Primera edición: La colección de la correspondencia de Marx y Engels se publicó por vez primera en alemán en 1934 a cargo del
Instituto Marx-Engels-Lenin de Leningrado. La segunda edición, ampliada, se realizó en inglés en
1936.
Fuente de la versión castellana de la presente carta: C. Marx & F. Engels, Correspondencia, Ediciones Política, La Habana, s.f.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2010.
Londres, 8 de febrero de 1890
EN mi opinión no perdemos nada que valga la pena con la deserción de los socialistas oficiales de allí que se pasaron a los nacionalistas.[1] Si todo el Socialist Labour Party alemán se despedazara de resultas de esto, sería una suerte, pero apenas podemos esperar que ocurra algo tan bueno. Los elementos realmente útiles terminarán por volver a unirse de todas maneras, y cuando antes se separen los desperdicios, tanto más pronto ocurrirá eso; cuando llegue el momento en que los propios hechos impulsen hacia adelante al proletariado norteamericano, habrá suficientes personas capacitadas por su visión teórica y experiencia superiores que hagan de dirigentes, y entonces verá usted que nuestros años de trabajo no habrán sido inútiles.
El movimiento de allá, lo mismo que el de aquí y que el que se está desarrollando en las regiones mineras de Alemania, no puede hacerse con la sola prédica. Son los hechos los que deben machacar la cosa en las cabezas de la gente, pero el proceso será más rápido, desde luego, allí donde exista ya una sección organizada y teóricamente educada del proletariado, como ocurre en Alemania. Los mineros son hoy nuestro potencial y necesariamente: en la región del Ruhr el proceso está marchando rápidamente, seguirán Aix la Chapelle y la cuenca del Sarre, luego Sajonia, más tarde la Baja Silesia y finalmente los obreros polacos de la Alta Silesia. Con la situación en que estaba nuestro partido en Alemania, todo lo que necesitaba para que se produjese el irresistible movimiento era el impulso proveniente de las propias condiciones de vida de los mineros.
Aquí está ocurriendo en forma similar. El movimiento, al que considero irrefrenable, surgió en la huelga portuaria, y puramente de la absoluta necesidad de defensa. Pero también aquí el terreno había sido preparado durante los últimos ocho años por diversas formas de agitación, en forma tal que la gente, sin ser socialista, quería que sus dirigentes fuesen socialistas. Ahora, sin notarlo, se están encaminando por el camino teórico correcto, marchan por él en avalancha, y el movimiento es tan fuerte que creo sobrevivirá a los inevitables desatinos y a sus consecuencias, así como a las fricciones entre los diversos sindicatos y dirigentes, sin serio daño...
Creo que lo mismo ocurrirá con ustedes en Norteamérica. Los Schleswig-Holstein[2] y sus descendientes en Inglaterra y Norteamérica no han de convertirse con conferencias: estos tipos tercos y vanidosos deberán experimentarlo en carne propia. Y esto lo están haciendo cada año más, pero son conservadores natos —precisamente a causa de que Norteamérica es tan puramente burguesa, que carece por entero de un pasado feudal y está por ello orgullosa de su organización puramente burguesa— de manera que únicamente mediante la experiencia práctica se desembarazarán de la vieja basura mental tradicional. Por consiguiente, hay que empezar con las trade unions, etc., si es que ha de haber un movimiento de masas, y habrá que hacerles dar cada paso hacia adelante por medio de una derrota. Pero una vez dado el primer paso más allá del punto de vista burgués, las cosas marcharán rápidamente, como marcha todo en Norteamérica, donde, impulsada por necesidad natural, la creciente velocidad del movimiento enciende algún fuego necesario bajo los traseros de los anglosajones de Schleswig-Holstein, que son habitualmente tan lentos; y entonces también los extranjeros se harán valer. Considero que la decadencia del partido específicamente alemán, con su absurda confusión teórica, su correspondiente arrogancia y su Lassalleanismo, es una verdadera suerte. Los frutos de vuestro trabajo no volverán a luz mientras estos separatistas no se aparten del camino. Las leyes antisocialistas fueron una desgracia, no para Alemania sino para Norteamérica, hacia donde hicieron convergir a los últimos Knoten. Me asombró a menudo encontrarme allá con tantas fisonomías de Knoten;[3] éstos han desaparecido de Alemania, pero florecen por allá.
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[1] Los partidarios de Edward Bellamy en EE.UU.
[2] Nombre que daba Marx a los anglosanjones.
[3] Engels y su amigo Shorlemmer visitaron Estados Unidos y Canadá en 1888.