamente. Contaban, es cierto, con la masa de los obreros y los soldados y con la muchedumbre infinita de los campesinos, pero.entre los bolcheviques no abundaban los hombres de cultura o de experiencia. . .

Riazánov, al tiempo que subía la escalinata principal, iba explicando con una especie de aturdimiento lleno de humorismo que él, comisario de Comercio, no entendía nada de negocios. En el salón-café delí primer piso, solo en un rincón, envuelto en una pelliza de piel de cabra -iba a decir que no se la quitaba ni para dormir, pero era manifiesto que no dormía desde hacía mucho tiempo-, con una barba de tres días, un hombre escribía cifras nerviosamente en un sobre sucio, mordisqueando de cuando en cuando su lápiz. Era Menjinski, comisario de Hacienda, cuyo único título para el puesto a que se le había destinado era el de haber sido empleado en un banco francés. . . Y aquellos otros cuatro que descendían del Comité .Militar Revolucionario corriendo y garaboteando en pedazos de papel eran los comisarios que se disponían a partir para los cuatro confines de Rusia, llevando noticias y argumentos, y preparados para pelear con todas las armas que cayeran en sus manos... 

El Congreso debía reunirse a la una y el gran salón de sesiones estaba lleno desde hacía rato. Sin embargo, a las siete, el Buró no había aparecido todavía. . . Los bolcheviques y la izquierda social-revolucionaria deliberaban en sus propias salas. Durante toda la tarde, Lenin y Trotzki habían tenido que combatir las tendencias hacia una componenda. Una buena parte de los bolcheviques opinaba que debían hacerse las concesiones necesarias para lograr constituir un gobierno de coalición socialista.

-No podemos aguantar -exclamaban-. Son demasiados contra nosotros. No contamos con los hombres necesarios. Quedaremos aislados y se desplomará todo.

Así se manifiestan Kaménev, Riazánov y otros.

Pero Lenin. con Trotzki a su lado, se mantenía firme como una roca.

-Quienes deseen llegar a un arreglo, acepten nuestro programa y los admitiremos. Nosotros no cederemos ni una pulgada. Si hay camaradas aquí que no tienen el valor y la voluntad de atreverse a lo que nosotros nos atrevemos ¡que se vayan a reunir a los cobardes y conciliadores! ¡Con el apoyo de los obreros y los soldados seguiremos adelante!

A las siete y cinco, los socialrevolucionarios de izquierda hicieron saber cfue ellos continuarían en el Comité Militar Revolucionario.

-¡Ya lo veis! -exclamó Lenin-. ¡Nos siguen!

Un poco más tarde, en la mesa de la prensa del gran salón de actos, donde nosotros habíamos tomado asiento, un anarquista que colaboraba en los periódicos burgueses me propuso ir a ver lo que sucedía con el Presidium. La habitación reservada al Tsik estaba vacía; la del Soviet de Petrogrado, igualmente. De sala en sala recorrimos todo el Smolny. Nadie parecía tener la menor idea del lugar donde se encontraba el órgano dirigente del Congreso. Mientras íbamos deambulando, mi compañero me contó todo su pasado de revolucionario, su largo y agradable exilio en Francia. Los bolcheviques, me dijo en confianza, eran gentes comunes, vulgares, ignorantes y carentes de sensibilidad estética. Este anarquista era un ejemplar típico de la intelligentsia rusa. . . Al llegar a la habitación 17, oficina del Comité Militar Revolucionario, nos vimos atrapados entre gentes que iban y venían. Se abrió la puerta; salió un hombre rechoncho, de'cara achatada, vestido con un uniforme sin insignias. Parecía sonreír, pero pronto nos dimos cuenta que su sonrisa no era más que un rictus helado de sumo cansancio. Era Krylenko. Mi acompañante que era un hombre joven, vivaracho y de excelentes modales, se' adelantó, lanzando una exclamación de gozo:

- Nikolai Vassilievitch - dijo, tendiéndole la mano - . ¿No me reconoces, camarada? Estuvimos juntos en la cárcel.

Krylenko hizo un esfuerzo por concentrar su atención y su mirada.

- ¡Ah, sí! - respondió al fin, mirando al otro con expresión de gran amistad - . Tú eres S. . . ¿Qué tal, cómo estás? - Se abrazaron.

- ¿Qué haces por aquí?

- ¡Oh! Nada más he venido a ver. . . Vuestros asuntos dan la impresión de marchar bien.

- ¡Sí! - Respondió Krylenko, con un acento particularmente obstinado - . ¡La Revolución proletaria es un gran éxito! Luego añadió, riendo:

- Sin embargo, ¡puede que nos volvamos a ver en la cárcel! Cuando estuvimos de regreso en el corredor, mi amigo reanudó sus explicaciones.

- Mira, yo soy un discípulo de Kropotkin. Para nosotros, la revolución es un gran error, no ha despertado el patriotismo de las de las masas. Eso demuestra, evidentemente, que el pueblo no está maduro todavía para la revolución .

Eran las ocho y cuarenta exactamente cuando una tempestad de aclamaciones anunció la entrada del Buró, con Lenin, el gran Lenin. Era hombre de baja estatura, fornido, la gran cabeza redonda y calva hundida en los hombros, ojos pequeños, nariz roma, boca grande f generosa, el mentón pesado. Estaba completamente afeitado, pero ya su barba, tan conocida antaño, y que ahora sería eterna, comenzaba a erizar sus facciones. Su chaqueta estaba raída, los pantalones eran demasiado largos para él. Aunque no se prestaba mucho, físicamente, para ser el ídolo de las multitudes, fue querido y venerado como pocos jefes en el curso de la historia. Un extraño jefe popular, que lo era solamente por la potencia del espíritu. Sin brillo, sin humor, intransigente y frío, sin ninguna particularidad pintoresca, pero con el poder de explicar ideas profundas en términos sencillos, de analizar concretamente las situaciones, y dueño de la mayor audacia intelectual.

Kaménev dio lectura al informe sobre la actividad del Comité Militar Revolucionario: abolición de la pena de muerte en el ejército, restauración de la libertad de propaganda, liberación de los oficiales y soldados detenidos por delitos políticos, orden de detener a Kerenski y confiscación de las existencias de víveres de los almacenes privados. Estallaron frenéticos aplausos.

Después, se concedió la palabra al orador del Bund (partido socialista judío): la actitud intransigente de los bolcheviques significaba el aplastamiento de la revolución; por lo tanto, los delegados del Bund se veían en la obligación de no seguir participando en el Congreso. Gritos en la sala: "Pensábamos que os habíais marchado desde ayer. ¿Cuántas veces contáis marcharos todavía de ese modo?"

En seguida, le tocó el turno al representante de los mencheviques internacionalistas. "Cómo, ¿todavía estáis aquí?" El orador explicó que solamente parte de los menchenviques internacionalistas había abandonado el Congreso; los otros habían decidido quedarse.

-Nosotros estimamos peligrosa, quizá incluso fatal para la revolución, la entrega del poder a los Sovits (Interrupciones.) Pero considafamos que es nuestro deber permanecer en el Congreso y votar en contra.

Siguieron otros oradores, aparentemente sin orden ni concierto. Un delegado de los mineros de la cuenca del Donetz pidió al Congreso que tomara medidas contra Kaledin, quien podía cortar el aprovisionamiento de carbón y víveres de la capital. Varios soldados, recién llegados del frente, transmitieron el entusiasta saludo de sus regimientos. . . Finalmente, Lenin se puso en pie. Manteniéndose en el borde de la tribuna, paseó sobre los asistentes sus ojillos semicerrados, aparentemente insensible a la inmensa ovación, que se prolongó durante varios minutos. Cuando ésta hubo terminado, dijo simplemente:

-Ahora procederemos a la edificación del orden socialista. Nuevamente se produjo en la sala un fuerte rugido humano.

-En primer lugar, es preciso adoptar medidas prácticas para la consecución de la paz. . o Ofreceremos la paz a todos los pueblos de los países?beligerantes a base de las condiciones soviéticas: nada de anexiones, nada de indemnizaciones, derecho de los pueblos a determinar su propia existencia. Al mismo tiempo, de acuerdo con lo que hemos prometido, haremos públicos y denunciaremos todos los tratados secretos... La cuestión de la guerra y la paz es tan clara que creo poder dar lectura, sin más preámbulo, a un proyecto de proclama a los pueblos de todos los países beligerantes. . .

Su boca grande, que parecía sonreír, se abrió enteramente mientras hablaba; su voz era ronca, pero no desagradable; estaba como endurecido per años y años de discursos; surgía en un tono uniforme, y daba la impresión de que no se detendría jamás... Cuando quería subrayar una idea, se inclinaba ligeramente hacia adelante. Ni un solo gestor A sus pies, un millar de rostros sencillos se alzaban hacia él en una especie de intensa adoración.

Proclama

a los pueblos y los gobiernos de todos los países beligerantes

El Gobierno obrero y campesino instituido por la revolución del 24-25 de octubre (6-7 de noviembre) y apoyándose en los Soviets de Diputados obreros, soldados y campesinos, propone a todos los pueblos en guerra y a sus gobiernos entablar inmediatamente conversaciones con vistas a una paz democrática y equitativa.

El Gobierno considera como una paz equitativa o democrática, tal cómo la desea la inmensa mayoría de los obreros y las clases trabajadoras agotadas, abrumadas y martirizadas por la guerra en todos los países beligerantes -paz que los obreros y los campesinos rusos han reclamado de la manera más categórica y tenaz desde el derrocamiento de la monarquía zarista-, una paz inmediata sin anexiones (es decir, sin conquistas de territorios extranjeros, sin la incorporación violenta de pueblos extranjeros por la fuerza) ni indemnizaciones.

He aquí la paz que el Gobierno de Rusia propone a todos los pueblos en guerra concertar inmediatamente. El Gobierno de Rusia se declara dispuesto a dar sin demora todos los pasos conducentes a la ratificación definitiva de todas las condiciones de esta paz, por las asambleas autorizadas de los representantes populares de todos los países y todas las naciones.

Por anexión o conquista de territorios extranjeros, el Gobierno entiende -conforme a la concepción del derecho de la democracia en general y de las clases trabajadoras en particular- toda incorporación a un Estado grande o poderoso de una nacionalidad pequeña o débil, sin el consentimiento o deseo formales*, clara y libremente expresados por esta última, independientemente de la época en que esta incorporación violenta haya sido efectuada, independientemente también del grado de desarrollo o retraso de la nación anexionada o retenida por fáerza en los límites del Estado en cuestión; independientemente, en fin, del lugar donde esta nación resida, en Europa o en los lejanos países transoceánicos.

Si una nación cualquiera es mantenida por la fuerza dentro de los límites de un Estado; si, a pesar del deseo por ella expresado -bien sea a través de la prensa, en las asambleas populares, en las decisiones de los partidos, o por medio de motines e insurrecciones contra la opresión nacional-, no se le concede el derecho a decidir mediante votación libre, después de la retirada completa de las tropas de la nación conquistadora o que sea en términos generales más poderosa, de decidir sin la menor restricción la cuestión de las formas políticas de su existencia, la incorporación de esta nación al Estado constituye una anexión, es decir, una conquista y un acto de violencia.

El Gobierno estima que continuar esta guerra para dilucidar la cuestión de saber cómo dividir entre las naciones fuertes y ricas los pueblos débiles conquistados por ella, sería cometer el más grande de los crímenes contra la humanidad, y proclama solemnemente su voluntad de firmar inmediatamente un tratado de paz que llaga cesar esta guerra en las condiciones indicadas, igualmente equitativas para todos los pueblos sin excepción.

El Gobierno declara, al mismo tiempo, que en modo alguno considera las condiciones de paz más arriba señaladas como un ultimátum; consiente en examinar cualesquiera otras condiciones de paz, e insiste solamente en que sean propuestas lo más rápidamente posible por cualquier país beligerante, y redactadas con toda claridad, sin el menor equívoco ni el menor secreto.

El Gobierno ha abolido la diplomacia secreta; expresa, por su piarte, la firme intención que tiene de llevar todas las conversaciones en forma totalmente abierta, ante el pueblo entero, y de proceder inmediatamente a la publicación íntegra de los tratados secretos confirmados o concertados por el gobierno de los grandes terratenientes y capitalistas, desde el mes de febrero hasta el 25 de octubre de 1917.

El Gobierno proclama totalmente anuladas, desde ahora, todas las cláusulas de estos tratados secretos, en la medida que tiendan, como ocurre en la mayoría de los casos, a procurar ventajas y privilegios a los grandes terratenientes y capitalistas rusos-, a mantener o acrecentar las anexiones de los grandes rusas.

Al invitar a los gobiernos y los pueblos de todos los países a entablar en seguida conversaciones públicas para la concer-tacipn de la paz, el Gobierno se declara dispuesto, por su parte, a llevar las negociaciones bien sea por escrito, telegráficamente, ya mediante conversaciones entre los representantes de los diversos países o en una conferencia de estos representantes. A fin de facilitar estas negociaciones, el Gobierno nombra sus repueseiitantes plenipotenciarios en los países neutrales.

El Gobierno invita a todos los gobiernos y los pueblos de todos los países en guerra a concertar inmediatamente un armisticio; considera deseable que este armisticio sea de tres meses por lo menos, plazo en el cual es perfectamente posible llevar a término las conversaciones de paz con la participación de los representantes de todos los pueblos o naciones sin excepción, empeñados en la guerra u obligados a tomar parte en ella, y convocar asambleas autorizadas de representantes populares en todos los países, para ratificar definitivamente las condiciones de paz..

Al dirigir esta proposición de paz 'a los gobiernos y los pueblos de todos los países beligerantes, el Gobierno provisional obrero y campesino de Rusia se dirige también, más especialmente, a los obreros conscientes de las tres naciones más avanzadas de* la" humanidad, de los tres estados más grandes que participan en la guerra actual, a los obreros de Inglaterra,. Francia y Alemania. Los obreros de estos tres países han prestado los más grandes servicios a la causa del progreso y el socialismo. Testimonio de ello son los grandes ejemplos del movimiento cartista en Inglaterra, las revoluciones de alcance histórico universal llevadas a cabo por el proletariado francés; finalmente, la lucha heroica contra la ley de excepciones en Alemania y la tenaz y disciplinada labor llevada a cabo para crear en este país las organizaciones proletarias de masa, trabajo que puede servir de ejemplo a los obreros del mundo entero. Todos estos ejemplos de heroísmo proletario y de iniciativa histórica constituyen para nosotros la garantía de que los obreros de estos países comprenderán el deber que les Incumbe hoy: eximir a la humanidad de los horrores de la guerra y de sus consecuencias; porque estos obreros, mediante su actividad múltiple, resuelta, plena de energía y abnegación, nos ayudarán a llevar a buen término, hasta el final, la obra de paz y, al mismo tiempo, la obra de liberación de las masas trabajadoras y explotadas de toda esclavitud y toda explotación.

Cuando se calmó la tempestad de aplausos, Lenin prosiguió:

--Proponemos al Congreso que ratifique esta declaración. La dirigimos a los gobiernos y a los pueblos, porque, de dirigirla solamente a los pueblos de los países beligerantes, podríamos retrasar la concertación de la paz. Las condiciones de paz elaboradas durante el armisticio serán ratificadas por la Asamblea Constituyente. Al fijar la duración del armisticio en tres meses deseamos dar a los pueblos una tregua lo más larga posible después de este sangriento exterminio, y el tiempo suficiente para que puedan elegir sus representantes. Esta proposición de paz encontrará la oposición de los gobiernos imperialistas; a este respecto, no nos hacemos ninguna ilusión. Pero espéranos que pronto estallará la revolución en todos los países beligerantes; por esa razón, nos dirigimos particularmente a los obreros de Francia, Inglaterra y Alemania .. .

-La revolución de los días 6 y 7 -concluyó Lenin- ha abierto la era de la revolución social. . . El movimiento obrero, en nombre de la paz y el socialismo, vencerá y cumplirá su destino. . .

Había en todo aquello algo tranquilo y potente, que conmovía las almas. Se comprendía por qué la multitud tenía fe en Lenin cuando hablaba...

Rápidamente se decidió, levantando los brazos para votar, que sólo los representantes de los grupos políticos tendrían que manifestarse sobre el proyecto y que el tiempo para el uso de la palabra se limitaría a quince minutos.

El primer orador fue Karelin, quien habló en nombre de los socialrvolucionarios de izquierda.

-Nuestro grupo no ha tenido ocasión de proponer enmiendas al texto de la proclama, que es obra del partido bolchevique nada más, pero nosotros votaremos en favor de este texto, ya que en espíritu lo aprobamos.

Kmárov habló en nombre de los socialdemócratas internacionalistas. Era un hombre alto, encorvado, miope, llamado a adquirir cierta celebridad como payaso de la oposición. "Sólo un gobierno integrado por todos los partidos socialistas, dijo, poseería la autoridad necesaria para emprender una acción de esta importancia". Si se constituía una coalición socialista, su grupo apoyaría el programa por entero; si no, solamente en parte. En cuanto a la proclajíia, los internacionalistas aprobaban los artículos esenciales . . .

Luego, uno tras otro, en medio de un entusiasmo creciente, dieron su aprobación los socialdemócratas ucranianos, los socialdemócratas lituanos, los socialistas populares, los socialdemócratas polacos -éstos señalando su preferencia por una coalición socialista-, los socialdemócratas letones .. .

Algo se había despertado súbitamente en estos hombres. El uno hablaba de la "revolución mundial en marcha, de la que nosotros somos la vanguardia"; otro, de la "nueva era de fraternidad, en la que todos los pueblos no serán más que una gran familia..."

Un delegado, hablando en su propio nombre, observó:

-Hay una contradicción. Primero, ofrecemos una paz sin anexiones" ni indemnizaciones, y después decimos que tomaremos en consideración todas las ofertas de paz. Tomar en consideración significa aceptar .. .

Lenin se puso en pie de un salto:

-Nosotros queremos una paz justa, pero no tememos una guerra revolucionaria. Es muy probable que los gobiernos imperialistas no respondan a nuestro llamamiento, pero nos guardaremos de lanzar un ultimátum, al cual sería muy fácil decir no.

-Si el proletariado alemán comprende que nosotros estamos dispuestos a considerar todas las ofertas de paz, eso es verosímil que sea la gota de agua que haga desbordar el vaso; la revolución estallará en Alemania...

-Nosotros accedemos a examinar todas las condiciones de paz, pero eso no significa que las aceptemos. .. Por algunas de nuestras condiciones lucharemos hasta el fin; hay otras por las cuales quizá juzguemos nosotros que no merece la pena continuar la guerra ... Lo que queremos, por encima de todo, es poner fin a la guerra ...

Eran las diez y, treinta y cinco exactamente cuando Kaménev pidió a todos los que aprobasen la proclama que levantaran la mano con su credencial. Un solo delegado osó levantar la mano en contra, pero la violencia de las protestas que estallaron a su alrededor se la hicieron bajar con prontitud- . . Era la unanimidad.

Movidos por un solo impulso, todos nos encontramos súbitamente de pie, uniendo nuestras voces al unísono y lento crescendo de La Internacional. Un viejo soldado entrecano sollozaba como un chiquillo. Alejandra Kollontai contenía las lágrimas. El canto rodaba vigorosamente por la sala, estremeciendo las ventanas y las puertas y yendo^ra perderse en la calma del cielo. ¡La guerra ha terminado! ¡La guerra ha terminado!, gritó cerca de mí un joven obrero, con el rostro radiante. Luego, cuando terminó La Internacional, mientras permanecíamos de pie en un silencio embarazoso, alguien exclamó:

-¡Camaradas! ¡Recordemos a los que han muerto por la libertad!

Entonces, entonamos la Marcha fúnebre, ese canto majestuoso, melancólico y triunfal a la vez, tan ruso, tan emocionante. La Internacional era una música extranjera. La Marcha fúnebre parecía ser el alma misma de las masas enormes, cuyos delegados, reunidos en esta sala, edificaban con sus visiones imprecisas una Rusia nueva, y quizá algo más.

Caísteis en la lucha fatal,

víctimas de, vuestro amor sagrado por el pueblo.

Todo lo disteis por él,

por su vida, su honor y su libertad .. .

Sufristeis en las húmedas prisiones,

condenados por verdugos implacables,

conocisteis el exilio bajo el peso de cadenas .. .

Adiós, hermanos, seguisteis un noble sendero...

Se acerca el momento en que el pueblo despertará,

grande, potente, y libre . . .

Adiós, hermano .. .

Por esta gran causa yacían los mártires de la primavera en la fría tumba fraternal del Campo de Marte; millares y decenas de millares de hombres habían sucumbido por ella en las prisio nes, en el exilio, en las minas, en Siberia. No todo había ocurrido como ellos quizá lo esperaban, ni tampoco lo deseaba la intelltgentsia; pero el ansiado acontecimiento había llegado, brutal, irresistible, burlándose de fórmulas y de todo sentimentalismo, en su realidad, . .

Lenin leyó el decreto sobre la tierra:

1. La gran propiedad sobre el suelo se declara inmediatamente abolida, sin ninguna indemnización.

2. Las fincas de los terratenientes, al igual que todas las tierras de la Corona, los conventos, la Iglesia, con todos sus ganados y aperos, sus edificios y todas sus dependencias, pasan a depender de los comités agrarios comarcales y de los Soviets de Diputados campesinos de distrito, hasta que la cuestión sea reglamentada por la Asamblea Constituyente.

3. Todo detrimento causado a los bienes confiscados, que de ahora en adelante pertenecen a todo el pueblo, se proclama como delito grave, que castigarán los tribunales revolucionarios. Los Soviets de los diputados campesinos adoptarán todas ¡as medidas necesarias para hacer observar un orden rigurtfso durante la confiscación de las fincas de los grandes terratenientes, determinar la extensión de los terrenos sujetos a confiscación y designarlos exactamente, levantar un inventario estricto de todos los bienes confiscados y asegurar la rigurosa salvaguarda revolucionaria de todas las explotaciones agrícolas, construcciones, aperos, ganado, provisiones, etc., que pasan a manos del pueblo.

4. El mandato imperativo campesino adjunto a este decreto, con arreglo al texto fijado por la redacción de Izvestia del Soviet de diputados campesinos de Rusia, basado en 242 mandatos campesinos locales, y publicado en su número 88 (Petrogrado, núm. 88, 19 de agosto de 1917), deberá servir de guía en todas partes a la realización de las grandes transformaciones agrarias, hasta que la Asamblea Constituyente decida en última instancia.[6]

5. No serán confiscadas las tierras de los simples campesinos y de los simples cosacos.

-Esto no es -explicó Lenin- un proyecto como el del antiguo ministro Tchernov, quien hablaba de "construir un armazón" y quería realizar las reformas por arriba. Es por abajo y directamente como se llevará a cabo el reparto de la tierra. La cantidad de tierra que recibirá cada campesino variará según la localidad. . .

-Bajo el Gobierno provisional, los pomietchiks (terratenientes) se negaron pura y sencillamente a obedecer las órdenes de los comifés agrarios concebidos por Lvov, realizados por Chingariov y administrados por Kerenski.

Antes de la apertura de los debates, un hombre se abrió camino, violentamente a través de los asistentes y subió a la tribuna con paso recio. Era Pianyj, miembro del Comité Ejecutivo de los Soviets campesinos; se le veía presa de una tremenda furia.

-El Comité Ejecutivo del congreso de los diputados campesinos de toda Rusia protesta contra la detención de nuestros ca-maradas, los ministros Salaskin y Máslov -lanzó brutalmente a la cara de la asamblea-. ¡Exigimos que sean puestos en libertad! Se encuentran en la fortaleza de Pedro y Pablo. Es preciso actuar sin tardanza. No hay un momento que perder.

Un soldado con la barba revuelta y ojos llameantes le sucedió en la tribuna:

-Estáis sentados ahí y habláis de dar la tierra a los campesinos, pero vosotros mismos actuáis como tiranos y usurpadores para con los representantes electos de los campesinos. Yo os advierto -añadió, levantando el puño- que si les tocáis el pelo de la ropa, eso será la rebelión.

La asamblea comenzó a agitarse.

Entonces se levantó Trotzki, tranquilo y mordaz, consciente de su poder, saludado por aclamaciones.

-El Comité Militar Revolucionario decidió ayer poner en libertad a los ministros socialrevolucionarios y mencheviques Máslov, Salaskin, Gvósdiov y Maliantovich. Si todavía se encuentran en la fortaleza de Pedro y Pablo, ello se debe al trabajo inmenso que recae sobre nosotros. Pero en cualquier caso, ¡permanecerán detenidos en sus domicilios hasta que hayamos examinado su complicidad en los actos de traición de Kerenski durante el asunto de Kornilov!

-¡Jamás, en ninguna revolución -vociferó Pianyj-, se ha visto proceder de manera semejante!

-Estás equivocado -replicó Trotzki-. Se ha visto proceder de esa manera en el curso de esta misma revolución. Centenares de nuestros camaradas fueron detenidos durante las jornadas de julio. . . Cuando la camarada Kollontai fue puesta en libertad por orden del médico, Avxéntiev colocó en su puerta a dos antiguos agentes de la policía secreta zarista.

Los campesinos se batieron en retirada a regañadientes, acompañados por exclamaciones irónicas.

En seguida, el representante de los socialrevolucionarios de izquierda habló del decreto sobré la tierra.

Si bien lo aprobaban en principio, su grupo no aceptaba votarlo sin discusión previa. Convenía consultar a los Soviets campesinos.

Los mencheviques, internacionalistas insistían también en que su grupo celebrara una reunión previa.

El jefe de los maximalistas -el ala anarquista de los campesinos -se expresó así:

-Debemos inclinarnos ante el partido que desde el primer día, y sin frases, sabe tomar una medida semejante.

Después apareció en la tribuna un campesino típico, de cabello largo, con botas y chaquetón de piel de oveja. Tras de inclinarse hacia los cuatro lados de la sala, dijo:

-¡Yo os saludo, camaradas ciudadanos! Muy cerca de aquí se pasean algunos kadetes. Habéis detenido a nuestros campesinos socialistas; ¿por qué no detener también a ésos?

Fue la señal para que se entablara una viva discusión entre los campesinos, muy parecida a la de la víspera entre los soldados. Aquí estaban los verdaderos proletarios de la tierra.

-Esos miembros de nuestro Comité Ejecutivo, Avxentiev y los otros, que nosotros creíamos eran los protectores de los campesinos, ¡ellos tampoco son otra cosa que kadetes! ¡Detenedlos! ¡Detenedlos!

Otro preguntó:

-¿Quiénes son esos Pianyj y esos Avxentiev? No son tales campesinos, ¡para lo único que sirven es para charlar!

La asamblea reconoció allí a sus hermanos y les tributó una ovación.

Los socialrevolucionarios de izquierda propusieron que se suspendiera la sesión durante media hora. Ya se dirigían los delegados hacia las salidas cuando Lenin se levantó y dijo:

-No tenemos tiempo que perder, camaradas. Noticias que tienen la más alta importancia para Rusia deben aparecer en la prensa de mañana por la mañana. En consecuencia, nada de retrasos.

Dominando el ruido de las discusiones apasionadas y el roce de los pies contra el suelo, resonó la voz de un emisario del Comité Militar Revolucionario:

-¡Se necesitan quince agitadores en la habitación 17, inmediatamente! ¡Es para el frente! .. .

Casi dos horas y media más tarde comenzaron a regresar a la sala los delegados. Volvió a formarse el presidium y la sesión

reanuda con la lectura de telegramas que anunciaban la adhesión de diversos regimientos al Comité Militar Revolucionario.

La asamblea fue encontrando poco a poco su impulso y su ambiente. Un delegado de las tropas rusas del frente de Macedonia hizo una amarga descripción del estado en que se hallaban.

-Padecemos más allí como consecuencia de la amistad de nuestros "aliados" que a causa de nuestros enemigos -dijo.

Los representantes de los ejércitos 10 y 12, recién llegados, declararon:

-Estamos de parte vuestra y ponemos todas nuestras fuerzas a vuestra disposición.

Un soldado campesino protestó contra la liberación de "los socialtraidores Máslov y Salaskin"; en cuanto al Comité Ejecutivo de los Soviets campesinos, añadió que era preciso detenerlo en masa. Ahora se hablaba él verdadero lenguaje revolucionario. . . Un diputado de las tropas rusas de Persia declaró que tenía instrucciones de reclamar la entrega de todo el poder a los Soviets. Un oficial ucraniano, expresándose en su lengua natal, pronunció:

-El nacionalismo no tiene nada que ver en esta crisis.. . ¡Viva la dictadura proletaria en todos los países!

Fue un verdadero diluvio de las ideas más nobles y ardientes; ¡jamás, después de esto, sería posible imponer silencio a Rusia!

Kaménev, tras señalar que las fuerzas antibolcheviques trataban de fomentar desórdenes por todas partes, leyó un llamamiento del Congreso a todos los Soviets de Rusia:

El Congreso de los Soviets de toda Rusia invita al Consejo de Ministros a tomar enérgicas medidas contra las tentativas contrarrevolucionarias y los pogromos antisemitas o de otra especie. El honor de la revolución de los obreros, soldados y camp'esinos exige que no sea tolerado ningún pogromo.

La guardia roja de Pecrogrado, la guarnición revolucionaria y los marinos han mantenido el orden más perfecto en la capital.

¡Obreros, soldados, campesinos, seguid en todas partes el ejemplo de losíobreros y soldados de Petrogrado!

¡Camaradas soldados y cosacos, a vosotros incumbe la labor de asegurar el verdadero orden revolucionario!

¡Toda la Rusia revolucionaria y el mundo entero tienen los ojos fijos en vosotros! [7]

El decreto sobre la tierra fue sometido a votación a las dos de la mañana; no hubo más que un solo voto en contra, y los delegados campesinos "estaban" loáis de alegría-.. Así fue cómelos bolcheviques se lanzaron a la acción, irresistibles, arrollando todas las vacilaciones y todas las oposiciones; eran los únicos en Rusia que tenían un programa definido, mientras los demás no hacían más que hablar dese hacía ocho largos meses.

Un soldado flaco, vestido de harapos, protestó con elocuencia contra el artículo de la "Instrucción campesina" que excluía a los soldados desertores del reparto de tierras en el pueblo. Acogido en principio con abucheos y silbidos, su palabra sencilla y emocionada impuso el silencio:

-Lanzado contra su voluntad a la matanza de las trincheras -exclamó-, matanza cuya insensatez y horror vosotros mismos habéis reconocido en el decreto sobre la paz, el soldado ha saludado en la revolución una esperanza de paz y libertad.

-¿De paz? El Gobierno de Kerenski lo envió otra vez a Galizia a que fuera asesinado y Terechtchenko no sabía más que reírse cuando el soldado imploraba la paz. . . ¿Libertad? Bajo Kerenski se suprimieron los comités de soldados, se prohibieron sus periódicos, se encarceló a los oradores de su partido. En el hogar del soldado, en su pueblo, los grandes propietarios se burlaban de los comités agrarios, encarcelaban a sus camaradas. . . En Petrogrado, la burguesía, aliada a los alemanes, saboteaba el aprovisionamiento del ejército en víveres y municiones, mientras el soldado carecía de ropa y calzado. ¿Quién lo empujó a la deserción? ¡El Gobierno de Kerenski que vosotros habéis derrocado!

Finalmente, el orador fue aplaudido, pero otro soldado le refutó con pasión:

-El Gobierno de Kerenski -dijo- no puede servir de excusa a actos tan sucios como la deserción. ¡Los desertores son unos granujas que vuelven a sus casas y dejan a sus camaradas solos en las trincheras! Todo desertor es un traidor que merece un castigo. . . (Tumulto, gritos: ¡Basta! ¡Silencio!)

Kaménev se apresuró a proponer que la cuestión fuera sometida a la decisión del gobierno.[8]

A las dos y treinta de la madrugada se hizo un silencio solemne. Kaménev comenzó la lectura del decreto sobre la formación del gobierno:

El Congreso de los Soviets de Diputados obreros, soldados y campesinos de toda Rusia decide, en tanto se reúne la Asamblea Constituyente, formar un gobierno provisional obrero y campesino que llevará el nombre de Consejo de Comisarios del Pueblo.[9]

Los diferentes servicios del Estado serán administrados por comisiones cuyos miembros deberán asegurar la ejecución del programa del Congreso en estrecho contacto con las organizaciones de obreros y obreras, marinos, soldados, campesinos y funcionarios. El poder gubernamental pertenece al Colegio formado por los presidentes de estas comisiones, es decir, al Consejo de los Comisarios del Pueblo.

El control de la actividad de los comisarios y el derecho de revocarlos corresponde al Congreso de toda Rusia y a su Comité Ejecutivo Central.

Continuó reinando el silencio, pero cuando se comenzó la lectura de la lista de comisarios, estallaron los aplausos después de leerse cada nombre, sobre todo al llegar a los de Lenin y Trotzki:

Presidente del Consejo: Vladimir Ulianov (Lenin.)

Interior: A. I. Rykov.

Agricultura: V. P. Miliutin.

Trabajo: A. G. Chliápnikov.

Guerra y Marina: Un comité formado por V. A. Ovseienko (Antónov), N. V. Krylenko y P. D. Dybenko.

Industria y Comercio: V. P. Noguin.

Instrucción Pública: A. V. Lunacharski.

Hacienda: I. I. Skvortsov.

Negocios Extranjeros: L. D. Bronstein (Trotzki.)

Justicia: G. I. Oppokov (Lomov).

Suministros: I. A. Teodorovitch.

Correos y Telégrafos: N. P. Avílov (Gliebov.)

Encargado.de las Nacionalidades: I. V. Djugachvili (Stalin.)

Ferrocarriles: No designado todavía el titular.

La sala estaba erizada, de bayonetas. El Comité Militar Revolucionario armada a todo el mundo; el bolchevismo se preparaba para el combate decisivo contra Kerenski, el sonido de cuyas trompetas llegaba con el viento del sudoeste. . . Nadie pensaba en regresar a su casa; al contrario, centenares de recién venidos se introducían en la inmensa sala; con sus caras rudas de obreros y soldados escuchan infatigablemente los discursos, de pie, durante horas y horas. La atmósfera, densa, estaba cargada de la humareda de los cigarrillos, la respiración humana, el olor de las ropas toscas y el sudor de los cuerpos.

Avílov, redactor de la Novata Jizn, habló en nombre de los socialdemócratas internacionalistas y de los mencheviques internacionalistas que se habían quedado en el Congreso; su rostro joven e inteligente, su elegante chaqueta, parecían fuera del lugar allí.

"Debemos preguntarnos a nosotros mismos hacia dónde vamos... La facilidad con que fue derrocado el gobierno de coalición no se explica por la fuerza del ala izquierda de la democracia, sino por la incapacidad de este gobierno para dar al pueblo paz y pan. El ala izquierda no podrá mantenerse en el poder a menos que sepa resolver estos problemas.

"¿Le podrá dar pan al pueblo? Escasea el grano. La mayoría de los campesinos no estará con nosotros, ya que vosotros no podréis suministrarles las máquinas que necesitan. Es casi imposible conseguir el combustible y las otras materias de primera necesidad . ..

"En cuanto a la paz, la dificultad es todavía mayor. Los Aliados se han negado a hablar con Skobelev. Jamás aceptarán una proposición de conferencia de paz hecha por vosotros. No seréis reconocidos ni en Londres, ni en París, ni en Berlín. . .

"No podéis contar con una ayuda eficaz por parte del proletariado de los países aliados porque en la mayor parte de los países están muy lejos todavía de la lucha revolucionaria. Recordad que la democracia aliada ni siquiera pudo conseguir que se llevara a cabo la Conferencia de Estocolmo. En lo que concierne a los social-demócratas alemanes, yo acabo de hablar con el camarada Goldenberg, uno de nuestros delegados en Estocolmo; los representantes de la extrema izquierda le dijeron que la revolución en Alemania es imposible mientras dure la guerra."

A partir de este momento comenzó un aluvión de interrupciones sobre Avílov, pero él se mantuvo firme.

"El aislamiento de Rusia traerá fatalmente como resultado la derrota del ejército ruso por Alemania, y una paz amañada a costa de Rusia entre la coalición austro-alemana y la coalición franco-británica, o una paz con Alemania.

"Acabo de enterarme de que los embajadores aliados se preparan a partifjiy de que en todos los pueblos de Rusia se forman comités para la salvación del país y de la revolución.

"Ningún partido se encuentra en situación de vencer estas enormes dificultades. Sólo un gobierno de coalición socialista, apoyado en la mayoría del pueblo, puede llevar a cabo la revolución. .."

Luego, leyó la resolución de las dos fracciones:

Reconociendo que para salvar las conquistas de la revolución es'indispensable constituir un gobierno que se apoye en la democracia revolucionaria organizada bajo la forma de Soviets de Diputados obreros, soldados y campesinos; recono-'ciendo, además, que la labor de este gobierno debe ser la de realizar una paz democrática tan pronto como sea posible, entregar la tierra a los comités agrarios, organizar el control de la produccióa industrial y convocar a la Asamblea Constituyente en la fecha fijada, el Congreso nombra un comité ejecutivo encargado de constituir un gobierno después de un acuerdo con los grupos de la democracia que forman parte del Congreso.

A pesar de la exaltación revolucionaria de esta asamblea victoriosa, el razonamiento sereno, objetivo, de Avílov conmovió los espíritus. Al final de su intervención cesaron las exclamaciones y los silbidos y hasta hubo incluso algunos aplausos.

Le siguió en la tribuna Karelin, joven también, intrépido, de una sinceridad reconocida por todos. Habló en nombre de los socialrevolucionarios de izquierda, el partido de María Spiridonova, casi el único que seguía a los bolcheviques, el partido que representaba a los campesinos revolucionarios.[10]

"Nuestro parfido se ha negado a entrar en el Consejo de Comisarios del Pueblo porque no queremos separarnos nunca de esta parte del ejército revolucionario que abandonó el Congreso, separación que no nos permitiría ya servir de intermediarios entre los bolcheviques y los otros grupos de la democracia... Y esa es nuestra tarea principal en este momento. Nosotros no podemos sostener más que a un gobierno de coalición socialista.

"Protestamcs contra la conducta tiránica de los bolcheviques. Nuestros comisarios han sido arrojados de sus puestos. Nuestro único órgano, el Snamia Truda ("El Estandarte del Trabajo"), fue prohibido ayer. . .

"La Duma central está a punto de formar, contra vosotros, un poderoso Corriité para la salvación áí\ país y de la revolución. Estáis ya aislados y vuestro gobierno no cuenta con el apoyo de ningún otro grupo democrático . "

Trotzki subió entonces a la tribuna, pleno de confianza, con aire dominador, en esa expresión sarcástica en las comisuras de sus labios que era casi un gesto de desprecio. Habló con su tono vibrante y la multitud se levantó para aclamarlo.

"Las consideraciones sobre el peligro del aislamiento de nuestro partido no son nuevas. También la víspera de la insurrección se había pronosticado que nuestra derrota era fatal. Todo el mundo estaba contra nosotros, salvo el grupo de los socialrevolucionarios de jzquierda que entró con nosotros en el Comité Militar Revolucionario. ¿Cómo, pues, hemos podido, casi sin efusión de sangre derrocar al gobierno? Este hecho es la prueba más palpable de que no estábamos aislados. _ En realidad, era el Gobierno provisional el qué estaba aislado; son los partidos democráticos que marchan contra nosotros los, que estaban y están aislados y separados para siempre del proletariado.

"Se habla de la necesidad de una coalición. Sólo hay una coalición posible: la de los obreros, los soldados y los campesinos pobres. ¿A qué clase de coalición se refería Avílov? ¿A una coalición con aquellos que han sostenido al gobierno traidor al pueblo? Coalición no siempre significa fuerza. Por ejemplo, ¿hubiésemos podido organizar la insurrección con Dan o Avxentiev entre nosotros? (Tempestad de risas.)

"Avxéntiev no dio mucho pan al pueblo. ¿Dará más una coalición con los entreguistas? Entre los campesinos y Axentiev, el que hizo detener a los Comités agrarios, ¡elegimos a los campesinos! Nuestra revolución seguirá siendo la revolución clásica de la historia. . .

"Se nos acusa de rechazar una inteligencia con los otros partidos democráticos. ¿Pero es que se nos puede culpar a nosotros? ¿O bien, como lo quiere Karelin, debemos achacar la falta a un "equívoco"? No, camaradas. Cuando un partido, en plena refriega revolucionaria, envuelto todavía en el humo de la pólvora, viene a decir: "Aquí está el poder, tomadlo", y cuando aquellos a quienes se les ofrece sa pasan al enemigo, cometen una acción que no se llama un "equívoco", sino que es una declaración de guerra sin cuartel. Y no somos nosotros los que hemos declarado la guerra.

"Avílov nos amenaza con el fracaso en nuestros esfuerzos en favor de la paz si nos mantenemos aislados. Repito que no veo cómo una coalición con Skobelev, o incluso con Terechtchenko, podría ayudarnos a hacer la paz. Avílov trata de asustarnos con la amenaza de una paz hecha a nuestras expensas. Yo respondo que, de todos modos, la Rusia revolucionaria estará inevitablemente perdida si Europa continúa siendo gobernada por la burguesía imperialista . . .

"No hay más que una alternativa: ¡o la revolución rusa desencadena un movimiento revolucionario en Europa, o las potencias europeas aplastan la revolución rusa!"

Este discurso fue saludado con inmensas aclamaciones y con la entusiasta aprobación de aquellos hombres que se sentían los campeones de la humanidad. Y, a partir de este momento, hubo en todos los actos de las masas insurrectas un algo consciente y decidido que ya no les abandonaría jamás.

Pero también en el otro campo se organizaba la lucha. Kaménev concedió la palabra a un delegado del Sindicato de Ferroviarios, un hombre rechoncho de rostro ordinario en el que se veía impresa, una hostilidad implacable, y cuyas palabras cayeron como una bomba en la asamblea.

-En nombre de la organización más potente de Rusia, reclamo el derecho de hablar y os digo: El Vikjel[11] me encarga que os dé a conocer la decisión del sindicato a propósito de la formación del gobierno. El Comité Central negará todo apoyo a los bolcheviques si éstos persisten en aislarse del conjunto de la democracia rusa. (Gran tumulto en toda la sala.)

-En 1905 y durante las jornadas de Kornilov, los ferroviarios fueron los mejo'res defensores de la revolución. Sin embargo, no nos habéis invitado a vuestro Congreso. ..

-¡Es el antiguo Tsik quien no os invitó!

El orador no dejó que esto lo detuviera.

"Nosotros no reconocemos la legalidad de este Congreso, ya que después de la partida de los mencheviques y los socialrevolu-cionarios no reúne el quorum legal...

"El sindicato apoya al antiguo Tsik y declara que el Congreso no tiene derecho a elegir un nuevo comité. ..

"El poder debe pertenecer a un gobierno socialista y revolucionario responsable ante los órganos de la democracia revolucionaria entera. Hasta la constitución de tal poder, el Sindicato de Ferroviarios, que se niega a transportar a Petrogrado las tropas contrarrevolucionarias, se negará igualmente a ejecutar ninguna otra orden sin la aprobación de su comité ejecutivo. El Vikjel ha decidido igualmente tomar en sus manos toda la administración de los ferrocarriles de Rusia."

Al final, su voz se vio casi ahogada por la furiosa tempestad de injurias que se abatió sobre él. Pero el golpe había sido fuerte; se podía apreciar en los rostros preocupados de los miembros del Buró. Kaménev, sin embargo, respondió simplemente que la legalidad del Congreso no se podía poner en duda, y que incluso el quorum fijado por el antiguo Tsik estaba rebasado, a pesar de la retirada de los mencheviques y los socialrevolucionarios...

Se procedió a votar. El Consejo de los Comisarios del Pueblo fue aprobado por enorme mayoría...

La elección del nuevo Tsik, "el nuevo Parlamento de la República rusa, requirió exactamente quince minutos. Trotzki anunció su composición: 100 miembros, de ellos 70 bolcheviques. En cuanto a los campesinos y grupos disidentes, les fueron reservados algunos lugares.

-Acogeremos en el gobierno a todos los partidos y todos los grupo's que adopten nuestro programa -terminó diciendo Trotzki.

Tras estas palabras se levantó el segundo Congreso de toda Rusia, y sus miembros se lanzaron inmediatamente a los cuatro puntos cardinales del país para llevar la noticia de los grandes acontecimientos. . .

Eran cerca de las siete de la mañana cuando despertamos a los conductores de tranvías que el Sindicato de Tranviarios tenía siempre listos en el Smolny para conducir a los delegados a sus casas. En los vehículos atestados había menos alegría que la noche precedente. Muchos tenían un aire inquieto; quizá se preguntaban: "Bien, ya somos los dueños de la situación, pero ¿cómo vamos a hacer que se ejecute nuestra voluntad?"

Al llegar a nuestro domicilio, fuimos detenidos en medio de la oscuridad por una patrulla de ciudadanos armados que nos examinó cuidadosamente. La proclama de la Duma estaba surtiendo efectos. ..

La dueña de la casa, al oírnos llegar, salió con una bata de seda rosa:

-El comité del inmueble ha insistido nuevamente en que ustedes hagan su turno de guardia como los otros hombres de la casa -nos dijo.

-¿Y para qué es este servicio de guardia?

-Para proteger la casa, las mujeres y los niños.

-¿Contra quién?

-Contra los ladrones y asesinos.

-¿Pero, y si viene un comisario del Comité Militar Revolucionario a registrar para ver si hay armas?

-¡Oh Siempre dicen que son comisarios ... Por otra parte, ¿qué diferencia hay?

Yo afirmé solemnemente que el cónsul había prohibido a todos los ciudadanos norteamericanos portar armas -especialmente en la vecindad de la intelligentsia rusa ...

 

Notas

1. Llamamientos y proclamas del Comité Militar Revolucionario, 8 de noviembre.

A todos los comités del ejército y a todos los Soviets de Diputados soldados!

"La guarnición y el proletariado de Petrogrado han derrocado al gobierno Kerenski, alzado contra la revolución y el pueblo... Al informar al frente y al país de este acontecimiento, el Comité Militar Revolucionario invita a todos los soldados revolucionarios a vigilar atentamente la conducta de los oficiales. Los oficiales que no se pongan franca y abiertamente al lado de la revolución deberán ser arrestados como enemigos.

"El Soviet de Petrogrado estima que el programa del nuevo gobierno debe ser: proposición inmediata de una paz democrática general, entrega sin demora a los campesinos de las grandes fincas, entrega de todo el poder a los Soviets, convocatoria leal de la Asamblea Constituyente. El ejército revolucionario del pueblo no debe permitir que tropas de espíritu dudoso sean enviadas contra Petrogrado. Hay que tratar de ganar a estas tropas por la persuasión y e! razonamiento, pero si este medio fracasa, detened implacablemente su marcha por la fuerza.

"La presente orden será leída inmediatamente a todas las unidades militares de todas las armas. Quien impida que el conocimiento de ella llegue a los soldados cometerá un grave crimen contra la revolución y será castigado con todo el rigor de la ley revolucionaria.

"¡Soldados! ¡Luchad por la paz, el pan, la tierra y un gobierno del pueblo!"

El Comité Militar Revolucionario.

 

A todos los comités de cuerpos, de división, de regimientos y compañía del frente y retaguardia,
a todos los Soviets de Diputados obreros, soldados y campesinos.

"¡Soldados y oficiales revolucionarios!

"El Comité Militar Revolucionario, de acuerdo con la mayoría de los obreros, soldados y campesinos, ha decretado que el general Kornilov y todos "Sus cómplices sean arrestados y conducidos inmediatamente a Petrogrado para ser encarcelados en la fortaleza de Pedro y Pablo y juzgados por un consejo de guerra revolucionario...

"Quienquiera que se oponga a la ejecución de este decreto es declarado traidor a la revolución y sus órdenes deben ser consideradas nulas y sin ningún valor."

El Comité Militar Revolucionario del Soviet de los Diputados obreros y soldados de Petrogrado.

 

A todos los Soviets de Diputados obreros, soldados y campesinos de las provincias y distritos.

"El Congreso de los Soviets de toda Rusia ha decidido que todos los miembros de los comités agrarios que hayan sido detenidos sean puestos inmediatamente en libertad, y los comisarios que ordenaron su detención, encarcelados.

"Desde ahora, todo el poder pertenece a los Soviets. Los comisarios del Gobierno provisional quedan destituidos. Se invita a los presidentes de los diferentes Soviets locales a que se pongan en contacto directo con el gobierno revolucionario."

2. Los nombramientos de comisarios temporales para los ministerios que se mencioran en el texto son inexactos: sólo Uritski fue nombrado para ocupar el ministerio de Negocios Extranjeros; la dirección del ministerio de Marina fue asumida por un comité revolucionario de la marina de guerra elegido por los representantes de todas las flotas en el Congreso de los Soviets de toda Rusia. (Ver Crónica de los acontecimientos, en ruso, t. V, Ediciones del Estado, Moscú-Leningrado, 1926, pp. 200-201. [Nota de la Edit.]

3. Al pie del llamamiento figuraba, la firma: "El Congreso de los Soviets de Rusia de los Diputados obreros y soldados." [Nota de la Edit.]

4. Neratov: viceministro de Negocios Extranjeros del Gobierno provisional, antiguo diplomático zarista.[Nota de la Edit.]

5. Protesta de la Duma municipal.  En su sesión del 8 de noviembre, la Duma municipal decidió publicar el siguiente llamamiento:

"La Duma municipal central de Petrogrado, elegida con arreglo a los principios más democráticos, ha aceptado la pesada labor de hacer funcionar los servicios municipales y asegurar el aprovisionamiento de la ciudad en un período de suprema desorganización. En un momento semejante, tres semanas antes de las elecciones a la Asamblea Constituyente y a pesar de la amenaza exterior, el partido bolchevique, después de haber derrocado por las armas el único poder revolucionario legal, trata de atentar contra los derechos y la independencia de la administración municipal autónoma, exigiendo que se someta a sus comisarios y a su autoridad ilegal.

"En esta hora terrible y trágica, la Duma municipal declara orgullosamente, ante sus electores y ante toda Rusia, que no tolerará ninguna usurpación de sus derechos y su independencia y que permanecerá en su puesto de alta responsabilidad, al que ha sido llevada por la voluntad de la población de la capital.

"La Duma municipal central de Petrogrado hace un llamamiento a todas las Dumas y todos los zemstvos de la república rusa para la defensa de una de las más grandes conquistas de la revolución rusa: la independencia y la inviolabilidad de los gobiernos autónomos elegidos por el pueblo."

 

6. El "Mandato campesino" sobre la tierra.  La cuestión de la tierra no puede ser resuelta en toda su amplitud más que por la Asamblea Constituyente de todo el pueblo.

La solución más justa de la cuestión agraria deberá ser la siguiente:

"1. Queda abolido para siempre el derecho de propiedad privada sobre la tierra. La tierra no podrá ser vendida ni comprada, arrendada ni hipotecada, ni enajenada bajo ninguna otra forma.

"Todas las tierras -las del Estado, patrimoniales, de la corona, los conventos, la Iglesia, posesiones, mayorazgos, propiedades privadas, las de comunidades y campesinos, etc.- son expropiadas sin indemnización: pasan a ser propiedad de todo el pueblo y son concedidas en usufructo a quienes las trabajen.

"No se reconoce a las personas afectadas por esta transformación del régimen de la propiedad más derecho que el de percibir un socorro de la sociedad durante el tiempo necesario para adaptarse a las nuevas condiciones de existencia.

"2. Todos los yacimientos del subsuelo, minerales, petróleo, hulla, sal, etcétera, así como los bosques y las aguas de importancia general, pasan a poder del Estado, a quien pertenecerá su disfrute exclusivo. El disfrute de los peqtieños cursos de agua, lagos, bosques, etc., pasa a las comunidades rurales, a condición de que su manejo sea asegurado por los organismos de la administración autónoma local.

"3. Los terrenos que comprendan explotación altamente desarrolladas, jardines, plantaciones, almacigos, viveros, invernaderos, etcétera, no serán repartidos, sino convertidos en explotaciones-modelo; según su extensión e importancia, serán dados en disfrute exclusivo al Estado o a las comunidades.

"Las tierras adyacentes a las casas, en las poblaciones y campos, con sjis jardines y htfertos, se dejan en usufructo a sus actuales poseedores. La extensión de estas tierras y el impuesto que haya de pagarse por su disfrute se fijarán por la vía legislativa.

"4. Las remontas, los establecimientos de cría de ganado de raza y para la agricultura, etc., pertenecientes al Tesoro y a los particulares, serán confiscados, convertidos en patrimonio nacional y entregados, según sus proporciones e importancia, en disfrute exclusivo, bien al Estado o a las comunidades.

"La Asamblea Constituyente se encargará de fijar, en su caso, la correspondiente indemnización.

"5. Todo el ganado y los aperos de las tierras confiscadas pasará sin indemnización alguna al disfrute exclusivo del Estado o las comunidades, según la importancia y extensión de estas tierras.

"Quedará exento de confiscación el ganado perteneciente a los pequeños cultivadores.

"6. Todos los ciudadanos del Estado ruso (sin distinción de sexo) aue deseen trabajar personalmente la tierra, con sus familias o en asociaciones, tendrán derecho a ella, pero solamente durante el tiempo en que ellos mismos la cultiven. Se prohibe el trabajo asalariado.

"Caso de que un miembro de la comunidad quede incapacitado durante dos años, la comunidad rural se compromete a prestarle asistencia, durante este período, mediante el cultivo colectivo del suelo, hasta que recupere su capacidad de trabajo.

"Los trabajadores privados definitivamente de la capacidad de trabajar personalmente la tierra, por ancianidad o invalidez, perderán su derecho al disfrute de la tierra, pero recibirán en compensación una pensión del Estado.

"7. El disfrute de la tierra deberá ser igual; es decir, la tierra se repartirá entre los trabajadores teniendo en cuenta las condiciones locales y con arreglo a la norma de trabajo o de consumo de los trabajadores.

"Las formas de disfrute de la tierra serán enteramente libres: podrán crearse fponomías individuales, granjas, comunidades o arteles, a voluntad de las comunidades y aldeas.

"8. Todas las tierras, una vez expropiadas, pasan a formar parte del fondo de tierras del pueblo. Las administraciones autónomas locales y centrales, desde las comunidades rurales y urbanas democráticamente organizadas, sin división en categorías sociales, hasta las instituciones regionales centrales, asegurarán el reparto de la tierra entre los trabajadores.

"El fondo de 'tierras estará sometido a repartos periódicos, de acuerdo con el aumento de la. población y los progresos que se realicen en cuanto al rendimiento y al cultivo, en la economía agrícola.

"En caso de modificación de los límites de las parcelas, el núcleo inicial de la parcgja permanecerá intacto.

"La tierra de los miembros que salgan de la comunidad se reintegrará al fondo de tierras; los parientes cercanos de los miembros salientes y las personas designadas por éstos tendrán un derecho de prioridad sobre sus parcelas.

"El valor de los abonos y de los trabajos de bonificación (mejoras esenciales) invertido en la tierra deberá ser reembolsado, caso que no hubiera sido utilizados antes de la devolución del terreno al fondo de tierras.

"Si en ciertos lugares, por no existir fondo suficiente de tierras, no se pudiera atender las necesidades de toda la población local, el excedente de la población será asentado en otras tierras.

"El Estado se hará cargo de la organización de estos traslados y de los gastos que acarreen, del suministro del ganado, etc.

"Los traslados se harán por el orden siguiente: primero, los campesinos sin tierras que manifiesten su deseo de cambiar de residencia; después, los wiiembros de la comunidad menos dignos de confianza, los desertores y otros elementos; finalmente, por sorteo o por acuerdo amistoso.

"Teniendo en cuenta que el contenido de este mandato expresa la voluntad absoluta de la inmensa mayoría de los campesinos conscientes de toda Rusia, se le proclama, hasta la reunión de la Asamblea Constituyente, ley provisional aplicable sin demora en cuanto sea posible y, en algunas de sus partes, con la necesaria graduación que debe ser establecida por los Soviets de Diputados campesinos de distritos."

7. Se trata de la instrucción votada por el Congreso al mismo tiempo que el decreto sobre la tierra [Nota de la Edit.]

8. La tierra y los desertores. El gobierno no necesitó tomar medidas acerca de esto, ya que el fin de la guerra y la desmovilización descartaron automáticamente el problema de los desertores.

9. El Consejo de Comisarios del Pueblo.  Al principio, el Consejo de Comisarios del Pueblo se hallaba formado íntegramente por bolcheviques. Y no precisamente por voluntad suya: el 8 de noviembre ofrecieron carteras a los social-revolucionarios de izquierda, quienes las rechazaron (ver Cap XI).

10. Sólo una parte de los campesinos de tendencia revolucionaria seguía a los socialrevolucionarios de izquierda. [Nota de la Edit.]

11. Vikjel: Comité Ejecutivo del Sindicato de obreros y empleados de los ferrocarriles. [Nota de la Edit.]