De las
Obras Escogidas de Mao Tse-tung
EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERAS
PEKIN 1972
Primera edición 1968
(2a impresión 1972)
Tomo III, págs. 2077-79.
Digitalizado y preparado para el internet: Por el Movimiento
Popular Perϊ de Alemania, 1993.
Esta edición: Marxists Internet Archive, mayo de 2001.
SOBRE EL GOBIERNO DE COALICION (24 de abril de 1945 ) |
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I.
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Las demandas fundamentales del pueblo chino |
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II.
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La situación internacional y la situación nacional |
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Las dos líneas en la Guerra de Resistencia contra el Japón
La clave de los problemas de China La historia sigue un camino sinuoso Guerra popular Los dos frentes de la guerra Las regiones liberadas de China Las regiones dominadas por el Kuomintang Un contraste ¿Quién "sabotea la Resistencia y pone en peligro a la nación"? "Desobediencia a las órdenes gubernamentales y militares" El peligro de una guerra civil Las negociaciones Dos perspectivas |
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La política del Partido Comunista de China
Nuestro programa general Nuestro programa concreto Las tareas en las regiones dominadas por el Kuomintang Las tareas en las regiones ocupadas por el Japón Las tareas en las regiones liberadas |
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V.
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¡Que todo el Partido se una y luche por el cumplimiento de
sus tareas! |
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SOBRE EL GOBIERNO DE COALICION[*]
I. LAS DEMANDAS FUNDAMENTALES DEL
PUEBLO CHINO
Nuestro Congreso se celebra en las siguientes circunstancias: Después de casi ocho años de la resuelta, heroica e indomable lucha contra los agresores japoneses sostenida por el pueblo chino a costa de incontables penalidades y sacrificios, ha surgido una nueva situación: se ha logrado la victoria decisiva en la sagrada y justa guerra en escala mundial contra los agresores fascistas, y se avecina el momento en que el pueblo chino, en coordinación con los países aliados, derrotará a los agresores japoneses. Pero China continúa desunida y sigue atravesando una grave crisis. En tales circunstancias, ¿qué debemos hacer? Sin duda alguna, en China se necesita urgentemente establecer un gobierno provisional democrático de coalición que agrupe a los representantes de todos los partidos y grupos políticos así como a personalidades sin partido, para realizar las reformas democráticas, superar la actual crisis, movilizar y unificar a todas las fuerzas antijaponesas del país y, luchando en eficaz coordinación con los países aliados, derrotar a los agresores japoneses de modo que el pueblo chino se libere de sus garras. Luego, debe convocarse una asamblea nacional sobre una amplia base democrática y crearse un gobierno democrático definitivo que también sea de coalición e incluya en forma aún más amplia a los representantes de todos los partidos y grupos políticos así como a personalidades sin partido, gobierno que habrá de dirigir a todo el pueblo liberado en la construcción de una
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nueva China, independiente, libre, democrática, unificada, próspera y poderosa. En una palabra, hay que seguir la línea de unidad y democracia, derrotar a los agresores y construir una nueva China.
Estimamos que sólo procediendo así se puede interpretar las demandas fundamentales del pueblo chino. Mi informe, pues, abordará principalmente estas demandas. El que deba o no crearse en China un gobierno democrático de coalición ha llegado a ser un problema que preocupa mucho al pueblo chino y a la opinión pública democrática en los países aliados. Por eso, en mi informe prestaré particular atención a esclarecerlo.
En ocho años de resistencia al Japón,
el Partido Comunista de China ha superado numerosas dificultades y logrado
grandes éxitos; sin embargo, en las circunstancias actuales, nuestro
Partido y nuestro pueblo continúan enfrentados a serias dificultades.
La presente situación exige que el Partido se dedique en forma aún
más efectiva al cumplimiento de sus tareas urgentes y siga superando
las dificultades y luchando por la realización de las demandas fundamentales
del pueblo chino.
¿Podrá el pueblo chino hacer realidad dichas demandas fundamentales? Eso depende del grado que alcancen su conciencia política, su unidad y sus esfuerzos. En todo caso, la actual situación internacional y nacional ofrece al pueblo chino condiciones sumamente favorables. Si sabe aprovecharlas como es debido y continúa luchando activa, resuelta y tenazmente, no cabe duda de que vencerá a los agresores y construirá una nueva China. El pueblo chino debe redoblar sus esfuerzos en la lucha por el cumplimiento de sus sagradas tareas.
¿Cuál es la presente situación internacional?
En lo militar es la siguiente: El ejército soviético ha comenzado su asalto a Berlín y, en coordinación con él, las fuerzas aliadas de Inglaterra, EE.UU. y Francia también están asestando golpes a lo que queda de las hordas hitlerianas, en tanto que el pueblo italiano
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se ha sublevado. Todo ello permitirá destruir a Hitler de una vez para siempre. Y cuando esto ocurra, no estará lejana la derrota de los agresores japoneses. Al contrario de los cálculos de los reaccionarios chinos y extranjeros, indefectiblemente las fuerzas agresoras fascistas serán derrocadas y las fuerzas democráticas populares triunfarán. El mundo marchará por el camino del progreso, y en modo alguno por el de la reacción. Desde luego, debemos permanecer muy alerta y tener en cuenta la posibilidad de que en el curso de los acontecimientos se produzcan de nuevo algunos zigzags temporales, inclusive algunos serios; en muchos países todavía son poderosas las fuerzas reaccionarias, que no quieren que los pueblos de sus propios países y de los demás se unan, progresen y se liberen. Quien pierda de vista esto cometerá errores políticos. Con todo, la tendencia general de la historia ya está definitivamente fijada, y de ninguna manera cambiará. La situación es desfavorable solamente para los fascistas, así como para los reaccionarios de los diversos países, que en la práctica los ayudan, mientras que es beneficiosa para todos los pueblos y sus fuerzas democráticas organizadas. El pueblo, y sólo el pueblo, es la fuerza motriz que hace la historia mundial. El pueblo soviético ha creado un gran poderío y desempeña el papel principal en la derrota del fascismo. Son sus esfuerzos, mancomunados con los de los pueblos de los demás aliados antifascistas, los qué hacen posible la derrota del fascismo. La guerra ha educado al pueblo, y el pueblo ganará la guerra, la paz y el progreso.
Esta nueva situación es bien diferente de la que existió durante la Primera Guerra Mundial. En aquel entonces, aún no había surgido la Unión Soviética, y en numerosos países la conciencia política del pueblo no era tan elevada como hoy. Las dos guerras mundiales representan dos épocas completamente distintas.
La derrota de los países agresores fascistas, la terminación de la Segunda Guerra Mundial y la instauración de la paz internacional no significarán el cese de la lucha. Las fuerzas fascistas remanentes, ampliamente diseminadas, continuarán creando disturbios; dentro del campo que lucha contra la agresión fascista hay fuerzas antidemocráticas y opresoras de otras naciones, fuerzas que no dejarán de oprimir a los pueblos de diversos países y a las colonias y semicolonias. Por consiguiente, aun después del establecimiento de la paz internacional, en una gran parte del mundo seguirán siendo numerosas las
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luchas entre las masas populares antifascistas y las fuerzas fascistas remanentes, entre las fuerzas democráticas y las antidemocráticas, entre las fuerzas de liberación nacional y las de opresión nacional. Los pueblos alcanzarán la más amplia victoria sólo cuando hayan eliminado, mediante prolongados esfuerzos, a las fuerzas fascistas remanentes, a las fuerzas antidemocráticas y a todas las fuerzas imperialistas. Ese día no llegará rápida ni fácilmente, pero llegará sin falta. La victoria en la Segunda Guerra Mundial antifascista desbrozará el camino a la victoria de los pueblos en sus luchas de postguerra. Y, a su vez, la victoria en estas luchas es imprescindible para asegurar una paz sólida y duradera.
¿Cuál es la presente situación nacional?
La larga guerra que sostiene China ha costado y costará enormes sacrificios a su pueblo, pero, junto con ello, esta misma guerra lo ha templado. Más que ninguna de las grandes luchas realizadas por él en los últimos cien años, esta guerra ha contribuido a elevar su conciencia política y a promover su unidad. El pueblo chino enfrenta, además de un formidable enemigo nacional, las poderosas fuerzas reaccionarias internas, que en la práctica ayudan a ese enemigo. Pero esto no es más que un aspecto de la cuestión. El otro es que el pueblo chino no sólo tiene una conciencia política más elevada que nunca, sino que cuenta con poderosas regiones liberadas y con un movimiento democrático en escala nacional que crece día a día. Estas son las condiciones favorables de orden interno. Si todas las luchas realizadas en los últimos cien años por el pueblo chino fracasaron o sufrieron reveses a causa de la ausencia de ciertas condiciones internacionales e internas necesarias, hoy la situación ha cambiado, ya que se presentan todas las condiciones indispensables. Es perfectamente posible evitar la derrota y obtener la victoria. Si sabemos unir a todo el pueblo en una lucha resuelta y le damos una orientación apropiada, la victoria será nuestra.
Se ha fortalecido extraordinariamente la confianza del pueblo chino en que podrá, con su unidad, derrotar a los agresores y construir una nueva China. Ha llegado la hora en que el pueblo chino, superando todas las dificultades, hará realidad sus demandas fundamentales, de trascendental significación histórica. ¿Aún cabe duda al respecto? Creo que no.
Tal es la actual situación general en los planos internacional y nacional.
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LA CLAVE DE LOS PROBLEMAS DE CHINA
Al abordar la situación nacional, también debemos hacer un análisis concreto de la Guerra de Resistencia contra el Japón.
China es una de las cinco grandes potencias del mundo que toman parte en la guerra antifascista, y el principal país que lucha contra los agresores japoneses en el continente asiático. El papel del pueblo chino no sólo es sumamente grande en la guerra contra el Japón, sino que lo será también en el mantenimiento de la paz mundial en la postguerra, y será decisivo en el mantenimiento de la paz en el Oriente. Para liberarse a sí misma y para ayudar a los países aliados, China ha realizado inmensos esfuerzos durante ocho años de guerra. Estos esfuerzos han sido hechos principalmente por su pueblo. En el frente, gran número de oficiales y soldados de las fuerzas armadas chinas han luchado y derramado su sangre; en la retaguardia, los obreros, los campesinos, la intelectualidad y los círculos industriales han trabajado con ahínco; los chinos de ultramar han brindado su apoyo financiero a la guerra, y han hecho su contribución a ella todos los partidos políticos antijaponeses, a excepción de los elementos antipopulares. En resumen, durante ocho largos años, el pueblo chino, con su sangre y su sudor, ha combatido heroicamente contra los agresores japoneses. Sin embargo, desde hace años, los reaccionarios chinos han venido propalando infundios, embaucando a la opinión pública, para ocultar al mundo el verdadero papel que desempeña el pueblo chino en esta guerra. Por otra parte, nadie ha hecho todavía un balance completo de la experiencia adquirida por China a lo largo de sus ocho años de resistencia al Japón. Por consiguiente, corresponde al presente Congreso hacer un apropiado balance de toda esta experiencia, a fin de educar al pueblo y proporcionar al Partido las bases para la elaboración de su política.
Cuando se trata de hacer tal balance, todo el mundo advierte claramente que en China hay dos líneas directrices diferentes. Una lleva a derrotar a los agresores japoneses, mientras que la otra, lejos de ello, en realidad los ayuda en algunos aspectos, perjudicando a la Resistencia.
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La política del gobierno del Kuomintang de
resistencia pasiva al Japón y su reaccionaria política interna
de represión activa del pueblo, han acarreado los reveses militares,
la pérdida de gran parte del territorio nacional, la crisis financiera
y económica, la opresión y la miseria para el pueblo y el
resquebrajamiento de la unidad nacional. Estas políticas reaccionarias
han obstaculizado la movilización y unificación de todas
las fuerzas antijaponesas del pueblo chino para una eficaz prosecución
de la guerra, así como el despertar y la unión de nuestro
pueblo. No obstante, el proceso del despertar y la unión del pueblo
chino nunca se ha detenido, sino que se ha desarrollado siguiendo un curso
sinuoso bajo la doble opresión de los agresores japoneses y del
gobierno del Kuomintang. En China, desde hace mucho existen nítidamente
dos líneas distintas: la línea del gobierno del Kuomintang,
de opresión contra el pueblo y de resistencia pasiva, y la línea
del pueblo chino, de despertar y unirse para llevar a cabo una guerra popular.
Aquí está la clave de todos los problemas de China.
Para que se comprenda por qué esta cuestión de las dos líneas constituye la clave de todos los problemas de China, hay que traer a la memoria la historia de nuestra Guerra de Resistencia.
La Guerra de Resistencia del pueblo chino contra el Japón ha seguido un camino sinuoso. Comenzó ya en 1931. El 18 de septiembre de ese año, los agresores japoneses se apoderaron de Shenyang, y en pocos meses ocuparon las tres provincias del Nordeste. El gobierno del Kuomintang adoptó una política de no resistencia. Pero el pueblo y el sector patriota de las tropas de esas provincias, bajo la dirección o con la ayuda del Partido Comunista de China y contra la voluntad del gobierno del Kuomintang, organizaron destacamentos de voluntarios antijaponeses y el Ejército Unido Antijaponés del Nordeste y emprendieron una heroica guerra de guerrillas. Esta guerra cobró en determinado período grandes proporciones y, a pesar de sus numerosas dificultades y reveses, nunca ha sido extinguida por el enemigo. En l932, cuando los agresores japoneses atacaron Shanghai, nuevamente un grupo de patriotas dentro del Kuomintang desafiaron la voluntad de su gobierno y condujeron al XIX Ejército a oponer resistencia a los agresores japoneses. En 1933, cuando éstos
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atacaron Yejé y Chajar, por tercera vez un grupo de patriotas dentro del Kuomintang desafiaron la voluntad de su gobierno: en cooperación con el Partido Comunista, organizaron el Ejército Aliado Antijaponés y presentaron resistencia. Fueron el pueblo chino, el Partido Comunista de China, los otros grupos democráticos y los chinos patriotas de ultramar quienes brindaron apoyo a todas estas acciones militares contra la agresión japonesa, mientras que el gobierno del Kuomintang, ateniéndose a su política de no resistencia, no hizo nada en este sentido. Antes por el contrario, fue ese mismo gobierno el que torpedeó las acciones antijaponesas en Shanghai y en Chajar. Además, destruyó el Gobierno Popular establecido en 1933 en Fuchién por el XIX Ejército
¿Por qué el gobierno del Kuomintang adoptó la política de no resistencia? La causa principal es que el Kuomintang había roto en 1927 su cooperación con el Partido Comunista y socavado la unidad del pueblo chino.
En 1924, el Dr. Sun Yat-sen, aceptando las proposiciones del Partido Comunista de China, convocó el I Congreso Nacional del Kuomintang, en el cual tomaron parte los comunistas; estableció las Tres Grandes Políticas: alianza con Rusia, alianza con el Partido Comunista y ayuda a los campesinos y obreros; creó la Academia Militar de Juangpu, y fundó un frente único nacional integrado por el Kuomintang, el Partido Comunista y todos los sectores del pueblo. Todo esto permitió barrer en 1924-1925 a las fuerzas reaccionarias en Kuangtung, y realizar en 1926-1927 la victoriosa Expedición al Norte: fue ocupada gran parte de los valles de los ríos Yangtsé y Amarillo, fue derrotado el gobierno de los caudillos militares del Norte y se desplegó una lucha popular liberadora de una envergadura sin precedentes en la historia de China. Pero, a fines de la primavera y comienzos del verano de 1927, en el momento decisivo del avance de la Expedición al Norte, el frente único nacional integrado por el Kuomintang, el Partido Comunista y todos los sectores del pueblo, que encarnaba la causa de la liberación del pueblo chino, fue destruido, junto con toda su política revolucionaria, por la traidora y antipopular política de "depuración del partido" y de represión sangrienta adoptada por las autoridades kuomintanistas. Los aliados de ayer, el Partido Comunista de China y el pueblo chino, pasaron a ser considerados como enemigos, y los enemigos de ayer, los imperialistas y los elementos feudales, como aliados. Así fue como se desencadenó un pérfido ataque por sorpresa contra el Partido Comunista y el pue-
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blo, y la gran revolución china, pletórica de vigor y vitalidad, fue enterrada. Desde entonces, la unidad ha sido reemplazada por la guerra civil, la democracia por la dictadura, y la China luminosa por una China sumida en tinieblas. Pero el Partido Comunista y el pueblo no se dejaron amedrentar, someter ni exterminar. Se pusieron en pie, se limpiaron las manchas de sangre, enterraron a los camaradas caídos y volvieron a la lucha. Enarbolando la gran bandera de la revolución, empuñaron las armas para resistir y, en vastas zonas del territorio patrio, establecieron órganos del Poder popular, llevaron a cabo la reforma del sistema agrario, crearon un ejército popular el Ejército Rojo de China -- y preservaron e incrementaron las fuerzas revolucionarias del pueblo chino. Los Tres Principios del Pueblo revolucionarios del Dr. Sun Yat-sen, abandonados por los reaccionarios del Kuomintang, fueron llevados adelante por el pueblo chino, el Partido Comunista de China y otros demócratas.
Después de la invasión japonesa de las tres provincias del Nordeste, el Partido Comunista planteó en 1933 a todas las unidades militares kuomintanistas que atacaban a las bases de apoyo revolucionarias y al Ejército Rojo, la proposición de que, con miras a unirse para resistir al Japón, se firmara un armisticio bajo tres condiciones: cesar los ataques, dar libertades y derechos al pueblo y armar al pueblo. Pero las autoridades kuomintanistas rechazaron esta proposición.
Desde entonces, mientras mayor era el frenesí con que el gobierno del Kuomintang aplicaba su política de guerra civil, más y más imperiosa se alzaba la voz del pueblo chino exigiendo el cese de la guerra civil y la unidad para resistir al Japón. En Shanghai y muchos otros lugares, brotaron todo tipo de organizaciones populares patrióticas. Entre 1934 y 1936, bajo la dirección del Comité Central de nuestro Partido, las fuerzas principales del Ejército Rojo, que actuaban en diversos lugares al Sur y al Norte del Yangtsé, se trasladaron al Noroeste del país venciendo incontables dificultades y se reunieron con las fuerzas del Ejército Rojo que operaban allí. Fue durante estos dos años cuando, en consonancia con la nueva situación, el Partido Comunista de China estableció y comenzó a aplicar una línea política nueva e integral, la línea de frente único nacional antijaponés, cuyo objetivo era lograr la unidad para la resistencia al Japón y crear una república de nueva democracia. El 9 de diciembre de 1935, dirigidas por nuestro Partido, las masas estudiantiles de Peiping desencadenaron un heroico movimiento patriótico; crearon la Vanguardia por la Liberación de la Nación China[1] y extendieron este movimiento a todas
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las grandes ciudades del país. El 12 de diciembre de 1936, dos grupos de patriotas del Kuomintang, partidarios de la resistencia al Japón -- los del Ejército del Nordeste y del XVII Ejército --, se unieron y se pronunciaron valientemente contra la reaccionaria política de las autoridades kuomintanistas, política de conciliación con el Japón y de represión sangrienta del pueblo en el país; así se produjo el célebre Incidente de Sían. Al mismo tiempo, otros patriotas dentro del Kuomintang también estaban descontentos con esa política de las autoridades kuomintanistas. En tales circunstancias, éstas se vieron obligadas a renunciar a su política de guerra civil y a acceder a las demandas del pueblo. El arreglo pacífico del Incidente de Sían constituyó un punto de viraje en la situación; bajo las nuevas circunstancias, se estableció la cooperación interna y se inició una guerra de resistencia contra el Japón en escala nacional. En mayo de 1937, poco antes del Incidente de Lukouchiao, nuestro Partido celebró una conferencia nacional de significación histórica, que ratificó la nueva línea política seguida por el Comité Central a partir de 1935.
Desde el Incidente de Lukouchiao, ocurrido el 7 de julio de 1937, hasta la caída de Wuján, en octubre de 1938, el gobierno del Kuomintang se mostró más o menos activo en la guerra contra el Japón. Durante ese período, ante la ofensiva en gran escala de los agresores japoneses y el ascenso de la justa indignación patriótica de todo el pueblo, el gobierno del Kuomintang tuvo que hacer de la lucha contra los agresores japoneses el centro de gravedad de su política; esto facilitó hasta cierto punto el auge de la resistencia antijaponesa de las fuerzas armadas y el pueblo de todo el país, de modo que, por algún tiempo, hubo una nueva atmósfera de vitalidad general. En aquel tiempo, todo el pueblo, nosotros los comunistas y otros partidos y grupos democráticos depositábamos grandes esperanzas en el gobierno del Kuomintang, es decir, esperábamos que el gobierno aprovechara la oportunidad del ascenso del fervor popular en un momento de crisis nacional para implantar reformas democráticas y poner en práctica los Tres Principios del Pueblo revolucionarios del Dr. Sun Yat-sen. Pero esas esperanzas se vieron frustradas. Incluso durante esos dos años, mientras participaban más o menos activamente en la Resistencia, las autoridades kuomintanistas seguían oponiéndose a que se llevara a cabo una guerra popular con participación de las amplias masas e imponiendo restricciones a los esfuerzos que, por su propia cuenta, hacía el pueblo para unirse y realizar actividades antijaponesas y democráticas. Por una parte, el gobierno del Kuomintang
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modificó un poco su actitud hacia el Partido Comunista de China y otros partidos y grupos antijaponeses, pero, por la otra, continuaba negándose a tratarlos en pie de igualdad y restringía de mil maneras sus actividades. Siguió manteniendo recluidos a muchos presos políticos patriotas. Y, sobre todo, conservó intacta su dictadura oligárquica, establecida en cuanto desencadenó la guerra civil en 1927, haciendo imposible la formación de un gobierno democrático de coalición que gozara del apoyo de toda la nación.
En los comienzos mismos de este período, los
comunistas ya señalamos que en la Guerra de Resistencia contra el
Japón había dos líneas: guerra popular, de participación
general, que lleva a la victoria, y guerra de participación unilateral,
en que el pueblo permanece oprimido y que lleva a la derrota. Señalamos
también que la guerra sería prolongada y que inevitablemente
habría muchas dificultades y privaciones, pero que el pueblo chino,
gracias a sus esfuerzos, lograría la victoria final.
Durante ese período, las fuerzas principales del Ejército Rojo de China, dirigido por el Partido Comunista, que se habían trasladado al Noroeste, fueron reorganizadas como VIII Ejército del Ejército Revolucionario Nacional de China, y las unidades guerrilleras del Ejército Rojo que habían permanecido en diversos lugares al Norte y al Sur del Yangtsé fueron reorganizadas como Nuevo 4. Cuerpo de Ejército del Ejército Revolucionario Nacional de China. El primero fue enviado a luchar al Norte del país, y el segundo, al Centro. Durante el período de la guerra civil, el Ejército Rojo de China conservó y desarrolló las tradiciones democráticas de la Academia Militar de Juangpu y el Ejército Revolucionario Nacional de la época de la Expedición al Norte, y, en determinado momento, sus efectivos llegaron a varios centenares de miles de hombres. Sin embargo, al comenzar la Guerra de Resistencia contra el Japón, los efectivos del Ejército Rojo se encontraban reducidos a sólo unas decenas de miles debido a la salvaje represión del gobierno kuomintanista contra nuestras bases de apoyo en el Sur, a las pérdidas sufridas durante la Gran Marcha y a otras causas. Por ello, algunos menospreciaban a este ejército, estimando que para la resistencia al Japón había que apoyarse principalmente en el Kuomintang. Pero el pueblo es el mejor juez. Sabía que el VIII
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Ejército y el Nuevo 4. Cuerpo de Ejército, aunque de efectivos reducidos en esa época, eran tropas de elevada calidad; que eran los únicos que podían hacer una auténtica guerra popular, y que, tan pronto como llegaran al frente de la Resistencia y se integraran con las amplias masas de allí, se les abrirían perspectivas ilimitadas. El pueblo tenía razón. A la hora en que hago el presente informe, nuestro ejército se ha ampliado a 910.000 hombres, y los efectivos de las milicias populares en el campo, que no se apartan de la producción, han llegado a más de 2.200.000. A pesar de ser numéricamente muy inferior al ejército actual del Kuomintang (teniendo en cuenta tanto su ejército central como sus tropas locales), nuestro ejército regular se ha convertido ya en la fuerza principal de la Guerra de Resistencia contra el Japón, a juzgar por la cantidad de tropas japonesas y títeres a las que combate y la extensión de las zonas en que opera, por su capacidad combativa, por el apoyo que las amplias masas populares le brindan en sus operaciones y por sus cualidades políticas, su unidad interna y su cohesión.
Este ejército es poderoso porque todos sus hombres poseen una disciplina consciente; se han unido y luchan, no por los intereses egoístas de unos cuantos individuos o de un reducido grupo, sino por los intereses de las grandes masas populares y de toda la nación. El único propósito de este ejército es mantenerse firmemente junto al pueblo chino y servirlo de todo corazón.
Guiado por tal propósito, este ejército tiene un espíritu intrépido; está decidido a vencer a todo enemigo y jamás se dejará someter. Sean cuales fueren las dificultades y privaciones, mientras quede un solo hombre, continuará luchando.
Guiado por tal propósito, este ejército ha alcanzado una excelente unidad tanto en lo interno como en lo externo. En el orden interno, existe unidad entre oficiales y soldados, entre los niveles superiores e inferiores y entre el trabajo militar, el político y el de los servicios de retaguardia. En el orden externo, existe unidad entre el ejército y el pueblo, entre el ejército y los organismos gubernamentales y entre nuestras tropas y las tropas amigas. Todo lo que perjudique a la unidad debe ser eliminado.
Guiado por tal propósito, este ejército aplica una política correcta para ganarse a los oficiales y soldados del enemigo, así como en el trato a los prisioneros. Acoge y reeduca en forma apropiada a todos aquellos que se rinden voluntariamente, se pasan a nuestro lado o, después de deponer las armas, se muestran dispuestos a incorporarse
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ala lucha contra el enemigo común. Prohibe matar, maltratar o humillar a los prisioneros.
Guiado por tal propósito, este ejército ha elaborado una serie de principios estratégicos y tácticos indispensables para la guerra popular. Sabe realizar la ágil y flexible guerra de guerrillas de acuerdo con las cambiantes condiciones concretas, y también hacer la guerra de movimientos.
Guiado por tal propósito, este ejército ha creado un sistema de trabajo político indispensable para la guerra popular y cuyo objetivo es promover la unidad en sus propias filas, la unidad con los ejércitos amigos y la unidad con el pueblo, desintegrar las fuerzas enemigas y garantizar la victoria en el combate.
Guiado por tal propósito, todo este ejército; en las condiciones de la guerra de guerrillas, puede dedicarse, y efectivamente se dedica, en los intervalos entre batalla y batalla y en las horas que le deja libres el adiestramiento militar, a la producción de cereales y demás artículos de primera necesidad para poder autoabastecerse totalmente, en un 50 por ciento o en una proporción menor, y así superar las dificultades económicas, mejorar sus condiciones de vida y aliviar la carga del pueblo. Además, en sus diversas bases de apoyo militares, utilizando todas las posibilidades, ha establecido un buen número de pequeñas fábricas de armamento.
Este ejército es poderoso, además, porque en coordinación con él combaten vastas organizaciones armadas de masas: los cuerpos populares de autodefensa y las milicias. En las regiones liberadas de China, todos los hombres y mujeres jóvenes o de mediana edad están organizados en cuerpos populares antijaponeses de autodefensa sobre la base de la voluntariedad y de los principios democráticos y sin apartarse de la producción. La flor y nata de dichos cuerpos, excepto aquellos que se incorporan al ejército o a las unidades guerrilleras, pasa a formar las milicias populares. Sin la cooperación de estas fuerzas armadas de masas no sería posible derrotar al enemigo.
Este ejército es poderoso, finalmente, porque se divide en dos partes: las fuerzas principales y las fuerzas regionales; las primeras se mantienen listas en todo momento para operar en cualquier región, y las segundas se dedican a defender sus propias regiones y a atacar allí al enemigo, en coordinación con las milicias populares y los cuerpos de autodefensa. Esta división del trabajo ha recibido el sincero apoyo del pueblo. De no ser por esta correcta división del trabajo, si, por ejemplo, se prestara atención sólo al papel de las fuerzas prin-
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cipales descuidando el de las regionales, tampoco sería posible derrotar al enemigo en las condiciones de las regiones liberadas de China. Las fuerzas regionales han organizado numerosos destacamentos de trabajo armados compuestos de hombres bien preparados y, por lo tanto, más aptos para el trabajo militar, político y de masas, que penetran profundamente en la "retaguardia enemiga dentro de la retaguardia enemiga", lo atacan y movilizan a las masas para la lucha antijaponesa, en coordinación con las operaciones militares frontales de las diversas regiones liberadas. Estos destacamentos han obtenido grandes éxitos.
En las regiones liberadas de China, respondiendo al llamamiento del Poder democrático y bajo su dirección, toda la población civil que se opone a la agresión japonesa se ha agrupado en organizaciones obreras, campesinas, juveniles, femeninas, culturales, profesionales, etc., que cumplen fervientemente todo tipo de tareas en apoyo del ejército. Se trata no solamente de movilizar a la gente para que ingrese en el ejército, transporte víveres para éste, se preocupe por las familias de los soldados y ayude a las tropas a superar sus dificultades materiales, sino también de movilizar a las unidades guerrilleras, las milicias populares y los cuerpos de autodefensa, para que ampliamente realicen ataques por sorpresa y coloquen minas, efectúen acciones de reconocimiento, eliminen a los agentes del enemigo, transporten y protejan a los soldados heridos y ayuden directamente al ejército en sus operaciones. Al mismo tiempo, todo el pueblo de las regiones liberadas trabaja con entusiasmo en la construcción política, económica, cultural y sanitaria. A este respecto, lo más importante es que se moviliza a toda la población para la producción de cereales y demás artículos de primera necesidad, y que en todas las entidades oficiales y escuelas, salvo casos excepcionales, se dedica el tiempo libre a la producción con miras al autoabastecimiento; esto, sumado a la campaña por la producción emprendida con el mismo propósito por el pueblo y el ejército, ha creado un gran auge de la producción, lo que ha permitido sostener la prolongada Guerra de Resistencia. El enemigo ha causado daños extraordinariamente graves en las regiones liberadas de China; y las inundaciones, sequías y plagas también las azotan con frecuencia. Sin embargo, bajo la dirección del Poder democrático, el pueblo ha superado y supera en forma organizada esas dificultades, y las grandes campañas de masas para exterminar la langosta, domeñar los ríos y proporcionar socorro a las víctimas de las calamidades naturales, han dado resultados sin precedentes en la
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historia; todo esto nos ha permitido perseverar por largo tiempo en la Guerra de Resistencia contra el Japón. En resumen, todo para el frente, todo para la derrota de los agresores japoneses y para la liberación del pueblo chino: ésta es la consigna general, la política general del ejército y el pueblo de las regiones liberadas de China.
He aquí la verdadera guerra popular. Sólo con una guerra así podemos vencer al enemigo de la nación. El Kuomintang sufre derrotas precisamente porque se opone con frenesí a la guerra popular.
Una vez equipado con armas modernas, el ejército de las regiones
liberadas de China se hará aún más poderoso y podrá
derrotar definitivamente a los agresores japoneses.
En la Guerra de Resistencia de China contra el Japón ha habido desde el mismo comienzo dos frentes: el del Kuomintang y el de las regiones liberadas.
Después de la caída de Wuján, en octubre de 1938, los agresores japoneses cesaron su ofensiva estratégica contra el frente del Kuomintang y trasladaron gradualmente sus principales fuerzas militares al frente de las regiones liberadas; al mismo tiempo, ante los sentimientos derrotistas del gobierno del Kuomintang, se declararon dispuestos a llegar con él a una paz de compromiso, y, siguiendo una política destinada a embaucar a la nación china, indujeron al vendepatria Wang Ching-wei a salir de Chungching y establecer un gobierno títere en Nankín. A partir de entonces, el gobierno del Kuomintang comenzó a cambiar de política: apartó gradualmente de la lucha contra el Japón el centro de su atención para trasladarlo a la lucha contra el Partido Comunista y el pueblo. Esto se puso en evidencia antes que nada en el terreno militar. Con el objeto de conservar su poderío militar, el gobierno del Kuomintang adoptó una política de resistencia pasiva al Japón e hizo que el peso de la guerra recayera sobre el frente de las regiones liberadas, dejando que los agresores japoneses lanzaran contra ellas vastas ofensivas, mientras él "contemplaba la pelea de los tigres desde la cumbre".
En 1939, el gobierno del Kuomintang puso en vigor las reaccionarias "Medidas para restringir las actividades de los partidos ajenos", privando al pueblo y a los partidos y grupos antijaponeses de los pocos derechos que habían conquistado al comienzo de la Resistencia.
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Entonces, en las regiones dominadas por el Kuomintang, los diversos partidos democráticos, ante todo y sobre todo el Partido Comunista de China, fueron arrojados a la clandestinidad. En todas las provincias dominadas por el Kuomintang, las cárceles y los campos de concentración se atestaron de comunistas, jóvenes patriotas y otros luchadores por la democracia. En cinco años, desde 1939 hasta el otoño de 1943, el gobierno del Kuomintang lanzó tres grandes "campañas anticomunistas"[2], resquebrajando la unidad nacional y creando el grave peligro de una guerra civil. Fue durante ese período cuando se ordenó la "disolución" del Nuevo 4. Cuerpo de Ejército y se aniquiló en el Sur de Anjui a más de nueve mil de sus hombres, acontecimiento que conmovió al mundo entero. Hasta este preciso momento, las tropas del Kuomintang no han cesado de atacar a las fuerzas armadas de las regiones liberadas, y nada indica que estos ataques vayan a cesar. Al mismo tiempo, los reaccionarios kuomintanistas han venido vomitando insultos y calumnias de toda clase. Calificativos y acusaciones tales como "partido traidor", "ejército traidor", "regiones de traidores", "sabotear la Resistencia y poner en peligro a la nación", son fabricados por estos reaccionarios para cubrir de fango al Partido Comunista, al VIII Ejército, al Nuevo 4. Cuerpo de Ejército y a las regiones liberadas. Frente a la crisis surgida, el Comité Central del Partido Comunista de China hizo público, el 7 de julio de 1939, un manifiesto en el que formulaba las siguientes consignas: "Persistir en la resistencia y oponerse a la capitulación; persistir en la unidad y oponerse a la ruptura; persistir en el progreso y oponerse al retroceso". Actuando de acuerdo con estas oportunas consignas, nuestro Partido rechazó enérgicamente, en el transcurso de esos cinco años, las tres "campañas anticomunistas", reaccionarias y antipopulares, y superó la crisis en cada ocasión.
Durante esos años, en realidad no hubo serias operaciones militares en el frente del Kuomintang. Las bayonetas de los agresores japoneses apuntaban principalmente contra las regiones liberadas. En 1943, el ejército y el pueblo de las regiones liberadas hacían frente al 64 por ciento de las fuerzas invasoras japonesas y al 95 por ciento de las tropas títeres, en tanto que el frente del Kuomintang no soportaba más que el 36 por ciento de las tropas japonesas y el 5 por ciento de las tropas títeres.
En 1944, los agresores japoneses emprendieron operaciones para asegurarse una vía de comunicación transcontinental; las tropas kuomintanistas, presas de pánico, fueron incapaces de oponer la menor resistencia. En unos pocos meses cayeron en manos del enemigo ex-
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tensas zonas de las provincias de Jonán, Junán, Kuangsí y Kuangtung. No fue sino entonces cuando se produjo cierto cambio en el porcentaje de las fuerzas enemigas en cada uno de los dos frentes. Aun así, en el momento en que hago este informe, de las 40 divisiones -- 580.000 hombres -- de las fuerzas invasoras japonesas en China (sin incluir a las estacionadas en Manchuria), 22 divisiones y media -- 320.000 hombres --, o sea, el 56 por ciento, gravitan sobre el frente de las regiones liberadas, mientras sólo 17 divisiones y media -- 260.000 hombres --, o sea, el 44 por ciento, gravitan sobre el frente del Kuomintang. En cuanto a las tropas títeres empeñadas en uno y otro frente, la proporción no ha cambiado en lo más mínimo.
Téngase en cuenta, además, que las
tropas títeres, con más de 800.000 hombres (incluyendo las
fuerzas regulares y las locales), son en su mayor parte tropas que se han
pasado al enemigo comandadas por generales kuomintanistas, o bien tropas
organizadas por oficiales kuomintanistas tránsfugas. Los reaccionarios
del Kuomintang proporcionaron de antemano a estas fuerzas títeres
la absurda y traidora teoría de "salvar a la nación mediante
un rodeo", y, después de su traición, les han brindado apoyo
tanto moral como organizativo en su lucha conjunta con los agresores japoneses
contra las regiones liberadas del pueblo chino. Más aún,
movilizando grandes fuerzas, que totalizan nada menos que 797.000 hombres,
bloquean y atacan la Región Fronteriza de Shensí-Kansú-Ningsia
y otras regiones liberadas. Esta grave situación la desconocen muchos
chinos y extranjeros a causa de la política de bloqueo de la información,
practicada por el gobierno kuomintanista.
Las regiones liberadas de China, dirigidas por el Partido Comunista, tienen en la actualidad 95.500.000 habitantes. Se hallan situadas desde Mongolia Interior, en el Norte, hasta la isla de Jainán, en el Sur; en la mayoría de los lugares adonde ha llegado el enemigo, operan el VIII Ejército, el Nuevo 4. Cuerpo de Ejército u otras fuerzas armadas populares. La vasta extensión liberada de China comprende 19 grandes regiones, que cubren una parte mayor o menor de las provincias de Liaoning, Yejé, Chajar, Suiyuán, Shensí, Kansú, Ningsia, Shansí, Jopei, Jonán, Shantung, Chiangsú, Chechiang, Anjui, Chiangsí, Jupei, Junán, Kuangtung y Fuchién. Yenán es el centro de dirección de todas estas regiones liberadas. La Región Fronteriza de Shensí-Kansú-Ningsia,
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al Oeste del río Amarillo, con una población de
sólo 1.500.000 habitantes, no es sino una de las 19 regiones del
vasto territorio liberado, y, más aún, es la que tiene menor
población después de la del Este de Chechiang y la de la
isla de Jainán. Algunos que desconocen esto creen que lo que se
entiende por regiones liberadas de China es principalmente la Región
Fronteriza de Shensí-Kansú-Ningsia. Este malentendido es
resultado de la política de bloqueo practicada por el gobierno del
Kuomintang. En cada una de estas regiones liberadas se aplican todas las
medidas que exige la política de frente único nacional antijaponés,
y han sido establecidos, o lo están siendo, gobiernos elegidos por
el pueblo y en los que cooperan comunistas, representantes de otros partidos
y grupos antijaponeses y personalidades sin partido, o sea, gobiernos locales
de coalición. En las regiones liberadas, todas las fuerzas del pueblo
están movilizadas. Todo esto ha hecho posible que, a pesar de la
presión del formidable enemigo, del bloqueo y los ataques realizados
por las tropas kuomintanistas y de la completa ausencia de ayuda exterior,
las regiones liberadas de China se hayan mantenido inconmovibles, se hayan
desarrollado incesantemente extendiendo su propio territorio y reduciendo
el ocupado por el enemigo, y se hayan convertido en el modelo para una
China democrática y en la fuerza principal que, luchando en coordinación
con los países aliados, expulsará a los agresores japoneses
y liberará al pueblo chino. Las fuerzas armadas de las regiones
liberadas -- el VIII Ejército, el Nuevo 4. Cuerpo de Ejército
y las demás fuerzas armadas populares --, han dado ejemplo no sólo
por su heroísmo en la guerra contra el Japón, sino también
en lo que se refiere a la aplicación de las medidas democráticas
que exige la política de frente único nacional antijaponés.
El 22 de septiembre de 1937, el Comité Central del Partido Comunista
de China hizo público un manifiesto declarando que "siendo los Tres
Principios del Pueblo del Dr. Sun Yat-sen lo que China necesita hoy, nuestro
Partido está dispuesto a luchar por su completa realización".
Este manifiesto ha sido llevado totalmente a la práctica en las
regiones liberadas de China.
La principal camarilla gobernante del Kuomintang, persistiendo testarudamente en su régimen dictatorial, sigue una política de resistencia pasiva al Japón y una política interna antipopular. En conse-
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cuencia, sus fuerzas armadas se han reducido a menos de la mitad, con el agravante de que la mayor parte de las que le restan ha perdido prácticamente su capacidad combativa; se ha creado un abismo profundo entre esta camarilla y las grandes masas populares, y se ha producido una grave crisis: el pueblo vive sumido en la miseria, hierve de indignación y se rebela en todas partes; no sólo se ha reducido a la mínima expresión el papel de esta camarilla en la Guerra de Resistencia, sino que ella misma ha pasado a ser un obstáculo para la movilización y unificación de todas las fuerzas antijaponesas del pueblo chino.
¿Por qué bajo la dirección de esta camarilla se ha producido tan grave situación? Porque representa los intereses de los grandes terratenientes, los grandes banqueros y los magnates de la burguesía compradora de China, capa reaccionaria, compuesta por un ínfimo puñado de individuos, que monopoliza todos los importantes organismos militares, políticos, económicos y culturales bajo el gobierno del Kuomintang. Esta camarilla antepone la defensa de sus intereses a la resistencia antijaponesa. Afirma que "la nación está por encima de todo", pero sus actos nunca se ajustan a las demandas de la mayoría de la nación. Dice que "el Estado está por encima de todo", pero entiende por "Estado" el de dictadura feudal-fascista de los grandes terratenientes, los grandes banqueros y los magnates de la burguesía compradora, y no un Estado democrático de las amplias masas populares. Por ello, teme que el pueblo se ponga en pie, teme a los movimientos democráticos y teme una guerra de resistencia en que se movilice seriamente a todo el pueblo. En esto radica la causa primaria de su política de resistencia pasiva al Japón y de su reaccionaria política interna antipopular, antidemocrática y anticomunista. Practica en todos los terrenos una doble política. Por ejemplo, mientras por un lado resiste al Japón, por el otro sigue una política de resistencia pasiva; además, es constantemente objeto de las maniobras de los agresores japoneses para inducirlo a la capitulación. Mientras declara que se propone desarrollar la economía china, en los hechos se dedica a multiplicar el capital burocrático, o sea, el capital de los grandes terratenientes, los grandes banqueros y los magnates de la burguesía compradora, monopoliza las palancas de la economía china y oprime sin piedad a los campesinos, los obreros, la pequeña burguesía y la burguesía no monopolista. Habla de practicar la "democracia" y "devolver el Poder al pueblo", pero en realidad reprime ferozmente el movimiento democrático del pueblo y se niega
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a introducir la más mínima reforma democrática. Pregona que "el problema del Partido Comunista es un problema político y debe resolverse por medios políticos", pero en realidad descarga sobre el Partido Comunista de China una feroz opresión militar, política y económica, considerándolo como "enemigo número uno", en tanto que mira al agresor japonés como "enemigo número dos", y día tras día se afana en intensos preparativos para una guerra civil, rumiando planes para liquidar al Partido Comunista. Dice que quiere establecer un "Estado moderno", pero de hecho hace todo lo posible por mantener su régimen dictatorial feudal-fascista de los grandes terratenientes, los grandes banqueros y los magnates de la burguesía compradora. Nominalmente mantiene relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, pero en los hechos se muestra hostil hacia ella. Por una parte, entona a coro con los aislacionistas norteamericanos: "Asia antes que Europa", con la finalidad de prolongar la existencia de la Alemania fascista y, por consiguiente, la de todos los fascistas y también la de su propia dominación fascista sobre el pueblo chino; por otra parte, se disfraza de héroe antifascista especulando con toda oportunidad en el terreno diplomático. Si se pregunta de dónde procede toda esta política doble, contradictoria, la respuesta es que toda ella tiene su causa primaria en la capa social de los grandes terratenientes, los grandes banqueros y los magnates de la burguesía compradora.
El Kuomintang, sin embargo, no es un partido homogéneo. A pesar de estar dominado y dirigido por la mencionada camarilla reaccionaria, representante de la capa de los grandes terratenientes, los grandes banqueros y los magnates de la burguesía compradora, no hay que identificarlo totalmente con dicha camarilla. Algunas figuras dirigentes del Kuomintang no forman parte de esa camarilla, sino que son atacadas, postergadas o desdeñadas por ella. Muchos de sus cuadros y miembros de base, así como numerosos afiliados a la Liga Juvenil de los Tres Principios del Pueblo, están descontentos con la dirección de dicha camarilla, y algunos hasta se oponen a ella. Análoga situación se observa en las unidades militares, organismos gubernamentales e instituciones económicas y culturales del Kuomintang, controlados por esa camarilla reaccionaria. Dentro de todos ellos hay no pocos elementos democráticos. Incluso la misma camarilla reaccionaria, lejos de ser un todo único, compacto, está dividida en varias fracciones que luchan entre sí. Sería a todas luces incorrecto considerar al Kuomintang como un bloque homogéneo, compuesto exclusivamente de reaccionarios.
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El pueblo chino ha podido observar el vivo contraste que existe entre las regiones liberadas y aquellas dominadas por el Kuomintang.
¿No están las cosas claras todavía? Tenemos ante nosotros dos líneas: la de guerra popular y la de resistencia pasiva, contraria a la guerra popular; la primera conduce al triunfo, incluso en condiciones adversas y sin la menor ayuda exterior, como es el caso de las regiones liberadas; la otra conduce al fracaso, incluso en condiciones extremadamente propicias y gozando de ayuda exterior, como es el caso de las regiones dominadas por el Kuomintang.
El gobierno kuomintanista atribuye sus derrotas a la escasez de armamento. Pero, cabe preguntar: ¿A quién le falta armamento, a las tropas del Kuomintang o a las de las regiones liberadas? De todas las fuerzas militares chinas, las de las regiones liberadas son las que más sufren de esa escasez; sólo pueden procurarse armas capturándolas al enemigo o fabricándolas ellas mismas en las condiciones más adversas.
¿No es cierto que el ejército central del Kuomintang está mucho mejor pertrechado que sus tropas locales? Sin embargo, en cuanto a capacidad combativa, el primero, en su mayor parte, es inferior a las segundas.
El Kuomintang tiene a su disposición vastos recursos humanos, pero, a consecuencia de su errónea política de reclutamiento, tropieza con extremas dificultades para completar sus tropas. Las regiones liberadas, en cambio, encontrándose aisladas unas de otras por el enemigo y sosteniendo combates incesantes, tienen asegurada una inagotable fuente de recursos humanos, porque en todas ellas se ha introducido un sistema de milicias populares y de cuerpos de autodefensa, ajustado a las necesidades del pueblo, y se ha evitado el empleo abusivo y el despilfarro de estos recursos.
El Kuomintang controla vastas regiones ricas en cereales; el pueblo le suministra anualmente de setenta a cien millones de dan de grano; pero, como los funcionarios desfalcan la mayor parte de lo que pasa por sus manos, el ejército del Kuomintang sufre de una constante escasez de víveres y sus soldados andan esmirriados a causa del hambre. La mayor parte de las regiones liberadas de China están situadas detrás de las líneas japonesas y sufren la destrucción que acarrea la política enemiga de "incendiarlo todo, matar a todos y saquearlo todo", a lo que se suma la aridez de algunas de estas regiones
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como el Norte de Shensí; así y todo, hemos resuelto con éxito el problema de la alimentación desarrollando la producción agrícola mediante nuestros propios esfuerzos.
Las regiones del Kuomintang están sumidas en una gravísima crisis económica; la mayoría de sus industrias se han arruinado, y hasta artículos de primera necesidad corno las telas tienen que ser importados de los Estados Unidos. Las regiones liberadas de China, en cambio, han podido autoabastecerse de telas y otros artículos de primera necesidad desarrollando su industria.
En las regiones del Kuomintang, los obreros, campesinos, dependientes de comercio, empleados públicos, intelectuales y trabajadores de la cultura viven en extrema miseria. En las regiones liberadas de China, en cambio, toda la población tiene asegurados alimentos, ropa y trabajo.
Una de las características de las regiones del Kuomintang es que la Guerra de Resistencia es aprovechada para amasar fortunas a costa de los males de la nación, los funcionarios actúan al mismo tiempo como negociantes, la corrupción es un hábito generalizado y no queda ni rastro de pudor. En cambio, una de las características de las regiones liberadas es que sus cuadros dan el ejemplo de vida sencilla y lucha dura y consagran su tiempo libre a la producción, y que la integridad se tiene en alta estima y la corrupción ha quedado rigurosamente proscrita.
En las regiones del Kuomintang, el pueblo está privado de todas las libertades, mientras que en las regiones liberadas de China, goza plenamente de ellas.
¿Quién tiene la culpa de todas estas
anomalías que enfrentan los gobernantes kuomintanistas? ¿Los
demás o ellos mismos? ¿Los países extranjeros, por
no haberles dado suficiente ayuda, o el propio gobierno del Kuomintang,
por su dominación dictatorial, su corrupción y su incompetencia?
¿No es obvia la respuesta?
¿Acaso no es el mismo gobierno del Kuomintang el que ha venido saboteando, como prueban los hechos, la Resistencia del pueblo chino y ha puesto en peligro a nuestra nación? Durante diez años enteros se dio en cuerpo y alma a la guerra civil, apuntando la espada contra
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sus propios compatriotas y dejando totalmente de lado la defensa nacional; más aún, con su política de no resistencia, regaló las cuatro provincias del Nordeste. Cuando los agresores japoneses irrumpieron al Sur de la Gran Muralla, no pudo sino oponerles una resistencia desordenada y se retiró desde Lukouchiao hasta la provincia de Kuichou. Y son precisamente esos kuomintanistas los que afirman que "el Partido Comunista sabotea la Resistencia y pone en peligro a la nación" (véanse las resoluciones de la XI Sesión Plenaria del Comité Ejecutivo Central del Kuomintang, celebrada en septiembre de 1943). El único hecho que aducen es que el Partido Comunista, junto con los diversos sectores del pueblo, ha creado las regiones liberadas de China, que combaten heroicamente al Japón. Siendo la lógica de esos kuomintanistas tan diferente de la del pueblo chino, nada tiene de extraño que no se haya encontrado un lenguaje común sobre muchos problemas.
Aquí surgen dos cuestiones:
En primer lugar, ¿por qué el gobierno del Kuomintang ha abandonado una población tan numerosa y un territorio tan vasto, que se extiende desde la provincia de Jeilungchiang hasta Lukouchiao y desde Lukouchiao hasta la provincia de Kuichou? ¿Acaso no será porque ha aplicado una política de no resistencia al Japón y luego una política de resistencia pasiva, así como una política interna antipopular?
En segundo lugar, ¿por qué las regiones
liberadas de China han podido desbaratar los constantes y encarnizados
ataques de las tropas japonesas y títeres, recuperar de las garras
del enemigo de la nación tan grandes extensiones del territorio
patrio y liberar a una población tan numerosa? ¿Acaso no
será porque han aplicado una correcta línea de guerra popular?
Además, el gobierno del Kuomintang acusa constantemente al Partido Comunista de China de "desobediencia a las órdenes gubernamentales y militares". A este respecto sólo diremos: por fortuna, los comunistas chinos, conservando el sentido común del pueblo chino, no hemos obedecido a esas "órdenes gubernamentales y militares", las cuales significaban en realidad la entrega a los agre-
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sores japoneses de las regiones liberadas, que el pueblo chino
les había arrancado al precio de una lucha dura y difícil.
Ejemplos de tales "órdenes" son las "Medidas para restringir las
actividades de los partidos ajenos", de 1939; la de "disolver el Nuevo
4. Cuerpo de Ejército" y la de "retirarse al Norte del antiguo
lecho del río Amarillo", ambas de 1941; la exigencia de "disolver
el Partido Comunista de China", de 1943; la exigencia de "suprimir dentro
de un plazo límite todas las tropas salvo diez divisiones", de 1944;
la proposición que durante las recientes negociaciones nos ha hecho
el Kuomintang, en el sentido de que le transfiramos nuestras fuerzas armadas
y gobiernos locales, a cambio, no de un gobierno de coalición, sino
de la admisión de unos cuantos comunistas en el gobierno dictatorial
del Kuomintang, proposición que describió como una "concesión"
suya, etc. Por fortuna, hemos desobedecido a todo esto y hemos preservado
para el pueblo chino, intacta, una parte de su territorio y también
un heroico ejército antijaponés. ¿No debe el pueblo
chino congratularse de esta "desobediencia"? ¿Acaso al gobierno
del Kuomintang le parece aún poco el haber entregado a los agresores
japoneses, con sus propias órdenes gubernamentales fascistas y órdenes
militares derrotistas, la tierra y la población de la vasta zona
que se extiende desde la provincia de Jeilungchiang hasta la de Kuichou?
Excepto los agresores japoneses y los reaccionarios, que acogen favorablemente
estas "órdenes gubernamentales y militares", ¿puede haber
un chino patriota y honesto que lo haga? En ausencia de un gobierno de
coalición, no formal sino real, no dictatorial-fascista sino democrático,
¿es concebible que el pueblo chino permita a los comunistas entregar
arbitrariamente al derrotista y fascista gobierno dictatorial del Kuomintang
las regiones liberadas, donde el pueblo se ha emancipado, así como
el ejército popular, que ha rendido destacados servicios en la Guerra
de Resistencia? De no haber existido las regiones liberadas y su ejército,
¿qué sería hoy de la lucha del pueblo chino contra
la agresión japonesa? ¿Qué porvenir esperaría
a nuestra nación?
Hasta hoy, la principal camarilla gobernante del Kuomintang se obstina en su reaccionaria política de dictadura y de guerra civil. Numerosos indicios muestran que se prepara desde hace mucho, y ahora más que nunca, para desencadenar una guerra civil tan pronto como
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las tropas de cierto país aliado hayan expulsado a los
agresores japoneses de buena parte del territorio continental de China.
Espera, además, que los generales de cierto país
aliado desempeñen en China la misma función que el general
inglés Scobie[3] desempeñó
en Grecia. Aplaude las matanzas perpetradas por Scobie y el reaccionario
gobierno griego. Se propone arrojar otra vez a China en el torbellino de
una guerra civil, parecida a la de 1927-1937. Tras la cortina de humo de
la "convocación de la Asamblea Nacional" y la "solución política",
está haciendo sigilosos preparativos para una guerra civil. Si nuestros
compatriotas no prestan atención a este siniestro plan, no lo denuncian
y no ponen freno a tales preparativos, una mañana de éstas
oirán tronar los cañones de la guerra civil.
Con el fin de derrotar a los agresores japoneses y construir una nueva China, y para prevenir una guerra civil, el Partido Comunista de China, previo consentimiento de otros partidos y grupos democráticos, planteó en septiembre de 1944, en el Consejo Político Nacional, la demanda de que se aboliese inmediatamente la dictadura unipartidista del Kuomintang y se formase un gobierno democrático de coalición. Esta demanda, indudablemente oportuna, se ha ganado en pocos meses la aprobación de las amplias masas populares.
A propósito de la abolición de la dictadura unipartidista, de la formación de un gobierno de coalición y de la realización de las reformas democráticas necesarias, más de una vez hemos sostenido negociaciones con el gobierno del Kuomintang, pero todas nuestras proposiciones han sido invariablemente rechazadas. El Kuomintang se niega no sólo a abolir su dictadura unipartidista y formar un gobierno de coalición, sino también a poner en práctica siquiera una sola de las urgentes reformas democráticas, tales como la supresión de los servicios secretos, la derogación de las leyes y decretos reaccionarios, atentatorios a las libertades del pueblo, la liberación de los presos políticos, el reconocimiento de la legalidad de los diversos partidos y grupos políticos, así como el reconocimiento de las regiones liberadas y la retirada de las tropas que las bloquean y atacan. He aquí por qué las relaciones políticas en China se encuentran en un estado de extrema gravedad.
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En vista de la situación en su conjunto y del análisis hecho más arriba de las condiciones reales, tanto de orden internacional como interno, quisiera poner en guardia a todos ustedes: no crean que todas las cosas serán fáciles para nosotros, que irán a las mil maravillas. No, no hay tal; lo cierto es que estamos ante dos posibilidades, ante dos perspectivas, una desfavorable y otra favorable. Una posibilidad o perspectiva es que se mantenga la dictadura fascista y no se permita realizar las reformas democráticas; que el acento se ponga en luchar contra el pueblo y no en luchar contra los agresores japoneses; que aun después de la derrota de los agresores japoneses estalle una guerra civil y China sea arrastrada a su vieja condición de nación martirizada, carente de independencia, libertad, democracia, unificación, prosperidad y poderío. Esta posibilidad o perspectiva subsiste; no está excluida, no es que haya desaparecido por sí sola simplemente porque la situación internacional es propicia y porque se ha elevado la conciencia política del pueblo chino y ha crecido su fuerza organizada. Quienes esperan que esta posibilidad o perspectiva se haga realidad en China son, en el interior, la camarilla antipopular del Kuomintang y, en el exterior, los reaccionarios con aspiraciones imperialistas. Este es un aspecto del asunto, que debemos tener en cuenta.
Pero, de otro lado, la misma situación en su conjunto y el análisis arriba hecho de las condiciones internacionales e internas nos infunden mayor confianza y coraje en nuestra lucha por la segunda posibilidad o perspectiva. Esta posibilidad o perspectiva significa vencer todas las dificultades, unir a todo el pueblo, abolir la dictadura fascista del Kuomintang, introducir las reformas democráticas, consolidar y aumentar las fuerzas antijaponesas, derrotar definitivamente a los agresores japoneses y construir una nueva China, independiente, libre, democrática, unificada, próspera y poderosa. Quienes abrigan la esperanza de que esta posibilidad o perspectiva se haga realidad en China son, en el interior, las amplias masas populares, el Partido Comunista y los otros partidos y grupos democráticos y, en el exterior, todas las naciones que nos tratan en pie de igualdad, los progresistas y las masas populares.
Tenemos clara conciencia de que ante nosotros y ante todo el pueblo chino se yerguen todavía grandes dificultades y numerosos obstáculos, y de que aún nos queda un largo y sinuoso camino por
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recorrer. Pero también tenemos clara conciencia de que,
junto con todo el pueblo, podremos superar todas las dificultades y obstáculos
y cumplir la misión que la historia ha encomendado a China. Luchar
con todas nuestras fuerzas para conjurar la primera posibilidad y materializar
la segunda, para hacer imposible la primera perspectiva y realizar la segunda:
ésta es la gran tarea que nosotros mismos y todo el pueblo tenemos
por delante. Tanto la situación internacional como la nacional son
esencialmente favorables para nosotros y nuestro pueblo. Esto ya lo he
dejado bien en claro más arriba. Esperamos que, teniendo en cuenta
la tendencia general de los acontecimientos en el mundo y la voluntad del
pueblo chino, las autoridades kuomintanistas se decidan a cambiar su actual
política errónea, a fin de facilitar la victoria en la Guerra
de Resistencia contra el Japón, aliviar los sufrimientos del pueblo
chino y acelerar el nacimiento de una nueva China. Debe comprenderse que,
por sinuoso que sea el camino, el pueblo chino ha de cumplir su misión
de conquistar la independencia y la liberación, y que ha llegado
el momento para ello. Las grandes aspiraciones por las cuales, durante
más de cien años, han dado su vida innumerables mártires,
serán hechas realidad por nuestra generación; y esto nadie
podrá impedirlo.
Acabo de analizar las dos líneas en la Guerra de Resistencia de China. Este análisis era absolutamente necesario, pues hasta el momento muchos chinos siguen sin saber lo que realmente pasa en esta Guerra. Con su política de bloqueo, el gobierno del Kuomintang ha ocultado la verdad a mucha gente en las regiones bajo su dominación y en el exterior, donde apenas se sabía nada de las regiones liberadas de China antes de la visita realizada a ellas en 1944 por un grupo de periodistas chinos y extranjeros. No bien se marchó este grupo de periodistas, el gobierno del Kuomintang, muy temeroso de que se conociese la situación real de las regiones liberadas, cerró el acceso a ellas y no ha permitido a ningún otro periodista visitarlas. Del mismo modo, impide que se conozca la situación real de sus propias regiones. En consecuencia, estimo que tenemos la responsabilidad de hacer conocer por todos los medios la verdad sobre los "dos tipos
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de regiones". Sólo una clara noción de la situación global de China permite entender por qué son tan diferentes las políticas de los dos mayores partidos del país, el Partido Comunista y el Kuomintang, y por qué hay una lucha tal entre las dos líneas. únicamente así se puede comprender que la polémica entre ambos partidos no es, como afirman algunos, una polémica innecesaria, sin importancia, y aún menos una simple rencilla, sino una polémica de principios de la cual depende la existencia misma de centenares de millones de personas.
En la actual grave situación en que se encuentra nuestra patria, el pueblo, todos los partidos y grupos democráticos y los demócratas del país, así como cuantos en el extranjero se preocupan por lo que pasa en China, esperan que en ella la desunión ceda de nuevo su puesto a la unidad y se introduzcan las reformas democráticas; todos quieren conocer la política que el Partido Comunista de China propugna para solucionar los numerosos problemas vitales de la actualidad. Los miembros de nuestro Partido, como es natural, sienten una preocupación aún mayor por todo ello.
Nuestra política de frente único nacional antijaponés ha sido siempre inequívoca y ha soportado la prueba de ocho años de guerra. El presente Congreso debe sacar las conclusiones correspondientes, que nos servirán de guía en nuestra lucha futura.
Me detendré a continuación en algunas
conclusiones definitivas a las que ha llegado nuestro Partido a propósito
de los aspectos importantes de nuestra política para solucionar
los problemas de China.
A fin de movilizar y unificar a todas las fuerzas antijaponesas del pueblo chino para aplastar definitivamente a los agresores japoneses y construir una nueva China, independiente, libre, democrática, unificada, próspera y poderosa, nuestro pueblo, el Partido Comunista y todos los partidos y grupos democráticos antijaponeses necesitan perentoriamente un programa común, acordado por todos.
Tal programa puede ser dividido en dos partes: un programa general y otro concreto. Comencemos por el programa general, para pasar después al concreto.
Sentada la exigencia general de aplastar definitivamente a los agresores japoneses y construir una nueva China, los comunistas nos identificamos, en la actual etapa de desarrollo de China, con la abru-
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madora mayoría de la población en los siguientes puntos esenciales: Primero, el régimen estatal de China no debe ser un régimen feudal, fascista y antipopular, de dictadura de los grandes terratenientes y la gran burguesía, ya que los dieciocho años de dominación de la principal camarilla gobernante del Kuomintang han demostrado la total bancarrota de semejante régimen antipopular. Segundo, no se puede, y por consiguiente no se debe intentar, establecer en nuestro país un Estado de dictadura democrática de viejo tipo, ejercida exclusivamente por la burguesía nacional, ya que, en China, por una parte, esta clase se ha mostrado muy débil tanto económica como políticamente, y, por la otra, ha surgido hace mucho un nuevo factor: el proletariado consciente, que, con el Partido Comunista como jefe, ha demostrado su gran capacidad en el escenario político chino y asumido la dirección de las amplias masas del campesinado, la pequeña burguesía urbana, la intelectualidad y otros elementos democráticos. Tercero, es igualmente imposible para el pueblo chino implantar un régimen estatal socialista en la presente etapa de desarrollo del país, cuando su misión sigue siendo combatir la opresión extranjera y la feudal y todavía no se presentan las condiciones socio-económicas que requiere tal régimen.
¿Qué es entonces lo que preconizamos? El establecimiento, tras la completa derrota de los agresores japoneses, de un régimen estatal de frente único, de alianza democrática, basado en la abrumadora mayoría de la población y dirigido por la clase obrera, un régimen que llamamos de nueva democracia.
Este es un régimen estatal que se ajusta realmente a las demandas de la mayoría aplastante de la población china, ya que se ha ganado o puede ganarse la aprobación, primero, de los millones de obreros industriales y de las decenas de millones de obreros artesanos y asalariados agrícolas; segundo, del campesinado, que constituye el 80 por ciento de la población china, o sea, 360 millones sobre un total de 450 millones de habitantes, y, tercero, de la pequeña burguesía urbana, la burguesía nacional, los shenshi sensatos y otros patriotas.
Naturalmente, entre estas clases no dejarán de existir contradicciones, siendo una de las más evidentes la contradicción entre el trabajo y el capital. Por lo tanto, cada una de estas clases tendrá demandas propias. Sería una hipocresía y un error negar la existencia de esas contradicciones y demandas. Pero, a lo largo de toda la etapa de nueva democracia, esas contradicciones y demandas no pueden ni deben prevalecer sobre las demandas comunes. Podrán ser reajus-
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tadas, lo que permitirá a esas clases realizar conjuntamente la construcción política, económica y cultural del Estado de nueva democracia.
La política de nueva democracia, que preconizamos, consiste en derrocar la opresión extranjera y liquidar la opresión interior feudal y fascista, para luego establecer un régimen político de frente único de todas las clases democráticas, y no uno de vieja democracia. Lo que preconizamos coincide plenamente con las tesis revolucionarias del Dr. Sun Yat-sen, quien escribía en el "Manifiesto del I Congreso Nacional del Kuomintang":
En cuanto a la organización del Poder de nueva democracia, debe aplicarse el centralismo democrático, siendo las asambleas populares en los diversos niveles las que determinarán la orientación política general y elegirán los respectivos gobiernos. Este sistema será democrático y al mismo tiempo centralizado, o sea, centralizado sobre una base democrática y democrático bajo una dirección centralizada. Sólo tal sistema permite hacer efectiva una amplia democracia invistiendo de plenos poderes a las asambleas populares en los diversos niveles; por otra parte, permite administrar en forma centralizada los asuntos estatales dando a los gobiernos en los diversos niveles la posibilidad de administrar en forma centralizada todos los asuntos que les encomienden las respectivas asambleas populares, así corno de salvaguardar cuanto sea esencial para la vida democrática del pueblo.
El ejército y demás fuerzas armadas constituirán una parte importante del aparato del Poder estatal de nueva democracia, pues sin ellos no se podría defender el Estado. Todas las fuerzas armadas del Estado de nueva democracia, lo mismo que el resto del aparato del
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Poder, pertenecerán al pueblo y lo defenderán; no tendrán nada en común con los ejércitos, las fuerzas policiales, etc., de viejo tipo, que pertenecen a una minoría y oprimen al pueblo.
La economía de nueva democracia, que propugnamos, también concuerda con los principios del Dr. Sun Yat-sen. Por lo que respecta a la cuestión agraria, el Dr. Sun preconizaba "La tierra para el que la trabaja". En lo referente a la cuestión de la industria y el comercio, planteaba en el Manifiesto arriba citado:
Hay quienes sospechan que los comunistas chinos nos oponemos al desarrollo de la iniciativa individual, al desarrollo del capital privado y a la protección de la propiedad privada; pero están equivocados. Son la opresión extranjera y la feudal las que obstaculizan sin piedad el desarrollo de la iniciativa individual del pueblo chino, obstruyen el desarrollo del capital privado y destruyen la propiedad de las amplias masas populares. La misión del sistema de nueva democracia, que preconizamos, consiste precisamente en eliminar esos obstáculos y detener esa destrucción, garantizar a las amplias masas populares la posibilidad de desarrollar libremente su iniciativa individual dentro de los marcos de la vida en la sociedad, garantizar el libre desarrollo de una economía privada capitalista que no pueda "dominar la vida material del pueblo", sino que la beneficie, y proteger toda propiedad privada legítimamente adquirida.
De conformidad con los principios del Dr. Sun y con la experiencia de la revolución china, la economía china en la etapa actual debe estar integrada por tres sectores: el del Estado, el privado y el cooperativo. Pero el Estado al que nos referimos aquí no debe ser, en absoluto, "propiedad exclusiva de unos pocos", sino forzosamente un Estado de nueva democracia, Estado que sea "un bien común de toda la gente sencilla", bajo la dirección del proletariado.
La cultura de nueva democracia debe ser, asimismo, "un bien " común de toda la gente sencilla, es decir, una cultura nacional, cien-
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tífica y de masas, y de ningún modo una cultura que sea "propiedad exclusiva de unos pocos".
Todo lo dicho constituye el programa general o fundamental que los comunistas postulamos para la presente etapa, para toda la etapa de la revolución democrático-burguesa. Es nuestro programa mínimo con relación a nuestro programa futuro o máximo, que prevé la implantación del socialismo y del comunismo. La realización de dicho programa permitirá a China dar un paso adelante, esto es, pasar de su actual condición de país y sociedad colonial, semicolonial y semifeudal, a ser un país y sociedad de nueva democracia.
La hegemonía política del proletariado, así como el sector estatal y el cooperativo de la economía, dirigidos por él, todo ello previsto en nuestro programa, son elementos de socialismo. No obstante, la realización de este programa no hará todavía de China una sociedad socialista.
Los comunistas nunca ocultamos nuestras aspiraciones políticas. Nuestro programa futuro o máximo es llevar a China a la sociedad socialista y a la comunista. Esto es definitivo y no admite duda. El nombre de nuestro Partido y nuestra concepción marxista del mundo indican de manera inequívoca este supremo ideal para el futuro, infinitamente bello y luminoso. Al ingresar en el Partido, todo comunista tiene presentes dos objetivos claramente definidos: la revolución de nueva democracia, en la actualidad, y el socialismo y el comunismo, en el futuro; y por estos objetivos luchará a pesar de la hostilidad, las calumnias, las injurias y las befas, estúpidas y abyectas, de los enemigos del comunismo, las cuales debemos combatir resueltamente. En cuanto a los incrédulos bienintencionados, no debemos atacarlos, sino explicarles las cosas con buena voluntad y paciencia. Todo esto es sumamente claro, definitivo, y no admite equívocos.
Pero, en China, todo comunista, así como todo simpatizante del comunismo, debe luchar por el objetivo de la etapa actual, luchar contra la opresión extranjera y la feudal, por liberar al pueblo chino de su trágica condición colonial, semicolonial y semifeudal, y por crear una China de nueva democracia dirigida por el proletariado, cuya tarea principal es la emancipación del campesinado, una China de los Tres Principios del Pueblo revolucionarios del Dr. Sun Yat-sen, una China independiente, libre, democrática, unificada, próspera y poderosa. Esto es lo que en efecto hemos venido haciendo; los
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comunistas, junto con las amplias masas populares de China, ya llevamos veinticuatro años de lucha heroica por este objetivo.
Si un comunista o simpatizante del comunismo no lucha por dicho objetivo, o si, menospreciando la revolución democrático-burguesa, reduce o debilita aunque sea un poco sus esfuerzos, flaquea un tanto en su devoción y celo por esta causa o no está dispuesto a dar por ella su sangre y su vida, contentándose con disertar sobre socialismo y comunismo, estará traicionando consciente o inconscientemente, en mayor o menor medida, al socialismo y al comunismo, y no será un combatiente consciente y leal del comunismo. Es una ley marxista el que sólo se pueda llegar al socialismo pasando por la etapa de la democracia. En el caso de China, la lucha por la democracia seguirá aún por mucho tiempo. Sería pura quimera tratar de construir una sociedad socialista sobre las ruinas del orden colonial, semicolonial y semifeudal, sin un Estado unificado de nueva democracia, sin el desenvolvimiento del sector estatal de la economía de nueva democracia, sin el desarrollo del sector privado capitalista y del sector cooperativo, sin el desarrollo de una cultura nacional, científica y de masas - la cultura de nueva democracia -, sin la liberación y el desarrollo de la iniciativa individual de los centenares de millones de seres del pueblo, en una palabra, sin una consecuente revolución democrático-burguesa de nuevo tipo, dirigida por el Partido Comunista.
Hay quienes no entienden por qué los comunistas, lejos de temer el capitalismo, abogamos por su desarrollo en determinadas condiciones. Nuestra respuesta es sencilla: La sustitución de la opresión del imperialismo extranjero y del feudalismo interno por un cierto desarrollo del capitalismo no sólo es un progreso, sino también un proceso inevitable. Esto no sólo será beneficioso para la burguesía, sino al mismo tiempo, y quizás en mayor medida, para el proletariado. Lo que le sobra a la China de hoy es el imperialismo extranjero y el feudalismo interno, y no el capitalismo nacional; por el contrario, hay en nuestro país demasiado poco capitalismo. Cosa extraña, algunos voceros de la burguesía china no se atreven a preconizar directamente el desarrollo del capitalismo, sino que recurren a rodeos para hablar del problema. Otra gente llega hasta negar categóricamente la necesidad de un determinado desarrollo del capitalismo en China y predica que se puede pasar de buenas a primeras a la sociedad socialista y hacer realidad "de un solo golpe" los Tres Principios del Pueblo y el socialismo. Es obvio que estos fenómenos son, en un caso, reflejo de la debilidad de la burguesía nacional china, y en
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el otro, demagogia de los grandes terratenientes y la gran burguesía para engañar al pueblo. Basándonos en nuestro conocimiento marxista de las leyes del desarrollo social, los comunistas tenemos clara conciencia de que en China, bajo un régimen estatal de nueva democracia, además de desarrollar la economía estatal, la economía individual de los trabajadores y su economía cooperativa, es necesario, en interés del progreso social, facilitar el desarrollo de la economía privada capitalista, siempre que no domine la vida material del pueblo. Los comunistas chinos tenemos suficiente discernimiento como para no dejarnos desorientar por charlas huecas ni trampas.
Hay quienes dudan de la sinceridad de los comunistas cuando afirmamos que "siendo los Tres Principios del Pueblo [. . .] lo que China necesita hoy, nuestro Partido está dispuesto a luchar por su completa realización". Esta duda proviene de su incomprensión del hecho de que los postulados fundamentales de los Tres Principios del Pueblo, interpretados en 1924 por el Dr. Sun Yat-sen en el "Manifiesto del I Congreso Nacional del Kuomintang" y aceptados por nosotros, coinciden con ciertos principios fundamentales del programa de nuestro Partido para la etapa actual, o sea, de nuestro programa mínimo. Debe señalarse que estos Tres Principios del Pueblo del Dr. Sun coinciden con el programa de nuestro Partido para la presente etapa sólo en ciertos puntos básicos, y no en todo. El programa de nueva democracia de nuestro Partido es, desde luego, mucho más completo que los Tres Principios del Pueblo del Dr. Sun; sobre todo, con el desarrollo de la revolución china en los veinte años transcurridos desde la muerte del Dr. Sun, la teoría, el programa y la práctica de nueva democracia de nuestro Partido se han desarrollado grandemente, y en adelante experimentarán un desarrollo aún mayor. Sin embargo, por su esencia, estos Tres Principios del Pueblo del Dr. Sun, distintos de los viejos Tres Principios del Pueblo, constituyen un programa de nueva democracia y, naturalmente, son "lo que China necesita hoy" y "nuestro Partido está dispuesto a luchar por su completa realización". Para los comunistas chinos, luchar por el programa mínimo de nuestro Partido y luchar por los Tres Principios del Pueblo revolucionarios, o sea, por los nuevos Tres Principios del Pueblo del Dr. Sun, es, en lo fundamental (no en todos los aspectos), una y la misma cosa. Por ello, el pasado y el presente demuestran, y el futuro lo seguirá demostrando, que los comunistas chinos somos más sinceros y consecuentes que nadie en llevar a la práctica los Tres Principios del Pueblo revolucionarios.
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Hay quienes se preguntan si los comunistas chinos,
una vez en el Poder, no implantarán una dictadura del proletariado
y un gobierno unipartidista, siguiendo el ejemplo de Rusia. Nuestra respuesta
es que un Estado de nueva democracia, basado en la alianza de las diversas
clases democráticas, es por principio distinto de un Estado socialista
de dictadura del proletariado. Está fuera de duda que el régimen
de nueva democracia, que preconizamos, se erigirá bajo la dirección
del proletariado, bajo la dirección del Partido Comunista; no obstante,
a lo largo de la etapa de la nueva democracia, no puede y, por lo tanto,
no debe haber en China una dictadura de una sola clase ni un gobierno de
un solo partido. No tenemos motivo para negarnos a cooperar con cualquier
partido político, grupo social o individuo que adopte hacia el Partido
Comunista una actitud de cooperación y no de hostilidad. Fue la
historia de Rusia la que dio forma al sistema ruso. Allí ha sido
abolido el sistema social de explotación del hombre por el hombre
y puesto en práctica un sistema político, económico
y cultural del tipo más moderno de democracia: el socialista; el
pueblo ha repudiado a todos los partidos políticos antisocialistas
y apoya solamente al Partido bolchevique. Esto ha dado forma a la situación
existente en Rusia, lo que para el pueblo ruso es del todo necesario y
justificado. Pero hasta en ese país, donde no hay otro partido político
que el Partido bolchevique, el sistema adoptado en los órganos del
Poder también es el de la alianza de los obreros, campesinos e intelectuales,
o sea, el del bloque de los comunistas y los sin partido, y no un sistema
que sólo admita en los órganos del Poder a los miembros de
la clase obrera o del Partido bolchevique. En cuanto a China, es la actual
etapa de su historia la que está dando forma al sistema chino para
esta etapa. Por un largo período existirá en China una forma
particular de Estado y de Poder, distinta del sistema ruso pero perfectamente
necesaria y justificada para nosotros, esto es, la forma de Estado y de
Poder de nueva democracia, basada en la alianza de las diversas clases
democráticas.
Sobre la base del programa general arriba delineado, nuestro Partido debe tener asimismo un programa concreto para cada período. Nuestro programa general de nueva democracia ha permanecido y permanecerá inalterado a lo largo de toda la etapa de la revolución
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democrático-burguesa, es decir, durante varias décadas. Pero dado que la situación cambia en las diversas fases de esta etapa, no podemos dejar de introducir, como es natural, los cambios correspondientes en nuestro programa concreto. Por ejemplo, durante la Expedición al Norte, la Guerra Revolucionaria Agraria y la Guerra de Resistencia contra el Japón, ha permanecido sin cambio nuestro programa general de nueva democracia, pero sí ha habido cambios en nuestro programa concreto, porque se han producido cambios en el campo de nuestros enemigos y en las filas de nuestros amigos durante esos tres períodos.
Actualmente, el pueblo chino se encuentra ante la siguiente situación:
Consideramos que son adecuadas y constituyen un mínimo las demandas siguientes:
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Distribuir equitativamente entre todas las fuerzas
armadas antijaponesas el armamento y la ayuda financiera proporcionados
por los países aliados;
Castigar a los funcionarios corruptos y asegurar
una administración íntegra;
Mejorar las condiciones materiales de los empleados
públicos de niveles medio e inferior;
Dar al pueblo chino los derechos democráticos;
Abolir el sistema de pao y chia[4],
que sirve para oprimir al pueblo;
Socorrer a los refugiados de guerra y a las víctimas
de las calamidades naturales;
Crear un fondo sustancial para auxiliar ampliamente
a las víctimas de la ocupación japonesa una vez recuperado
el territorio perdido;
Abolir los múltiples impuestos y contribuciones
exorbitantes y establecer un sistema único de impuestos progresivos;
Efectuar reformas en el agro, reducir los arriendos
y los intereses, proteger en forma apropiada los derechos del arrendatario,
conceder préstamos a bajo interés a los campesinos necesitados
y ayudar a los campesinos a organizarse, para facilitar el desarrollo de
la producción agrícola;
Proscribir el capital burocrático;
Poner fin a la actual política de controles
económicos; Detener la desenfrenada inflación y el alza vertiginosa
de los precios;
Ayudar a la industria privada ofreciéndole
facilidades para la obtención de créditos, la adquisición
de materias primas y la venta de sus productos;
Mejorar las condiciones de vida de los obreros,
prestar socorro a los desempleados y ayudar a los obreros a organizarse,
para facilitar el desarrollo de la producción industrial;
Poner fin al adoctrinamiento kuomintanista[5]
en la instrucción pública y promover una cultura y una enseñanza
nacionales, científicas y de masas;
Garantizar la vida material del personal docente
y administrativo de los centros de enseñanza y la libertad académica;
Proteger los intereses de la juventud, la mujer y la infancia y prestar ayuda a los jóvenes que se han visto obligados a in-
Todas estas demandas son la voz de las grandes masas populares de China y también de amplios sectores de la opinión pública democrática en los países aliados.
Es completamente indispensable un programa concreto mínimo acordado por todos los partidos y grupos democráticos antijaponeses; estamos dispuestos a celebrar consultas con ellos sobre la base del programa arriba señalado. Cada partido puede tener sus propias demandas, pero todos debemos convenir en un programa común.
En las regiones dominadas por el Kuomintang, un programa así es por ahora nada más que una exigencia; en las regiones ocupadas por el Japón, a excepción del punto relativo a la organización de fuerzas armadas clandestinas en preparación de levantamientos armados, éste es un programa que podrá llevarse a la práctica sólo después de la recuperación de dichas regiones; en las regiones liberadas, este programa se viene aplicando desde hace tiempo y debe seguir aplicándose en el futuro.
Las antecitadas demandas inmediatas o programa concreto del pueblo chino, tocan muchos problemas vitales del período de la gue-
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rra y de la postguerra, que requieren aquí una explicación.
Al explicarlos, criticaremos algunos de los erróneos puntos de vista
de la principal camarilla gobernante del Kuomintang y, al mismo tiempo,
aclararemos algunas cuestiones planteadas por otras personas.
La Conferencia de El Cairo[6] tomó la decisión de imponer a los agresores japoneses la rendición incondicional. La decisión es correcta. Pero ahora éstos andan haciendo gestiones entre bastidores en un intento de lograr una paz de compromiso; mientras tanto, los elementos projaponeses en el gobierno kuomintanista coquetean con emisarios secretos del Japón, actuando el gobierno títere de Nankín como intermediario, sin que a esto se le haya puesto freno. De ahí que el peligro de un compromiso a medio camino aún no haya sido del todo superado. Igualmente, la Conferencia de El Cairo hizo bien en decidir la restitución a China de las cuatro provincias del Nordeste, de Taiwán y de las islas Pengju. Sin embargo, dada la política presente del gobierno del Kuomintang, es imposible confiar en él para combatir hasta el río Yalu y recobrar todo el territorio perdido. En estas circunstancias, ¿qué debe hacer el pueblo chino? Exigir al gobierno del Kuomintang el aplastamiento definitivo de los agresores japoneses y no permitir ningún compromiso a medio camino. Hay que acabar inmediatamente con toda intriga tendiente a un compromiso. El pueblo chino debe exigir al gobierno kuomintanista que renuncie a su actual política de resistencia pasiva y vuelque toda su fuerza militar en una guerra activa contra el Japón. El pueblo chino no debe apoyarse pura y simplemente en el Kuomintang, sino acrecentar sus propias fuerzas armadas -- el VIII Ejército, el Nuevo 4. Cuerpo de Ejército y las demás fuerzas armadas populares --, y organizar por su cuenta y ampliamente fuerzas armadas antijaponesas en todos los lugares adonde ha Llegado el enemigo, a fin de recuperar, en coordinación directa con las operaciones de los países aliados, todo el territorio perdido. Vencer a los agresores japoneses es un derecho sagrado del pueblo chino. En caso de que los reaccionarios intenten privarlo de este derecho, reprimir sus actividades antijaponesas o minar sus fuerzas antijaponesas, el pueblo chino deberá, si resulta inútil la persuasión, contraatacar con decisión en legítima de-
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fensa, pues tales actos reaccionarios, de traición a los
intereses de la nación, no significarán otra cosa que ayudar
a los agresores japoneses.
2. Abolir la dictadura unipartidista del Kuomintang y
establecer un gobierno democrático de coalición
Para aplastar definitivamente a los agresores japoneses, se hace necesario efectuar las reformas democráticas en todo el país, pero esto no es posible sin abolir la dictadura unipartidista del Kuomintang y establecer un gobierno democrático de coalición.
La dictadura unipartidista del Kuomintang es, en realidad, la dictadura de la camarilla antipopular de dicho partido; es ella la saboteadora de la unidad nacional china, la responsable de las derrotas en la Guerra de Resistencia en el frente del Kuomintang y el principal obstáculo para la movilización y unificación de las fuerzas antijaponesas del pueblo chino. Por su amarga experiencia en ocho años de guerra antijaponesa, el pueblo chino conoce ya profundamente lo criminal que es esta dictadura y, como es natural, reclama su inmediata abolición. Esta dictadura antipopular es también la siniestra engendradora de la guerra civil, cuyas trágicas calamidades volverán a abatirse sobre el pueblo a menos que aquélla sea abolida inmediatamente.
La voz del pueblo chino, que reclama la abolición de dicha dictadura antipopular, se ha alzado con tal amplitud y vigor que hasta las mismas autoridades kuomintanistas se han visto obligadas a admitir públicamente la necesidad de "poner fin antes del plazo previsto al régimen de tutela", hecho que demuestra cuán impopular y desacreditado ha llegado a ser este "régimen de tutela" o "dictadura unipartidista". Ya no queda en China nadie que se atreva a hablar bien de este "régimen de tutela" o "dictadura unipartidista", y a afirmar que no se deba abolirlo o "ponerle fin"; esto supone un gran cambio en la situación.
Ha quedado definitivamente sentada la necesidad de "ponerle fin"; sobre esto ya no cabe ninguna duda. Pero ¿cómo hacerlo? Aquí difieren las opiniones. Unos dicen: Hay que ponerle fin inmediatamente y establecer un gobierno provisional democrático de coalición. Otros dicen: Hay que esperar un poco; se convocará la "Asamblea Nacional" y entonces se ha de "devolver el Poder al pueblo", pero no será entregado a un gobierno de coalición.
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¿Qué quiere decir todo esto?
Se trata de dos maneras de proceder: la sincera y la hipócrita.
Primero, la manera sincera. Consiste en proclamar sin demora la abolición de la dictadura unipartidista del Kuomintang, instaurar un gobierno central provisional compuesto por representantes del Kuomintang, del Partido Comunista y de la Liga Democrática, así como por personalidades sin partido, y promulgar un programa político democrático conforme a las demandas inmediatas del pueblo chino, que acabarnos de exponer, a fin de restablecer la unidad nacional y derrotar a los agresores japoneses. Conviene, para examinar estas cuestiones, convocar una conferencia de mesa redonda en que participen representantes de los diversos partidos y grupos políticos y personalidades sin partido, de modo que se llegue a un acuerdo y se pongan manos a la obra. Esta es la política de unidad, que sostiene firmemente el pueblo chino.
Segundo, la manera hipócrita. Consiste en convocar arbitrariamente, pasando por alto las demandas de las grandes masas populares y de todos los partidos y grupos democráticos, una "Asamblea Nacional" acaparada por la camarilla antipopular del Kuomintang, en la que se adopte una "constitución" que en realidad mantenga la dictadura y se oponga a la democracia, para vestir con ropaje de legalidad al ilegal "Gobierno Nacional", gobierno designado en privado por unas decenas de kuomintanistas, que en modo alguno se basa en la voluntad del pueblo, sino que ha sido impuesto a éste por la fuerza; así, fingiendo "devolver el Poder al pueblo", en realidad no se hará más que "devolver el Poder" a la misma camarilla antipopular del Kuomintang. Todo el que desapruebe esto será acusado de atentar contra la "democracia" y la "unificación", y se encontrarán "motivos" para decretar contra él una expedición punitiva. Esta es una política de ruptura, a la que se opone firmemente el pueblo chino.
Las medidas que nuestros héroes antipopulares están por adoptar de acuerdo con esta política de ruptura, entrañan el peligro de llevarlos a su propia ruina. Ellos se aprestan a ponerse al cuello un dogal que jamás podrán desatar; ese dogal se llama "Asamblea Nacional". Su intención es usar la "Asamblea Nacional" corno una varita mágica, primero, para impedir la formación de un gobierno de coalición, segundo, para mantener su régimen dictatorial, y, tercero, para justificar una guerra civil. Pero la lógica de la historia es contraria a sus deseos: "levantarán una piedra sólo para dejarla caer sobre sus propios pies".
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Pues es obvio para todo el mundo que, en las regiones dominadas por el Kuomintang, el pueblo carece de libertades, que, en las regiones ocupadas por los invasores japoneses, no se pueden celebrar elecciones con participación popular, y que las regiones liberadas, donde el pueblo disfruta de libertades, no son reconocidas por el gobierno kuomintanista. En tales condiciones, ¿de dónde pueden provenir los representantes de la nación?, ¿de dónde puede provenir la "Asamblea Nacional"? La "Asamblea Nacional" por la que se desgañitan no es otra que la amañada por el propio gobierno dictatorial del Kuomintang hace ocho años, durante el período de la guerra civil. Si tal asamblea se reúne, inevitablemente el pueblo de todo el país se levantará contra ella. Cabe preguntar: ¿Cómo podrán nuestros héroes antipopulares salir entonces del apuro? En última instancia, la convocación de la espuria "Asamblea Nacional" no haría más que llevarlos a su propia ruina.
Para poner fin a la dictadura unipartidista del Kuomintang, los comunistas proponemos dos pasos sucesivos: primero, formar en la etapa actual, previo acuerdo de los representantes de los diversos partidos y grupos políticos y personalidades sin partido, un gobierno provisional de coalición; segundo, en la próxima etapa, convocar una asamblea nacional por medio de elecciones libres y sin restricciones, y establecer un gobierno de coalición definitivo. En resumen, en una y otra etapa se implantará un gobierno de coalición, que agrupará a los representantes de todas las clases y partidos políticos que quieran participar en él, con miras a luchar, siguiendo un programa democrático común, por la Resistencia en el presente y por la reconstrucción nacional en el futuro.
Piensen lo que piensen sobre el particular los kuomintanistas o cualquier otro partido, grupo o individuo, quiéranlo o no, tengan conciencia o no de ello, ése es el único camino que China puede seguir. Esta es una ley de la historia, una tendencia necesaria e inevitable, que ninguna fuerza puede desviar.
Tanto en ésta como en cualquier otra cuestión relativa a las reformas democráticas, los comunistas declaramos: Aunque las autoridades kuomintanistas se obstinan en su errónea política y se valen de las negociaciones para ganar tiempo y apaciguar a la opinión pública, estamos prontos a reanudar las negociaciones con ellas apenas muestren disposición a renunciar a su errónea política actual y a realizar las reformas democráticas. Pero las negociaciones deben basarse en el principio general de resistencia, unidad y democracia; no podemos
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estar de acuerdo con ninguna medida o plan que se aleje de este
principio general, ni con ninguna otra palabrería, por bonita que
suene.
3. Libertad para el pueblo
En la actualidad, la lucha del pueblo chino por la libertad está dirigida, ante todo y sobre todo, contra los agresores japoneses. Pero el gobierno del Kuomintang mantiene privado de la libertad al pueblo y lo tiene atado de pies y manos, imposibilitándolo de luchar contra los agresores japoneses. Sin resolver este problema no será posible movilizar y unificar a todas las fuerzas antijaponesas del país. Si hemos planteado en nuestro programa la abolición de la dictadura unipartidista, la formación de un gobierno de coalición, la supresión de los servicios secretos, la derogación de las leyes y decretos atentatorios a las libertades, el castigo de los colaboracionistas, espías, elementos projaponeses, fascistas y funcionarios corruptos, la liberación de los presos políticos, el reconocimiento de la legalidad de todos los partidos y grupos democráticos, la retirada de las tropas que cercan y atacan las regiones liberadas, el reconocimiento de las regiones liberadas, la abolición del sistema de pao y chia, así corno otras muchas demandas en los terrenos económico y cultural y en lo relativo a los movimientos de masas, lo hemos hecho justamente con el propósito de romper los grilletes que encadenan al pueblo y darle libertad para resistir al Japón, lograr la unidad y conquistar la democracia.
La libertad la conquista el pueblo mismo, y no se la otorga nadie como limosna. En las regiones liberadas de China, el pueblo ya la ha conquistado, y en el resto del país, también puede y debe hacerlo. Cuanta más libertad conquiste el pueblo chino y cuanto más poderosas se hagan las fuerzas democráticas organizadas, tanto mayor será la posibilidad de instaurar un gobierno provisional unificado de coalición. Una vez formado, este gobierno dará, a su vez, plena libertad al pueblo y con ello consolidará sus propios cimientos. Será entonces cuando se podrá, tras la derrota de los agresores japoneses, celebrar elecciones libres y sin restricciones en todo el territorio patrio, instituir una asamblea nacional democrática y establecer un gobierno unificado de coalición que sea definitivo. Sin libertad para el pueblo no puede haber ni una asamblea nacional ni un gobierno auténticamente elegidos por el pueblo. ¿Acaso no es esto claro?
Las libertades de palabra, prensa, reunión, asociación, pensamiento y fe, así como la inviolabilidad de la persona, son las libertades más
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importantes para el pueblo. En China, sólo las regiones liberadas las han hecho plena realidad.
En 1925, el Dr. Sun Yat-sen dijo en su Testamento, redactado en su lecho de muerte:
4. Unificación por el pueblo
Con el fin de aplastar a los agresores japoneses, prevenir una guerra civil y construir una nueva China, es preciso transformar la China dividida en una China unificada. Esta es una tarea histórica del pueblo chino.
Pero ¿de qué tipo de unificación se trata? ¿Unificación despótica, impuesta por un dictador, o unificación democrática, realizada por el pueblo? Desde Yuan Shi-kai, los caudillos militares del Norte se empecinaron en imponer una unificación despótica. Pero, ¿cuál fue el resultado? Contrariamente a lo que buscaban, lograron la división en lugar de la unificación, y acabaron por ser derribados. Siguiendo los pasos de Yuan Shi-kai, la camarilla antipopular del Kuomintang pretendió una unificación despótica, y durante diez años enteros se dedicó a la guerra civil, con el resultado de que franqueó la entrada a los agresores japoneses y tuvo que retirarse hasta el monte Emei[7].
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Y ahora, desde la cumbre, vuelve a predicar a voz en cuello su teoría de la unificación despótica. Pero ¿a quién se dirigen sus prédicas? ¿Puede haber algún chino patriota y honrado que se preste a escucharlas? Habiendo vivido dieciséis años bajo la dominación de los caudillos militares del Norte y dieciocho bajo el yugo dictatorial del Kuomintang, el pueblo chino ha adquirido ya suficiente experiencia y perspicacia. Está por una unificación democrática, realizada por las grandes masas populares, y no por una unificación despótica, impuesta por un dictador. Ya en 1935, los comunistas formulamos la política de frente único nacional antijaponés, y desde entonces no hemos cesado ni un solo día de luchar por tal objetivo. En 1939, cuando el Kuomintang puso en práctica sus reaccionarias "Medidas para restringir las actividades de los partidos ajenos", creando así un grave peligro de capitulación, ruptura y retroceso, y los kuomintanistas se desgañitaban pregonando su teoría de la unificación despótica, nosotros declaramos que la unificación debía basarse en la resistencia y no en la capitulación, en la unidad y no en la ruptura, en el progreso y no en el retroceso; que sólo ésta podía ser una unificación genuina, y que cualquiera otra sería falsa[8]. Ya han transcurrido seis años, pero el problema sigue siendo el mismo.
¿Es acaso posible la unificación si el pueblo no tiene ni libertad ni democracia? Tan pronto como las tenga, habrá unificación. El movimiento del pueblo chino por la libertad, la democracia y un gobierno de coalición es al mismo tiempo un movimiento por la unificación. Este es también el objetivo que perseguimos cuando formulamos en nuestro programa concreto una serie de demandas exigiendo libertad, democracia y un gobierno de coalición. Sin abolir la dictadura de la camarilla antipopular del Kuomintang y establecer un gobierno democrático de coalición, no sólo será imposible llevar a cabo ninguna reforma democrática en las regiones dominadas por el Kuomintang y movilizar allí a todos los militares y civiles para derrotar a los agresores japoneses, sino que desembocaremos en las trágicas calamidades de una guerra civil. Esta ya es una verdad elemental para mucha gente. ¿Por qué tantos demócratas, pertenecientes o no a partidos políticos, entre ellos muchos del Kuomintang, reclaman unánimemente la instauración de un gobierno de coalición? Justamente porque han adquirido clara conciencia de la crisis actual y comprenden que de otra manera será imposible superarla y lograr la unidad para la lucha contra el enemigo y para la reconstrucción nacional.
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5. Ejército popular
Sin un ejército que se mantenga en la posición del pueblo, el pueblo chino no podrá conseguir la libertad y la unificación, establecer un gobierno de coalición, derrocar definitivamente a los agresores japoneses ni construir una nueva China. En la actualidad, las únicas fuerzas armadas que se mantienen por entero en la posición del pueblo son los ejércitos, no muy numerosos aún, de las regiones liberadas, o sea, el VIII Ejército y el Nuevo 4. Cuerpo de Ejército. Estas fuerzas están lejos de ser suficientes. Sin embargo, la camarilla antipopular del Kuomintang se desvive por socavar y liquidar a las fuerzas armadas de las regiones liberadas. En 1944, el gobierno del Kuomintang presentó un "memorándum" al Partido Comunista exigiéndole "suprimir dentro de un plazo limite" las cuatro quintas partes de estas fuerzas. En 1945, durante las últimas negociaciones, ha llegado a exigir al Partido Comunista que se las entregue todas, a cambio de lo cual le concedería la "legalidad".
Esta gente dice a los comunistas: Entreguen sus tropas y les concederemos la libertad. Según su teoría, los partidos que no poseen fuerzas armadas deberían gozar de libertad. Ahora bien, en 1924-1927, el Partido Comunista contaba sólo con pequeñas fuerzas armadas; no obstante, la libertad de que gozaba se desvaneció tan pronto como el gobierno del Kuomintang comenzó a aplicar su política de "depuración del partido" y de represión sangrienta. Y hoy día, la Liga Democrática de China y los demócratas dentro del Kuomintang no tienen fuerzas armadas, pero tampoco gozan de libertad. Durante los últimos dieciocho años, en las regiones dominadas por el gobierno kuomintanista, los obreros, campesinos, estudiantes y las personas de tendencias progresistas en los medios culturales, docentes e industriales no han contado con fuerzas armadas, pero tampoco han gozado de libertad. ¿Acaso se les ha negado la libertad a estos partidos y grupos democráticos y a estos sectores de la población porque organizaron ejércitos, practicaron el "separatismo feudal", crearon "regiones de traidores" o violaron "órdenes gubernamentales y militares"? No, de ningún modo. Todo lo contrario, se ven privados de la libertad precisamente porque no han hecho nada de eso.
"El ejército pertenece al Estado." Nada más cierto; no existe en el mundo un solo ejército que no pertenezca a un Estado. Pero ¿a qué clase de Estado debe pertenecer? ¿A un Estado de dictadura feudal-fascista de los grandes terratenientes, los grandes banqueros
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y los magnates de la burguesía compradora, o a un Estado de nueva democracia de las amplias masas populares? En China sólo cabe establecer un Estado de nueva democracia y, sobre esta base, un gobierno de coalición de nueva democracia; todas las fuerzas armadas de China deben pertenecer a tal gobierno de tal Estado, de modo que puedan defender la libertad del pueblo y luchar eficazmente contra los agresores extranjeros. Tan pronto como aparezca en China un gobierno de coalición de nueva democracia, le serán transferidas las tropas de las regiones liberadas. Pero tendrán que serlo también todas las tropas del Kuomintang.
En 1924, el Dr. Sun Yat-sen dijo: "A partir de hoy, la revolución nacional debe entrar en una nueva era. [. . .] el primer paso consiste en unir a las fuerzas armadas con el pueblo, y el segundo, en transformarlas en fuerzas armadas del pueblo."[9] El VIII Ejército y el Nuevo 4. Cuerpo de Ejército han podido obtener victorias precisamente porque, siguiendo esta orientación, se han convertido en "fuerzas armadas del pueblo", es decir, en un ejército popular. En los primeros tiempos de la Expedición al Norte, el ejército del Kuomintang dio el "primer paso" de que habló el Dr. Sun, y por eso obtuvo victorias. Pero, desde las postrimerías de la Expedición al Norte hasta la fecha, ha desandado incluso ese "primer paso" y ha mantenido una posición antipopular, y por ello se ha ido corrompiendo y degenerando cada día más. Dentro de su elemento en la guerra interior, no puede menos que estar fuera de su elemento en la guerra exterior. Todos los oficiales patriotas y honrados del ejército del Kuomintang deben levantarse para hacer revivir el espíritu del Dr. Sun y transformar sus tropas.
En la transformación de los viejos ejércitos, es preciso reeducar apropiadamente a todos los oficiales susceptibles de serlo, ayudándolos a eliminar sus viejas concepciones y a adquirir las correctas, a fin de que puedan servir en el ejército popular.
Luchar por la formación del ejército popular de China es deber de todo el pueblo. Sin un ejército popular, nada tendrá el pueblo. Esta es una cuestión que no admite palabrerías.
Los comunistas estamos dispuestos a apoyar la transformación del ejército chino. El VIII Ejército y el Nuevo 4. Cuerpo de Ejército deben considerar como ejércitos amigos, y prestarles la debida ayuda, a todas las fuerzas armadas que quieran unirse con el pueblo y combatir a los agresores japoneses en vez de luchar contra las regiones liberadas de China.
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6. El problema agrario
Con el fin de aplastar a los agresores japoneses y construir una nueva China, es imperativo reformar el sistema agrario y emancipar a los campesinos. El postulado del Dr. Sun Yat-sen de "La tierra para el que la trabaja" es correcto para la presente época, en que hacemos una revolución de carácter democrático-burgués.
¿Por qué decimos que nuestra revolución en la época actual es una "revolución de carácter democrático-burgués"? Porque el blanco de esta revolución no es la burguesía en general, sino la opresión extranjera y la feudal; porque las medidas adoptadas en ella no están encaminadas en general a abolir la propiedad privada, sino a protegerla, y porque, si bien, como resultado de esta revolución, la clase obrera podrá acumular las fuerzas para conducir a China hacia el socialismo, el capitalismo se desarrollará en medida apropiada durante un período bastante largo. "La tierra para el que la trabaja" significa transferir la tierra de manos de los explotadores feudales a manos de los campesinos, significa transformar la propiedad privada de los terratenientes feudales en propiedad privada de los campesinos y emancipar así a éstos de las relaciones agrarias feudales, lo cual permitirá convertir el país de agrícola en industrial. "La tierra para el que la trabaja" es, por consiguiente, un postulado democrático-burgués, y no socialista proletario, un postulado de todos los demócratas revolucionarios, y no exclusivamente de los comunistas. La diferencia está en que, en las condiciones de China, sólo los comunistas lo tomamos con toda seriedad: no nos limitamos a hablar sobre él, sino que lo ponemos en práctica. ¿Quiénes son los demócratas revolucionarios? Además del proletariado, que es el sector más consecuente de los demócratas revolucionarios, está el campesinado, que es el más numeroso. Los campesinos en su abrumadora mayoría, o sea, con la sola excepción de los campesinos ricos, que arrastran un rabo feudal, reclaman activamente "La tierra para el que la trabaja". La pequeña burguesía urbana, que forma también un sector de los demócratas revolucionarios, encuentra provechosa para ella la política de "La tierra para el que la trabaja", pues ésta permite desarrollar las fuerzas productivas de la agricultura. La burguesía nacional es una clase vacilante; por su necesidad de mercados, también aprueba esta política; pero, al mismo tiempo, como la mayoría de sus integrantes están vinculados a la propiedad de la tierra, muchos de ellos temen esta política. El Dr. Sun Yat-sen fue el primer demócrata revolucionario de China;
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representando al sector revolucionario de la burguesía nacional, a la pequeña burguesía urbana y al campesinado, emprendió una revolución armada y formuló sus postulados de "igualamiento del derecho a la propiedad de la tierra" y de "La tierra para el que la trabaja". Pero, lamentablemente, cuando estuvo en el Poder, no tomó ninguna iniciativa para reformar el sistema agrario. Al llegar al Poder, la camarilla antipopular del Kuomintang traicionó por entero esos postulados. Es ella misma la que ahora se opone tercamente a la política de "La tierra para el que la trabaja", ya que representa a la capa de los grandes terratenientes, los grandes banqueros y los magnates de la burguesía compradora. En China no hay un partido político que represente exclusivamente al campesinado, y los partidos políticos de la burguesía nacional no tienen un programa agrario resuelto; por eso, el Partido Comunista se ha convertido en el dirigente de los campesinos y de todos los demás demócratas revolucionarios, pues es el único que ha elaborado y llevado a la práctica un resuelto programa agrario y ha luchado concienzudamente por los intereses del campesinado, ganándose así en las amplias masas campesinas a un gran aliado.
Entre 1927 y 1936, el Partido Comunista de China adoptó medidas para reformar radicalmente el sistema agrario e hizo realidad el postulado del Dr. Sun de "La tierra para el que la trabaja". Fue la misma camarilla antipopular del Kuomintang, que agrupa a todos los indignos sucesores de Sun Yat-sen, la que durante esos diez años sostuvo a zarpazos y dentelladas una guerra contra el pueblo, o sea, contra la política de "La tierra para el que la trabaja".
Durante la Guerra de Resistencia contra el Japón, el Partido Comunista de China ha hecho una importante concesión: ha sustituido la política de "La tierra para el que la trabaja" por la de reducción de los arriendos y los intereses. Esta concesión fue correcta, ya que impulsó al Kuomintang a participar en la Resistencia y debilitó la oposición de los terratenientes de las regiones liberadas a nuestro esfuerzo por movilizar a las campesinos para la Guerra de Resistencia. Si no surgen obstáculos especiales, estamos dispuestos a continuar esta política aun después de la guerra: primero se hará extensiva a todo el país la reducción de los arriendos y los intereses, y luego se adoptarán medidas apropiadas para llevar a cabo gradualmente la política de "La tierra para el que la trabaja".
Sin embargo, los que han traicionado al Dr. Sun se oponen no sólo a la política de "La tierra para el que la trabaja", sino también a la reducción de los arriendos y los intereses. El gobierno del Kuomintang
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no aplica el decreto sobre un "25 por ciento de reducción de los arriendos" ni otros similares, que él mismo ha promulgado; nuestras regiones liberadas son las únicas que los han aplicado, crimen que les ha valido el calificativo de "regiones de traidores".
Durante la Guerra de Resistencia, ha surgido lo que se llama teoría de las dos etapas: la de la "revolución nacional" y la de la "revolución por la democracia y la vida del pueblo". Esta es una teoría errónea.
"Frente a un formidable enemigo, no hay que plantear las reformas en favor de la democracia y de la vida del pueblo; más vale esperar hasta que los japoneses se hayan ido." Esta es la absurda teoría de la camarilla antipopular del Kuomintang y su objetivo consiste en impedir la victoria completa de la Guerra de Resistencia. ¡Y que haya quienes se hacen eco de este disparate, aprobándolo servilmente!
"Frente a un formidable enemigo, hay que resolver los problemas de la democracia y de la vida del pueblo, porque sin ello será imposible crear bases de apoyo antijaponesas y resistir al ataque del Japón." Esto es lo que preconiza el Partido Comunista de China, y también lo que ha puesto en práctica, con excelentes resultados.
Durante la Guerra de Resistencia, la reducción de los arriendos y los intereses, así como todas las demás reformas democráticas, están al servicio de esta Guerra. Para debilitar la oposición de los terratenientes al esfuerzo de guerra, nos limitamos a la reducción de los arriendos y los intereses en lugar de abolir la propiedad de los terratenientes sobre la tierra; además, los estimularnos a que coloquen sus haberes en la industria, y damos a los shenshi sensatos la posibilidad de participar, junto con los demás representantes del pueblo, en las actividades públicas en favor de la Resistencia así como en el trabajo de los órganos de Poder. En cuanto a los campesinos ricos, los alentamos a desarrollar la producción. Todas estas medidas forman parte de nuestra resuelta línea de reformas democráticas en las zonas rurales, y son absolutamente necesarias.
Existen, pues, dos líneas: una es impedir testarudamente que los campesinos chinos resuelvan sus problemas en lo que respecta a la democracia y a la vida del pueblo, lo que Lleva a la corrupción e impotencia y a la incapacidad para combatir al Japón; la otra es apoyar resueltamente a los campesinos en la solución de dichos problemas, lo que conduce a ganarse al más grande aliado, que representa el 80 por ciento de la población, para organizar poderosas fuerzas de combate. La primera es la línea del gobierno del Kuomintang, y la segunda, la de las regiones liberadas de China.
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Vacilar entre una y otra, apoyar de palabra al campesinado, pero carecer de decisión para reducir los arriendos y los intereses, para armar a los campesinos y para establecer el Poder democrático en las zonas rurales: tal es la línea de los oportunistas.
Movilizando todas sus fuerzas, la camarilla antipopular del Kuomintang viene lanzando contra el Partido Comunista de China toda clase de pérfidos ataques, abiertos y encubiertos, militares y políticos, cruentos e incruentos. Por su naturaleza social, la controversia entre ambos partidos se refiere, en esencia, al problema de las relaciones agrarias. En fin de cuentas, ¿en qué punto hemos provocado la ira de la camarilla antipopular del Kuomintang? ¿No habrá sido precisamente en esta cuestión? Si dicha camarilla ha sido aclamada y estimulada por los agresores japoneses, ¿no será precisamente porque les ha rendido un gran servicio en esta cuestión? Si se ha pretendido que "el Partido Comunista sabotea la Resistencia y pone en peligro a la nación", si se nos ha tildado de "partido traidor", "ejército traidor" y "regiones de traidores", y si se nos ha acusado de "desobediencia a las órdenes gubernamentales y militares", ¿no será precisamente porque el Partido Comunista de China ha hecho a este respecto un trabajo serio, realmente acorde con los intereses de la nación?
El campesinado es la fuente de origen de los obreros chinos. En el futuro, decenas de millones de campesinos marcharán a las ciudades e ingresarán en las fábricas. Para levantar una poderosa industria nacional y construir un buen número de grandes ciudades modernas, China tendrá que atravesar un prolongado proceso de transformación de población rural en urbana.
El campesinado desempeña el papel principal en el mercado de la industria china. Son los campesinos los que proporcionan la mayor parte de los víveres y materias primas y absorben la mayor parte de los productos industriales.
El campesinado es la fuente de origen del ejército chino. Los soldados son campesinos en uniforme, enemigos jurados de los agresores japoneses.
El campesinado es la principal de las fuerzas que luchan por la democracia en China en la etapa actual. Los demócratas chinos no podrán llegar a ninguna parte si no se apoyan en los 360 millones de campesinos.
Es al campesinado a quien va dirigido principalmente el movimiento cultural de China en la etapa actual. ¿No resultaría en esencia pura charlatanería hablar de liquidación del analfabetismo, populari-
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zación de la enseñanza, arte y literatura de masas y salud pública, si se dejara de lado a los 360 millones de campesinos?
Claro está que, al decir esto, no estoy pasando por alto la importancia política, económica y cultural de los restantes 90 millones de personas, en especial de la clase obrera, que es políticamente la más consciente y por ello la calificada para dirigir todo el movimiento revolucionario. A este respecto no debe haber equívocos.
Comprender todo esto es absolutamente necesario no sólo para los comunistas, sino también para todos los demócratas de China.
Una vez introducidas reformas en el sistema agrario, aunque se trate sólo de una reforma tan elemental como la reducción de los arriendos y los intereses, los campesinos se sentirán más interesados en la producción. Luego, a medida que se ayude a los campesinos a organizarse, gradualmente y de acuerdo con el principio de voluntariedad, en cooperativas de producción agrícola y de otro tipo, habrán de desarrollarse las fuerzas productivas. Por el momento, las cooperativas de producción agrícola no pueden pasar de ser organizaciones de trabajo colectivo y de ayuda mutua basadas en la economía individual (o sea, en la propiedad privada) de los campesinos, tales como brigadas de intercambio de trabajo, grupos de ayuda mutua o equipos de intercambio de trabajo; sin embargo, esto ya permite incrementar en forma asombrosa la productividad del trabajo y la producción. Semejantes organizaciones se han creado ampliamente en las regiones liberadas, y en adelante deben generalizarse lo más posible.
Conviene señalar aquí que entre los campesinos existían ya organizaciones de tipo cooperativo, tales como las brigadas de intercambio de trabajo, pero no representaban sino un medio con que los campesinos se socorrían en su trágica vida. Ahora, las brigadas de intercambio de trabajo en las regiones liberadas son diferentes tanto en su forma como en su contenido; han pasado a ser para las masas campesinas un medio de desarrollar la producción y luchar por una vida mejor.
El papel, positivo o negativo, grande o pequeño, que en la vida del pueblo chino desempeñan la política y la práctica de un partido, se ve, en última instancia, en si contribuyen al desarrollo de las fuerzas productivas del pueblo chino y en qué medida lo hacen, si frenan o liberan estas fuerzas. Aplastar a los agresores japoneses, realizar la reforma agraria, emancipar al campesinado, desarrollar una industria moderna y crear una nueva China, independiente, libre, democrática, unificada, próspera y poderosa: sólo esto permitirá liberar las fuerzas productivas de la sociedad china y ganará el aplauso del pueblo chino.
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Conviene señalar aquí también que a los intelectuales que vienen de la ciudad a trabajar al campo no les es fácil comprender que las zonas rurales están todavía basadas en la economía individual, dispersa y atrasada, y que, además, las regiones liberadas se encuentran temporalmente separadas unas de otras por el enemigo y empeñadas en la guerra de guerrillas. Por no comprender estas características, a menudo enfocan los problemas rurales y llevan el trabajo en el campo de manera inapropiada, con los mismos puntos de vista de la vida y el trabajo en la ciudad; como resultado, se divorcian de la realidad de las zonas rurales y no pueden fundirse con los campesinos. Estos fenómenos tienen que eliminarse mediante la educación.
Los numerosos intelectuales revolucionarios de China deben adquirir conciencia de la necesidad de integrarse con los campesinos, quienes necesitan de ellos y esperan su ayuda. Deben marchar al campo con entusiasmo, despojarse de sus atavíos de estudiante para ponerse ropa de tela basta y comenzar de buen grado por la tarea más modesta; deben averiguar allí lo que desean los campesinos, ayudarlos a despertar y a organizarse en la lucha por llevar a cabo la revolución democrática en el campo, que es una tarea importantísima de la revolución democrática china.
Tras el aplastamiento de los agresores japoneses,
las tierras de que éstos se han apoderado y las de los principales
colaboracionistas deben ser confiscadas y distribuidas entre los campesinos
con poca tierra o sin ella.
7. El problema de la industria
Para derrotar a los agresores japoneses y construir una nueva China, es indispensable desarrollar la industria. Pero, bajo la dominación del gobierno del Kuomintang, se depende en todo del extranjero, y la política financiera y económica de dicho gobierno socava toda la vida económica del pueblo. La mayoría de las pocas y pequeñas empresas industriales que hay en las regiones dominadas por el Kuomintang, no han podido evitar la quiebra. En ausencia de reformas políticas, están condenadas a la destrucción todas las fuerzas productivas, lo mismo en la agricultura que en la industria.
Considerado el problema en su conjunto, no se puede desarrollar la industria sin una China independiente, libre, democrática y unificada. Aplastar a los agresores japoneses significa conquistar la independencia. Abolir la dictadura unipartidista del Kuomintang, formar
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un gobierno democrático unificado de coalición, convertir todas las tropas del país en fuerzas armadas del pueblo, realizar la reforma agraria y emancipar al campesinado, significa conquistar la libertad, la democracia y la unificación. Sin independencia, libertad, democracia y unificación es imposible crear una verdadera gran industria, y sin industria no hay defensa nacional sólida, ni bienestar del pueblo, ni prosperidad y poderío de la nación. La historia de los 105 años transcurridos desde la Guerra del Opio de 1840, en particular la de los 18 años desde que el Kuomintang escaló el Poder, ha hecho evidente este punto capital ante el pueblo chino. Una China que no sea pobre y débil, sino próspera y poderosa, supone una China que no sea colonial y semicolonial, sino independiente, que no sea semifeudal, sino libre y democrática, y que no esté dividida, sino unificada. Durante tantos años, ¡cuántos no soñaron, en la China semicolonial, semifeudal y dividida, con desarrollar la industria, edificar la defensa nacional, forjar el bienestar del pueblo y hacer a la patria próspera y poderosa! Pero todos sus sueños se desvanecieron. Muchos pedagogos, hombres de ciencia y estudiantes bienintencionados se sumieron en su trabajo o estudio, manteniéndose al margen de la política, en la creencia de que podrían servir a su país con sus conocimientos; pero sus aspiraciones resultaron ser un sueño, que también se desvaneció. Esto fue muy bueno, ya que el hundimiento de sus ingenuas ilusiones marcó el punto de partida de la prosperidad y el poderío de China. El pueblo chino ha aprendido mucho en la Guerra de Resistencia contra el Japón: ha llegado a comprender la necesidad de crear, después de la derrota de los agresores japoneses, una China de nueva democracia, independiente, libre, democrática, unificada, próspera y poderosa; todos estos factores están interrelacionados, y no se puede prescindir de ninguno. Si esto se logra, un futuro promisorio se le abrirá a China. Sólo se podrá liberar las fuerzas productivas del pueblo chino y darles la posibilidad de desarrollarse plenamente cuando se materialicen en todo el país las condiciones políticas de nueva democracia. Es cada vez mayor el número de personas que comprenden esto.
Una vez dadas las condiciones políticas de nueva democracia, el pueblo chino y su gobierno deben tomar medidas efectivas para edificar gradualmente, en el curso de un cierto número de años, las industrias pesada y ligera, transformando así a China de país agrícola en industrial. Un Estado de nueva democracia no puede consolidarse a menos que se base en una economía sólida, esto es, en una agricultura avanzada,
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mucho más desarrollada que la actual, y en una gran industria que ocupe una posición netamente predominante en la economía nacional, con un desarrollo correspondiente de las comunicaciones, el comercio y las finanzas.
Los comunistas estamos dispuestos a luchar por estos objetivos junto con todos los partidos y grupos democráticos y con los círculos industriales del país. La clase obrera china desempeñará un gran papel en el cumplimiento de esta tarea.
Desde la Primera Guerra Mundial, la clase obrera china ha venido luchando como fuerza consciente por la independencia y la liberación del país. En 1921 nació su vanguardia, el Partido Comunista, y entonces la lucha por la liberación de China entró en una nueva etapa. Durante tres períodos, a saber, la Expedición al Norte, la Guerra Revolucionaria Agraria y la Guerra de Resistencia contra el Japón, la clase obrera y el Partido Comunista de China han realizado ingentes esfuerzos en pro de la causa de la liberación del pueblo chino y han hecho inapreciables contribuciones a ella. La clase obrera desempeñará un importantísimo papel en la lucha por la derrota final de los agresores japoneses, particularmente en la lucha por la recuperación de las grandes ciudades y las principales vías de comunicación. Se puede predecir que, después de la Guerra de Resistencia, serán aún mayores sus esfuerzos y contribuciones. La misión de la clase obrera china consiste en luchar no sólo por el establecimiento de un Estado de nueva democracia, sino también por la industrialización de China y la modernización de su agricultura.
Bajo el régimen estatal de nueva democracia, se adoptará una política de reajuste de las relaciones entre el trabajo y el capital. Por una parte, se protegerán los intereses de los obreros implantando, según las circunstancias, una jornada de ocho a diez horas, proporcionando apropiada ayuda a los desocupados, introduciendo seguros sociales adecuados y defendiendo los derechos sindicales. Por la otra, a las empresas estatales, privadas y cooperativas se les garantizarán los beneficios legítimos que correspondan a una actividad lícita. De este modo, tanto el Estado como los particulares y tanto el trabajo como el capital se esforzarán conjuntamente por el desarrollo de la producción industrial.
Una vez derrotados los agresores japoneses, sus empresas y bienes y los de los principales colaboracionistas deben ser confiscados y quedar a disposición del gobierno.
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8. El problema de la cultura, la educación y
los intelectuales
Entre las desgracias que la opresión extranjera y la feudal han acarreado al pueblo chino, figuran las que se abaten sobre nuestra cultura nacional. Y éstas son particularmente graves para las instituciones culturales y docentes progresistas, así como para los trabajadores progresistas de la cultura y de la enseñanza. A fin de barrer la opresión extranjera y la feudal y crear un Estado de nueva democracia, hacen falta gran número de intelectuales al servicio del pueblo: pedagogos, profesores, hombres de ciencia, ingenieros, técnicos, médicos, periodistas, escritores, literatos y artistas, así como trabajadores corrientes de la cultura. Ellos deben poseer el espíritu de servir al pueblo, y trabajar arduamente. Todo intelectual que rinda servicios meritorios al pueblo debe ser respetado y considerado como un valioso bien de la nación y la sociedad. China es un país culturalmente atrasado a consecuencia de la opresión extranjera y la feudal, y la lucha liberadora de su pueblo necesita imperiosamente la participación de intelectuales; de ahí la particular importancia que adquiere el problema de la intelectualidad. Los numerosos intelectuales revolucionarios han desempeñado un importante papel en la causa de la liberación del pueblo chino durante los últimos cincuenta años, en especial a partir del Movimiento del 4 de Mayo y durante los ocho años de Guerra de Resistencia. En las luchas venideras les corresponderá un papel aún más importante. Por lo tanto, el gobierno del pueblo debe, en lo sucesivo, preparar planificadamente, en las diversas ramas, cuadros intelectuales salidos de las amplias masas populares, y, al mismo tiempo, prestar atención a unir y reeducar a todos los intelectuales existentes que puedan ser útiles.
Una importante tarea para la nueva China es la liquidación del analfabetismo, que afecta al 80 por ciento de la población.
Hay que adoptar medidas apropiadas y enérgicas para barrer toda la cultura y educación esclavizadoras, feudales y fascistas.
Hay que prevenir y combatir con energía las enfermedades entre la población y ampliar los servicios populares de asistencia médica e higiene.
En lo que se refiere a los intelectuales de viejo cuño que trabajan en los dominios de la cultura, la enseñanza y la medicina, hay que reeducarlos de manera apropiada, para que asimilen las nuevas concepciones y métodos y sirvan al pueblo.
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La cultura nacional y la instrucción pública de China deben ser de nueva democracia; esto quiere decir que China tiene que forjar una nueva cultura y una nueva instrucción pública, nacionales, científicas y de masas.
Respecto a la cultura extranjera, es errónea
la política de rechazo puro y simple; hay que asimilar todo cuanto
aquélla tenga de progresista, a fin de utilizarlo como punto de
referencia en el desarrollo de la nueva cultura china. Pero también
es errónea la política de imitación ciega; hay que
asimilar críticamente la cultura extranjera, en función de
las necesidades reales del pueblo chino. La nueva cultura creada en la
Unión Soviética debe servirnos de modelo en la edificación
de la cultura popular. De la misma manera, tampoco debemos rechazar pura
y simplemente la cultura china antigua, ni imitarla a ciegas, sino asimilarla
críticamente, de modo que sirva al desarrollo de la nueva cultura
china.
La camarilla antipopular del Kuomintang niega la multiplicidad nacional de China y llama "clanes"[10] a todas las nacionalidades, con excepción de la jan. Haciendo suya íntegramente la reaccionaria política de la dinastía Ching y de los caudillos militares del Norte respecto a las minorías nacionales, las oprime y explota a más no poder. De ello son evidencia la matanza de mongoles de la Liga de Ijcho, en 1943, la represión armada de las minorías nacionales en Sinchiang, desde 1944 hasta la fecha, y las matanzas de juis en Kansú, durante los últimos años. Estas son manifestaciones de una concepción y una política erróneas en la cuestión nacional, inspiradas por el chovinismo de gran jan.
En 1924, el Dr. Sun Yat-sen escribió en el "Manifiesto del I Congreso Nacional del Kuomintang":
Desde hace años, en la Región Fronteriza
de Shensí-Kansú-Ningsia y en las regiones liberadas del Norte
de China, se ha mantenido una actitud correcta hacia los mongoles y los
juis, y el trabajo entre ellos ha sido fructífero.
10. El problema de la política exterior
El Partido Comunista de China está de acuerdo con la Carta del Atlántico y con las decisiones de las conferencias internacionales de Moscú, El Cairo, Teherán y Crimea[11], porque todas ellas contribuyen a la derrota de los agresores fascistas y al ulterior mantenimiento de la paz mundial.
El principio fundamental para la política exterior preconizado por el Partido Comunista de China es: Sobre la base de la lucha por derrotar definitivamente a los agresores japoneses, de la defensa de la paz mundial, del respeto mutuo a la independencia y la igualdad, así como de la promoción recíproca de los intereses y la amistad entre los Estados y pueblos, China establecerá y fortalecerá relaciones diplomáticas con los diversos países y solucionará con ellos todos los problemas de interés común, tales como la coordinación de las operaciones militares, las conferencias de paz, el intercambio comercial y las inversiones.
El Partido Comunista de China está totalmente de acuerdo con las proposiciones de la Conferencia de Dumbarton Oaks y con las decisiones de la Conferencia de Crimea relativas a la creación de una organización encargada de garantizar la paz y la seguridad internacionales en la postguerra. Saluda a la Conferencia de las Naciones
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Unidas sobre la Organización Internacional, en San Francisco. Ha enviado a dicha Conferencia su propio representante, que forma parte de la delegación china, para expresar la voluntad del pueblo chino[12].
Sostenemos que el gobierno del Kuomintang debe poner fin a su actitud hostil hacia la Unión Soviética y mejorar sin demora las relaciones chino-soviéticas. La Unión Soviética fue el primer país en renunciar a los tratados desiguales con China y concluir con ella nuevos tratados en pie de igualdad. En la época del I Congreso Nacional del Kuomintang, convocado por el Dr. Sun Yat-sen en 1924, y de la subsiguiente Expedición al Norte, la Unión Soviética fue el único país que ayudó a China en su guerra de liberación. Después del estallido de la Guerra de Resistencia en 1937, la Unión Soviética, nuevamente, fue la primera en brindar ayuda a China en su lucha contra los agresores japoneses. El pueblo chino expresa su reconocimiento al Gobierno y al pueblo soviéticos por esta ayuda. Opinamos que la solución definitiva y completa de los problemas del Pacífico será imposible sin la participación de la Unión Soviética.
Pedimos a los gobiernos de los países aliados, y en primer lugar a los de Estados Unidos e Inglaterra, que presten seria atención a la voz de las vastas masas populares de China y se abstengan de perjudicar la amistad entre sus países y nuestro pueblo contraponiendo su política exterior a la voluntad de éste. Consideramos que cometerá un garrafal error todo gobierno extranjero que ayude a los reaccionarios chinos y se oponga a la lucha del pueblo chino por la democracia.
El pueblo chino aplaude los pasos que han dado muchos gobiernos extranjeros renunciando a los tratados desiguales impuestos a China y concluyendo con ella nuevos tratados en pie de igualdad. Pero la conclusión de estos últimos no significa, a nuestro juicio, que China goce ya de auténtica igualdad. La igualdad efectiva y genuina nunca puede ser un simple regalo de gobiernos extranjeros, sino que el pueblo chino la debe conquistar principalmente con sus propios esfuerzos, y la manera de hacerlo es transformar a China en un Estado de nueva democracia en los terrenos político, económico y cultural; de otro modo, la independencia y la igualdad serán nominales y no reales. Esto quiere decir que con la actual política del gobierno del Kuomintang, China nunca alcanzará la independencia y la igualdad genuinas.
Sostenemos que, a fin de extirpar definitivamente el fascismo y el militarismo japoneses así como sus causas políticas, económicas y sociales, es preciso, tras la derrota y la rendición incondicional de los
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agresores japoneses, ayudar a las fuerzas democráticas del pueblo japonés a instaurar su propio régimen democrático. Sin tal régimen democrático, no se podrá extirpar definitivamente el fascismo y el militarismo japoneses ni asegurar la paz en el Pacífico.
Estimamos correcta la decisión de la Conferencia de El Cairo respecto a la independencia de Corea; el pueblo chino debe ayudar al pueblo coreano a lograr su liberación.
Esperamos que la India obtenga su independencia. Porque una India independiente y democrática es necesaria no sólo para su propio pueblo, sino también para la paz mundial.
En lo que respecta a los países del Sudeste de Asia - Birmania, Malaya, Indonesia, Vietnam y las Filipinas -, esperamos que, después de la derrota de los agresores japoneses, sus pueblos obtengan el derecho a crear Estados independientes y democráticos. En cuanto a Tailandia, hay que tratarla del mismo modo que a los países satélites del fascismo en Europa.
* * *
Hasta aquí los puntos esenciales de nuestro programa concreto.
Repetimos: sin un gobierno democrático de coalición que goce del apoyo de toda la nación, no se podrá cumplir felizmente, en todo el país, este programa concreto en ninguno de sus puntos.
Con sus veinticuatro años de lucha por la
liberación del pueblo chino, el Partido Comunista de China ha conquistado
una posición tal que cualquier partido político o grupo social,
cualquier individuo, chino o extranjero, que no respete sus opiniones sobre
los problemas de China, cometerá un grave error y estará
condenado al fracaso. Ha habido y hay quienes se obstinan en actuar a su
antojo, sin respetar nuestras opiniones; sin embargo, todos ellos terminan
en un callejón sin salida. ¿Por qué? Sencillamente
porque nuestras opiniones corresponden a los intereses de las amplias masas
populares. El Partido Comunista de China es el portavoz más fiel
del pueblo chino; quien se niegue a respetarlo, de hecho estará
negándose a respetar a las amplias masas populares, y fracasará
inevitablemente.
Acabo de exponer detalladamente el programa general y el programa concreto de nuestro Partido. A no dudar, ambos serán lleva-
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dos a la práctica en toda China; la situación internacional y nacional en su conjunto abre al pueblo chino esta perspectiva. Sin embargo, en la actualidad, son diferentes las circunstancias en las regiones dominadas por el Kuomintang, las regiones ocupadas por el Japón y las regiones liberadas, lo que nos obliga a establecer distinciones entre los tres tipos de regiones al poner en práctica estos programas. Condiciones diferentes determinan tareas diferentes. Ya he mencionado más arriba algunas de estas tareas, y quisiera hablar de algunas otras.
En las regiones dominadas por el Kuomintang, el pueblo no goza de libertad para sus actividades patrióticas, y los movimientos democráticos son considerados ilegales; pero están desarrollándose intensas actividades en las que toman parte numerosas capas sociales, muchos partidos y grupos democráticos y gran cantidad de demócratas. La Liga Democrática de China hizo público en enero último un manifiesto reclamando que se pusiera fin a la dictadura unipartidista del Kuomintang y se estableciera un gobierno de coalición. Numerosos sectores sociales han hecho declaraciones similares. Incluso en el seno del Kuomintang, mucha gente se muestra más y más escéptica y descontenta con la política de su propia dirección y percibe con creciente intensidad el peligro que supone el aislamiento de su partido de las amplias masas populares; por eso, reclama reformas democráticas que correspondan a la época. En Chungching y otros lugares, se desarrollan movimientos democráticos entre los obreros, campesinos, trabajadores de la cultura, estudiantes, trabajadores de la enseñanza, mujeres, industriales y comerciantes, empleados públicos y hasta en un sector de los militares. Todo esto indica que los movimientos democráticos de todas las capas sociales oprimidas convergen poco a poco hacia un objetivo común. Sin embargo, en el presente, una debilidad de estos movimientos es que los sectores básicos de la sociedad todavía no toman parte ampliamente en ellos, que aún siguen sin organizarse sectores de extraordinaria importancia y cuyas condiciones de vida son insoportables: los campesinos, los obreros, los soldados y el personal de niveles inferiores de la administración pública y la enseñanza. Otra debilidad es que, entre los demócratas que participan en estos movimientos, muchos carecen todavía de claridad y firmeza respecto a la orientación fundamental de realizar una lucha sobre una base democrática en procura de un cambio de la situación. Con todo, la situación objetiva está obligando a las diversas capas, partidos políticos y grupos sociales oprimidos a
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adquirir conciencia política y a unirse gradualmente. La represión del gobierno kuomintanista, por intensa que sea, no podrá impedir el desarrollo de estos movimientos.
Todas las capas, partidos políticos y grupos sociales víctimas de la opresión en las regiones dominadas por el Kuomintang deben desarrollar ampliamente sus movimientos democráticos y unificar paso a paso sus fuerzas todavía dispersas, para luchar por la unidad nacional, el establecimiento de un gobierno de coalición, la derrota de los agresores japoneses y la construcción de una nueva China. El Partido Comunista de China y el pueblo de las regiones liberadas deben proporcionarles toda la ayuda posible.
En las regiones dominadas por el Kuomintang, los
comunistas deben continuar la política de amplio frente único
nacional antijaponés. En la lucha por el objetivo común,
debemos cooperar con todo el que no se nos oponga hoy, aun cuando lo hubiera
hecho hasta ayer.
En las regiones ocupadas por el Japón, los comunistas deben exhortar a todos los que se oponen al Japón a que, siguiendo el ejemplo de Francia e Italia, se agrupen en distintos tipos de organizaciones y formen fuerzas armadas clandestinas en preparación de levantamientos armados, de modo que, cuando llegue el momento, aniquilen a los agresores japoneses mediante una acción desde dentro en coordinación con las tropas que ataquen desde fuera. Con sus atrocidades, pillajes, violaciones y vejámenes contra nuestros hermanos y hermanas en las regiones ocupadas, los agresores japoneses y sus serviles lacayos han provocado la ardiente cólera de todo el pueblo chino; muy pronto sonará la hora de la venganza y el desagravio. La victoria en el frente europeo y las victorias de nuestro VIII Ejército y nuestro Nuevo 4. Cuerpo de Ejército han estimulado al pueblo de las regiones ocupadas, exaltando su entusiasmo por la lucha contra el Japón. Allí, el pueblo necesita perentoriamente organizarse para conquistar la liberación lo más pronto posible. Por eso, debemos atribuir la misma importancia a nuestro trabajo en las regiones ocupadas que al trabajo en las regiones liberadas. Hay que enviar a las primeras gran número de cuadros. Hay que formar y promover gran número de activistas entre la población de esas mismas regiones para que trabajen en su localidad. Debemos intensificar nuestro trabajo
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clandestino en las cuatro provincias del Nordeste, que fueron las primeras en caer en manos de los agresores japoneses y que constituyen para ellos una región industrial clave y una importante zona de concentración de tropas. Con miras a la recuperación de ese territorio, debemos reforzar nuestro trabajo por aglutinar a los refugiados que han venido al Sur de la Gran Muralla desde esas provincias.
En todas las regiones ocupadas, los comunistas deben seguir la política de un frente único nacional antijaponés lo más amplio posible. A fin de derrocar al enemigo común, deben unirse con todas las personas, sean quienes fueren, siempre que se opongan a los agresores japoneses y a sus serviles lacayos.
A las tropas y la policía títeres y a las demás personas que ayudan al enemigo a combatir a nuestros compatriotas debemos conminarlas a que reconozcan cuanto antes el carácter criminal de sus actos, se arrepientan a tiempo y se rediman de sus crímenes ayudando a sus compatriotas en la lucha contra el enemigo. De otra manera, no escaparán a la justicia de la nación el día del derrumbe del enemigo.
Los comunistas deben efectuar un trabajo de persuasión en todas las organizaciones títeres que tengan masas, a fin de ganar a las masas engañadas para el frente de la lucha contra el enemigo de la nación. Al mismo tiempo, hay que reunir pruebas sobre los colaboracionistas culpables de los crímenes más atroces y que rehusen enmendarse, con miras a castigarlos según la ley cuando se recupere el territorio perdido.
A los reaccionarios del Kuomintang que traicionan
a la nación organizando colaboracionistas para luchar contra el
pueblo chino, el Partido Comunista de China, el VIII Ejército, el
Nuevo 4. Cuerpo de Ejército y las demás fuerzas armadas
populares, hay que conminarlos a arrepentirse sin demora. De lo contrario,
serán castigados sin piedad, junto con los colaboracionistas, cuando
se recupere el territorio perdido.
En las regiones liberadas, nuestro Partido ha puesto en práctica con señalados éxitos todo su programa de nueva democracia y ha reunido enormes fuerzas antijaponesas, a las que de ahora en adelante debe desarrollar y consolidar en todos los aspectos.
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En las actuales circunstancias, las tropas de las regiones liberadas deben lanzar ampliamente ataques sobre todos los lugares que estén ocupados por las tropas japonesas y títeres y que podamos tomar, con el fin de expandir las regiones liberadas y reducir las ocupadas por el enemigo.
Sin embargo, hay que tener en cuenta, al mismo tiempo, que el enemigo todavía es fuerte y puede lanzar nuevos ataques sobre las regiones liberadas. El ejército y el pueblo de estas últimas tienen que estar listos para frustrar en cualquier momento sus ataques, y prestar atención a la consolidación de las regiones liberadas en todos los terrenos.
Debemos aumentar los efectivos del ejército, unidades guerrilleras, milicias populares y cuerpos de autodefensa de las regiones liberadas y elevar su capacidad combativa intensificando su adiestramiento y consolidación, con el objeto de preparar las fuerzas suficientes para derrotar definitivamente a los agresores.
En las regiones liberadas, el ejército debe apoyar al gobierno y amar al pueblo; los órganos del Poder democrático, a su vez, deben conducir al pueblo a apoyar al ejército y a preocuparse por las familias de los soldados. De esta manera, se harán aún mejores las relaciones entre ejército y pueblo.
En el trabajo dentro de los gobiernos locales de coalición y en las organizaciones de masas, los comunistas debemos continuar nuestra buena cooperación, sobre la base del programa de nueva democracia, con todos los demócratas antijaponeses.
Del mismo modo, en el trabajo militar, los comunistas debemos cooperar muy bien con todos los demócratas antijaponeses dispuestos a trabajar con nosotros, pertenezcan o no a las fuerzas armadas de las regiones liberadas.
A fin de aumentar el entusiasmo de los obreros, campesinos y demás masas trabajadoras en la Resistencia y en la producción, es preciso aplicar consecuentemente la política de reducción de los arriendos y los intereses y la de mejoramiento de las condiciones materiales de los obreros y empleados. Los cuadros de las regiones liberadas deben esforzarse por aprender a realizar el trabajo económico. Hay que movilizar todas las fuerzas disponibles para desarrollar en gran escala la agricultura, la industria y el comercio y para mejorar las condiciones de vida del ejército y el pueblo. Con este fin, es necesario organizar la emulación en el trabajo y premiar a los héroes del trabajo y a los trabajadores modelo. Después de que los agresores japoneses
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hayan sido expulsados de las ciudades, nuestros cuadros deberán aprender rápidamente a realizar el trabajo económico urbano.
Es preciso desarrollar la cultura y la instrucción pública en las regiones liberadas, a fin de elevar la conciencia política de las amplias masas populares, ante todo la de los obreros, campesinos y soldados, así como para formar gran número de cuadros. Los trabajadores de la cultura y de la enseñanza en estas regiones deben imprimir a su trabajo un contenido y una forma ajustados a las peculiaridades actuales del campo y a las necesidades y deseos de la población rural.
En todo nuestro trabajo en las regiones liberadas, hay que utilizar con la mayor economía los recursos humanos y materiales del lugar, teniendo en cuenta, en todos los casos, también el futuro, y evitando todo empleo abusivo y despilfarro. Y ello no sólo con miras a derrotar a los agresores japoneses, sino también a construir una nueva China.
En todo nuestro trabajo en las regiones liberadas, hay que prestar suma atención a ayudar a la gente del lugar a administrar sus asuntos, y también a preparar gran número de cuadros nativos entre los mejores representantes de la población. La gran misión de la revolución democrática en el campo no podrá cumplirse a menos que los camaradas venidos de fuera se fusionen con la población del lugar, ayuden entusiasta y sinceramente a los cuadros nativos de una manera que corresponda a las condiciones reales, y los cuiden como a sus propios hermanos y hermanas.
Adondequiera que lleguen, el VIII Ejército, el Nuevo 4. Cuerpo de Ejército y las demás fuerzas armadas populares deben ayudar sin demora a la población local a organizar no sólo milicias populares y cuerpos de autodefensa, sino también unidades y agrupaciones militares locales, dirigidas igualmente por cuadros del lugar. De ellas podrán surgir más tarde unidades y agrupaciones del ejército regular, en cuyo mando participarán cuadros nativos. Esta es una tarea de extrema importancia. Sin cumplirla no es posible crear sólidas bases de apoyo antijaponesas ni engrosar las fuerzas armadas populares.
Desde luego, toda la población local, por su parte, debe dispensar cálida acogida y prestar ayuda a los cuadros revolucionarios y a las fuerzas armadas populares procedentes de otras zonas.
Hay que llamar la atención de todos sobre el problema de cómo habérselas con los saboteadores camuflados de la causa nacional. Porque si es fácil identificar y neutralizar a los enemigos declarados, a los que sabotean abiertamente la causa nacional, no lo es en cuanto
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a los enemigos camuflados, a los que la sabotean solapadamente. De ahí la necesidad de una actitud rigurosa al respecto, sin perjuicio de una actitud prudente al tomar las medidas del caso.
De conformidad con el principio de la libertad de fe, en las regiones liberadas de China se permite la profesión de todos los cultos. Los protestantes, católicos, musulmanes, budistas y los creyentes de las demás religiones tienen asegurada la protección del gobierno popular, a condición de que acaten las leyes de éste. Todo el mundo es libre de profesar o no una religión, y no se permite ninguna coacción ni discriminación al respecto.
Conviene que nuestro Congreso proponga al pueblo
de las diversas regiones liberadas celebrar en Yenán, a la brevedad
posible, una conferencia de sus representantes, a fin de examinar los medios
de coordinar las actividades de dichas regiones, reforzar su trabajo en
la Resistencia, ayudar al movimiento democrático antijaponés
de la población de las regiones dominadas por el Kuomintang, prestar
ayuda a la población de las regiones ocupadas en la organización
de fuerzas armadas clandestinas y promover la unidad
de toda la nación y la formación de un gobierno de coalición[13].
Ahora que las regiones liberadas de China se han convertido en el centro
de gravedad de la lucha de todo el pueblo contra la agresión japonesa
y por la salvación nacional, y que las amplias masas populares del
país entero tienen puestas en nosotros sus esperanzas, es nuestra
obligación no defraudarlas. La celebración de esta conferencia
ha de dar un gran impulso a la causa de la liberación nacional del
pueblo chino.
Camaradas: Ahora que conocemos nuestras tareas y la política que hemos adoptado para cumplirlas, ¿cuál debe ser nuestra actitud en la aplicación de esta política y en el cumplimiento de estas tareas?
La actual situación internacional y nacional abre ante nosotros y todo el pueblo chino una brillante perspectiva y ofrece condiciones más favorables que nunca; esto es evidente, indudable. Pero, al mismo tiempo, subsisten graves dificultades. Quien ve sólo el aspecto brillante, sin ver las dificultades, no puede luchar eficazmente por el cumplimiento de las tareas del Partido.
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En sus veinticuatro años de historia, incluidos los ocho años de Guerra de Resistencia, nuestro Partido ha forjado para el pueblo chino, luchando junto a él, una fuerza poderosa; y los éxitos logrados en nuestro trabajo son evidentes, indudables. Pero, al mismo tiempo, nuestro trabajo aún adolece de deficiencias. Quien ve sólo los éxitos, sin ver las deficiencias, tampoco puede luchar eficazmente por el cumplimiento de las tareas del Partido.
En los veinticuatro años transcurridos desde su nacimiento en 1921, el Partido Comunista de China ha atravesado tres grandes luchas: la Expedición al Norte, la Guerra Revolucionaria Agraria y la actual Guerra de Resistencia contra el Japón. Desde su mismo nacimiento, el nuestro ha sido un partido basado en la teoría marxista-leninista, pues esta teoría es la cristalización del pensamiento científico del proletariado mundial, el pensamiento más correcto y más revolucionario. Al integrarse la verdad universal del marxismo-leninismo con la práctica concreta de la revolución china, esta revolución tomó un aspecto completamente nuevo, y comenzó toda una etapa histórica, la etapa de la nueva democracia. Armado con la teoría e ideología marxista-leninistas, el Partido Comunista de China ha aportado al pueblo chino un nuevo estilo de trabajo, que consiste principalmente en integrar la teoría con la práctica, forjar estrechos vínculos con las masas populares y practicar la autocrítica.
La verdad universal del marxismo-leninismo, que refleja la práctica de la lucha del proletariado mundial, se convierte en un arma omnipotente para el pueblo chino cuando se la integra con la práctica concreta de la lucha revolucionaria del proletariado y las amplias masas populares de China. Es esto lo que ha hecho el Partido Comunista de China. Nuestro Partido ha crecido y progresado a través de una lucha resuelta contra todas las manifestaciones del dogmatismo y del empirismo, contrarios a este principio. El dogmatismo se aparta de la práctica concreta, mientras que el empirismo toma por verdad universal tal o cual experiencia fragmentaria; ambas concepciones oportunistas van en contra del marxismo. En sus veinticuatro años de lucha, nuestro Partido ha combatido y continúa combatiendo estas concepciones erróneas, y así se ha consolidado ideológicamente en sumo grado. Nuestro Partido cuenta en la actualidad con 1.210.000 militantes. La abrumadora mayoría de ellos se han incorporado al Partido durante la Guerra de Resistencia, y entre estos militantes se observa todo tipo de concepciones incorrectas. Algo semejante ocurre entre los que ingresaron en el Partido antes de la Guerra de Resis-
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tencia. La labor de rectificación, efectuada en los últimos años, ha dado notables resultados y contribuido considerablemente a eliminar tales concepciones incorrectas. Hay que continuar esta labor y desarrollar aún más la educación ideológica dentro del Partido de acuerdo con el espíritu de "sacar lecciones de los errores pasados para evitarlos en el futuro, y tratar la enfermedad para salvar al paciente". Es preciso hacer comprender a los cuadros dirigentes del Partido en todos los niveles que la estrecha integración de la teoría y la práctica constituye uno de los rasgos sobresalientes que distinguen al Partido Comunista de todos los demás partidos políticos. Por consiguiente, la educación ideológica es el eslabón clave que debemos empuñar firmemente en nuestro trabajo por unir a todo el Partido para la gran lucha política. De no proceder así, el Partido no podrá cumplir ninguna de sus tareas políticas.
Otro rasgo sobresaliente que distingue al Partido Comunista de todos los demás partidos políticos, es que mantenemos la más íntima ligazón con las amplias masas populares. Servir de todo corazón al pueblo, sin apartarnos de las masas ni por un instante; guiarnos en cada caso por los intereses del pueblo y no por los intereses de ningún individuo o pequeño grupo; identificar nuestra responsabilidad ante el pueblo con nuestra responsabilidad ante los organismos dirigentes del Partido: tal es nuestro punto de partida. Los comunistas deben estar dispuestos en todo momento a perseverar en la verdad, porque toda verdad concuerda con los intereses del pueblo; los comunistas deben estar dispuestos en todo momento a corregir sus errores, porque todo error va en contra de los intereses del pueblo. La experiencia de los últimos veinticuatro años nos demuestra que toda tarea, política y estilo de trabajo correctos responden siempre a las demandas de las masas en determinado tiempo y lugar y nos unen con ellas, y que toda tarea, política o estilo de trabajo erróneo no responde jamás a las demandas de las masas en determinado tiempo y lugar y nos aparta de ellas. Enfermedades tales como el dogmatismo, el empirismo, el autoritarismo, el seguidismo, el sectarismo, el burocratismo y la arrogancia en el trabajo son indefectiblemente perjudiciales e intolerables, y toda persona que las padezca tiene que superarlas, porque ellas nos apartan de las masas. Nuestro Congreso debe llamar a todo el Partido a mantenerse vigilante y velar porque ningún camarada, en ningún puesto de trabajo, se aparte de las masas. Es necesario enseñar a cada camarada a amar a las masas populares y a escucharlas atentamente; a fundirse con las masas dondequiera que
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se encuentre y, en lugar de situarse por encima, adentrarse en ellas; a despertar a las masas y elevar su conciencia política partiendo de su nivel, y, ciñéndose al principio de plena voluntariedad, ayudarlas a organizarse gradualmente y a desplegar paso a paso todas las luchas necesarias que permitan las condiciones internas y externas en determinado tiempo y lugar. El autoritarismo es erróneo en cualquier tipo de trabajo, porque rebasa el nivel de conciencia política de las masas y viola el principio de voluntariedad, reflejando el mal de la precipitación. Nuestros camaradas no deben dar por sentado que lo que ellos comprenden también es comprendido por las masas. Para saber si las masas lo comprenden y están dispuestas a actuar, debemos ir a investigar entre ellas. Actuando así, podremos evitar el autoritarismo. También es erróneo el seguidismo en cualquier tipo de trabajo, porque queda por debajo del nivel de conciencia política de las masas y viola el principio de dirigirlas en su avance, reflejando el mal de la lentitud. Nuestros camaradas no deben suponer que las masas no comprenden nada de lo que ellos todavía no han llegado a comprender. Ocurre con frecuencia que las amplias masas se nos adelantan y están ansiosas de avanzar un paso, mientras que nuestros camaradas, incapaces de actuar como dirigentes suyos, reflejan las opiniones de ciertos elementos atrasados y las consideran equivocadamente corno si fueran de las amplias masas, convirtiéndose en cola de esos elementos. En resumen, hay que hacer comprender a cada camarada que el criterio supremo para juzgar las palabras y actos de un comunista reside en precisar si éstos concuerdan con los intereses supremos de las grandes masas populares y si se ganan su apoyo. Hay que hacer comprender a cada camarada que, si nos apoyamos en el pueblo, creemos firmemente en el inagotable poder creador de las masas populares y, en consecuencia, confiamos en el pueblo y nos fundimos con él, superaremos toda dificultad y aplastaremos a cualquier enemigo, en vez de ser aplastados por él.
Practicar a conciencia la autocrítica es otro rasgo sobresaliente que distingue a nuestro Partido de los demás partidos políticos. Hemos dicho que la habitación se debe limpiar regularmente, porque de otra manera se amontonará el polvo, y que tenemos que lavarnos la cara con regularidad, porque de otra manera se nos cubrirá de mugre. La mente de nuestros camaradas y el trabajo de nuestro Partido también pueden cubrirse de polvo y hay que limpiarlos y lavarlos. "El agua corriente no se corrompe y a los goznes de la puerta no los carcomen los gusanos." Este proverbio significa que el movimien-
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to constante impide el ataque de los microbios y otros organismos. Revisar regularmente nuestro trabajo, desarrollar, durante el proceso de revisión, el estilo democrático de trabajo, no temer a la crítica ni a la autocrítica y aplicar aquellas máximas populares chinas tan instructivas como "di todo lo que sepas y dilo sin reservas", "no culpes al que hable, antes bien, toma sus palabras como una advertencia" y "corrige tus errores, si los has cometido, y guárdate de ellos, si no has cometido ninguno": he aquí la única forma eficaz de evitar que el polvo y los microbios políticos infecten la mente de nuestros camaradas y el cuerpo de nuestro Partido. La campaña de rectificación, cuyo propósito es "sacar lecciones de los errores pasados para evitarlos en el futuro, y tratar la enfermedad para salvar al paciente", ha surtido gran efecto precisamente porque hemos desplegado una crítica y una autocrítica correctas y no deformadas, concienzudas y no formales. Los comunistas chinos, que en todo partimos de los intereses supremos de las grandes masas del pueblo chino, que estamos convencidos de la completa justicia de nuestra causa, que no nos detenemos ante ningún sacrificio personal y estamos dispuestos en todo momento a dar nuestras vidas por esta causa, ¿cómo podríamos ser reacios a desprendernos de las ideas, puntos de vista, opiniones o métodos que no respondan a las necesidades del pueblo? ¿Cómo podríamos alegrarnos de que el polvo y los microbios políticos ensucien nuestros limpios rostros e infecten nuestros sanos cuerpos? Incontables mártires revolucionarios han ofrendado sus vidas por los intereses del pueblo, y a los que vivimos se nos llena de dolor el corazón cada vez que les recordamos. ¿Habrá interés personal que no podamos sacrificar o error que no queramos corregir?
Camaradas, volveremos al frente después de este Congreso y, guiados por sus resoluciones, lucharemos por la derrota final de los agresores japoneses y por la construcción de una nueva China. Para lograr este objetivo, debemos unirnos con el pueblo de todo el país. Repito: Debemos unirnos con todas las clases, partidos políticos, grupos sociales e individuos que están a favor de la derrota de los agresores japoneses y la construcción de una nueva China. Para lograr este objetivo, debemos unir sólidamente a todas las fuerzas de nuestro Partido bajo los principios de organización y disciplina del centralismo democrático. Debemos unirnos con todo camarada que esté dispuesto a observar el Programa, los Estatutos y las decisiones del Partido. Durante la Expedición al Norte, nuestro Partido con-
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taba apenas con 60.000 militantes; la mayor parte de sus organizaciones fueron destruidas más tarde por el enemigo. Durante la Guerra Revolucionaria Agraria, el Partido no rebasaba los 300.000 militantes; la mayoría de sus organizaciones corrió más tarde la misma suerte. Ahora tenemos más de 1.200.000 militantes, y en ninguna circunstancia debemos permitir que el enemigo nos destruya. Si sabemos aprovechar la experiencia de esos tres períodos, ser modestos, guardarnos del engreimiento y fortalecer, dentro del Partido, la unidad entre todos los camaradas y, fuera de él, la unidad con el pueblo de todo el país, no seremos destruidos por el enemigo, sino que, al contrario, nosotros destruiremos resuelta, definitiva, cabal y totalmente a los agresores japoneses y a sus serviles lacayos; entonces construiremos una China de nueva democracia.
La experiencia obtenida en los tres períodos de la revolución, especialmente en la Guerra de Resistencia, nos ha convencido a nosotros y a todo el pueblo chino de que sin los esfuerzos del Partido Comunista de China, sin los comunistas chinos corno sostén del pueblo, no es posible alcanzar la independencia y la liberación del país, ni tampoco su industrialización y la modernización de su agricultura.
Camaradas, estoy firmemente convencido de que contando con el Partido Comunista de China, dotado de la experiencia de los tres períodos de la revolución, cumpliremos nuestra gran misión política.
Miles y miles de mártires han ofrendado heroicamente sus vidas en aras de los intereses del pueblo. ¡Mantengamos en alto su bandera y avancemos por el camino teñido con su sangre!
Una China de nueva democracia está a punto
de nacer. ¡Saludemos ese gran día!
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[1]Organización de la juventud revolucionaria creada en septiembre de 1936 bajo la dirección del Partido Comunista de China, por los jóvenes progresistas que habían participado en el Movimiento del 9 de Diciembre de 1935. Después del estallido de la Guerra de Resistencia contra el Japón, muchos de sus miembros tomaron parte en ella o en el establecimiento de las bases de apoyo en la retaguardia enemiga. En las regiones dominadas por el Kuomintang, esta organización fue disuelta mediante la fuerza, en 1938, por el gobierno de Chiang Kai-shek. En las regiones liberadas, se incorporó más tarde a la Asociación de la Juventud por la Salvación Nacional, organización juvenil de carácter aún más amplio. [pág. 214]
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[2]Véase "Comentario sobre la XI Sesión Plenaria del Comité Ejecutivo Central del Kuomintang y la II Sesión del III Consejo Político Nacional", en el presente tomo. [pág. 221]
[3]Comandante de las tropas agresoras del imperialismo inglés en Grecia. En octubre de 1944, cuando en el continente europeo las hordas alemanas en derrota se retiraban, las fuerzas armadas inglesas al mando de Scobie penetraron en Grecia, trayendo consigo al reaccionario gobierno griego en el exilio, que había permanecido en Londres. Scobie instigó y ayudó a este gobierno reaccionario a atacar al Ejército Popular de Liberación de Grecia, que había sostenido una prolongada y heroica resistencia contra los invasores alemanes, y a masacrar al pueblo patriótico, hundiendo así a Grecia en un mar de sangre y terror. [pág. 230]
[4]Sistema administrativo de base con el que la camarilla reaccionaria del Kuomintang imponía su dominación fascista. El 1. de agosto de 1932, Chiang Kai-shek promulgó para las provincias de Jonán, Jupei y Anjui el "Reglamento para la organización de los pao y chia y para el censo de la población en los distritos". El Reglamento estipulaba: "Los pao y chia se organizarán sobre la base de familias; habrá un jefe en cada familia, en cada chia, formado por diez familias, y en cada pao, formado por diez chia ". Establecía un sistema de responsabilidad solidaria que mantenía comprometidos a todos los habitantes, obligándolos a vigilarse y delatarse mutuamente; fijaba también diversas medidas contrarrevolucionarias para imponer la prestación personal. El 7 de noviembre de 1934, el gobierno del Kuomintang decretó oficialmente la introducción de este sistema de dominación fascista en todas las provincias y municipios bajo su Poder. [pág. 243]
[5]Se refiere a la enseñanza fascista, al servicio de la clase feudal y de la burguesía compradora, impuesta por el gobierno del Kuomintang. [pág. 243]
[6]Conferencia internacional celebrada por China, EE.UU. e Inglaterra en noviembre de 1943 en la capital de Egipto. La Conferencia hizo pública la Declaración de El Cairo, en la que se estipulaba claramente que Taiwán y otros territorios debían ser devueltos a China. En junio de 1950, violando sin recato este acuerdo, el Gobierno norteamericano envió fuerzas navales a controlar Taiwán, en un intento de privar a China de su soberanía sobre dicha provincia. [pág. 245]
[7]Famoso monte en el Suroeste de la provincia de Sechuán, citado aquí como símbolo de la región montañosa de Sechuán, último refugio de la camarilla gobernante de Chiang Kai-shek durante la Guerra de Resistencia contra el Japón. [pág. 250]
[8]Véanse "Los reaccionarios deben ser castigados", "Unir a todas las fuerzas antijaponesas y combatir a los recalcitrantes anticomunistas" y "Diez demandas al Kuomintang", Obras Escogidas de Mao Tse-tung, t. II. [pág. 251]
[9]Citado de la "Declaración sobre mi partida para el Norte" del Dr. Sun Yat-sen, del 10 de noviembre de 1924. [pág. 253]
[10]Se refiere a los disparates de Chiang Kai-shek en su contrarrevolucionario libro El destino de China. [pág. 263]
[11]La Carta del Atlántico fue emitida conjuntamente por los EE.UU. e Inglaterra al finalizar la Conferencia del Atlántico, celebrada en agosto de 1941. La Conferencia de Moscú fue la que realizaron en octubre de 1943 los ministros de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética, los EE.UU. e Inglaterra. La Conferencia de Teherán fue la que dichos países celebraron en esa capital, en noviembre y diciembre de 1943. La Conferencia de Crimea, de los mismos tres países, tuvo lugar en Febrero de 1945 en Yalta, Unión Soviética. En todas estas conferencias internacionales se acordó derrotar a la Alemania y al Japón fascistas por medio del esfuerzo común.
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y, en la postguerra, impedir el renacimiento de las fuerzas agresivas y del fascismo, mantener la paz mundial y ayudar a los pueblos de los diversos países a cumplir sus aspiraciones de independencia y democracia. Sin embargo, en la postguerra, los Gobiernos estadounidense e inglés infringieron y pisotearon estos acuerdos internacionales. [pág. 264]
[12]Por decisión de las Conferencias de Moscú y Teherán, los representantes de la Unión Soviética, los EE.UU., Inglaterra y China se reunieron de agosto a octubre de 1944 en Dumbarton Oaks, EE.UU., donde elaboraron las proposiciones para crear la Organización de las Naciones Unidas. De abril a junio de 1945 se celebró en San Francisco, EE.UU., la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Organización Internacional, con la participación de los delegados de cincuenta países. En ella estuvo presente el camarada Tung Pi-wu como delegado de las regiones liberadas de China. [pág. 265]
[13]Después del VII Congreso Nacional del Partido Comunista de China, se formó en Yenán el Comité Preparatorio para la Conferencia de Representantes del Pueblo de las Regiones Liberadas de China, participando en la sesión inaugural de dicho Comité representantes de las diversas regiones liberadas. Con la rendición japonesa cambió la situación, y la conferencia no llegó a realizarse. [pág. 272]