Escrito: En 1975.
Traducción: Ruben Tala, 2021, en base a
https://www.marxists.org/archive/mattick-paul/1975/lebel.htm
HTML: Juan Fajardo.
Pregunta: ¿Qué relevancia tiene hoy el libro de [Anton] Pannekoek [Los consejos obreros] en Europa? ¿Cree que la memoria analítica y la teoría de la experiencia pasada del comunismo de consejos, tal como las expresa Pannekoek, pueden ser “escuchadas” y comprendidas por los trabajadores actuales?
Respuesta: Un libro como el de Pannekoek no necesita una relevancia inmediata. Se ocupa de un período histórico; de sucesos pasados, así como posibles experiencias futuras, en las cuales el fenómeno de la aparición y desaparición de los consejos obreros apunta a una tendencia de desarrollo en la lucha de clases obrera y sus objetivos cambiantes.
Como cualquier otra cosa, las formas de lucha de clases son históricas en el sentido de que aparecen mucho antes de que su plena realización se convierta en una posibilidad real. Por ejemplo, los sindicatos surgieron espontáneamente al comienzo mismo del desarrollo del capitalismo como instrumentos de la clase obrera en su resistencia a la explotación, sólo para desaparecer nuevamente debido a obstáculos determinados objetivamente para su desarrollo posterior. Aun así, su irrelevancia temporal no impidió su pleno desenvolvimiento bajo condiciones cambiantes, que luego determinaron su carácter, posibilidades y limitaciones. Asimismo, los consejos obreros hicieron su aparición en condiciones que impedían la liberación de todas sus potencialidades revolucionarias.
El contenido de las convulsiones sociales en las que surgieron los primeros consejos obreros no se adecuaba a su forma organizativa. Los consejos obreros rusos [Soviets] de 1905 y 1917, por ejemplo, lucharon por una democracia burguesa constitucional y por objetivos sindicales como la jornada de ocho horas y salarios más altos. Los consejos obreros alemanes de 1918 renunciaron al poder político -que habían ganado momentáneamente- en favor de la Asamblea Nacional burguesa y el ilusorio camino evolutivo que proponía la socialdemocracia alemana. En cualquier caso, los consejos obreros sólo podían eliminarse a sí mismos cuando su forma organizativa contradecía sus limitados objetivos políticos y sociales. Lo que explica la decadencia y, finalmente, la destrucción forzosa del movimiento de consejos fue, en Rusia, la falta de preparación objetiva para una revolución socialista y, en Alemania, la falta de voluntad subjetiva de realizar el socialismo por medios revolucionarios. Sin embargo, fueron los consejos obreros, no las organizaciones obreras tradicionales, los que aseguraron el éxito de los levantamientos revolucionarios, por limitados que fueran.
Aunque los consejos obreros revelaron que el proletariado es bastante capaz de desarrollar sus propios instrumentos revolucionarios -ya sea en combinación con las organizaciones obreras tradicionales, o en oposición a ellas- en el momento de su formación sólo tenían conceptos muy vagos, o ninguno en absoluto, de cómo consolidar su poder y utilizarlo para cambiar la sociedad. Por tanto, recurrieron a los instrumentos políticos del pasado.
La cuestión de si la idea del consejo, tal como la elabora Pannekoek, podría ser entendida y adoptada por los trabajadores hoy en día, es bastante extraña, porque la idea del consejo no implica más, pero tampoco menos, que la autoorganización de los trabajadores donde sea y cuando sea que esto se convierta en una necesidad ineludible en la lucha por sus necesidades inmediatas, o por metas de mayor alcance, que ya no pueden ser alcanzadas mediante las organizaciones obreras tradicionales como los sindicatos y los partidos políticos.
Una lucha particular dentro de una fábrica o una industria, y la extensión de la lucha a áreas más amplias y en mayor número, puede requerir un sistema de delegados, comités de acción o consejos obreros. Tales luchas pueden o no encontrar el apoyo de las organizaciones obreras existentes. En caso contrario, deberán ser llevadas a cabo de forma independiente, por los propios trabajadores combatientes, que deberán autoorganizarse. En circunstancias revolucionarias, esto puede conducir a un sistema de consejos obreros muy extendido, como base para una reorganización total de la estructura social. Por supuesto, sin una situación revolucionaria, que exprese una condición de crisis social, la clase obrera no se preocupará por las implicaciones más amplias del sistema de consejos, aunque podría organizarse para luchas particulares a través de ellos.
La descripción de Pannekoek de la teoría y la práctica de los consejos obreros no se relaciona, por lo tanto, más que con las propias experiencias de los trabajadores. Pero lo que los trabajadores experimentan también lo pueden comprender y, en condiciones favorables, aplicarlo en su lucha dentro y contra el sistema capitalista.
P : ¿Cómo cree que surgió el libro de Pannekoek y qué relación tenía con su práctica (en Alemania u Holanda)? ¿Cree que su libro y su ensayo sobre el sindicalismo (en Living Marxism) se aplican a las condiciones actuales?
R: Pannekoek escribió su libro sobre los consejos obreros durante la Segunda Guerra Mundial. Fue un resumen de la experiencia de su vida sobre la teoría y la práctica del movimiento obrero internacional y del desarrollo y transformación del capitalismo dentro de varias naciones y en su conjunto. Termina con el triunfo temporal de un capitalismo revivido, aunque modificado, y con la subyugación total de los intereses de la clase obrera a las necesidades competitivas de los sistemas capitalistas rivales que se preparan para nuevos conflictos imperialistas.
A diferencia de las clases dominantes, que se adaptan rápidamente a las condiciones cambiantes, la clase obrera, al seguir adhiriendo a las ideas y actividades tradicionales, se encuentra en una situación de impotencia y, aparentemente, desesperada. Y como los cambios socioeconómicos cambian las ideas sólo gradualmente, puede pasar un tiempo considerable antes de que surja un nuevo movimiento obrero, adaptado a las nuevas condiciones.
Aunque la existencia continuada del capitalismo, ya sea en su forma privada o capitalista de estado, demostró que la expectativa que teníamos sobre el crecimiento de un nuevo movimiento obrero al principio de la Segunda Guerra Mundial era prematura, la continua resiliencia del capitalismo no hace desaparecer a sus contradicciones inmanentes y, por tanto, no liberará a los trabajadores de la necesidad de ponerle fin.
Por supuesto, con el capitalismo todavía en el trono, las viejas organizaciones obreras, partidos parlamentarios y sindicatos, también se mantienen. Pero ya son reconocidas, y se reconocen a sí mismas, como parte integrante del capitalismo, destinadas a hundirse con el sistema del cual depende su existencia.
Mucho antes de que se convirtiera en un hecho obvio, Pannekoek tenía claro que el antiguo movimiento obrero era un producto histórico del capitalismo en ascenso, ligado a esta etapa particular de desarrollo, en la que la cuestión de la revolución y el socialismo sólo podían plantearse pero no responderse. En ese momento, estas organizaciones obreras estaban destinadas a degenerar en herramientas del capitalismo. El socialismo dependía ahora del surgimiento de un nuevo movimiento obrero, capaz de crear las condiciones previas para el autogobierno proletario.
Si los trabajadores iban a hacerse cargo del proceso de producción y determinar la distribución de sus productos, necesitaban, incluso antes de esta transformación revolucionaria, funcionar y organizarse de una manera completamente diferente a la del pasado. En ambas formas de organización, los partidos parlamentarios y los sindicatos, los trabajadores delegan su poder en grupos especiales de líderes y organizadores, que se supone que actúan en su nombre, pero en realidad solo fomentan sus propios intereses separados. Los trabajadores perdieron el control sobre sus propias organizaciones. Pero incluso si esto no hubiera sido así, estas organizaciones eran totalmente inadecuadas para servir como instrumentos tanto para la revolución proletaria como para la construcción del socialismo. Los partidos parlamentarios eran un producto de la sociedad burguesa, una expresión de la democracia política del capitalismo del laissez-faire y solo tenían sentido en este contexto. No tienen cabida en el socialismo, que se supone que acabará con las luchas políticas poniendo fin a los intereses especiales y las relaciones de clase social. Como no hay espacio ni necesidad de partidos políticos en una sociedad socialista, su superfluidad futura explica su ineficacia actual como instrumentos de cambio revolucionario. Los sindicatos tampoco tienen funciones en el socialismo, que no conoce las relaciones salariales y que organiza su producción no en función de industrias y oficios específicos, sino de acuerdo con las necesidades sociales.
Dado que la emancipación de la clase obrera solo puede ser lograda por los propios trabajadores, deben organizarse como clase para tomar y mantener el poder. Con respecto a las condiciones actuales, sin embargo, que todavía no son de naturaleza revolucionaria, la forma “de consejo” de las actividades de la clase trabajadora no traiciona directamente sus potencialidades revolucionarias de mayor alcance, sino que es una mera expresión de la integración de las organizaciones obreras tradicionales en el sistema capitalista. Los partidos parlamentarios y los sindicatos pierden su limitada eficacia cuando ya no es posible combinar una mejora del nivel de vida de los trabajadores con una expansión progresiva del capital. En condiciones que impiden una acumulación capitalista suficiente, es decir, en condiciones de crisis económica, las actividades reformistas de los partidos políticos y sindicatos dejan de ser operativas y estas organizaciones se abstienen de sus supuestas funciones, pues ahora pondrían en peligro al propio sistema capitalista. Más bien intentarán ayudar a sostener el sistema, hasta el punto de sabotear directamente las aspiraciones de los trabajadores de mejores condiciones de vida y de trabajo. Ayudarán al capitalismo a superar su crisis a expensas de los trabajadores.
En tal situación, los trabajadores, no dispuestos a someterse a los dictados del capital, se ven obligados a recurrir a actividades no autorizadas por las organizaciones obreras oficiales, a las llamadas huelgas salvajes, ocupaciones de fábricas y otras formas de acción directa fuera del control de las organizaciones obreras establecidas. Estas actividades autodeterminadas, con su estructura temporal de consejos, indican la posibilidad de su aplicación radical en las situaciones revolucionarias futuras, reemplazando las formas organizativas tradicionales, que se han convertido en un obstáculo tanto para la lucha por las necesidades inmediatas como por los objetivos revolucionarios.
P: ¿Puede dar algunos ejemplos prácticos y concretos de cómo funcionan los consejos obreros (en Rusia, Alemania, Hungría, etc.) y en qué se diferencian de las organizaciones sindicales o de los partidos tradicionales? ¿Cuáles son las diferencias básicas? ¿Cómo chocan partido y consejo o sindicato?
R: En la medida en que toda huelga, manifestación, ocupación u otro tipo de actividad anticapitalista que ignora a las organizaciones obreras oficiales y escapa de sus controles, adquiere el carácter de una acción de clase obrera independiente, que determina su propia organización y procedimientos, puede considerarse como un movimiento de consejos. Así, a mayor escala, la organización espontánea de levantamientos revolucionarios, como los que ocurrieron en Rusia en 1905 y 1917, en Alemania en 1918, y más tarde -contra las autoridades capitalistas de estado- en Hungría, Checoslovaquia y Polonia, se valieron de los consejos obreros como la única forma de acción posible de la clase obrera en condiciones en las que todas las instituciones y organizaciones establecidas se han convertido en defensoras del statu quo.
Estos consejos surgen por necesidad, pero también por la oportunidad que brindan los procesos de producción capitalistas, que ya son las formas “naturales” de las actividades y organización de la clase trabajadora. Aquí los trabajadores están "organizados" como clase contra la clase capitalista; el lugar de explotación es también el vehículo de su resistencia a la opresión capitalista. “Organizados” por sus gobernantes en fábricas, industrias, ejércitos o en barrios obreros, los trabajadores convirtieron estas “organizaciones” en las suyas, utilizándolas para sus esfuerzos independientes y bajo su propio liderazgo. Este liderazgo era elegido por los mismos trabajadores y era revocable en todo momento.
Así se eliminó la divergencia históricamente desarrollada entre las organizaciones obreras institucionalizadas y la clase obrera en general, y se resolvió la aparente contradicción entre organización y espontaneidad. Hasta ahora, sin duda, los consejos obreros han encontrado sus limitaciones en los límites propios de las acciones espontáneas en condiciones desfavorables. Han sido la expresión esporádica de movimientos esporádicos, hasta ahora incapaces de convertir en realidad su potencial para convertirse en la estructura organizativa de las relaciones no explotadoras. La diferencia básica entre el movimiento de consejos y las organizaciones obreras tradicionales es que mientras las últimas pierden sus funciones en un capitalismo en decadencia y no tienen nada que contribuir a la construcción del socialismo, las primeras no solo se convierten en la única forma de acción efectiva de la clase obrera, independientemente del estado en el que se encuentre el capitalismo, sino que son, al mismo tiempo, el embrión de la estructura organizativa de una sociedad socialista.
P: ¿Ve alguna similitud (en intención, resultado o forma) entre el comunismo de consejos y las luchas obreras actuales en los Estados Unidos y Europa? ¿Cree que algún hecho reciente indica una evolución significativa y cualitativa hacia un tipo diferente de sociedad? ¿O cree que las recientes luchas destacadas (mayo del 68, Lordstown, LIP, etc.) son más de lo mismo, viejas modernizaciones programadas del capitalismo?
R: Existe, sin duda, una conexión entre las recientes expresiones de acciones autodeterminadas de la clase obrera, como el movimiento francés de mayo de 1968, la ocupación de LIP, pero también las rebeliones de los trabajadores en Alemania Oriental, Polonia e incluso Rusia, y el reconocimiento “instintivo” así como consciente de que las formas de acción representadas por el concepto y la realidad de los consejos obreros son una exigencia necesaria para las luchas obreras en las condiciones imperantes. Incluso las huelgas no oficiales en los Estados Unidos pueden considerarse como una primera expresión de una conciencia de clase en desarrollo, que se dirige no solo contra el obvio enemigo capitalista, sino también contra el movimiento obrero oficial integrado al capitalismo.
Sin embargo, las tradiciones siguen siendo poderosas y las instituciones que se nutren de ellas forman parte de la resiliencia del capitalismo. Parece que se requieren situaciones mucho más catastróficas que las experimentadas recientemente para liberar todo el poder de las acciones de masas espontáneas, superando no solo a los defensores del capitalismo sino al sistema mismo. En la medida en que las luchas obreras recientes y futuras escaparon o escapan a la influencia y al control de las autoridades capitalistas, a las que también pertenece la dirección del movimiento obrero oficial, fueron y serán movimientos que no pueden integrarse al sistema capitalista y, por lo tanto, constituyen verdaderos movimientos revolucionarios.
P: Si surgen nuevas huelgas generales (como mayo del 68) u otros movimientos revolucionarios de masas, ¿cree que pueden evolucionar hacia consejos obreros, fuera de los partidos y sindicatos? ¿Cómo? ¿Qué cree que se puede hacer para deshacerse de los partidos y sindicatos que impiden la autoorganización y la democracia directa?
R: En una crisis generalizada del capitalismo siempre existe la posibilidad de que los movimientos sociales que resulten de ella vayan más allá de los obstáculos que les ponen las formas tradicionales de actividad económica y política, y procedan de acuerdo con nuevas necesidades, en las que se encuentra la necesidad de formas efectivas de organización. Sin embargo, así como el capitalismo no abdicará por sí solo, las organizaciones obreras existentes harán todo lo posible para mantener el control de estos movimientos sociales y orientarlos hacia metas que les sean favorables.
En el "mejor" caso, si no logran ayudar a asegurar el status quo, dirigirán una posible agitación revolucionaria hacia los canales del capitalismo de estado, con el fin de mantener relaciones de producción social que no solo permitirían su existencia futura, sino que también transformarían a sus organizaciones en instrumentos de un sistema capitalista modificado, y a sus burocracias en una nueva clase dominante. En resumen, en todo caso, intentarían convertir una revolución socialista potencial en una revolución capitalista de estado, con resultados similares a los de las llamadas naciones socialistas. Esa es la razón más urgente para defender y tratar de establecer consejos obreros en cualquier situación revolucionaria, y para intentar concentrar en ellos todo el poder necesario para la autodeterminación de la clase obrera. El control social a través de los consejos obreros es una posibilidad futura entre otras. La probabilidad de su realización es quizás menor que la probabilidad de una transformación capitalista de estado.
P: ¿Cree que los consejos siguen siendo, hoy en día, el patrón básico de una sociedad comunista, o deben actualizarse para adaptarse a las condiciones actuales?
R: El comunismo será un sistema de consejos obreros o no existirá. La "asociación de productores libres e iguales", que determina su propia producción y distribución, es pensable sólo como un sistema de autodeterminación en el punto de la producción, y la ausencia de cualquier otra autoridad que la voluntad colectiva de los propios productores. Significa el fin del Estado, o cualquier sistema de explotación basado en el Estado.
La producción debe ser planificada, sin la intervención de las relaciones de cambio y las vicisitudes del sistema de mercado. La regulación del carácter social de la producción debe descartar las relaciones fetichistas de valor y precio, y debe realizarse en términos de economía del tiempo, con el tiempo de trabajo directo como medida de cálculo (allí donde aún se requiere el cálculo). Una presuposición de tal desarrollo es la ausencia de un gobierno central con poder político propio. Las instituciones centrales del sistema de consejos son meras empresas entre otras, sin un aparato especial para hacer valer su voluntad sin el consentimiento de otros consejos o de otras empresas. La estructura del sistema debe ser tal que combine la regulación central con la autodeterminación de los productores.
En las condiciones de subdesarrollo que enfrentaron los primeros consejos después de una revolución política exitosa (la referencia es a Rusia en 1917) era prácticamente imposible realizar una sociedad comunista basada en consejos obreros. Las condiciones imperantes en las naciones capitalistas desarrolladas, en cambio, permiten mucho mejor la actualización del socialismo a través del sistema de consejos. Es precisamente la forma más avanzada de capitalismo, con su tecnología avanzada, alta productividad y red de comunicación, la que ofrece una base material para el establecimiento del comunismo basado en un sistema de consejos obreros.
La idea del consejo no es cosa del pasado, sino la propuesta más realista para el establecimiento de una sociedad socialista. Nada de lo que ha evolucionado durante las últimas décadas le ha robado su viabilidad; por el contrario, se ha limitado a fundamentar el carácter no utópico de los consejos obreros y la probabilidad del surgimiento de una sociedad verdaderamente comunista.