OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

CARTAS DE ITALIA

 

 

TENDENCIAS DE LA NUEVA CAMARA1

 

Están actualmente en discusión dos proble­mas de la situación parlamentaria: la orienta­ción socialista y la orientación "fascista". So­bre estos problemas polemiza exorbitantemente la prensa de todos los sectores.

Algunos periódicos han anunciado, la inmi­nencia de la colaboración socialista. o de la colaboración simplemente legislativa, sino de la colaboración en el gobierno, de la colaboración con la monarquía.

Pero ésta es una previsión apresurada e ima­ginativa.

No hay duda de que el Partido Socialista vi­ra a la derecha. Serrati mismo —maximalista hace un año— lo confiesa en el Avanti. Y no sería indispensable que Serrati lo confesase. La política del Partido es visiblemente otra, desde el Congreso de Livorno. En ese Congreso, el so­cialismo cambió de rumbo. Por esto nació el Partido Comunista.

Además existe una razón contingente que pue­de aconsejar a los socialistas la participación en el gobierno. Esa razón es la necesidad de poner atajo y término al "fascismo". Para librarse del "fascismo", los socialistas tienen que elegir en­tre dos caminos únicos: la violencia o la lega­lidad. Contra la violencia se han declarado ya los órganos directivos de la agrupación. Por consiguiente, ésta debe encauzar su acción dentro de la legalidad. Y el camino de la legalidad puede conducirla al gobierno. Porque sólo desde el gobierno el empleo de la legalidad puede ser efi­ciente para debelar y desarmar al "fascismo". Todo esto es muy cierto y en todo esto reposan las conjeturas de la prensa acerca de un pro­bable colaboracionismo socialista. Es evidente, sin embargo, que hay que descartar por ahora la posibilidad de tal colaboracionismo.

La política socialista está subordinada al ve­to del Congreso de Livorno. La mayoría socialistas disintió en el Congreso de Livorno de la minoría comunista. Pero mantuvo sus puntos de vista clasistas y revolucionarios. Aceptó casi ín­tegramente los veintiún principios del Comité de la Tercera Internacional. Y se colocó así, de nuevo, en el terreno intransigente de la lucha de clases.

Los socialistas oficiales no podrían, pues, orientarse hacia el colaboracionismo sin una revisión esencial de su programa y sin la revoca­ción de los acuerdos de Livorno. Esta revisión, esta revocación, tocarían a un congreso nacio­nal del partido. Congreso en el cual, dadas las circunstancias políticas presentes, difícilmente prevalecerían tendencias colaboracionistas.

La historia del Partido Socialista Italiano es la historia de un partido inflexiblemente anti­colaboracionista. El Partido Socialista Italiano es uno de los partidos socialistas europeos que, ni aun en los días de la guerra, han participado en el gobierno. Virgen de todo ministerialismo, no ha tolerado en su seno corrientes explícita-mente colaboracionistas. En 1912, en el Congreso de Reggio Emilia, votó la expulsión de Bisso­latti, Bonomi y otros diputados partidarios de la colaboración con la monarquía.

Admitamos que estas consideraciones prin­cipistas e históricas hayan perdido un poco su fuerza clásica. Son consideraciones fundamen­tales actuales las que más se oponen hoy a la colaboración socialista. La nueva Cámara proviene de unas elecciones convocadas contra el socialismo, para reducir la influencia socialista en el parlamento. Luego, aunque la colaboración socialista esté madura, no es ésta la legislatura en que puede inaugurarse. El estado de ánimo de las masas socialistas no es propicio para un acuerdo con la monarquía. Así lo sienten Tura­ti y Treves, los líderes de la derecha socialis­ta, a los que, por ende, correspondería decidir la oportunidad de una colaboración.

Los socialistas oficiales acentuarán, seguramente, su orientación a la derecha. Renuncia­rán a la táctica revolucionaria. Aumentarán su distanciamiento de los comunistas y de la Tercera Internacional. Pero, por el momento, no pasarán a un terreno colaboracionista. No aban­donarán intempestivamente sus premisas anti­monárquicas.

Hablar de colaboración socialista es, en consecuencia, prematuro. La orientación socialista no mudará sustancialmente en esta legislatura. Los socialistas continuarán en la oposición. El ministerio, cualquiera que él sea, tendrá en con­tra sus ciento veintidós votos.

La orientación "fascista" es de una impor­tancia secundaria. Entre otras razones, porque los diputados "fascistas" no son sino treinta y cinco. Mas una declaración de su líder Benito Mussolini ha suscitado el debate público res­pecto de ella. Mussolini ha dicho que los "fas­cistas" son tendencialmente republicanos. Y, na­turalmente, los partidos monárquicos se han so­bresaltado. Han llamado al orden al "fascismo" y a su caudillo. ¿Qué es eso de hacer cuestión de la forma de gobierno?

Los diputados "fascistas", más o menos mo­nárquicos en parte, se han apresurado a obser­var que, como Mussolini lo ha definido, el repu­blicanismo "fascista" es únicamente "tenden­cial". Pero ni aún esta aclaración ha tranquili­zado completamente a los partidos monárqui­cos. El republicanismo "fascista" los desconten­ta, aunque se califique teórico y convencional. Y esto es explicable. Italia no es una nación donde la crisis política sea propiamente una crisis de la monarquía. Pero es siempre una na­ción donde los partidos anti-dinásticos son ya tres —el Socialista, el Republicano y el Comu­nista— y donde otro partido —el del Centro Ca­tólico— por su adhesión a la Santa Sede no es­tá muy vinculado a la dinastía de los Saboya.

La profesión de fe republicana del partido que se halla a la vanguardia de las fuerzas cons­titucionales en la ofensiva contra el socialismo revolucionario, no puede, pues, dejar de desa­zonar a los monárquicos celosos y vigilantes.

La amistad del "fascismo" con los partidos constitucionales se ha enfriado mucho, por este motivo, después de las elecciones. Los más redomados sonríen escépticamente del republica­nismo de Mussolini, estimándolo absolutamente platónico y, por lo tanto, inocuo. Mussolini —observan— ha sido socialista hasta ayer y por coherencia con su pasado tiene que colorear de republicanismo su nuevo programa. Pero, con todo, las aprensiones no se desvanecen fácilmen­te. Y es que en los partidos constitucionales se desconfía del condotiero del "fascismo". Es­pecialmente cuando se recuerda que Mussolini sueña con la dictadura de D'Annunzio y que D'Annunzio mismo es propenso a veleidades anti-dinásticas. Y hasta a poéticos proyectos de golpes de Estado.

 


NOTAS:

1 Fechado en Roma, mayo de 1921; publicado en El Tiem­po, Lima, 5 de setiembre de 1921.