De las
Obras Escogidas de Mao Tse-tung
EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERAS
PEKIN 1972
Primera edición 1968
(2a impresión 1972)
Tomo III, págs. 295-96.
Digitalizado y preparado para el internet: Por el Movimiento
Popular Perú de Alemania, 1993.
Esta edición: Marxists Internet Archive, mayo de 2001.
EL PELIGRO DE LA POLITICA DE HURLEY[*]
12 de julio de 1945
Se hace cada vez más claro que la política de los Estados Unidos respecto a China, representada por su embajador Patrick J. Hurley, está creando en nuestro país una crisis de guerra civil. El gobierno del Kuomintang, que se aferra a su política reaccionaria, ha vivido de la guerra civil desde su formación hace dieciocho años; el Incidente de Sían, en 1936, y la invasión japonesa del territorio al Sur de la Gran Muralla, en 1937, lo obligaron a desistir temporalmente de la guerra civil de amplitud nacional. Sin embargo, en 1939, volvió a emprender la guerra civil, esta vez en escala local, y nunca la ha interrumpido. "Combatir primero a los comunistas" es la consigna de movilización utilizada por el gobierno del Kuomintang entre su propia gente, mientras que la resistencia al Japón queda relegada a segundo plano. Actualmente, el centro de atención de todas sus disposiciones militares no está en la resistencia a los agresores japoneses, sino en la "recuperación de territorio perdido" a costa de las regiones liberadas de China y en la eliminación del Partido Comunista. Hay que tener seriamente en cuenta esta situación, tanto para la victoria en la Guerra de Resistencia como para la construcción pacífica después de ella. El difunto Presidente Roosevelt la tuvo en cuenta y, en aras de los intereses de los Estados Unidos, se abstuvo de adoptar la política de ayudar al Kuomintang en sus ataques armados contra el Partido Comunista de China. Cuando, en noviembre de 1944, Hurley visitó Yenán en calidad de representante personal de Roosevelt, expresó su acuerdo con el plan del Partido Comunista de China de abolir la dictadura unipartidista del Kuomintang y establecer un gobierno democrático de coalición. Pero, más tarde, cambió de idea y se retractó de lo que había dicho en Yenán. Este cambio se reveló crudamente en su decla-
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ración del 2 de abril en Washington. Esta vez, en boca
del mismo Hurley, el gobierno del Kuomintang, representado por Chiang Kai-shek,
aparece como la Bella, y el Partido Comunista, como la Bestia; además,
Hurley declaró sin ambages que los Estados Unidos cooperarían
únicamente con Chiang Kai-shek, y no con el Partido Comunista de
China. Desde luego, ésta no es solamente la opinión personal
de Hurley, sino la de todo un grupo de gente en el Gobierno norteamericano.
Esta opinión es errónea y peligrosa. Fue en ese momento cuando
murió Roosevelt, y Hurley volvió, loco de alegría,
a la embajada de los Estados Unidos en Chungching. El peligro de la política
norteamericana respecto a China, representada por Hurley, consiste justamente
en que da alas al gobierno del Kuomintang para que se haga aún más
reaccionario y agrava la crisis de guerra civil en China. Si continúa
la política de Hurley, el Gobierno norteamericano caerá para
no salir en la fétida y profunda cloaca de la reacción china;
se colocará en la posición de enemigo de los cientos de millones
de chinos ya despiertos o en proceso de despertar, y se convertirá
en un obstáculo para la Guerra de Resistencia en el presente y para
la paz mundial en el futuro. ¿Acaso no está claro que éste
será el resultado inevitable? Un sector de la opinión pública
norteamericana está angustiado por la peligrosa política
tipo Hurley respecto a China y reclama que se la cambie, porque, en cuanto
al futuro de China, ve con claridad que las irresistibles fuerzas del pueblo
chino, que exigen la independencia, la libertad y la unificación,
ascenderán con ímpetu y terminarán ineluctablemente
con la opresión extranjera y la feudal. Hoy no podemos decir todavía
si la política de los Estados Unidos cambiará ni cuándo
lo hará; pero una cosa es cierta: si continúa la política
tipo Hurley, política de apoyo a las fuerzas antipopulares de China
y de hostilidad hacia el pueblo chino, que es tan numeroso, se convertirá
en una carga aplastante para el Gobierno y el pueblo de los Estados Unidos
y les acarreará males sin fin. Esto hay que hacérselo comprender
claramente al pueblo norteamericano.