Llegamos ahora a otro descubrimiento de Morgan que es, por lo menos, tan importante como la reconstrucci�n de la forma primitiva de la familia bas�ndose en los sistemas de parentesco. La prueba de que los grupos de consangu�neos designados por medio de nombres de animales en el seno de una tribu de indios americanos son esencialmente id�nticos a las "genea" de los griegos, a las "gentes" de los romanos; de que la forma americana es la forma original de la gens, siendo la forma grecorromana una forma posterior derivada; de que toda la organizaci�n social de los griegos y romanos de los tiempos primitivos en gens, fatria y tribu, encuentra su paralelo fiel en la organizaci�n indoamericana; de que la gens (en cuanto podemos juzgar por nuestras fuentes de conocimiento) es una instituci�n com�n a todos los b�rbaros hasta su paso a la civilizaci�n y despu�s de �l; esta prueba ha esclarecido de golpe las partes m�s dif�ciles de la antigua historia griega y romana y nos ha revelado inesperadamente los rasgos fundamentales del r�gimen social de la �poca primitiva anterior a la aparici�n del Estado. Por muy sencilla que parezca la cosa una vez conocida, Morgan no la descubri� hasta los �ltimos tiempos. En su anterior obra, dada a la luz en 1871, no hab�a llegado a�n a penetrar ese secreto, cuyo descubrimiento ha hecho callar por alg�n tiempo a los historiadores ingleses de la �poca primitiva, tan llenos de seguridad en s� mismos.
La palabra latina gens, que Morgan emplea para este grupo de consangu�neos, procede, como la palabra griega del mismo significado, genos, de la ra�z aria com�n gan (en alem�n -donde, seg�n la regla, la g aria debe ser reemplazada por la k- kan), que significa "engendrar". Las palabras gens en lat�n, genos en griego, dschanas en s�nscrito, kuni en g�tico (seg�n la regla anterior), kyn en antiguo escandinavo y anglosaj�n, kin en ingl�s, y k�nns en medio-alto-alem�n, significan de igual modo linaje, descendencia. Pero gens en lat�n o genos en griego se emplean esencialmente para designar ese grupo que se jacta de constituir una descendencia com�n (del padre com�n de la tribu, en el presente caso) y que est� unido por ciertas instituciones sociales y religiosas, formando una comunidad particular, cuyo origen y cuya naturaleza han estado oscuros hasta ahora, a pesar de todo, para nuestros historiadores. Ya hemos visto anteriormente, en la familia punal�a, lo que es en su forma primitiva la gens. Comp�nese de todas las personas que, por el matrimonio punal�a y seg�n las concepciones que en �l dominan necesariamente, forman la descendencia reconocida de una antecesora determinada, fundadora de la gens. Siendo incierta la paternidad en esta forma de familia, s�lo cuenta la filiaci�n femenina. Como los hermanos no se pueden casar con sus hermanas, sino con mujeres de otro origen, los hijos procreados con estas mujeres extra�as quedan fuera de la gens, en virtud del derecho materno. As�, pues, no quedan dentro del grupo sino los descendientes de las hijas de cada generaci�n; los de los hijos pasan a las gens de sus respectivas madres. �Qu� sucede, pues, con este grupo consangu�neo, as� que se construye como grupo aparte, frente a grupos del mismo g�nero en el seno de una misma tribu?. Como forma cl�sica de esa gens primitiva, Morgan toma la de los iroqueses y especialmente la de la tribu de los senekas. Hay en �sta ocho gens, que llevan nombres de animales: 1�, lobo; 2�, oso; 3�, tortuga; 4�, castor; 5�, ciervo; 6�, becada; 7�, garza y 8�, halc�n. En cada gens hay las costumbres siguientes.
1. Elige el sachem (representante en tiempo de paz) y el caudillo (jefe militar). El sachem debe elegirse en la misma gens y sus funciones son hereditarias en ella, en el sentido de que deben ser ocupadas en seguida en caso de quedar vacantes. El jefe militar puede elegirse fuera de la gens, y a veces su puesto puede permanecer vacante. Nunca se elige sachem al hijo del anterior, por estar vigente entre los iroqueses el derecho materno y pertenecer, por tanto, el hijo a otra gens, pero con frecuencia se elige al hermano del sachem anterior o al hijo de su hermana. Todo el mundo, hombres y mujeres, toman parte en la elecci�n. Pero �sta debe ratificarse por las otras siete gens, y s�lo despu�s de cumplida esta condici�n es el electo solemnemente instaurado en su puesto por el consejo com�n de toda la generaci�n iroquesa. M�s adelante se ver� la importancia de este punto. El poder del sachem en el seno de la gens es paternal, de naturaleza puramente moral. No dispone de ning�n medio coercitivo. Adem�s, ex oficio es miembro del consejo de tribu de los senekas, as� como del consejo de toda la federaci�n iroquesa. El jefe militar �nicamente puede dar �rdenes en las expediciones militares.
2. Depone a su discreci�n al sachem y al caudillo. Tambi�n en este caso toman parte en la votaci�n hombres y mujeres juntos. Los dignatarios depuestos pasan a ser enseguida simples guerreros como los dem�s, personas privadas. Tambi�n el consejo de tribu puede deponer a los sachem, hasta contra la voluntad de la gens.
3. Ning�n miembro tiene derecho a casarse en el seno de la gens. Esta es la regla fundamental de la gens, el v�nculo que la mantiene unida; es la expresi�n negativa del parentesco consangu�neo, muy positivo, en virtud del cual constituyen una gens los individuos comprendidos en ella. Con el descubrimiento de este sencillo hecho, Morgan ha puesto en claro, por primera vez, la naturaleza de la gens. Cu�n poco se hab�a comprendido �sta hasta entonces nos lo prueban los relatos que se nos hac�an anteriormente respecto a los salvajes y a los b�rbaros, relatos donde la diferentes agrupaciones cuya reuni�n forman la organizaci�n gentilicia se confunden sin orden ni concierto d�ndoles, si hacer diferencia alguna, los nombres de tribu, clan, thum, etc... y de los cuales d�cese de vez en cuando que el matrimonio est� prohibido en el seno de semejantes corporaciones. Tal es el origen de la irreparable confusi�n en la que MacLennan, hecho un Napole�n, ha puesto orden con esta sentencia inapelable. Todas las tribus se dividen en unas donde est� prohibido el matrimonio entre los miembros de la tribu (ex�gamas), y otras donde se permite (end�gamas). Y despu�s de haber embrollado definitivamente las cosas, se ha lanzado a las m�s hondas disquisiciones para establecer cu�l de esas absurdas categor�as creadas por �l es la m�s antigua, si la exogamia o la endogamia. Este absurdo ha conclu�do por s� solo al descubrirse la gens basada en el parentesco consangu�neo y la resultante imposibilidad del matrimonio entre los miembros. Es evidente que en el estadio en que hallamos a los iroqueses la prohibici�n del matrimonio dentro de la gens se observa inviolablemente.
4. La propiedad de los difuntos pasaba a los dem�s miembros de la gens, pues no deb�a salir de �sta. Dada la poca monta de lo que un iroqu�s pod�a dejar a su muerte, la herencia se divid�a entre los parientes gentiles m�s pr�ximos, es decir, entre sus hermanos y hermanas carnales y el hermano de su madre, si el difunto era var�n, y si era hembra, entre sus hijos y hermanas carnales, quedando excluidos sus hermanos. Por el mismo motivo, el marido y la mujer no pod�an ser herederos uno del otro, ni los hijos serlo del padre.
5. Los miembros de la gens se deb�an entre s� ayuda y protecci�n, y sobre todo auxilio mutuo para vengar las injurias hechas por extra�os. Cada individuo confiaba su seguridad a la protecci�n de la gens, y pod�a hacerlo; todo el que lo injuriaba, injuriaba a la gens entera. De ah�, de los lazos de sangre en la gens, naci� la obligaci�n de la venganza, que fue reconocida en absoluto por los iroqueses. Si un extra�o a la gens mataba a uno de sus miembros, la gens entera de la v�ctima estaba obligada a vengarlo. Primero se trataba de arreglar el asunto; la gens del matador celebraba consejo y hac�a proposiciones de arreglo pac�fico a la de la v�ctima, ofreciendo casi siempre la expresi�n de su sentimiento por lo acaecido y regalos de importancia; si se aceptaban �stos, el asunto quedaba zanjado. En el caso contrario, la gens ofendida designaba a uno o a varios vengadores obligados a perseguir y matar al matador. Si as� suced�a, la gens de este �ltimo no ten�a ning�n derecho a quejarse; quedaban saldadas las cuentas.
6. La gens tiene nombres determinados, o una serie de nombres que s�lo ella tiene derecho a llevar en toda la tribu, de suerte que el nombre de un individuo indica inmediatamente a qu� gens pertenece. Un nombre gentil lleva vinculados, indisolublemente, derechos gentiles.
7. La gens puede adoptar extra�os en su seno, admiti�ndoles, as�, en la tribu. Los prisioneros de guerra a quienes no se condenaba a muerte, se hac�an de este modo, al ser adoptados por una de las gens, miembros de la tribu de los senekas, y con ello entraban en posesi�n de todos los derechos de la gens y de la tribu. La adopci�n se hac�a a propuesta individual de alg�n miembro de la gens, de alg�n hombre, que aceptaba al extranjero como hermano o como hermana, o de alguna mujer que lo aceptaba como hijo; la admisi�n solemne en la gens era necesaria en concepto de ratificaci�n. A menudo, gens muy reducidas en n�mero por causas excepcionales se reforzaban de nuevo as�, adoptando en masa a miembros de otra gens con el consentimiento de esta �ltima. Entre los iroqueses, la admisi�n solemne en la gens verific�base en sesi�n p�blica del consejo de tribu, lo que hac�a pr�cticamente de esta solemnidad una ceremonia religiosa.
8. Es dif�cil probar en las gens indias la existencia de solemnidades religiosas especiales; pero las ceremonias religiosas de los indios est�n, m�s o menos, relacionadas con las gens. En las seis fiestas anuales de los iroqueses, los sachem y los caudillos, en atenci�n a sus cargos, cont�banse entre los "guardianes de la fe" y ejerc�an funciones sacerdotales.
9. La gens tiene un lugar com�n de inhumaci�n. Este ha desaparecido ya entre los iroqueses del Estado de Nueva York, que hoy viven apretados en medio de los blancos, pero ha existido en otros tiempos. Todav�a subsiste entre otros indios, por ejemplo entre los tuscaroras, pr�ximos parientes de los iroqueses. Aun cuando son cristianos, los tuscaroras tienen en el cementerio una determinada fila de sepulturas para cada gens, de tal suerte que la madre est� enterrada all� en la misma hilera que los hijos, pero no el padre. Y entre los iroqueses tambi�n la gens entera asiste al entierro de un muerto, se ocupa de la tumba, de los discursos f�nebres, etc...
10. La gens tiene un consejo, la asamblea democr�tica de los miembros adultos, hombres y mujeres, todos ellos con el mismo derecho de voto. Este consejo elige y depone a los sachem y a los caudillos, as� como a los dem�s "guardianes de la fe"; decide el precio de la sangre ("Wergeld") o la venganza por el homicidio de un miembro de la gens; adopta a los extranjeros en la gens. En resumen, es el poder soberano en la gens.
Tales son las atribuciones de una gens india t�pica. "Todos sus miembros son individuos libres, obligados a proteger cada uno la libertad de los otros; son iguales en derechos personales, ni los sachem ni los caudillos pretenden tener ninguna especie de preeminencia; todos forman una comunidad fraternal, unida por los v�nculos de la sangre. Libertad, igualdad y fraternidad; �sos son, aunque nunca formulados, los principios cardinales de la gens, y esta �ltima es, a su vez, la unidad de todo un sistema social, la base de la sociedad india organizada. Eso explica el indomable esp�ritu de independencia y la dignidad que todo el mundo nota en los indios".
En la �poca del descubrimiento, los indios de toda la Am�rica del Norte estaban organizados en gens con arreglo al derecho materno. S�lo en algunas tribus, como entre los dacotas, la gens estaba en decadencia y en otras, como entre los ojibwas y los omahas, estaba organizada con arreglo al derecho paterno.
En numeros�simas tribus indias que comprenden m�s de cinco o seis gens encontramos cada tres, cuatro o m�s de �stas reunidas en un grupo particular, que Morgan, traduciendo fielmente el nombre indio, llama fratria (hermandad), como su correspondiente griego. As�, los senekas tienen dos fratrias: la primera comprende las gens 1-4, y la segunda las gens 5-8. Un estudio m�s profundo muestra que estas fratrias representan casi siempre las gens primitivas en que se escindi� al principio la tribu; porque dada la prohibici�n del matrimonio en el seno de la gens, cada tribu deb�a necesariamente comprender por lo menos dos gens para tener una existencia independiente. A medida que la tribu aumentaba en n�mero, cada gens volv�a a escindirse en dos o m�s, que desde entonces aparec�an cada una de ellas como una gens particualr; al paso que la gens primitiva, que comprende todas las gens hijas, contin�a existiendo como fratria. Entre los Senekas y la mayor parte de los indios, las gens de una de las fratrias son hermanas entre s�, al paso que las de la otra son primas suyas, nombres que, como hemos visto, tienen en el sistema de parentesco americano un significado muy real y muy expresivo. Originariamente ning�n seneka pod�a casarse en el seno de su fratria; sin embargo, esta usanza desapareci� muy pronto, quedando limitada a la gens. Seg�n una tradici�n que circula entre los senekas, el "oso" y el "ciervo" fueron las dos gens primitivas, de las que se desprendieron con el tiempo las dem�s. Una vez arraigada, esa nueva organizaci�n fue modific�ndose con arreglo a las necesidades; si se extingu�an las gens de una fratria, hac�ase pasar a veces a ella gens enteras de otras fratrias. Por eso encontramos en diferentes tribus gens del mismo nombre agrupadas en distintas fratrias.
Las funciones de la fratria entre los iroqueses son en parte sociales, en parte religiosas. 1) Las fratrias juegan a la pelota una contra otra; cada una designa a sus mejores jugadores; los dem�s indios, formando grupos por fratrias, observan el juego y apuestan por la victoria de los suyos. 2) En el consejo de tribu se sientan juntos los sachem y los caudillos de cada fratria, coloc�ndose frente a frente los dos grupos; cada orador habla a los representantes de cada fratria como a una corporaci�n particular. 3) Si en la tribu se comet�a un homicidio, sin pertenecer a la misma fratria el matador y la v�ctima, la gens ofendida apelaba a menudo a sus gens hermanas, que celebraban un consejo de fratria y se dirig�an a la otra fratria como corporaci�n con el fin de que �sta convocase igualmente un consejo para arreglar pac�ficamente el asunto. En este caso, la fratria aparece de nuevo como la gens primitiva, y con muchas m�s probabilidades de buen �xito que la gens individual, m�s d�bil, hija suya. 4) En caso de defunci�n de personajes importantes, la fratria opuesta se encargaba de organizar y dirigir las ceremonias de los funerales, mientras la fratria de los difuntos participaba en ellas como parientes en duelo. Si mor�a un sachem, la fratria opuesta anunciaba la vacante de su cargo en el consejo de los iroqueses. 5) Cuando se eleg�a sachem, interven�a igualmente el consejo de la fratria. Sol�a considerarse como casi segura la ratificaci�n del electo por las gens hermanas; pero las gens de la otra fratria pod�an oponerse a ella. En tal caso reun�ase el consejo de esta fratria, si la oposici�n era mantenida, la elecci�n se declaraba nula. 6) Al principio, ten�an los iroqueses misterios religiosos particulares, llamados por los blancos "medicine lodges". Celebr�banse estos misterios entre cada una de las fratrias, que ten�an un ritual especialmente establecido para la iniciaci�n de nuevos miembros. 7) Si, como es casi seguro, los cuatro linajes (gens) que habitaban por el tiempo de la conquista en los cuatro barrios de Tlaxcala eran cuatro fratrias, esto prueba que las fratrias constitu�an tambi�n unidades militares, lo mismo que entre los griegos y en otras uniones gentilicias an�logas entre los germanos; cada uno de esos cuatro linajes iba a la guerra como ej�rcito independiente, con su uniforme y su bandera particulares, y al mando de su propio jefe.
As� como varias gens forman una fratria, de igual modo, en la forma cl�sica, varias fratrias constituyen una tribu; en algunos casos, en las tribus muy d�biles falta el eslab�n intermedio, la fratria. �Qu� es, pues, lo que caracteriza a una tribu india de Am�rica?.
1. Un territorio propio y un nombre particular. Fuera del sitio donde estaba asentada verdaderamente. Cada tribu pose�a adem�s un extenso territorio para la caza y la pesca. Detr�s de �ste se extend�a una ancha zona neutral, que llegaba hasta el territorio de la tribu m�s pr�xima, zona que era m�s estrecha entre las tribus de la misma lengua, y m�s ancha entre las que no ten�an el mismo idioma. Esta zona ven�a a ser lo que el bosque lim�trofe de los germanos, el desierto que los suevos C�sar creaban alrededor de su territorio, el "�sarnholt" (en dinamarqu�s "jarnved", limes Danicus") entre daneses y alemanes, el "sachsenwald" y el "branibor" (eslavo: bosque protector), que dio su nombre al Brandeburgo, entre alemanes y eslavos. Este territorio, comprendido dentro de fronteras tan inciertas, era el pa�s com�n de la tribu, reconocido como tal por las tribus vecinas y que ella misma defend�a contra los invasores. En la mayor�a de los casos, la imprecisi�n de las fronteras no suscit� en la pr�ctica inconvenientes, sino cuando la poblaci�n hubo crecido de modo considerable. Los nombres de las tribus parecen debidos a la casualidad m�s que a una elecci�n razonada; con el tiempo sucedi� a menudo que una tribu era conocida entre sus vecinas con un nombre distinto del que ella misma se daba, como ocurri� con los alemanes, a quienes los celtas llamaron "germanos", siendo �ste su primer nombre hist�rico colectivo.
2. Un dialecto particular propio de esta sola tribu. De hecho, la tribu y el dialecto son substancialmente una y la misma cosa. La formaci�n de nuevas tribus y nuevos dialectos, a consecuencia de una escisi�n, acontec�a hace a�n poco en Am�rica, y todav�a no debe haber cesado por completo. All� donde dos tribus debilitadas se funden en una sola, ocurre, excepcionalmente, que en la misma tribu se hallan dos dialectos muy pr�ximos. La fuerza num�rica media de las tribus americanas es de unas dos mil almas; sin embargo, los cheroquees son veintes�is mil, el mayor n�mero de indios de los Estados Unidos que hablan un mismo dialecto.
3. El derecho de dar solemnemente posesi�n a su cargo a los sachem y los caudillos elegidos por las gens.
4. El derecho de exonerarlos hasta contra la voluntad de sus respectivas gens. Como los sachem y los jefes militares son miembros del consejo de tribu, estos derechos de la tribu respecto a ellos se explican de por s�. All� donde se ha formado una federaci�n de tribus y donde el conjunto de �stas se halla representado por un consejo federal, esos derechos pasan a este �ltimo.
5. Ideas religiosas (mitolog�a) y ceremonias del culto comunes. "Los indios eran, a su manera b�rbara, un pueblo religioso". Su mitolog�a no ha sido a�n objeto de investigaciones cr�ticas. Personificaban ya sus ideas religiosas -esp�ritus de todas clases-, pero el estadio inferior de la barbarie en el cual estaban no conoce a�n representaciones pl�sticas, lo que se llama �dolos. Es el de ellos un culto de la naturaleza y de los elementos que tiende al politeismo. Las diferentes tribus ten�an sus fiestas regulares, con formas de culto determinadas, principalmente el baile y los juegos. La danza, sobre todo, era una parte esencial de todas las solemnidades religiosas. Cada tribu celebraba en particular sus propias fiestas.
6. Un consejo de tribu para los asuntos comunes. Compon�ase de lso sachem y los caudillos de todas las gens, sus representantes reales, puesto que eran siempre revocables. El consejo deliberaba p�blicamente, en medio de los dem�s miembros de la tribu, quienes ten�an derecho a tomar la palabra y hacer oir su opini�n; el consejo decid�a. Por regla general, todo asistente al acto era o�do a petici�n suya; tambi�n las mujeres pod�an expresar su parecer mediante un orador elegido por ellas. Entre los iroqueses, las resoluciones definitivas deb�an ser tomadas por unanimidad, como se requer�a para ciertas decisiones en las comunidades de las marcas alemanas. El consejo de tribu estaba encargado, particularmente, de regular las relaciones con las tribus extra�as. Recib�a y mandaba las embajadas, declaraba la guerra y concertaba la paz. Si llegaba a estallar la guerra, sol�a hacerse casi siempre vali�ndose de voluntarios. En principio, cada tribu consider�base en estado de guerra con toda otra tribu con quien expresamente no hubiera convenido un tratado de paz. Las expediciones contra esta clase de enemigos eran organizadas en la mayor�a de los casos por unos cuantos notables guerreros. Estos ejecutaban una danza guerrera y todo el que les acompa�aba en ella declaraba de ese modo su deseo de participar en la campa�a. Form�base en seguida un destacamento y se pon�a en marcha. De igual manera, grupos de voluntarios sol�an encargarse de la defensa del territorio de la tribu atacada. La salida y el regreso de estos grupos de guerreros daban siempre lugar a festividades p�blicas. Para esas expediciones no era necesaria la aprobaci�n del consejo de tribu, y ni se ped�a ni se daba. Eran �stas exactamente como las expediciones particulares de las mesnadas germanas seg�n las describe T�cito, con la sola diferencia de que los grupos de guerreros tienen ya entre los germanos un car�cter m�s fijo y constituyen un s�lido n�cleo, organizado en tiempos de paz, en torno al cual se agrupan los dem�s voluntarios en caso de guerra. Los destacamentos de esta especie rara vez eran numerosos; las m�s importantes expediciones de los indios, aun a grandes distancias, realiz�banse con fuerzas insignificantes. Cuando se juntaban varios de estos destacamentos para acometer una gran empresa, cada uno de ellos obedec�a a su propio jefe; la unidad del plan de campa�a asegur�base, bien o mal, por medio de un consejo de estos jefes. Esta es la manera c�mo hac�an la guerra los alemanes del alto Rin en el siglo IV, seg�n la vemos descrita por Amiano Marcelino.
7. En algunas tribus encontramos un jefe supremo (Oberh�uptling), cuyas atribuciones son siempre muy escasas. Es uno de los sachem, que, cuando se requiere una acci�n r�pida, debe tomar medidas provisionales hasta que pueda reunirse el consejo y tomar las resoluciones finales. Es un d�bil germen de poder ejecutivo, germen, que casi siempre queda est�ril en el transcurso de la evoluci�n ulterior; este poder, como veremos, sale en la mayor�a de los casos, si no en todos, del jefe militar supremo (obersten Heerf�hrer).
La gran mayor�a de los indios americanos no fue m�s all� de la uni�n en tribus. Estas, poco numerosas, separadas unas de otras por vastas zonas fronterizas y debilitadas a causa de continuas guerras, ocupaban inmensos territorios muy poco poblados. Ac� y all� form�banse alianzas entre tribus consangu�neas por efecto de necesidades moment�neas, con las cuales ten�an t�rmino. Pero en ciertas comarcas, tribus parientes en su origen y separadas despu�s, se reunieron de nuevo en federaciones permanentes, dando as� el primer paso hacia la formaci�n de naciones. En los Estados Unidos encontramos la forma m�s desarrollada de una federaci�n de esa especie entre los iroqueses. Abandonando sus residencias del Oeste del Misisip�, donde probablemente hab�an formado una rama de la gran familia de los dacotas, se establecieron despu�s en largas peregrinaciones en el actual Estado de Nueva York, divididos en cinco tribus: los senekas, los cayugas, los onondagas, los oneidas y los mohawks. Viv�an de la pesca, la caza y una horticultura rudimentaria y habitaban en aldeas, fortificadas en su mayor�a con estacadas. No excedieron nunca de veinte mil; ten�an muchas gens comunales en las cinco tribus, hablaban dialectos parecid�simos de la misma lengua y ocupaban a la saz�n un territorio compacto repartido entre las cinco tribus. Siendo de conquista reciente ese territorio, ca�a de su propio peso la necesidad de la uni�n habitual de esas tribus frente a las que ellas hab�an despose�do. En los primeros a�os del siglo XV, a m�s tardar, se convirti� en una "liga eterna", en una confederaci�n que, comprendiendo su nueva fuerza, no tard� en tomar un car�cter agresivo; y al llegar a su apogeo, hacia 1675, hab�a conquistado en torno suyo vastos territorios, a cuyos habitantes hab�a en parte expulsado, en parte hecho tributarios. La confederaci�n iroquesa presenta la organizaci�n social m�s desarrollada a que llegaron los indios antes de salir del estadio inferior de la barbarie, excluyendo, por consiguiente, a los mexicanos, a los neomexicanos y a los peruanos. Los rasgos principales de la confederaci�n eran los siguientes:
1. Liga eterna de las cinco tribus consangu�neas basada en su plena igualdad y en la independencia en todos sus asuntos interiores. Esta consanguinidad formaba el verdadero fundamento de la liga. De las cinco tribus, tres llevaban el nombre de tribus madres y eran hermanas entre s�, como lo eran igualmente las otras dos, que se llamaban tribus hijas. Tres gens -las m�s antiguas- ten�an a�n representantes vivos en todas las cinco tribus, y otras tres gens, en tres tribus. Los miembros de cada una de estas gens eran hermanos entre s� en todas las cinco tribus. La lengua com�n, sin m�s diferencias que dialectales, era la expresi�n y la prueba de la comunidad de origen.
2. El �rgano de la liga era un consejo federal de cincuenta sachem, todos de igual rango y dignidad; este consejo decid�a en �ltima instancia todos los asuntos de la liga.
3. Estos cincuenta t�tulos de sachem, cuando se fund� la liga, se distribuyeron entre las tribus y las gens, y eran sus portadores los representantes de los nuevos cargos expresamente institu�dos para las necesidades de la confederaci�n. A cada vacante eran elegidos de nuevo por las gens interesadas y pod�an ser depuestos por ellas en todo tiempo, pero el derecho de darles posesi�n de su cargo correspond�a al consejo federal.
4. Estos sachem federales lo eran tambi�n en sus tribus respectivas, y ten�an voz y voto en el consejo de tribu.
5. Todos los acuerdos del consejo federal deb�an tomarse por unanimidad.
6. El voto se daba por tribu, de tal suerte que todas las tribus, y en cada una de ellas todos los miembros del consejo, deb�an votar un�nimemente para que se pudiese tomar un acuerdo v�lido.
7. Cada uno de los cinco consejos de tribu pod�a convocar al consejo federal, pero �ste no pod�a convocarse a s� mismo.
8. Las sesiones se celebraban delante del pueblo reunido; cada iroqu�s pod�a tomar la palabra; s�lo el consejo decid�a.
9. La confederaci�n no ten�a ninguna cabeza visible personal, ning�n jefe con poder ejecutivo.
10. Por el contrario, ten�a dos jefes de guerra supremos, con iguales atribuciones y poderes (los dos "reyes" de Esparta, los dos c�nsules de Roma).
Tal es toda la constituci�n social bajo la que han vivido y viven a�n los iroqueses desde hace m�s de cuatrocientos a�os. La he descrito con detalle, siguiendo a Morgan, porque aqu� podemos estudiar la organizaci�n de una sociedad que no conoc�a a�n el Estado. El Estado presupone un poder p�blico particular, separado del conjunto de los respectivos ciudadanos que lo componen. Y Maurer reconoce con fiel con fiel instinto la constituci�n de la Marca alemana como una instituci�n puramente social diferente por esencia del Estado, aun cuando m�s tarde le sirvi� en gran parte de base. En todos sus trabajos Maurer observa que el poder p�blico nace gradualmente tanto a partir de las constituciones primitivas de las marcas, las aldeas, los se�or�os y las ciudades, como al margen de ellas. Entre los indios de la Am�rica del Norte vemos c�mo una tribu unida en un principio se extiende poco a poco por un continente inmenso; c�mo, escindi�ndose, las tribus se convierten en pueblos, en grupos enteros de tribus; c�mo se modifican las lenguas, no s�lo hasta llegar a ser incomprensibles unas para otras, sino hasta el punto de desaparecer todo vestigio de la pr�stina unidad; c�mo en el seno de las tribus se escinden en varias gens individuales y las viejas gens madres se mantienen bajo la forma de fratrias; y c�mo los nombres de estas gens m�s antiguas se perpet�an en las tribus m�s distantes y separadas m�s largo tiempo (el lobo y el oso son a�n nombres gentilicios en la mayor�a de las tribus indias). Y a todas estas tribus corresponde, en general, la constituci�n antes descrita, con la �nica excepci�n de que muchas de ellas no llegan a la liga entre tribus parientes.
Pero dada la gens como unidad social, vemos tambi�n con qu� necesidad casi ineludible, por ser natural, se deduce de esa unidad toda la constituci�n de la gens, de la fratria y de la tribu. Todos los tres grupos son diferentes gradaciones de consanguinidad, encerrado cada uno en s� mismo y ordenando sus propios asuntos, pero completando tambi�n a los otros. Y el c�rculo de los asuntos que les compete abarca el conjunto de los negocios sociales de los b�rbaros del estado inferior. As�, pues, siempre que en un pueblo hallemos la gens como unidad social, debemos tambi�n buscar una organizaci�n de la tribu semejante a la que hemos descrito; y all� donde, como entre los griegos y los romanos, no faltan las fuentes de conocimiento, no s�lo la encontraremos, sino que adem�s nos convenceremos de que en todas partes donde esas fuentes son deficientes para nosotros, la comparaci�n con la instituci�n social americana nos ayuda a despejar las mayores dudas y a adivinar los m�s dif�ciles enigmas.
�Admirable constituci�n �sta de la gens, con toda su ingenua sencillez! Sin soldados, gendarmes ni polic�a, sin nobleza, sin reyes, gobernadores, prefectos o jueces, sin c�rceles ni procesos, todo marcha con regularidad. Todas las querellas y todos los conflictos los zanja la colectividad a quien conciernen, la gens o la tribu, o las diversas gens entre s�; s�lo como �ltimo recurso, rara vez empleado, aparece la venganza, de la cual no es m�s que una forma civilizada nuestra pena de muerte, con todas las ventajas y todos los inconvenientes de la civilizaci�n. No hace falta ni siquiera una parte m�nima del actual aparato administrativo, tan vasto y complicado, aun cuando son muchos m�s que en nuestros d�as los asuntos comunes, pues la econom�a dom�stica es com�n para una serie de familias y es comunista; el suelo es propiedad de la tribu, y los hogares s�lo disponen, con car�cter temporal, de peque�as huertas. Los propios interesados son quienes resuelven las cuestiones, y en la mayor�a de los casos una usanza secular lo ha regulado ya todo. No puede haber pobres ni necesitados: la familia comunista y la gens conocen sus obligaciones para con los ancianos, los enfermos y los inv�lidos de guerra. Todos son iguales y libres, inclu�das las mujeres. No hay a�n esclavos, y, por regla general, tampoco se da el sojuzgamiento de tribus extra�as. Cuando los iroqueses hubieron vencido en 1651 a los erios y a la "naci�n neutral", les propusieron entrar en la confederaci�n con iguales derechos; s�lo al rechazar los vencidos esta proposici�n, fueron desalojados de su territorio. Qu� hombres y qu� mujeres ha producido semejante sociedad, nos lo prueba la admiraci�n de todos los blancos que han tratado con indios no degenerados ante la dignidad personal, la rectitud, la energ�a de car�cter y la intrepidez de estos b�rbaros.
Recientemente hemos visto en Africa ejemplos de esa intrepidez. Los cafres de Zululandia hace algunos a�os y los nubios[1] hace pocos meses (dos tribus en las cuales no se han extinguido a�n las instituciones gentiles) han hecho lo que no sabr�a hacer ninguna tropa europea. Armados nada m�s que con lanzas y venablos, sin armas de fuego, bajo la lluvia de balas de los fusiles de repetici�n de la infanter�a inglesa (reconocida como la primera del mundo para el combate en orden cerrado), se echaron encima de sus ballonetas, sembraron m�s de una vez el p�nico entre ella y concluyeron por derrotarla, a pesar de la colosal desproporci�n entre las armas y aun cuando no tienen ninguna especie de servicio militar ni saben lo que es hacer la instrucci�n. Lo que pueden hacer y soportar lo sabemos por las lamentaciones de los ingleses, seg�n los cuales un cafre recorre en veinticuatro horas m�s trayecto, y a mayor velocidad, que un caballo: "Hasta su m�s peque�o m�sculo sobresale, acerado, duro, como una tralla de l�tigo", dec�a un pintor ingl�s.
Tal era el aspecto de los hombres y de la sociedad humana antes de que se produjese la escisi�n en clases sociales. Y si comparamos su situaci�n con la de la inmensa mayor�a de los hombres civilizados de hoy, veremos que la diferencia entre el proletario o el campesino de nuestros d�as y el antiguo libre gentilis es enorme.
Este es un aspecto de la cuesti�n. Pero no olvidemos que esa organizaci�n estaba llamada a perecer. No fue m�s all� de la tribu; la federaci�n de las tribus indica ya el comienzo de su decadencia, como lo veremos y como ya lo hemos visto en las tentativas hechas por los iroqueses para someter a otras tribus. Lo que estaba fuera de la tribu, estaba fuera de la ley. All� donde no exist�a expresamente un tratado de paz, la guerra reinaba entre las tribus y se hac�a con la crueldad que distingue al ser humano del resto de los animales, y que s�lo m�s adelante qued� suavizada por el inter�s. El r�gimen de la gens en pleno florecimiento, como lo hemos visto en Am�rica, supon�a una producci�n en extremo rudimentaria y, por consiguiente, una poblaci�n muy diseminada en un vasto territorio, y, por lo tanto, una sujeci�n casi completa del hombre a la naturaleza exterior, incomprensible y ajena para el hombre, lo que se refleja en sus pueriles ideas religiosas. La tribu era la frontera del hombre, lo mismo contra los extra�os que para s� mismo: la tribu, la gens, y sus instituciones eran sagradas e inviolables, constitu�an un poder superior dado por la naturaleza, al cual cada individuo quedaba sometido sin reserva en sus sentimientos, ideas y actos. Por m�s imponentes que nos parecen los hombres de esta �p�ca, apenas si se diferenciaban unos de otros, estaban a�n sujetos, como dice Marx, al cord�n umbilical de la comunidad primitiva. El poder�o de esas comunidades primitivas ten�a que quebrantarse, y se quebrant�. Pero se deshizo por influencias que desde un principio se nos parecen como una degradaci�n , como una ca�da desde la sencilla altura moral ade la antigua sociedad de las gens. Los intereses m�s viles -la baja codicia, la brutal avidez por los goces, la s�rdida avaricia, el robo ego�sta de la propiedad com�n- inauguran la nueva sociedad civilizada, la sociedad de clases; los medios m�s vergonzosos -el robo, la violencia, la perfidia, la traici�n-, minana la antigua sociedad de las gens, sociedad sin clases, y la conducen a su perdici�n. Y la misma nueva sociedad, a trav�s de los dos mil quinientos a�os de su existencia, no ha sido nunca m�s que el desarrollo de una �nfima minor�a a expensas de uan inmensa mayor�a de explotados y oprimidos; y esto es hoy m�s que nunca.
NOTAS
[1] Se hace referencia a la guerra entre los ingleses y los zul�s en 1879 y entre los ingleses y los nubios en 1883. (N. de Edit. Progreso.).