Primera vez publicado:
En francés, en 1922, como folleto con el titulo Précis du Communisme,
por Librairie de l'Humanité, París.
Traducido para marxists.org por: José Carlos Rosario
Sánchez, 2018, en base al texto de la 4ta edición (Imprimerie
"Solidarité", Estrasburgo, 1929).
Esta edición: Marxists Internet Archive, febrero de
2019.
El pensador más grande de la antigüedad, Aristóteles, escribió: “El hombre es un ser político”. Las ciencias sociales de hoy, tomando en cuenta las lecciones de la experiencia, desarrolla y clarifica está verdad diciendo, “el hombre es un ser social”. Es en la sociedad donde el hombre empieza a pensar, a expresar sus ideas con el lenguaje, y al hacer esto combate también las fuerzas naturales. Un hombre completamente aislado es un hombre sin razón, sin poder actuar en el mundo en que vive.
La sociedad, a través de los siglos, ha puesto en las manos del hombre, herramientas perfeccionadas, maquinarias y medios de producción: fuego, el motor a vapor, electricidad, etc. Estas cosas han transformado gradualmente las condiciones de vida y han fundado las bases para la edificación de una nueva sociedad basada en la solidaridad y en los intereses comunes de todos sus miembros.
Los simpatizantes del capitalismo ignoran o no saben de este principio tan básico y esencial. No saben y no reconocen nada más que el individuo. Esta percepción burguesa sacrifica el interés de todos, el interés colectivo de la sociedad por el interés individual; el interés de producir para la mayoría por el producir para la minoría parasitaria. El slogan de la burguesía es “Déjennos solos”, que interpretado puede significar “dejen todos los privilegios, todas las ventajas para unos cuantos que están bien preparados para la pelea” y de esta manera condenar a la mayoría de la humanidad a la ignorancia y el egoísmo. Estas ideas burguesas (que toman el privilegio individual como el más importante) toman una percepción individualista que intenta derrumbar la ley fundamental de la vida social; la subordinación de los intereses del individuo a los de la sociedad, el principio de la solidaridad social. El socialismo, que por cierto está basado en el reconocimiento de los intereses que son comunes a toda la sociedad, es una concepción que no sacrifica al individuo por el bien de la sociedad, ni el bien de la sociedad por el del individuo. Sino que el objetivo del socialismo es la creación de un individuo libre que viva en una sociedad libre, el bienestar de cada uno asegurado por el bienestar de todos, que se dé que haya un desarrollo normal del hombre en una sociedad bien estructurada.
El pensamiento burgués de hoy en día, que solamente le presta atención al individuo dentro de la sociedad, desconoce o no toma en consideración el hecho de que todas las sociedades están compuestas de clases. Porque el hombre aislado es débil y fácil de derrotar en la lucha por el existir, él se agrupa con otros hombres que tienen los mismos intereses y de esta manera forma una clase que se opone a otras que tienen intereses antagonistas a los suyos. La sociedad antigua fue hecha por propietarios armados y esclavos desarmados que trabajaban bajo el látigo de sus maestros. Habían, ciertamente, clases intermedias. El esclavo era una posesión del esclavista y solamente vivía y trabajaba por el beneficio de este último. El maestro tenía control total de la vida y la familia del esclavo. El mínimo ápice de resistencia hacia los poderosos maestros era cruelmente castigado. El propietario era todo, el esclavo no era sino nada.
En la edad media, la sociedad también estaba dominada por una clase. Esta, compuesta por la nobleza, tenía bajo su poder a los siervos del campo y la ciudad. Como regla general, el siervo no pertenecía en cuerpo y alma al señor feudal. Podía obtener el derecho a trabajar por sí mismo mediante una serie de cuotas e impuestos. Pero, desde un punto de vista jurídico, social y político, los oprimidos dependían de la clase dominante, de los nobles, quienes los juzgaban, los gobernaban y los trataban como una clase más baja.
En el estrato intermedio de estas dos clases se formaba poco a poco una nueva clase media, la burguesía ciudadana, que se ganaba la vida a través del comercio y la industria. Lado a lado con la clase terrateniente crecía un nuevo tipo de propietario, la clase capitalista.
El descubrimiento de América, el desarrollo del comercio a través de la expansión mercantil, los innumerables inventos que han transformado radicalmente la industria, ayudaron a desarrollar y alentar la creación de esta nueva clase capitalista que le terminó por declarar la guerra a la nobleza – que ya había perdido todo su uso social – y adueñarse del poder político. Mientras que esto pasaba, esta dominaba y explotaba a la clase trabajadora, cuyo trabajo sirvió para su enriquecimiento.
En resumen, la sociedad antigua, la medieval y la moderna solamente se diferenciaron por sus formas de dominación de clase. Esa es la razón por la cual la historia de la humanidad se divide principalmente en tres fases: la sociedad esclavista, la feudal y la capitalista.
A cada uno de estos periodos le corresponden una clase dominante y una clase oprimida. La clase dominante vive de la labor no pagada y/o robada de la clase explotada y oprimida. La historia de la sociedad humana hasta hoy en día ha sido la historia del robo de los productos de la labor de otros, del robo aprobado por la ley.
Para que la sociedad pueda sobrevivir, se tiene que producir. Para que se pueda producir, se hace uso de los medios de producción que todos conocen; la tierra, las minas y las máquinas. Estos medios de producción se transforman en medios de dominación cuando no son dispuestos a la sociedad en general, sino que se transforman en la propiedad privada de una sola clase. De esta manera, los grandes terratenientes, a través de la posesión del primer instrumento de la labor (la tierra), están en la posición de explotar primero a los esclavos y después a los siervos. El terrateniente dice: “Esta tierra me pertenece y tú serás mi esclavo que trabajara en ella por mí”, de esta manera el campesino se deja pisotear por el terrateniente.
En otros tiempos, en casi todos los lugares, la tierra era pertenencia de aquellos que la trabajan conjuntamente. Las guerras perpetuas, los actos sistemáticos y directos de violencia, las expulsiones en masa por parte de los nobles armados y sus reyes transformaron a los cultivadores en proletarios, en otras palabras, los transformaron en hombres que no tienen otro medio de existencia que la venta de su fuerza de trabajo. Y ellos están obligados a vender esta última a los que les han arrebatado los medios de producción. De esta manera, la propiedad comunal en Inglaterra fue transformada en la propiedad en gran escala, la tierra cultivable fue transformada en pasto y los hombres sacados de sus lugares y reemplazados por ovejas, cuya lana era necesaria para la industria textil.
Fue de esta manera que se empezó a formar progresivamente una armada de trabajadores, que a su vez serían los fieles esclavos de los poseedores de las fábricas. Las invenciones mecánicas destinadas a economizar la labor humana y procurar que el hombre tenga un tiempo de ocio para el desarrollo de sus facultades, su intelecto y cultura, la maquinaria que supuestamente debe ser un “esclavo de metal” es, bajo las condiciones capitalistas, la peor enemiga del hombre, su competidora, un mayor medio de producción que él mismo. Las fábricas tiran al artesano a la calle. Y la sociedad se polariza cada vez más y más en dos clases; por un lado, los dueños de los medios de producción, los dueños de las fábricas, talleres y minas, y, por el otro están los asalariados sin propiedad, la clase obrera: el proletariado.
Cada clase que posee los medios de producción busca obtener el poder político, el control del estado y las fuerzas armadas para salvaguardar su propiedad exclusiva, y mantener su monopolio de la posesión. El poder económico trae consigo el poder político. El terrateniente, que explota directamente al campesinado ignorante que está repartido por las partes rurales del país y que está completamente ajeno a la organización clasista, prefiere el poder ostentado por una monarquía absoluta. Los propietarios de la maquinaria, los cuales viven en una sociedad dependiente de la ciencia y la gran mayoría de trabajadores están acumulados en las grandes ciudades, para mantener su poder han recurrido a la forma de gobierno de la monarquía parlamentaria o una república. Pero se debe tener en claro que, ya sea una monarquía parlamentaria o una república, el poder, al igual que las fuerzas armadas, siempre está ostentado por la propiedad privada. “El que posee propiedad posee poder”. La clase trabajadora es una clase sin propiedad, y por lo tanto sin ningún poder político real. Pero esta situación no puede durar eternamente. La clase trabajadora algún día se dará cuenta de su condición como juguete y víctima de un sistema que solamente sigue su curso gracias a su trabajo y su cruel explotación.
La sociedad capitalista no puede existir sin la clase trabajadora. Es la clase trabajadora la que pone en marcha el aparato técnico y mecánico. La clase trabajadora, al supervisar el funcionamiento de la producción en gran escala, al trabajar en grandes fábricas y tiendas, crea el trabajo organizado sobre una base colectivista. Y es este trabajo colectivo el que muestra más claramente la explotación del individuo. La producción moderna es la de la producción en masa. Pero sin ninguna duda, la ganancia es individual; en otras palabras, la riqueza producida colectivamente se es apropiada por los capitalistas individualistas. Tan pronto como el proletariado se da cuenta de este hecho, del permanente escándalo de la sociedad capitalista, este empieza a rebelarse en contra de las cosas que permiten esta cláusula leonina y a demandar una retribución más justa.
Sin embargo, el proletariado moderno no busca volver a su estado anterior. Ya sea que el obrero labore dentro de una mina, de una fábrica, de una manufacturera o de un ferrocarril, este no puede reclamar una parte de su lugar de trabajo como suya ya que estos lugares de producción en masa funcionan como organismos vivientes y no se pueden dividir en partes sin causar el cese de operaciones y de la producción.
Esta es la razón por la cual la demanda de los obreros es la de la propiedad social o, más especificamente, de la posesión comunal de los medios de producción – la tierra, las fábricas, etc. Para complementar el trabajo colectivo es necesaria la propiedad colectiva. Debe haber una posesión colectiva de lo que es colectivamente producido. La clase trabajadora en posesión de lo que es colectivamente producido, ya sea por la vía de sus propios esfuerzos o por los leguleyos de la naturaleza, dejará de ser la esclava de la clase capitalista. La maquinaria dejará de ser el rival del trabajador y se convertirá en un ayudante, en un auxiliar, en un amigo para él. Se le estaría asegurando el tiempo de ocio necesario al trabajador para que desarrolle todas sus facultades. De ser un esclavo, un instrumento viviente de producción, se convertiría en un humano consciente de su realidad y maestro de él mismo. La clase trabajadora abolirá para siempre la explotación del hombre por el hombre. Establecerá la igualdad social; en vez de luchar en contra de los jefes, luchará en contra de las fuerzas de la naturaleza y en contra de su propio retraso. Le arrebatará a la naturaleza sus secretos y multiplicará su fuerza, la fuerza de la sociedad en conjunto.
Pero la clase capitalista no le entregará su poder tan fácilmente a la clase trabajadora. Para poder cambiar la posesión de la propiedad es necesario arrebatarle el poder político a la burguesía. Y era este poder político, herramienta de auto defensa en manos de los de capitalistas, el que ayudará a la clase trabajadora a conseguir su emancipación. El proletariado, al capturar el poder político, simplemente estaría imitando el ejemplo de la clase dominante que la precedió. Cada clase debe tener el poder para poder proteger la forma de posesión que ella representa. Cuando el proletariado finalmente asegure la existencia de la propiedad social, de la propiedad comunal, es muy probable que el poder político que ostenta no será usado de ninguna manera violenta, excepto con los parásitos y los contra revolucionarios.
La victoria del socialismo no solo es deseable, sino práctica e históricamente inevitable. La victoria del socialismo es deseable porque es el socialismo el que puede poner fin a la explotación del hombre por el hombre y de la mujer por el hombre. Porque es solo es socialismo el que pude poner fin a la lucha por la redivisión del mundo por los recursos nacionales, que se da en diferentes continentes, naciones y razas. Porque solo el socialismo es capaz de poner fin a la guerra, a la pobreza y a las innumerables injusticias que se dan en cada aspecto de nuestras vidas.
Debido a que la sociedad actual está basada en el errado y ciego individualismo, esta primera alcanza los puntos más elevados de lo absurdo. Por ejemplo, en el tope tenemos a la pequeña pero poderosa clase burguesa que a pesar de tener todos los medios para alcanzar la felicidad no la obtienen debido a que están condenados a vivir apartados de la mayoría, la clase trabajadora a la que ellos explotan, que los odia. Ellos viven preocupados de sus privilegios, por eso luchan sin descanso en contra de los movimientos que amenazan su hegemonía. Ellos cada vez más y más están obligados a vivir como si estuvieran en una fortaleza armada. Estando condenados por su riqueza a pasar una vida de ociosidad, la cual es despreciada por la naturaleza humana, la mayoría de burgueses no disfrutan ni la salud física ni moral.
Por el otro lado tenemos a la inmensa mayoría que es la clase productora, los trabajadores y campesinos condenados a la rutina laboral que mina su salud –trabajo sin ningún receso, con propensos a distintos accidentes y enfermedades. La ociosidad forzosa es el lastre de la clase trabajadora que aparece en cada crisis económica. La tuberculosis, producto de la pobreza, decima a los obreros. El alcoholismo, medio por el cual buscan el olvido de sus miserables vidas, los envenena y los empuja a la degeneración física y moral. La vida de un trabajador es la mitad de larga que le del rico. Por un lado, vidas derrochadoras e infelices en las clases altas, y por el otro, vidas privadas de la normalidad en las clases oprimidas.
Aquí en verdad les hago un retrato fiel de la sociedad basada en la lucha entre diferentes clases, razas, naciones e individuos. Una sociedad así siempre va a estar en un estado de desequilibrio, como la pirámide invertida que está parada en su punta y que su base se tambalea con el viento. Nuestro sistema social puede ser bien descrito como una casa patas arribas donde los pilares están en el lugar donde debería estar el techo. Es la clase productora, los creadores de vida, los que condicionan a los parasito que dominan y oprimen. Al tomar el poder, los trabajadores establecerán un verdadero equilibrio poniendo todo en su lugar correcto.
La ciencia moderna ha creado todas las condiciones para el bienestar e inclusive para el lujo. Si destináramos estos para el incremento de nuestro desarrollo, nuestra sociedad se convertiría rápidamente en un paraíso terrenal. Pero debido al absurdo sistema en el que vivimos, actualmente estamos viviendo en un suplicio perpetuo. La humanidad en vez de cooperar en la construcción de una casa común que sea habitable, se encuentra en medio de una odiosa guerra eterna e infinita. El resultado de todo esto es el desperdicio de las fuerzas sociales e individuales. El socialismo, al suprimir la causa de estas rivalidades y antagonismos – el monopolio de los medios de producción – forma una nueva sociedad basada en los principios de la solidaridad humana y la reciprocidad. Se pondrá fin a todo el desperdicio laboral y trabajo improductivo. Se abolirá el antagonismo de intereses y reducirá la autoridad al mínimo, haciendo su trabajo en función no solo al interés de clase dominante, sino de la sociedad en general. El socialismo consiste en la simplificación de la producción, de todas nuestras actividades y nuestras propias vidas. Y eso se dará no porque sea el interés de unos pocos, sino porque será el beneficio de todos.
El socialismo es entonces, desde cualquier punto de vista, deseable. El socialismo es posible en nuestros tiempos. Es realizable porque corresponde a los intereses de todos, porque satisface la buena voluntad del deseo de bienestar y del interés común de la clase productora; la cual forma el grueso de la mayoría poblacional de todos los países del mundo.
El socialismo es posible porque cada vez más y más hombres son atraídos por la cooperación cercana para el cumplimiento de sus deseos. Todo tipo de asociación y organización, ya sea política, intelectual o moral, acostumbra al hombre a regular su trabajo y su vida.
El socialismo es posible porque las fuerzas de producción, más especificamente las máquinas, han alcanzado un antes desconocido punto máximo de desarrollo. Estas, ahora, solamente necesitan ser puestas en acción para el beneficio de todos para que los miembros de la sociedad tengan asegurados su completo bienestar. El socialismo cada día que pasa se vuelve cada vez más posible, esto a través de la educación social de la clase trabajadora, ya sea organizándose en partidos políticos, sindicatos o cooperativas. La planificación racional de la producción se vuelve cada vez más urgente al mismo tiempo en que la solidaridad nace entre los obreros.
Pero el socialismo no solo es deseable y realizable, sino que también es una necesidad histórica. Es el punto final y culminante de toda la evolución histórica, económica, intelectual y moral de toda la humanidad. En el ámbito económico, el axioma que la industria sigue es el de la concentración de medios de producción. Las grandes empresas, al conseguir más ganancias, aplastan a las medianas y pequeñas. La fábrica toma el papel del taller de trabajo. El gran comerciante domina el mercado. Los grandes bancos hacen quebrar a los más pequeños. El socialismo es el fin lógico de esta concentración ya que reemplaza este orden monopólico de la posesión de la propiedad por un régimen de concentración social con miras al bien común.
El gran ejército de obreros debe apoderarse de los medios de producción masiva, los cuales están en el camino de este para ser exactamente tomados.
El mismo fenómeno de concentración, de organización sobre una base colectiva, puede observarse en los ámbitos, social, político, intelectual y moral. La ciudad en la que los hombres viven una vida social más intensa, animada por todo tipo de organizaciones y colectividades, toma el lugar del campo. El Estado, la más alta forma de concentración política, domina cada vez más la vida social e individual. El alarmante aumento de su presupuesto, que amenaza con absorber todo lo que se llama ingreso nacional, es la mejor prueba de ello. Al tomar posesión del poder estatal, el proletariado lo utilizará en función del interés general de los productores.
La educación pública, el desarrollo de la prensa popular, la popularización de las obras literarias y científicas, son otras formas de concentración intelectual y moral que son necesarias realizar para alcanzar objetivos sociales, es decir, para el desarrollo intelectual y moral de una sociedad de productores que trabajan en beneficio de todos y cada uno.
En resumen, toda evolución social conduce a la organización de esfuerzos colectivos cuyo punto culminante es el socialismo.
Nuestros oponentes dicen que no somos hombres pragmáticos: que somos hombres soñadores, utópicos, visionarios. Nuestros oponentes nos confrontan con la supuesta naturaleza humana. Y dicen, ya sean sabios, ignorantes, académicos o figuras públicas, “Quieres cambiar la sociedad para asegurar la felicidad e igualdad de derechos de todos. Olvidas, amigo nuestro, la naturaleza humana. El hombre es por naturaleza egoísta y malo. No hay nada que ame más que a sí mismo. Nunca podrás cambiar al hombre. Tus ideales son hermosos. Tus intenciones son buenas. Pero la novia es demasiado hermosa para una cosa tan fea como es el hombre ".
Y a esto debe responder el socialista. “Ese mismo argumento de la naturaleza humana fue usado en contra de aquellos que deseaban abolir la esclavitud, la servidumbre, la crueldad y la explotación de la antigüedad y la edad media. De la misma manera, ese argumento fue presentado en defensa de la monarquía absoluta y de la esclavitud política del Tercer Estado ".
Los más grandes pensadores de la antigüedad, Aristóteles y Platón, defendieron la esclavitud con el mismo argumento de la "naturaleza humana". Dijeron: "Es la naturaleza humana la que hace que los griegos, un pueblo civilizado, esclavicen a los bárbaros conquistados y a todos los demás pueblos. Es por la naturaleza humana que existe desigualdad entre los hombres y la opresión de unos por otros".
Muy bien. La esclavitud ha sido abolida. Y la naturaleza humana no ha pronunciado una palabra de protesta. Justo lo contrario. Cualquier persona que hoy abogaría por el establecimiento de la esclavitud sería vista como un enemigo de la raza humana. Y le dirían que hay algo en la naturaleza humana que no puede tolerar la existencia de la esclavitud.
Sin embargo, debemos ser justos con el pasado. La situación de los esclavos en la antigüedad, sobre todo cuando los estos no eran tan numerosos, era mejor que la de un trabajador desempleado en la actualidad. Esto se debía a que el propietario de esclavos consideraba a los esclavos como su propiedad personal que era necesario cuidar. Por lo tanto, el esclavo siempre tuvo medios de subsistencia. Y al menos si era afectuoso, era tratado como un miembro de la familia.
Por otro lado, la sociedad capitalista condena a la pobreza, a la ociosidad obligada y al hambre a quienes no pueden emplear con el propósito de enriquecer a la clase capitalista.
Es un gran error sostener que la naturaleza humana no cambia. Todo cambia en la naturaleza y en la vida. Todo está en un proceso de transformación. El movimiento es la ley universal de todo lo que existe. Esa es la conclusión a la que llega toda la ciencia de nuestra era: a la ciencia de los cuerpos celestes (astronomía), las ciencias naturales y biológicas, las ciencias sociales e históricas, etc. Todo evoluciona. Todo se modifica constantemente. Como decían los antiguos griegos: "Todo cambia. Es imposible bañarse dos veces en las mismas aguas”. Nunca nos encontraremos con el mismo hombre dos veces porque durante el intervalo de tiempo él se ha vuelto más viejo, su constitución ha cambiado al igual que su carácter. La especie humana también ha evolucionado. Los planetas en sí mismos, el sol, la luna, las estrellas no siempre han sido lo que son hoy. Nuestra tierra ha sufrido innumerables transformaciones geológicas.
La historia de la humanidad es un registro de cambios perpetuos. Tenemos que aceptar esa verdad.
La esclavitud total fue reemplazada por la semi-esclavitud, ósea la servidumbre en el Antiguo Régimen. La servidumbre se transformó en nuestra esclavitud asalariada, que es "la última forma de esclavitud". El sistema salarial deberá ceder ante el socialismo, que pondrá fin a la explotación del hombre por hombre y la esclavitud en todas sus formas.
Si todo cambia, todo está sujeto a la transformación y modificación, ¿cómo es posible creer por un momento que el sistema actual de propiedad siempre seguirá siendo el mismo? Eso sería, de hecho, contrario a la naturaleza. Mira a tu alrededor y compara lo que ves con lo que existió en otros momentos. La tierra está cubierta de ferrocarriles. Palacios flotantes recorren los océanos. El hombre ha conquistado el aire y está tan a gusto en él como en la tierra. Vuela de un continente a otro. La electricidad da luz a todos lados. La telegrafía inalámbrica lleva las noticias en unos minutos de un extremo del mundo a otro. Podemos mantener conversaciones con hombres a miles de kilómetros de distancia. Todo en nuestras vidas ha cambiado. Y, sin embargo, quieren mantener a la sociedad en su antiguo estado bárbaro de lucha y pobreza.
Es bastante natural que los hombres que han vivido toda su vida bajo un solo régimen no crean en la posibilidad de otro; algunos porque se encuentran en una posición favorecida, otros porque no saben o no piensan. Antes de la caída de la Bastilla, todos creían que la monarquía francesa duraría para siempre. Antes de la revolución de 1917 en Rusia, nadie creía que el régimen zarista caería. Antes de la revolución bolchevique en octubre, nadie creía que la clase trabajadora se apoderaría tan fácilmente del poder o se mantendría durante más de unas pocas semanas. En Francia nadie creía que pudiera existir una república alemana. En el mundo entero no había nadie que pensara que China pondría en marcha su desarrollo y echaría por la borda todo el viejo régimen.
Apenas ha pasado un siglo desde que los eminentes estadistas estaban razonando de esta manera: “Nunca se podrá tener carruajes sin caballos”. El ferrocarril, el automóvil, el avión hicieron una broma de estos pronósticos pesimistas. Y nos vemos obligados a llegar a la conclusión, ante la abrumadora variedad de hechos, de que no hay razón alguna para desesperarse por el progreso humano. Lo que hoy nos parece imposible se hace mañana. El sueño de hoy es la realidad de mañana.
Otras objeciones al socialismo: ¡Se nos acusa de querer suprimir la libertad! ¿Pero dónde está esa libertad de la que se jactan? ¿El trabajador es libre de no ir a trabajar a la fábrica en beneficio del capitalista? ¿El empleado es libre de no ir a trabajar a la hora especificada? ¿El médico es libre de no atender a los pacientes que le dan la vida? ¿Está el propio capitalista libre de no explotar a los trabajadores si desea obtener ganancias y "mantenerse a la altura de su posición"? ¿Está la prensa capitalista libre de abstenerse de mentir si todavía quiere obtener el dinero de la propaganda? ¿Los gobernantes están libres de dejar de usar tropas contra los huelguistas, si no quieren ser expulsados por los capitalistas que los mantienen en el poder? ¿Están las tropas libres para no moverse contra los huelguistas? ¿Es libre el pequeño comerciante para evitar su ruina a manos de los grandes comerciantes? ¿Es el campesino, sostenido por los impuestos y los prestamistas, libre de abandonar la tierra de la que saca su pan?
La verdadera libertad no existe donde la propiedad no es propiedad común, donde el hombre es esclavo del hombre, donde el estado capitalista tiene el control de nuestras vidas y nuestra riqueza. La libertad en nuestra sociedad es una palabra vacía, una palabra sin significado, una mentira.
Solamente la sociedad socialista, al poner la tierra, el subsuelo y la maquinaria al servicio de todos los que trabajan en la tierra y en las fábricas, garantizará la verdadera libertad para todos. Porque para entonces, los hombres serán dueños de sí mismos, los cuarteles serán reemplazados por fábricas y los soldados por obreros. Los trabajadores y campesinos de los distintos países ya no tendrán necesidad de destruirse unos a otros. La máquina del estado burgués desaparecerá junto con la clase parasitaria cuyos privilegios protege. El miembro productor de la sociedad socialista, después de haber rendido homenaje a la naturaleza y después de haber trabajado para satisfacer las necesidades de su vida, tendrá la libertad de pasar su tiempo a su antojo. Toda la riqueza natural liberada del control de los dueños de propiedades, toda la riqueza inagotable de la ciencia y el arte humano estarán a su disposición. La única preocupación que la sociedad tendrá será la de cómo incrementar las necesidades y los placeres de la vida, cómo perfeccionar los instrumentos de trabajo para poder facilitarle la labor al obrero para que este tenga una mayor cantidad de tiempo que pueda usar para el ocio; La libertad dejará de ser un eslogan y se convertirá en una realidad, un hecho cotidiano que será propiedad de todos
También se ha dicho que, si los hombres no tienen el impulso del hambre y las ganas y el deseo de obtener ganancias, se volverán perezosos. Argumentar así es olvidar la necesidad de vestirse, alimentarse y refugiarse. El que no trabaja, tampoco come. También es olvidar que la ociosidad no es la característica de un hombre en su sano juicio.
La pereza es una enfermedad social, un hijo legítimo de nuestro sistema, que es en sí mismo un estimulante de la pereza. Asegura todas las riquezas, todos los placeres de la vida, en teoría, a quienes trabajan lo menos posible, a los ociosos ricos, a los parásitos sociales. La pereza se desarrolla a partir de las condiciones intolerables del trabajo forzado y excesivo en fábricas enfermas e infectadas. ¿Cómo puede un hombre trabajar con entusiasmo cuando sabe que su trabajo irá al enriquecimiento de los demás? Cuando los productores sepan que los productos de su trabajo les pertenecen, tirarán por la borda la vieja repugnancia que engendra el trabajo forzoso. El trabajo bien regulado y repartido será atractivo. Se convertirá en una alegría y un placer, y esto se debe a que el trabajo es necesario para el bienestar físico y mental del hombre. La ciencia moderna misma establece la necesidad vital para el trabajo.
Para impedir el crecimiento del socialismo, la clase capitalista trata de alentar a los campesinos contra los trabajadores. Le dicen al pequeño campesino que deseamos quitarle sus medios de trabajo, su pequeña parcela de tierra. Esto es una mentira. El socialismo les dejará la tierra a los que la cultivan. Solo los propietarios parasitarios de enormes cantidades de tierra serán expropiados, porque para estas personas, la tierra es simplemente un capital que se hace valioso a través del trabajo de otros. En Francia se pondrá fin al escándalo en el que tres quintas partes de la tierra pertenecen a 69 familias, mientras que 7 u 8 millones de pequeños campesinos no poseen más de los dos quintos, es decir, menos que la mitad de las tierras de Francia. El socialismo significa la regla del trabajo. Y bajo esta ley, todos los productos del trabajo son sagrados.
El pequeño agricultor que trabaja duro en la tierra se dará cuenta fácilmente de las ventajas de la cooperación agrícola, la compra común de existencias y el uso colectivo de la maquinaria. El socialista pondrá a su disposición todos los medios de producción más avanzados, los iniciará a los campesinos en los métodos del cultivo moderno a gran escala mediante el aumento del número de graneros y el establecimiento de modelos de acuerdo con las líneas socialistas.
No se ejercerá presión alguna contra el campesino que vive de su trabajo. Él preferirá ayudar a su hermano en la ciudad, que también es por su parte hijo del suelo. La unidad entre el trabajador y el campesino será la salvación del mundo. El campesino tiene necesidad de los productos de la ciudad. Los trabajadores necesitan grano. Las necesidades de uno, por lo tanto, encajan con las de los demás. Mientras que se establece esta nueva sociedad sobre nuevas bases; una sociedad que solo conocerá a una persona productiva que trabaja de forma regular en grandes fábricas bien ventiladas y en otras ocasiones en los campos con instrumentos de trabajo perfeccionados, al mismo tiempo en que trabajadores y campesinos trabajan mano a mano; en la ciudad se estará dando un intercambio de bienes sin especulación que permita a la parte rural del país producir los medios para su subsistencia.
Son los ricos, los altos y los poderosos, los parásitos y su gente quienes agitan a los campesinos en contra de sus hermanos de las ciudades. Mientras el campesino lucha contra el trabajador, el explotador común vacía los bolsillos de ambos. La paz entre el trabajador y el campesino, la paz entre los dos brazos productores de la sociedad, es necesaria para que ambos puedan liberarse de la opresión de los ricos y poderosos.
Bajo el régimen capitalista, los intelectuales y los hombres de letras, ingenieros y técnicos, forman casi una clase aparte al servicio de los hombres adinerados. Son los "sirvientes preferidos" del capital, son otro tipo de explotados y oprimidos, vestidos con sombrero de copa y vestido de noche. La ciencia recibe un trato medianamente bueno, pero en realidad es la esclava de los ricos en la práctica.
El socialismo liberará a la ciencia. Le dará el primer lugar en la sociedad de productores. Esto es natural porque el socialismo representa la producción científica. El socialismo se basa únicamente en el trabajo productivo. Por lo tanto, cuanto mayor sea la productividad del trabajo o, en otras palabras, cuanto más científico esté organizado, mayor será el beneficio para todos. En la sociedad capitalista, la maquinaria se usa solamente cuando es beneficioso para los capitalistas hacerlo. Por otro lado, la sociedad socialista siempre necesitará a la ciencia. El mejoramiento de la posición del obrero, el hacerlo más feliz e independiente, es el único criterio con el que la sociedad socialista trabaja en función.
La sociedad capitalista ha hecho de la ciencia un instrumento de asesinato, una herramienta formidable de destrucción, una fábrica para manufacturar armas de guerra.
La maquinaria de destrucción se inventa con poderes que superan toda imaginación. Amenaza con muy pronto destruir a la humanidad. En otras palabras, el capitalismo es destrucción científica, mientras que el socialismo, como ya lo hemos dicho, es "producción científica". En la sociedad capitalista, la ciencia es una servidora de la muerte, en la sociedad socialista se utilizará con el propósito de aumentar el desarrollo y la salud. El trabajo y la ciencia son los únicos maestros de la sociedad socialista. La ciencia hace al hombre libre y feliz reduciendo al mínimo su dependencia de la naturaleza.
El arte enriquecerá las vidas de los trabajadores, embellecerá sus horas de ocio y los estimulará a la actividad útil y fructífera. Actualmente, el arte es el juguete frívolo de los ociosos, un juguete que primero compran y después desprecian. El arte dará un aspecto festivo al trabajo diario, a la vida humana. Alejará al hombre de sí mismo y llenará la atmósfera social de alegría y felicidad. Atará al hombre a la vida mediante lazos invisibles de alegría y placer. El intelectual, el letrado, el técnico, todos se sentirán unidos en la familia de la clase trabajadora y se librarán de esa perspectiva de casta profesional y tomarán su lugar como productores entre los productores. Dejarán de ser los explotadores explotados de un sistema sin dignidad ni belleza y se convertirán en el corazón y el cerebro de una vida social plena, bien construida y armoniosa. El genio ya no será amenazado con la ingratitud ni el inventor original con la persecución de sus ideas. El inventor se reuniría en una sociedad ansiosa y ávida de novedades del desarrollo de sus invenciones. La sociedad socialista significaría el triunfo de la ciencia, el arte y el genio inventivo y organizativo.
La guerra mundial fue el resultado de la lucha del sistema capitalista por la partición del mundo, del mercado mundial, de las esferas de influencia, de la riqueza y el poder; fue resultado de las rivalidades entre países, naciones y continentes. El capitalismo guerra interna y externa. El socialismo significa paz social e internacional. Socialismo y paz son sinónimos. El socialismo reconoce una sola fuente de riqueza: el trabajo. Y, naturalmente, los trabajadores odian la destrucción. Ellos son creadores de vida, son enemigos de la muerte y la ruina. Y esto que digo no es simple charlatanería. La primera revolución social, la revolución rusa, por la misma voluntad de sus impulsores, dio autonomía e independencia a todas las personas que estaban dispuestas a vivir en tranquilidad con ella. Desde que se libró de la intervención contrarrevolucionaria, la revolución comunista ha proclamado la paz al mundo, su único pensamiento está dirigido hacia la organización de la construcción pacífica. Predica en todas partes la solidaridad entre los productores. Es profundamente internacionalista y su lema es ¡Proletarios de todos los países, uníos!
En la sociedad capitalista el mundo está dividido en estados con intereses opuestos. El mundo está dividido, balcanizado, rodeado de fronteras y barreras infranqueables. Los barriles de pólvora esparcidos por todo el mundo amenazan con hacer estallar la civilización capitalista. En cada momento se sienten las tormentas. En ninguna parte hay seguridad. Mientras que se prepara para la guerra, se habla de paz. Se anuncia la necesidad de desarme mientras que las potencias se arman hasta los dientes.
El mundo apenas se recuperó de la guerra mundial cuando se iniciaron los preparativos de una más terrible y atroz. Inglaterra venció, con la ayuda de Francia y Norteamérica, a su máxima rival económica en el continente, Alemania. Y ya vemos en el horizonte a un nuevo competidor aún más poderoso que está listo para dominar al mundo. Los Estados Unidos. Hay una desconfianza en Japón, quien desea dominar Asia para luego invadir y subyugar a China. El conflicto que se va a dar es mortal. Será un choque terrible entre continentes en el que todas las naciones, les guste o no, serán atraídas de nuevo al campo de batalla. Será una carnicería sin precedentes organizada sobre la base de la última palabra de la ciencia. Una guerra de flotillas aéreas y armas, en resumen, una "guerra total" que significaría la destrucción total de innumerables hombres, mujeres y niños.
Solo hay una manera de evitar esta nueva matanza mundial: una revolución mundial que reemplace la lucha entre naciones por la cooperación internacional; lo que se llama defensa nacional por lo que se denomina defensa social contra el nacionalismo y la guerra, que reemplace la propiedad nacional por la internacionalización del mundo comenzando con las rutas mundiales, los puertos marítimos y de los estrechos, etc. La propiedad nacional será, después de una serie necesaria de transformaciones, definitivamente y absolutamente reemplazada por la propiedad internacional. La propiedad privada de los medios de producción fomenta la guerra civil. La propiedad nacional da lugar a la guerra internacional. La supresión de estas dos formas de propiedad privada capitalista será para bien de todos y garantizará la paz interna y externa. Al suprimir la causa, la propiedad privada y nacional, el socialismo suprime la consecuencia, ¡la guerra!
La humanidad debe elegir entre la continuación del sistema capitalista que conduce a la destrucción y la revolución organizada del trabajo internacional basada en la solidaridad y la reciprocidad, esto a través de la socialización e internacionalización de las fuerzas de producción.
El socialismo hará de la tierra una nación única e indivisible. En cada lugar se dará, obviamente teniendo en cuenta sus peculiaridades étnicas y lingüísticas, la emancipación de cada raza y el aseguramiento de la independencia de todos los países, los cuales trabajarán por la cooperación laboral para el progreso común y la felicidad.
El capitalismo entonces, después de la guerra de 1914-1918, tomo partido por la paz eternamente armada y la inseguridad universal; por el triunfo de la barbarie nacionalista, por el proteccionismo que mata el comercio y el libre comercio; por el aumento del desempleo, por el sinsentido de la vida, por la devaluación del dinero, por la quiebra de los países, por la amenaza de la bancarrota universal, por una atmósfera impregnada de odio y por el sentimiento imperialista. El capitalismo de posguerra significa un nuevo derramamiento de sangre gigantesco. El socialismo representa el fin de la guerra y la pobreza.
El socialismo existió como un sistema práctico durante muchos siglos entre la mayoría de los pueblos. Ellos creían que la tierra era propiedad común de la familia o de la tribu, como el sol o el aire. Inclusive hasta el día de hoy, el socialismo "primitivo" existe entre algunas personas en ciertas partes del mundo (en ciertas partes de la India, por ejemplo).
El socialismo ha proporcionado un medio de vida a millones de seres humanos a través de eras históricas completas. Ha demostrado su vitalidad, su posibilidad porque ha existido y porque pueblos enteros vivían bajo su sistema. Pero el socialismo primitivo difiere del socialismo moderno por esta razón; el primero tenía como fundamentos la igualdad en la pobreza y la necesidad. Sus medios de producción eran subdesarrollados y primitivos. Dependía más de las fuerzas de la naturaleza que del dominio sobre ellas.
El socialismo moderno, por otro lado, presupone un vasto desarrollo de las fuerzas de producción, herramientas mecánicas, producción a gran escala y un proletariado con conciencia de clase organizado en partidos políticos, sindicatos y cooperativas. La cooperación entre el Partido, los sindicatos y las cooperativas es necesaria para que, con la ayuda de la ciencia y la técnica, todo el gigantesco aparato de producción pueda ponerse en marcha. El socialismo moderno toma del capitalismo su base técnica, sus cuadros, sus directores administrativos, sus ingenieros y técnicos y los pone al servicio de la comunidad laboral. No podemos entrar aquí en los detalles de la organización socialista, los cuales por su parte tendrán que adaptarse a las diversas y variadas condiciones sociales y nacionales. Las fructíferas lecciones de la revolución rusa nos ayudan mucho. Basta con decir que la producción capitalista a gran escala nos proporciona datos de las mejores condiciones técnicas para la nueva organización de la sociedad. La maquinaria está instalada. Todo lo que se necesita es que la pongamos en marcha para el beneficio de todos.
La producción es colectiva. Es necesario que todos los beneficios sean compartidos colectivamente. Los trabajadores tienen a su disposición mil medios para organizar la administración, el control y la división de productos, estos son: consejos de trabajadores, comités de fábricas, sindicatos, cooperativas, etc. No existe ningún obstáculo para que no se pueda realizar una sociedad que está basada en el trabajo y no con fines de lucro.
Solo el futuro puede indicarnos cuáles serán las formas precisas y los métodos especiales de organización. En la medida en que nos acerquemos a la realidad socialista, podremos prever el plan general y la dirección decisiva.
Como doctrina, el socialismo ha pasado por dos fases principales: la utópica y la científica.
El más grande de los idealistas filosóficos, el heleno Platón, fundó hace aproximadamente 25 siglos el primer sistema socialista utópico. El socialismo utópico no reconoce la lucha de clases.
Este socialismo depende, como los planes reformistas de nuestro tiempo, de la buena voluntad de las clases dominantes. Apela a la justicia y la razón. Abandona la búsqueda de un déspota benévolo para buscar a un rey filósofo que cree, en nombre de la filosofía, el ideal que es la Mancomunidad.
Dos mil años después de Platón, nos encontramos con el socialismo utópico en el viejo canciller inglés, Thomas More (1478-1535) y en el italiano Campanella, ambos mártires de sus convicciones sociales y políticas y de su extrema independencia de carácter.
A principios del siglo XIX, vemos que Saint-Simón, de origen aristocrático, desarrolló brillantemente una nueva filosofía social que hizo del trabajo pacífico la base de la reforma social e industrial.
Saint-Simón, que gastó una gran cantidad de dinero en el estudio y en el desarrollo de sus ideas, fue el fundador de la escuela sansimoniana. Tuvo varios discípulos notables, entre ellos Enfantin, Bazard y muchos otros. Saint-Simón fue el precursor del socialismo científico porque trató de basar su reforma social en la evolución histórica, en el desarrollo de las fuerzas productivas, en los hechos y no en los sueños. El futuro viene de la matriz del pasado y del presente como viene el niño de la madre. El capitalismo da nacimiento al socialismo.
Entre otros precursores del socialismo moderno es necesario mencionar a Robert Owen, el padre del movimiento cooperativo en Inglaterra. Él mismo intentó demostrar, con hechos y experiencias, que el carácter del hombre es cambiante y se transforma con el medio ambiente y las instituciones sociales. Para cambiar al hombre es necesario cambiar las condiciones de su existencia. Esto, por supuesto, es pura verdad.
El francés Charles Fourier y su escuela hicieron una brillante crítica de nuestra sociedad basada en el despilfarro de energía.