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a debilidad actual de nuestra Internacional, así como el hecho de que las revoluciones triunfantes han sido dirigidas por la burocracia, han llevado a algunos sectores revisionistas a plantear el problema de si fue correcto o no fundar la Cuarta Internacional, dada que ésta no ha sido necesaria para expropiar a la burguesía en la tercera parte del orbe. Deutscher y otros intelectuales parecidos se plantean este interrogante para terminar respondiendo categóricamente que fue un grave error de Trotsky haber fundado la Cuarta Internacional.
Nosotros sostenemos lo contrario: la fundación de nuestra Internacional fue el más grande acierto de Trotsky y de nuestro movimiento mundial. Nuestra Internacional se funda en el punto más bajo del retroceso del movimiento obrero por razones muy profundas: es un fenómeno paralelo al de la defensa de la URSS. Responde a una misma necesidad, pero más importante aún que defender la URSS: unir férreamente a todos los marxistas revolucionarios alrededor de un programa que sintetizara todo lo aprendido por el movimiento marxista mundial desde el Manifiesto Comunista y especialmente desde la Revolución Rusa. Para defender estas conquistas del marxismo, sintetizadas en el trotskismo y su programa, del ataque contrarrevolucionario en toda la línea que llevaban a cabo el stalinismo y los otros aparatos contrarrevolucionarios para borrarlas de la memoria histórica de los trabajadores y su vanguardia, era imprescindible lograr una férrea organización internacional por parte de los revolucionarios.
No haber fundado la Cuarta Internacional hubiera significado dejar librada a cada corriente trotskista del marxismo revolucionario de la época actual a su suerte nacional, es decir libradas a responder a la ofensiva revisionista y burocrática del stalinismo y la socialdemocracia en forma aislada, prácticamente sin defensa.
Por otro lado, la fundación de la Cuarta Internacional tenía un objetivo ofensivo: preparar un marco y un programa común a los marxistas revolucionarios del mundo para el inevitable ascenso revolucionario que se abriría a corto plazo y que sería desviado o traicionado por todas las direcciones burocráticas y pequeñoburguesas del movimiento de masas. Sólo fundando la Cuarta Internacional se podía responder a estas necesidades defensivas y ofensivas.
Por otra parte, no hay ninguna ley que diga que la Internacional debe ser fundada a caballo de un gran triunfo del movimiento obrero. En última instancia, éste es el único argumento relativamente serio de los teóricos trotskizantes que son escépticos sobre el papel y la necesidad perentoria de la (Cuarta Internacional. La única Internacional que se ha fundado a caballo de un colosal triunfo fue la Tercera. Tanto la Primera como la Segunda se fundaron al comienzo del ascenso y cuando éste recién se profundizaba.
La Cuarta Internacional se fundó justamente cuando se vislumbraba la terminación del descenso y el comienzo del inevitable ascenso revolucionario. Y el haberla podido fundar, el haberle podido dar un programa y una organización a ese ascenso revolucionario mundial y a esa inevitable traición de las direcciones, indicaba la maduración en las filas trotskistas del factor consciente. Es decir, preparábamos la organización y el programa para disputarle la dirección del movimiento de masas a los aparatos contrarrevolucionarios y superar así la crisis de dirección con que se enfrentaría el ascenso revolucionario.
El otro argumento más o menos creíble es el de que no fue necesaria la Cuarta Internacional para expropiar la burguesía en numerosos países. Pero esta critica pretende atribuirle a nuestra Internacional objetivos limitados, tácticos y nacionales —expropiar a la burguesía o a las inversiones imperialistas en un solo país—, cuando los objetivos de nuestra Internacional y las necesidades de la clase obrera son mucho más amplios: derrotar al imperialismo en el mundo, liquidar las fronteras nacionales, organizar en forma revolucionaria al proletariado para que ejerza el poder y siga movilizando a las masas de todo el orbe para empezar a construir el socialismo.
Fundar la Cuarta Internacional en el año 1938 y defender a la URSS de la guerra contrarrevolucionaria que se preparaba contra ella, era imprescindible, como lo indica el hecho de que ni bien fundada soportó el primer ataque revisionista. Este ataque estuvo a punto de ganar a uno de los partidos más fuertes de nuestro movimiento: el Socialist Workers Party (SWP) de los Estados Unidos. Como una expresión más del avance de la contrarrevolución en el mundo surgió una tendencia revisionista en nuestra Internacional, los antidefensistas, que si no se hubieran encontrado con el marco común de nuestra Internacional recién fundada y con Trotsky, hubieran podido disgregar las filas trotskistas en el mundo entero. Gracias a la fundación de la Cuarta Internacional pudimos mantener intacto nuestro programa de defensa de la URSS derrotando a la primera gran corriente revisionista que surgió dentro de nuestras filas. Por lo tanto, la fundación de nuestra Internacional con la formulación del Programa de Transición es el más grande acierto de nuestro movimiento. Defendimos así las dos más grandes conquistas de la etapa de veinte años de derrotas: la URSS, y el único marxismo revolucionario existente, el trotskismo.
on el fin de la Segunda Guerra Mundial se abre la etapa de ascenso revolucionario más importante conocida hasta la fecha. Desgraciadamente este ascenso revolucionario se da junta con el agravamiento de la crisis de la dirección revolucionaria, es decir, con un fortalecimiento de los aparatos contrarrevolucionarios que dirigen al movimiento de masas y una continua debilidad de nuestra Internacional. Esta combinación altamente contradictoria provoca una situación mundial que esquemáticamente podemos sintetizar en las siguientes características:
1. El proletariado y las masas del mundo entero obtienen una serie de triunfos espectaculares. El primero es la derrota del ejército nazi —es decir, de la contrarrevolución imperialista— por parte del Ejército Rojo, aunque esto fortifica coyunturalmente al stalinismo, que es quien dirige a la URSS. A este colosal triunfo le sigue, posteriormente, la expropiación de la burguesía en la tercera parte de la humanidad, principalmente en el país más poblado de la tierra, China. Pero todos estos triunfos que llevaron a la expropiación de la burguesía no llegaron a la expropiación mediante una revolución de octubre.
2. Se produce la mayor crisis del imperialismo que hayamos presenciado. De la guerra salen completamente destrozados todos los viejos imperios coloniales existentes. Su lugar no puede ser llenado por el imperialismo norteamericano debido al colosal ascenso revolucionario de masas.
3. Debido al debilitamiento de todos los viejos imperios se cierra la etapa de las guerras imperialistas por el reparto del mundo. El triunfo norteamericano en la guerra imperialista liquida el problema del dominio del mundo capitalista.
A partir de la postguerra, todo el mundo capitalista, incluidos los países imperialistas, tiene que aceptar el liderazgo y dominio norteamericano en la estructuración de un frente único contrarrevolucionario a escala mundial. Los lógicos roces interimperialistas no pueden cambiar esta situación, se impone la hegemonía estadounidense sobre el mundo capitalista y su liderazgo contrarrevolucionario y la imposibilidad, por el momento, de nuevas guerras interimperialistas. Entramos en la etapa de preparación y ejecución de guerras contrarrevolucionarias. Se cierra una etapa en el carácter de las guerras y se abre una nueva. Se cierra la etapa de las guerras interimperialistas y se entra en la etapa de las guerras contrarrevolucionarias.
4. Pero en esta guerra no sólo se unifica el frente único contrarrevolucionario capitalista e imperialista a escala mundial, sino que se establece un frente único contrarrevolucionario entre e! imperialismo y la burocracia del Kremlin, sobre la base de la coexistencia pacífica, concretado en Yalta, Potsdam y el nuevo ordenamiento mundial: la ONU, el reparto de zonas de influencia, etcétera. Aunque se produce la guerra fría y profundos roces entre Washington y Moscú, aunque se dan varias guerras calientes contrarrevolucionarias con el fin de aplastar o desviar el ascenso revolucionario, como las de Corea e Indochina, tanto Washington como Moscú actúan en general de acuerdo y defendiendo ese nuevo ordenamiento mundial organizado en Yalta y Potsdam. Stalin y Roosevelt se dividen el mundo en dos bloques controlados por el imperialismo norteamericano y el Kremlin con el objetivo de frenar, desviar, aplastar o controlar la revolución de los trabajadores en el mundo.
5. Gracias a este acuerdo contrarrevolucionario y a la colaboración indispensable del stalinismo, el imperialismo estadounidense puede implementar el plan Marshall que lleva al establecimiento y estabilización de la economía capitalista en el occidente de Europa y en Japón, y la división de Alemania y su proletariado. Este apoyo a la contrarrevolución en Japón y en Europa por parte del Kremlin le permitió al imperialismo lograr el boom económico de cerca de veinte años. Este boom económico tendrá su réplica en el desarrollo de la economía de los estados obreros bajo control burocrático; habrá un fenómeno paralelo al boom económico capitalista en los estados obreros. Esto significa que gracias al Kremlin el imperialismo pudo compensar su crisis a nivel imperialista con su estabilización como capitalismo metropolitano, es decir, compensar expropiación del capitalismo en países relativamente periféricos —limítrofes de la URSS lo que le permitió mantener su hegemonía sobre la economía mundial y lograr un proceso de acumulación y desarrollo capitalista inigualado en los países metropolitanos.
6. Continuó la crisis de dirección revolucionaria del movimiento de masas y la consolidación de los aparatos burocráticos y pequeñoburgueses. Contra todos los pronósticos del marxismo revolucionario, el colosal ascenso, como sus triunfos, no significaron la crisis de la socialdemocracia y del stalinismo y nuestro fortalecimiento, es decir que se comenzara a superar la crisis de dirección del proletariado mundial. Por el contrario, las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial combinan una crisis extremo del imperialismo y un colosal ascenso del movimiento de masas revolucionario, con una crisis hasta el momento sin salida de la dirección del proletariado mundial, es decir con un colosal fortalecimiento de los aparatos contrarrevolucionarios del movimiento de masas. La otra cara de esto es la debilidad extrema del trotskismo.
Esta crisis de dirección es la razón fundamental de todos los fenómenos altamente contradictorios que hemos vista en esta postguerra, desde la reconstrucción capitalista de Europa y Japón hasta los estados obreros burocratizados, pasando por la división de Alemania y las invasiones militares de unos estados obreros por otros.
El ascenso revolucionario se ha expresado hasta la fecha a través de las organizaciones tradicionales del movimiento de masas, llegando a que todas las expropiaciones de las burguesías nacionales se han llevado a cabo a través de direcciones burocráticas o pequeñoburguesas que originaron estados obreros burocráticos, como en el caso de Cuba. Y este hecho, contradictoriamente, fortificó más que nunca los aparatos contrarrevolucionarios. Gracias a ello pudieron congelar o desviar el ascenso revolucionario mundial salvando así al imperialismo.
7. Los estados obreros burocratizados son, en un sentido, consecuencia de la división de tareas contrarrevolucionarias entre el imperialismo y el Kremlin con sus dos esferas de influencia. El imperialismo se concentró, con la ayuda del stalinismo, en restablecer el funcionamiento de la economía del estado capitalista en los países imperialistas. El stalinismo se concentró en los eslabones más débiles de la cadena capitalista mundial, donde la crisis era más aguda y limítrofe a la propia burocracia del Kremlin —en el oriente de Europa, en China— para frenar o aplastar la movilización independiente y revolucionaria de las masas.
Para la burocracia del Kremlin su intervención en los países limítrofes era un problema de vida o muerte para su existencia parasitaria contrarrevolucionaria. La burocracia no podía bajo ningún punto de vista dejar que del otro lado de sus fronteras se diera una movilización revolucionaria del movimiento obrero y de masas independiente de su control, ya que se reflejaría dentro de la URSS, poniendo en peligro su propia existencia. El imperialismo también se dio cuenta de que una intervención directa en esos países asolados por la guerra y en r. a crisis económica, política y social catastrófica, podía generar una movilización revolucionaria contra el capitalismo, independiente del Kremlin, que generaría un proceso revolucionario en toda Europa.
A escala mundial, la expropiación del capitalismo en los países del oriente de Europa, China, Yugoslavia, Corea y Vietnam del Norte, aparece así como una combinación inesperada de: a) una concesión obligada del imperialismo a la burocracia contrarrevolucionaria stalinista para poder restablecer el capitalismo en Japón y Europa occidental, con la ayuda de esta burocracia stalinista; y b) el colosal ascenso de postguerra en los eslabones más débiles de la cadena capitalista mundial. Han sido concesiones obligadas del imperialismo para mejor maniobrar y ganar tiempo frente al colosal ascenso de postguerra y al derrumbe total del capitalismo europeo–nipón. El imperialismo se cuidó muy bien de que estas concesiones al movimiento de masas se hicieran a través de la burocracia contrarrevolucionaria y stalinista y, en su momento, pequeñoburguesa castrista, es decir, a través de aparatos oportunistas y contrarrevolucionarios, garantía de freno al proceso de revolución permanente.
Estas concesiones a escala mundial, consecuencia obligada del fabuloso ascenso revolucionario de la inmediata postguerra, que transformó en estados obreros burocratizados a la tercera parte de la humanidad, no dejaron —por la combinación altamente contradictoria que obligó al imperialismo a hacer esas concesiones— de ser colosales triunfos del movimiento obrero y de masas mundial. Como tales hay que defenderlos de todo ataque de la contrarrevolución imperialista.
8. La otra cara de estos triunfos, de estos estados obreros burocratizados, es que lograron frenar el proceso revolucionario y derrotar interiormente al movimiento obrero y revolucionario, impidiendo, por todos los medios, que continuara el proceso de ascenso revolucionario y de movilización permanente.
En relación a la movilización revolucionaria de los trabajadores del mundo, el estado obrero burocratizado es una gigantesca concesión de los explotadores y la burocracia; este colosal triunfo del movimiento de masas es transformado por aquéllos en una concesión para mejor derrotar y congelar la movilización permanente. Es un triunfo frente a los explotadores nacionales y al imperialismo, seguido inmediatamente de una derrota a la movilización permanente de las masas a manos de la burocracia, que —debido a la presión revolucionaria y a la crisis del imperialismo— llega hasta expropiar a la burguesía nacional en su desesperación política por controlar y aplastar al movimiento de masas.
9. La presión de las direcciones burocráticas del movimiento de masas, debido al fortalecimiento que adquirían a medida que expropiaban a la burguesía nacional en algunos países, logró una correa de transmisión dentro de las filas y la dirección de nuestra propia Internacional: el revisionismo pablista. Por su control de la dirección, esta corriente revisionista logró disgregar a nuestra Internacional, sirviendo así a las direcciones oportunistas del movimiento de masas, y agravando la crisis de dirección del proletariado mundial. Debido al revisionismo pablista, a partir del año 1951 comienzan tres décadas de crisis continua de nuestro movimiento mundial. Ninguna de las consideraciones objetivas que hemos dada en los anteriores puntos justifican por sí solas la crisis de nuestra Internacional y su debilidad. La causa primera y fundamental de la debilidad y disgregación de nuestra Internacional radica en el revisionismo pablista que atentó contra los principios fundamentales de nuestro movimiento. Nada demuestra mejor esto que el hecho de que la única posibilidad cierta que ha habido de revolución de octubre, la revolución boliviana del año 1952, fuera traicionada y llevada a un callejón sin salida por esta dirección revisionista, que cometió una de las cinco más graves traiciones al movimiento obrero en lo que va del siglo.
10. La consolidación de los aparatos contrarrevolucionarios, su fortaleza, se da juntamente con el comienzo de sus crisis, como consecuencia del ascenso de masas. En todo este período se abre una crisis creciente del stalinismo, la cual se manifiesta en un principio —tal cual había previsto Trotsky— por el surgimiento de un stalinismo nacional. A medida que se fueron expropiando distintos países, la burocracia stalinista de esos países dejó de tener una existencia privilegiada por su dependencia del Kremlin y se transformó en una burocracia estatal, con sus propios intereses. Surgió un stalinismo burocrático nacional, que comenzó a tener profundos roces con el Kremlin. Tito y Mao son la expresión máxima de esta crisis del stalinismo provocada por el stalinismo nacional. Junto a esta crisis ha habido esbozos también de stalinismo nacional a nivel de otros partidos, concretamente los eurocomunistas, pero sin llegar al punto de romper con Moscú, ya que siguen dependiendo de éste. Su alejamiento respecto de Moscú es sólo cuantitativo.
Paralelamente a esta crisis del stalinismo nacional con el stalinismo moscovita, ha habido algunos comienzos de crisis positiva por la izquierda —es decir, sectores que se orientan a posiciones trotskizantes— provocados por el comienzo de la revolución política, principalmente en Hungría, Checoslovaquia y Polonia.
11. Desde el año 1953 han surgido brotes poderosos del proceso de la revolución política, que preanuncian un fenómeno generalizado. Esta revolución política comienza —es el antecedente más importante con las huelgas de Berlín en Alemania Oriental en el año 1953, pero explota con Polonia y, sobre todo, con el comienzo de una revolución política directa en Hungría en el año 1956. El otro hecho espectacular ha sido la primavera de Praga en 1968. Esto indica cómo la revolución política es un proceso inevitable, que todavía no se ha generalizado y que no ha llegado a la URSS más que incipientemente. Cada oleada de la revolución política ha sido más poderosa, y ha comenzado también a expresar las tendencias democráticas a la autodeterminación nacional.
12. En toda esta etapa —en estos treinta años que van de 1943 a 1973— no aparecen el proletariado soviético y norteamericano en la escena mundial. Incluso el proletariado de los países europeos, después de la situación revolucionaria que se dio en la inmediata postguerra a partir del año 1947, deja de tener un papel protagónico decisivo: no tiene el mismo nivel que los pueblos y trabajadores de los países atrasados, coloniales, aunque tiene algunas manifestaciones extraordinarias, como las huelgas francesas de 1953 y 1968, y las movilizaciones y huelgas sistemáticas en Italia e Inglaterra.
13. Los trabajadores del mundo entero han hecho fracasar varios planes contrarrevolucionarios del imperialismo norteamericano de atacar a la URSS y a otros estados obreros. En la inmediata postguerra, los trabajadores del mundo entero, sobre todo los norteamericanos con uniforme de soldados, se negaron a continuar la guerra contra la URSS como era la intención del imperialismo. Posteriormente hicieron fracasar al imperialismo en Corea y, dentro de Estados Unidos, hicieron retroceder al macartismo. Pero la derrota del imperialismo norteamericano en Vietnam no es la derrota de sus planes, sino la primera derrota militar que ha tenido a manos de los trabajadores . Es por eso un hecho histórico que abre aparentemente una nueva etapa revolucionaria.
lrededor del año 1974 se produce un salto en el ascenso de la revolución socialista mundial y en la crisis del imperialismo que indica que hemos entrado en una nueva etapa del ascenso revolucionario mundial. Esta cuarta etapa es la de la crisis generalizada del imperialismo y de los estados obreros burocratizados, de la terminación del boom económico, del comienzo de la revolución socialista europea con Portugal y de la revolución política generalizada en los estados obreros, de la crisis aparentemente definitiva del stalinismo. Veamos cada uno de estos problemas.
El triunfo vietnamita en la guerra pareciera ser el punto de arranque de la nueva etapa, ya que significó la primera derrota militar del imperialismo norteamericano en toda su historia. Esto le ha producido una crisis de conducción política burguesa, agravada por la crisis económica que se ha profundizado cada vez más. La derrota norteamericana ha alentado, dando fuerzas redobladas, al ascenso revolucionario en todo el orbe. Querríamos insistir en que el triunfo de Vietnam no sólo es una derrota parcial sino que provoca la primera crisis aguda del imperialismo norteamericano, la crisis de su burguesía que no sabe qué camino adoptar frente al ascenso de la revolución mundial.
El otro aspecto de esta crisis es el fin del boom económico generalizado, tanto en el mundo de los países metropolitanos como en los estados obreros burocratizados. La crisis de los años 19741975 se ha ido agudizando año tras año adquiriendo un carácter crónico y generalizado: abarca todo el mundo, no sólo los países capitalistas. Quizá los que mayor crisis económica tienen son los estados obreros, como lo demuestran Cuba, Polonia, Hungría, Rumania, Yugoslavia. Se demuestra así en forma contundente que la conducción burocrática de las economías de los estados obreros es nefasta, lleva a una crisis inevitable.
Ni el imperialismo ni la burocracia son capaces de darse una política para salir de esta crisis crónica que se acentúa cada vez más.
La crisis crónica es acompañada por el comienzo de la revolución socialista en Europa, con la Revolución Portuguesa y las grandes movilizaciones de masas, y por la crisis de conducción de todas las burguesías europeas. Antes de la Revolución Portuguesa, el proletariado europeo había librado grandes batallas, cuyo punto más alto fue la gran huelga general de 1968 en Francia; el proletariado italiano e inglés habían luchado sin tregua para impedir el descenso de su nivel de vida y trabajo. Pero la Revolución Portuguesa abre una nueva etapa de la revolución socialista europea. Al hacer estallar una dictadura fascista se abre un proceso incipiente de poder dual, que no se había conocido desde la inmediata postguerra en ningún otro país —a excepción de los del este de Europa donde se dio un comienzo de revolución política, como en Hungría o Checoslovaquia—. Este proceso revolucionario portugués, generalizado a toda Europa occidental, tiene su réplica en los países del oriente de Europa, en las grandes huelgas y movilizaciones polacas, etcétera.
La derrota del imperialismo norteamericano ha alentado el ascenso del movimiento revolucionario en el mundo colonial, que se combine con el ascenso europeo. Es así como nos encontramos con los grandes triunfos de Nicaragua y de Irán, por un lado; con la continuación del ascenso en Centroamérica, especialmente en El Salvador, por otro lado; y con el nuevo ascenso revolucionario que comienza en toda Latinoamérica.
Esta nueva etapa que aparentemente se ha abierto hace pocos años en el ascenso revolucionario mundial, todavía no ha hecho aparecer al proletariado soviético. Pero ya hay síntomas de que éste va a aparecer en el proceso histórico, como ya se está manifestando con el proletariado norteamericano, que ha comenzado desde hace varios años algunas luchas de importancia de carácter económico.
Con la entrada en el proceso de la revolución socialista mundial de estas dos clases obreras, la revolución mundial tendrá una aceleración colosal; sobre todo si se le suma el proletariado alemán y japonés, principalmente por su tradición el alemán (que tampoco ha jugado un papel protagónico decisivo ni siquiera en el proceso revolucionario en curso actualmente en Europa).
Si estas tendencias se confirman, fundamentalmente la crisis crónica y acelerada de los estados obreros burocratizados y del stalinismo, junta con una intensificación del ascenso revolucionario, se habría abierto la época del trotskismo, de la superación de la crisis de dirección del proletariado, por nuestra transformación en partidos con influencia de masas. Se abriría así, por lo tanto, la época de las nuevas revoluciones de octubre triunfantes.
uestro partido, incluido Trotsky, no previó que la crisis de dirección del proletariado mundial continuaría sin comienzo de solución durante más de cuatro decenios. Por consiguiente, tampoco previó el colosal desarrollo, influencia y florecimiento de los aparatos burocráticos, contrarrevolucionarios —principalmente del stalinismo y la extremada debilidad, el carácter propagandístico que continuaría teniendo nuestra Internacional a pesar del colosal ascenso revolucionario de estos cuatro decenios. Tampoco se previó la posibilidad de una crisis de carácter revisionista como la que se produjo al comienzo de los años '50, que disgregó a nuestra Internacional durante casi treinta años.
Creemos que esta falta de previsión se inscribe en la ley marxista de que la realidad siempre es más rica que cualquier esquema, es decir, que éstos son superados por aquélla. Pero también, específicamente, a que los fundadores de nuestra Internacional cometieron un error al hacer una analogía entre ésta y la anterior postguerra. Creíamos que en esta inmediata postguerra se repetiría, corregido y aumentado, lo que ocurrió en la anterior, que llevó al poder a un partido marxista revolucionario —el Bolchevique a través de la Revolución de Octubre y a la fundación de la Tercera Internacional que comenzó a tener influencia de masas y a superar la crisis de dirección. No hay ningún motive para poner en tela de juicio la anécdota varias veces relatada por Joe Hansen de que Trotsky estaba profundamente convencido de que, en la inmediata postguerra, nuestra Internacional sería tan multitudinaria y tendría tantos partidos revolucionarios espontáneos de masas, que los trotskistas seríamos minoría, ya que la mayoría de esos partidos revolucionarios tendrían otra ideología. Nada demuestra mejor que ésta era la perspectiva que el categórico vaticinio de Trotsky de que para el año 1948 millones seguirían a la Cuarta Internacional.
Esa analogía y esos vaticinios se han mostrado equivocados y así hay que reconocerlo. Esto significa que nuestra Internacional ha acertado en forma casi milimétrica con el análisis de la época, pero no así en la coyuntura inmediata posterior a la guerra. Hicimos un análisis coyuntural exageradamente optimista y analógico que se reveló equivocado.
Como consecuencia de esta prolongación inesperada de la crisis de dirección del movimiento obrero, nos encontramos con varios hechos nuevos no previstos. Estos hechos de enorme importancia son los siguientes:
1. Todas las revoluciones triunfantes que expropiaron a la burguesía llevaron a la formación de estados obreros burocratizados.
2. Debido a la existencia de muchos estados obreros burocratizados, nos encontramos con que hay guerras o preparativos de guerra entre ellos o invasiones de un estado obrero a otro.
3. El boom de la economía burguesa en esta postguerra ha sido el más colosal de toda la historia del capitalismo.
4. La más grande revolución tecnológica de toda la historia de la humanidad se ha llevado a cabo bajo el dominio del imperialismo. Esta revolución tecnológica (la cibernética, la cohetería, la energía atómica, la petroquímica, los abonos químicos, los descubrimientos científicos en todos los terrenos a un nivel que diez años de descubrimientos científicos actuales valen por siglos de descubrimientos anteriores, tales como la penicilina, los nuevos medicamentos, etcétera) se concrete en el más espectacular de los avances hechos por la humanidad: el comienzo de la conquista del cosmos, del universo.
5. La importancia fundamental, determinante, que han adquirido las luchas y revoluciones democráticas.
6. La importancia extraordinaria que adquirió la guerra de guerrillas para el triunfo de la Revolución China y de otras revoluciones.
7. No ha habido hasta ahora ninguna otra revolución de octubre —es decir dirigida por un partido marxista revolucionario—, ni triunfante ni derrotada.
esde hace casi cuarenta años estamos inmersos en el más colosal ascenso revolucionario; ascenso que ha llevado a que en muchos países se haya expropiado a la burguesía mediante revoluciones triunfantes sin que nuestra Internacional haya dirigido ninguno de estos triunfos, ni siquiera tomado el poder en alguno de esos países. A pesar de ese ascenso y esos triunfos, nuestra Internacional sigue siendo muy débil y propagandista.
Esa debilidad obedece a las mismas razones que explican el fortalecimiento de los aparatos contrarrevolucionarios del movimiento de masas. Más concretamente, obedece a que la formación del trotskismo, desde el período anterior a su fundación hasta sus primeros años de existencia, se hizo en la etapa del retroceso y derrota del movimiento obrero. Debido a ello, no hubo posibilidades objetivas de que sus cuadros se foguearan en el seno del movimiento obrero; ellos adquirieron un carácter intelectual y propagandístico y nuestro movimiento, por consiguiente, no pudo estar formado por dirigentes proletarios. Nuestra Internacional había sido fundada nadando contra la corriente. El fortalecimiento de los aparatos contrarrevolucionarios en esta postguerra hizo que, en cierta forma, siguiéramos nadando contra la corriente a pesar del ascenso, ya que el movimiento de masas seguía a direcciones burocráticas.
Sin embargo, a pesar de este fortalecimiento de los aparatos y de la debilidad actual de nuestra Internacional, ésta ha crecido, se ha desarrollado y ha tenido posibilidades de crecer y desarrollarse mucho más. Incluso tuvo la posibilidad de haber tomado el poder en Bolivia, lo que hubiera cambiado todo. La ley de que cuando hay ascenso se fortifican los aparatos pero también la izquierda revolucionaria, se ha dada en estos cuarenta años de ascenso revolucionario; y si este proceso no se ha dada con mucha más intensidad, se debe a la propia historia de nuestra Internacional y, más concretamente, al nefasto papel del revisionismo pablista.
El año 1951 divide en dos la historia de nuestra Internacional: antes y después del revisionismo pablista. A partir de esa fecha, en que su dirección es copada por el revisionismo, nuestra Internacional entra en crisis, se disgrega.
Anteriormente, con el asesinato de Trotsky habíamos tenido otra crisis, pero de un carácter muy diferente. Su muerte provocó una crisis de dirección que impidió que nuestra Internacional avanzara mucho más durante la postguerra. La desaparición de Trotsky es un hecho cualitativo en la historia de nuestra Internacional. Como consecuencia de su desaparición nos quedamos —de hecho sin nuestra dirección histórica. Generalmente nuestro movimiento recuerda el nefasto 21 de agosto de 1940 desde el punto de vista de la biografía de nuestro maestro y no recalca suficientemente lo que significó desde el punto de vista político para el proletariado mundial y para nuestra Internacional. Tampoco señalamos lo suficiente que el asesinato no sólo tuvo como motivación la venganza, sino un objetivo contrarrevolucionario precise: dejar sin dirección histórica personal al ascenso revolucionario de postguerra y a la Cuarta Internacional.
El stalinismo logró ese objetivo en gran medida: de hecho, nuestra Internacional se quedó sin una dirección construida y experimentada en la lucha de clases que le permitiera enfrentar los nuevos y tremendos problemas que nos plantearía la postguerra. Como consecuencia de ello, durante la guerra la dirección y el centro de nuestra Internacional quedó —de hecho— en manos del SWP que, por otra parte, si bien no dejó de cumplir un papel progresivo en la reconstrucción de nuestra Internacional durante la guerra y en la inmediata postguerra, se negó a transformarse en el eje de la dirección, que era el papel que le correspondía asumir. Debido a ello, en la inmediata postguerra la dirección cayó en manos de la nueva dirección europea, principalmente de Pablo. La muerte de Trotsky hizo que nuestra Internacional no haya sabido responder con rapidez a los nuevos fenómenos que nos planteó la guerra y la postguerra: la combinación de la guerra interimperialista con la guerra contrarrevolucionaria, la división de Alemania y su desaparición por décadas como centro del proceso revolucionario europeo, la ocupación de una parte de Europa —la del Este por la URSS, la transformación de estos estados en estados obreros burocratizados, los casos Yugoslavia y China, el plan Marshall, la reconstrucción capitalista europea y el boom económico. Los documentos de nuestra Internacional luego de la muerte de Trotsky son sectarios y rudimentarios. Su punto fuerte es la defensa de las enseñanzas de Trotsky.
Pero junta con estas gruesas fallas, gracias a su existencia, gracias a su método y a su programa, y gracias a la defensa de las enseñanzas de Lenin y Trotsky, la Cuarta Internacional fue la única corriente del movimiento obrero que supo dar respuestas marxistas revolucionarias a todos los fenómenos, aunque con tardanza. Es así como definimos correctamente a los nuevos estados obreros dirigidos por el stalinismo como burocratizados. La crisis de dirección provocada por la muerte de Trotsky se iba superando lentamente a medida que comenzaba a madurar la nueva dirección de la Internacional, principalmente las direcciones de las secciones francesa e inglesa de aquella época. Este proceso de superación de la crisis de dirección provocada por el asesinato de Trotsky se corta abruptamente como consecuencia del revisionismo pablista. El impacto de la guerra fría y de los nuevos estados obreros burocratizados bajo dominio stalinista sobre esa nueva dirección de nuestra Internacional no fogueada en la lucha de clases, tuvo efectos catastróficos: hizo volar por los aires el lento progreso y maduración; aunque no llegó a la destrucción, como se proponía Pablo, nuestra Internacional se disgregó.
Esto se debió a que nuestra dirección Internacional era —esencialmente una dirección intelectual, incapaz de resistir la presión del stalinismo y de las direcciones del movimiento de masas que parecían omnipotentes por su control de los nuevos estados obreros enfrentando en la guerra fría al imperialismo norteamericano. Ante esta doble presión de la contrarrevolución imperialista en plena contraofensiva y del stalinismo —que había ocupado el Este de Europa para mejor aplastar la movilización independiente y revolucionaria del proletariado de esos países—, Pablo capituló completamente al stalinismo y a todas las direcciones burocráticas pequeñoburguesas del movimiento obrero. Su política de entrismo sui generis , su análisis de que la guerra fría obligaría a los partidos comunistas a ir a la guerra civil y a la revolución obrera, su teoría de un siglo de estados obreros deformados, eran el intento, por parte de Pablo, de meter de con trabando dentro de nuestras filas una concepción global al servicio del stalinismo, justificatoria de su política de traición y desmovilización. Su revisionismo se concretaba en el hecho de que pretendía desarrollar la Cuarta Internacional y sus secciones, abandonando la lucha más intransigente contra el principal aparato contrarrevolucionario del movimiento de masas, el stalinismo.
El pablismo tuvo efectos devastadores sobre nuestra Internacional. No conforme con capitular al stalinismo, se comenzó a capitular a toda dirección o aparato que controlara al movimiento de masas. Esta capitulación se cobijaba bajo un falso objetivismo: la presión del movimiento de masas es tan fuerte que obligará a todas las direcciones a adoptar un curso centrista revolucionario permanente cada vez más progresivo, que las llevará inconscientemente hacia el trotskismo. Debido a la dirección pablista, el glorioso e inmaculado nombre de nuestra Internacional y del trotskismo fue arrastrado al tango del oportunismo y de la traición.
La síntesis de la traición pablista se dio en Bolivia. En este país el POR (Partido Obrero Revolucionario) boliviano, sección de la Internacional, llevado de la mano de Pablo, cometió una de las traiciones más tremendas contra una revolución en lo que va del siglo. Tan o más grande que la de los mencheviques a la Revolución Rusa, que la de los socialdemócratas durante y después de la Primera Guerra Mundial, que la de los stalinistas en China, en Alemania o en España etcétera. En Bolivia, la clase obrera, educada por el trotskismo, llevó a cabo —a principios de abril de 1952 una de las revoluciones obreras más perfectas conocida: destruyó al ejército burgués, constituyó milicias obreras y campesinas como único poder real en el país, y organizó la Central Obrera Boliviana para centralizar al movimiento obrero y a las milicias. La burocracia que dirigía la COB entregó el poder —que estaba en sus manos al partido nacionalista burgués, al MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario). El trotskismo boliviano era una potencia, tenía gran influencia en el movimiento obrero y de masas, había participado como codirección en la insurrección obrera y popular que había destruido al ejército. El Secretariado Internacional (SI), dirigido por Pablo, dio la línea traidora y reformista de apoyar críticamente al gobierno burgués. La crisis actual del trotskismo boliviano, la crisis actual de toda la Cuarta Internacional, la fortaleza del stalinismo en Bolivia y de todos los movimientos nacionalistas pequeñoburgueses en América latina, arrancan de esa política criminal de colaboración de clases que Pablo obligó a practicar en Bolivia a toda nuestra Internacional. El principio revisionista pablista era siempre el mismo: el MNR, presionado por el movimiento de masas, iba a verse obligado a hacer una revolución socialista.
El pablismo no se conformó con entregar la revolución boliviana a un gobierno burgués sino que amplió sus traiciones a Francia y a Alemania del Este. En el año 1953 estalló una gran huelga general en Francia contra la voluntad del stalinismo. El pablismo no sólo hizo entrismo en el Partido Comunista, sino que avaló la traición de éste. Lo mismo hizo con el comienzo de la revolución política en el Este de Europa. Cuando los obreros de Alemania del Este salían a una huelga general en Berlín contra la burocracia, y los tanques rusos entraban para reprimir la huelga, el Secretariado Internacional (SI) estuvo en contra de exigir el retire del Ejército Rojo, haciéndose cómplice de la represión burocrática al movimiento obrero en Alemania Oriental. Lo mismo hizo al comienzo de la revolución húngara contra el stalinismo.
Aunque Pablo es quien ha llevado hasta sus últimas consecuencias teóricas y políticas esta desviación revisionista, el revisionismo no se limita a él. Es una corriente mucho más amplia que se ha encargado de mantener, desde entonces, en una crisis permanente a nuestra Internacional. Como toda corriente revisionista es un frente sin principios, formado por distintos matices y corrientes. Esta corriente revisionista que copó la dirección de nuestra Internacional en 1951 se caracteriza por haber capitulado sistemáticamente, durante estos últimos treinta años, a las direcciones burocráticas o pequeñoburguesas del movimiento de masas y por haber abandonado nuestra intransigente lucha contra esas direcciones para construir y desarrollar nuestros partidos como única posibilidad de superar la crisis de dirección revolucionaria del movimiento de masas. Es así como el revisionismo, en lugar de denunciar a estas direcciones burocráticas y pequeñoburguesas, ha capitulado sistemáticamente ante ellas: caracterizándolas como progresivas, transformándose en el ala izquierda de corrientes burocráticas y pequeñoburguesas y abandonando toda actividad independiente trotskista claramente delimitada de esas corrientes oportunistas. Dado este carácter de frente sin principios, el revisionismo tiene a su frente distintas figuras y dirigentes caracterizados en cada etapa de su desarrollo. Pero todas estas figuras, dirigentes y matices tienen en común su línea de capitulación a esas corrientes oportunistas que dirigieron alguna revolución triunfante o algún movimiento de masas. Por eso capituló en su primera etapa al titoísmo, al maoísmo, en líneas generales al stalinismo y a sus distintas variantes, y también entonces se da la capitulación al MNR de Bolivia. A esta primera etapa revisionista le sigue una segunda, que es de capitulación al castrismo.
El hecho de que el castrismo fuera una corriente pequeñoburguesa del movimiento de masas y no una corriente directamente ligada a la burocracia cuando tomó el poder, le ha servido al revisionismo para jalonar su capitulación desde el año 1960 hasta la fecha. Esa capitulación al castrismo —la que define al estado cubano, de hecho, como obrero revolucionario y no como estado obrero burocrático— ha tenido distintas etapas. La primera fue de capitulación directa al castrismo. Posteriormente se capituló a escala latinoamericana al guerrillerismo guevarista. Esta se extendió a Europa con la capitulación a la vanguardia, primero guevarista y, luego de la muerte del Che, ultraizquierdista. Y últimamente esa capitulación al castrismo se extendió al FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) nicaragüense. Como siempre, el revisionismo tiene distintos matices en la actualidad: existe la corriente claramente revisionista que, al igual que Pablo en 1951, lleva hasta sus últimas consecuencias sus posiciones, es decir, capitula no sólo al FSLN sino directamente al castrismo, a la dirección vietnamita, a la burocracia stalinista. Hay otras corrientes que son revisionistas vergonzantes, sobre las que nos extenderemos un tanto.
Acompañando como una sombra a los dirigentes que expresan sus posiciones revisionistas con claridad y sin ambages —como Pablo en su momento y el SWP ahora—, existe una corriente centrista que es parte del mismo revisionismo. Esta corriente revisionista ha desarrollado algunos de los puntos teóricos revisionistas más importantes como, por ejemplo, que hay un neoimperialismo que desarrolla las fuerzas productivas y otras variaciones teóricas revisionistas parecidas. Lo que caracteriza a esta corriente —centrista, pero que forma parte fundamental de ese mismo revisionismo— son dos hechos: el primero, que en la forma no rompe con las formulaciones trotskistas; el segundo, que forma parte orgánica del revisionismo aunque discute con él internamente, pero sin denunciarlo como revisionista, ya que se limita a asegurar que son errores tácticos o teóricos. Si formalmente defiende algunas posiciones trotskistas es para mejor contrabandear y hacer pasar las posiciones revisionistas. Hay, de hecho, una división de tareas entre esos dos matices, una relación muy parecida a la que había entre Bernstein y Kautsky a partir del año 1914.
Sintetizando, podemos decir que el revisionismo es caracterizado por sostener, a lo largo de treinta años de su historia, lo siguiente: 1. que las fuerzas productivas de la humanidad siguen creciendo bajo esta nueva etapa imperialista que definen como neoimperialista o neocapitalista; 2. que las direcciones del movimiento de masas —burocráticas, stalinistas o pequeñoburguesas— pueden adoptar un curso centrista, permanentemente progresivo, que las lleva a posiciones revolucionarias; más concretamente, que las direcciones burocráticas o pequeñoburguesas obligadas por la presión del movimiento de masas y la presión en contra del imperialismo, y por verse obligadas a expropiar a la burguesía nacional, se convierten en centristas revolucionarias y, por lo tanto, hay que apoyarlas y no combatirlas frontalmente como direcciones oportunistas; 3. como consecuencia de lo anterior, que hay zonas del movimiento obrero, países, donde no está planteada como tarea urgente construir partidos trotskistas para derrotar a estas direcciones contrarrevolucionarias; 4. no está planteada, por lo tanto, ni la construcción de partidos trotskistas ni la revolución política en Cuba.
El centrismo dentro del revisionismo justifica su ligazón orgánica con las corrientes claramente revisionistas, argumentando que nosotros hacemos la definición de revisionistas debido a una exageración fraccionalista; que no es una definición marxista sino un epíteto. Su argumento es que el revisionismo se caracteriza por ser una corriente del marxismo que refleja los intereses de la burocracia y de la aristocracia obrera, y que en nuestra Internacional jamás ha habido una burocracia. La mitad de este razonamiento centrista es correcto: sólo hay revisionismo cuando detrás de él hay fuerzas sociales enemigas de las necesidades históricas de la clase obrera. Yerra cuando limita esas expresiones sociales solamente a la burocracia y a la aristocracia obrera.
No todas las corrientes revisionistas que conoce la historia del marxismo han sido producto de la burocracia obrera. El bernsteinismo, el primer revisionismo, el de fines del siglo pasado y principios del actual, no tuvo como soporte a la burocracia obrera, sino a la intelectualidad pequeñoburguesa que se había unido al Partido Social demócrata alemán. Y desde allí se extendió a todo el mundo reflejando a ese mismo sector social. Dentro de nuestro propio movimiento, lo mismo nos ocurrió con el shachtmanismo, con el antidefensismo: fue una corriente pequeñoburguesa intelectual que cuestionaba todos los principios fundamentales de nuestro movimiento porque reflejaba a un sector de clase extraño al movimiento obrero y a sus sectores más explotados.
El revisionismo pablista y sus socios centristas hunden sus raíces en los mismos sectores y, por la misma razón, tienen el mismo método de razonamiento que el antidefensismo. El antidefensismo tiene en común con el revisionismo que ambos abandonan la defensa de aspectos fundamentales de la herencia marxista revolucionaria. El antidefensismo abandona la defensa de la más grande conquista objetiva del movimiento obrero hasta la Segunda Guerra Mundial: el estado soviético de la URSS. Y capitula al avance de la contrarrevolución fundamentalmente en Estados Unidos. La característica del moderno revisionismo y lo que tiene de común con los antidefensistas, es que también son antidefensistas, pero no de la URSS, sino de la Cuarta Internacional, la más grande conquista subjetiva del proletariado mundial, cediendo a las presiones de los aparatos contrarrevolucionarios del movimiento de masas o de los estados obreros burocratizados que dirigieron a regañadientes algunas de las luchas y conquistas más progresivas del movimiento obrero. Ambos tienen el mismo método de aplicación del principio de identidad, pero aplicado a etapas distintas. Los antidefensistas de la URSS son revisionistas en la etapa de avance de la contrarrevolución; los antidefensistas de la Cuarta Internacional, en la etapa de avance de la revolución.
Los antidefensistas de la URSS decían: el stalinismo contrarrevolucionario es producto de un avance de la contrarrevolución y la URSS también es contrarrevolucionaria como estado. Ponían un signo igual entre la dirección contrarrevolucionaria del estado obrero y el estado obrero mismo, sin ver que eran fenómenos altamente contradictorios y que coyunturalmente formaban parte de un mismo todo, el estado obrero degenerado. El revisionismo del trotskismo actual pone un signo igual entre el avance de la revolución y las direcciones contrarrevolucionarias burocráticas: como la revolución avanza, las direcciones que están al frente del movimiento de masas, sean burocráticas o pequeñoburguesas, también avanzan inexorablemente con ella.
Este razonamiento, desde el punto de vista formal, obedece a una lógica profunda: si los partidos oportunistas seguirán empíricamente dirigiendo la revolución socialista internacional, ¿para qué ser sectarios tratando de combatir a esos partidos y oponerles los nuestros? Se niegan así a distinguir estos dos polos altamente contradictorios de la realidad contemporánea, que forman una unidad coyuntural, momentánea, poniendo un signo igual entre ellos: ascenso de la revolución es igual a transformación revolucionaria de la dirección. De este razonamiento sacan la conclusión abierta o encubierta de que la Cuarta Internacional no es mas necesaria, que puede transformarse en una sociedad fabiana internacional de la época revolucionaria. Es decir, son derrotistas respecto a la Cuarta Internacional, le hacen perder su razón de ser: la lucha intransigente contra las direcciones oportunistas en el ascenso revolucionario, hasta la derrota definitiva del aparato contrarrevolucionario en el movimiento de masas o en el estado obrero burocratizado.
Ambos revisionismos, el antidefensismo como el pablismo y la corriente centrista que apaña al pablismo, responden a la misma razón social: son dirigentes no hechos al calor de las luchas del movimiento obrero, que llegaron a la dirección como intelectuales y traicionaron como tales. Este carácter de clase de las corrientes revisionistas explica su supervivencia y el papel centrista en favor del revisionismo que le tocó jugar al otro matiz. Todo el revisionismo, en sus distintos matices, tiene en común esa base de clases que lo hace impresionista, propenso a ser impactado por los grandes hechos que publica la prensa burguesa o burocrática. Debido a eso —como toda corriente pequeñoburguesa— no cree en la clase obrera y en sus luchas revolucionarias ni en las posibilidades de la Cuarta Internacional. De ahí que siempre estén buscando atajos, variantes que nos eviten el duro y terrible lugar que tenemos como luchadores intransigentes contra los aparatos burocráticos del movimiento de masas y como constructores de partidos trotskistas en todos los países del mundo.