Voy ahora a proseguir mi exposición hablando de la educación ideológica que deben darse los miembros del Partido Comunista.
¿Qué se entiende por esta educación ideológica? A mi modo de ver, se trata esencialmente de la lucha que cada miembro del Partido debe entablar para combatir sus ideas no proletarias mediante la ideología proletaria, para combatir sus concepciones no comunistas del mundo, sean las que fueren, mediante la concepción comunista del mundo, y para combatir su individualismo mediante el principio de la primacía de los intereses del proletariado, del pueblo y del Partido.
Se trata de una lucha entre ideas que son incompatibles, se trata del reflejo en nosotros de la lucha de clases en la sociedad. Para un comunista, esta lucha debe tener como solución el triunfo de la ideología proletaria sobre todas las ideologías no proletarias y, finalmente, la supresión de éstas; el triunfo de la concepción comunista del mundo sobre todas las concepciones no comunistas del mundo y, finalmente, la supresión de éstas; y el triunfo de las ideas ligadas a los intereses y a los fines generales del Partido, de la revolución, de la emancipación del proletariado y de toda la humanidad sobre las ideas individualistas y, finalmente, la supresión de éstas. Si ocurriera lo contrario, es decir, si las ideas no proletarias, las concepciones del mundo no comunistas y las ideas individualistas tomasen la primacía en un camarada, éste retrocedería y perdería hasta su cualidad de miembro del Partido. Para un comunista esto supondría un resultado terrible y desastroso.
Nosotros, comunistas, nos aguerrimos ideológicamente en el curso de todas las luchas en el interior y en el exterior del Partido, no dejamos de recapitular y de asimilar las experiencias adquiridas en la práctica revolucionaria, y examinamos nuestras propias ideas para ver si son totalmente conformes con el marxismo-leninismo y con los intereses de la lucha por la emancipación del proletariado. En el curso de este estudio, de estas reflexiones, de este examen personal eliminamos todos los vestigios de ideas erróneas y ahogamos en germen toda idea incompatible con los intereses del comunismo.
Como sabéis, el hombre está guiado en sus palabras y en sus actos por su ideología, la cual es con frecuencia inseparable de su concepción del mundo. La concepción del mundo de nosotros, comunistas, no puede ser otra que la concepción comunista. Esta concepción del mundo es el sistema ideológico del proletariado, es también nuestra metodología. Es un asunto que ha sido tratado abundantemente en la literatura marxista-leninista, en particular en las obras filosóficas de los fundadores del marxismo-leninismo; por otra parte, vosotros lo habéis estudiado y no me extenderé en eso hoy. Me limitaré aquí a deciros brevemente en qué consiste nuestra causa comunista y cómo debemos trabajar para ella.
¿Cuál es para nosotros, comunistas, nuestro deber fundamental? El de realizar el comunismo. Para los diferentes partidos comunistas, esto consiste en transformar sus países respectivos mediante sus propios esfuerzos y mediante los del pueblo, para que el mundo se transforme poco a poco en un mundo comunista. ¿Será éste bueno? Todos nosotros sabemos que lo será. En un mundo así, no habrá más explotadores ni opresores, no habrá más terratenientes ni capitalistas, no habrá más imperialistas ni fascistas, no habrá más oprimidos ni explotados, ni nada de estas tinieblas, de esta ignorancia, de este estado retrasado que engendra el sistema de explotación. En una sociedad así, la producción de los valores materiales y morales tomará un impulso prodigioso y alcanzará un nivel tal que estará en condiciones de satisfacer las necesidades más variadas de todos los miembros de la sociedad. En ese momento, los hombres se convertirán, todos, en trabajadores comunistas desinteresados e inteligentes, de un nivel cultural y técnico elevado; la ayuda mutua y la fraternidad prevalecerán entre ellos; y la sospecha y el engaño mutuo, las ofensas recíprocas, las luchas fratricidas, las guerras y otras cosas absurdas dejarán de existir. Será, con toda evidencia, la sociedad mejor, la más avanzada de la historia de la humanidad. ¿Quién puede negar que una sociedad así sea buena? ¿Pero es posible una sociedad comunista tan perfecta? Nosotros decimos que es posible y que se realizará. La teoría del marxismo-leninismo da una explicación científica de ello que no deja ningún lugar a duda. Por otra parte, la victoria de la Gran Revolución de Octubre y el éxito de la edificación socialista en la Unión Soviética nos han aportado una prueba de hecho. Nuestro deber es, pues, el de hacer avanzar sin cesar, conformándonos a las leyes del desarrollo de la sociedad humana, la causa del socialismo y del comunismo, para que la sociedad socialista y la sociedad comunista se conviertan en una realidad lo más pronto posible. Ahí está nuestro ideal.
Pero la causa del socialismo y del comunismo tiene enemigos poderosos que hará falta vencer completa y definitivamente en todos los terrenos, para que la sociedad socialista y la sociedad comunista puedan convertirse en una realidad. La causa del comunismo no triunfará más que al precio de una lucha larga y ardua. Sin esta lucha, no puede haber victoria para el comunismo. Naturalmente, esta lucha no es, como algunos han dicho, un fenómeno social “fortuito” o una invención de algunos comunistas. Se trata de un fenómeno inevitable en el desarrollo de una sociedad de clases, se trata de una lucha de clases ineludible del nacimiento del Partido Comunista y el hecho de que los comunistas participen en esta lucha, la organicen y la dirijan, son también fenómenos ineludibles, conformes a las leyes del desarrollo social. En su aplastante mayoría, los hombres están explotados y oprimidos por los imperialistas, los fascistas, los capitalistas y los terratenientes -en una palabra, por todos los explotadores y opresores-, hasta tal punto que apenas pueden subsistir. Están obligados a unirse para combatir esta explotación y esta opresión, porque el progreso y la vida misma no son posibles para ellos más que a este precio. Por consiguiente, es completamente natural, es inevitable, que lleven a cabo esta lucha.
Por una parte, debemos comprender que el comunismo es la obra más grandiosa que existe en la historia de la humanidad y que hará desaparecer para siempre la explotación de los hombres, suprimirá las clases, emancipará la humanidad entera y conducirá a la sociedad humana a una era de felicidad, radiante y hermosa, como nunca antes ha conocido. Pero, por otra parte, debemos también comprender que la causa del comunismo es la más ardua de la historia humana y que necesitamos, para vencer el formidable poder de nuestros enemigos, para vencer todas las clases explotadoras, pasar por las vicisitudes de una lucha larga y dura; y que incluso después de nuestra victoria, necesitaremos todavía proceder, durante mucho tiempo y con paciencia, a la transformación social, económica, ideológica y cultural, sin la cual no se puede desembarazar el pueblo de todos los influjos, convenciones y costumbres de las clases explotadas ni instaurar un nuevo sistema social y económico, una cultura y una moral nuevas, comunistas.
Apoyándose en el proletariado y en la gran masa de los explotados y de los oprimidos, utilizando el marxismo-leninismo para guiar la lucha revolucionaria de las grandes masas y para hacer avanzar la sociedad hacia el gran fin del comunismo, el Partido Comunista está seguro de la victoria final. Esta es la razón: en virtud de leyes históricas, que regulan su desarrollo, la sociedad humana se encamina indefectiblemente hacia el comunismo; en el seno del proletariado y de la masa de otros explotados y oprimidos del mundo se incuban fuerzas revolucionarias extremadamente poderosas que, una vez movilizadas, unidas y organizadas, son capaces de vencer a todas las fuerzas reaccionarias de las clases explotadoras y del imperialismo; el Partido Comunista y el proletariado son fuerzas nacientes y que se desarrollan; ahora bien, todo lo que nace y se desarrolla es invencible. La historia del Partido Comunista Chino y la historia del movimiento mundial proporcionan bastantes pruebas de ello. En cuanto a la situación actual, es la siguiente: el socialismo ha conseguido ya una gran victoria en una sexta parte del globo, en la Unión Soviética; partidos comunistas militantes, armados con la teoría del marxismo-leninismo, se han organizado en numerosos países; el movimiento comunista mundial se acrecienta y se desarrolla rápidamente; y luchas incesantes movilizan y unen rápidamente a las fuerzas del proletariado y a la masa de otros explotados y oprimidos del mundo. Actualmente, el movimiento comunista se ha convertido, en el mundo entero, en una fuerza poderosa e invencible. No hay la menor duda de que la causa del comunismo va a desarrollarse y a progresar hasta conseguir la victoria definitiva y total. Sin embargo, debemos comprender que la reacción internacional y las clases explotadoras son hoy por hoy todavía más fuertes que nosotros, que son, por el momento, superiores a nosotros en muchos terrenos y que, para vencerlas, debemos pasar por las vicisitudes de una lucha larga y ardua.
En una sociedad en la que la propiedad privada de los medios de producción existe desde hace millares de años, las clases explotadoras han construido, gracias a su dominación, un poder colosal que se extiende a todos los terrenos y se han apoderado de todo lo que existe bajo el sol. Su larga dominación ha sido la causa del estado atrasado de la sociedad humana, de la ignorancia, del egoísmo, de la sospecha y del engaño mutuo, de las ofensas mutuas y de las luchas fratricidas, que han reinado a través de los tiempos. Ha ejercido así sobre la masa de los explotados y sobre otros miembros de la sociedad un influjo de lo más pernicioso. Eso es una consecuencia inevitable de los esfuerzos de las clases explotadoras por preservar sus intereses y su dominio de clase. En efecto, no pueden mantener su dominio más que teniendo a la masa de los explotados y a los pueblos coloniales en un estado atrasado, desorganizado y dividido. Así, para conseguir la victoria, debemos no sólo sostener un rudo combate contra las clases explotadoras, sino también luchar contra el influjo que ellas han ejercido desde hace mucho tiempo sobre las masas, contra las ideas retrasadas y otros fenómenos retrógrados que se encuentran entre las masas, pues sólo esto nos permitirá elevar su conciencia política y unirlos para vencer a las clases explotadoras, Ahí se encuentra nuestra dificultad en el curso de la realización del comunismo. ¡Camaradas! Si, como algunos se lo figuran, las masas fueran políticamente conscientes, unidas, apartadas del influjo de las clases explotadoras y desembarazadas de los fenómenos atrasados, ¿qué dificultad habría entonces para hacer la revolución?
Este influjo de las clases explotadoras existe antes de la victoria de la revolución y continuará existiendo todavía por mucho tiempo, después que las clases explotadoras hayan sido arrojadas de su posición dominante. Reflexionad un poco sobre cuántos rodeos tenemos que dar, qué tarea y qué luchas tan arduas nos esperan, si queremos vencer definitivamente a las clases explotadoras y borrar su influjo sobre el pueblo, liberar y transformar la humanidad entera, reeducar a decenas de millones de pequeños productores de mercancías, suprimir definitivamente las clases, transformar paso a paso a la humanidad, que ha vivido durante millares de años en una sociedad de clases, bajo el imperio de viejas costumbres y convenciones, transformarla hasta que se convierta en una humanidad comunista, inteligente y desinteresada, con un nivel cultural y técnico elevado.
Lenin decía:
“Suprimir las clases no sólo significa expulsar a los terratenientes y a los capitalistas -esto lo hemos hecho nosotros con relativa facilidad-, sino también suprimir los pequeños productores de mercancías; pero a éstos no se les puede expulsar, no se les puede aplastar; con ellos hay que convivir, y sólo se puede (y se debe) transformarlos, reeducarlos mediante una labor de organización muy larga, lenta y prudente. Estos pequeños productores cercan al proletariado por todas partes de elemento pequeñoburgués, lo impregnan de este elemento, lo corrompen con él, provocan constantemente en el seno del proletariado recaídas de pusilanimidad pequeñoburguesa, de atomización, de individualismo, de oscilación entre la exaltación yel abatimiento. Para hacer frente a eso, para permitir que el proletariado ejerza acertada, eficaz y victoriosamente su función organizadora (que es su función principal), son necesarias una centralización y una disciplina severísimas en el partido político del proletariado... La fuerza de la costumbre de millones y decenas de millones de hombres es la fuerza más terrible... Es mil veces más fácil vencer a la gran burguesía centralizada que "vencer" a millones de pequeños patronos, los cuales, con su labor corruptora invisible, inaprehensible, cotidiana, producen los mismos resultados que necesita la burguesía, que determinan la restauración de ésta.”[26]
Lenin decía también:
“...contra la burguesía, cuya resistencia se ve decuplicada por su derrocamiento (aunque no sea más que en un país) y cuya potencia consiste no sólo en la fuerza del capital internacional, en la fuerza y la solidez de los vínculos internacionales de la burguesía, sino, además, en la fuerza de la costumbre, en la fuerza de la pequeña producción. Porque, por desgracia, queda todavía en el mundo, muchísima pequeña producción, y la pequeña producción engendra capitalismo y burguesía constantemente, cada día, cada hora, de modo espontáneo y en masa. Por todos estos motivos,... la victoria sobre la burguesía es imposible sin un aguerra que exige serenidad, disciplina, firmeza, inflexibilidad y una voluntad única.”[27]
De este modo, incumbe todavía al proletariado, después de la victoria de la revolución, una tarea extremadamente difícil. La revolución del proletariado es diferente de las otras revoluciones de la historia. La revolución burguesa, por ejemplo, se concluye generalmente con la toma del poder. Pero para el proletariado, la victoria y la emancipación en el plano político significan sólo el comienzo de la revolución: queda por hacer un trabajo gigantesco después de la victoria de la revolución y de la toma del poder.
La causa del comunismo es, como decimos, “una tarea para cien años”, que no se puede realizar “de un solo golpe”. En países diferentes, será necesario pasar por fases diferentes y vencer enemigos diferentes, antes que se haya podido establecer gradualmente una sociedad comunista. Por ejemplo, China está todavía en la fase de la revolución democrática burguesa, tiene como enemigos al imperialismo agresor y a las fuerzas feudales y a los compradores que están de acuerdo con él. Necesitamos vencer a estos enemigos para llevar a buen fin la revolución democrática burguesa en nuestro país. Después de la victoria de esta revolución, necesitaremos todavía hacer la revolución socialista y trabajar durante un período prolongado en la transformación y en la edificación socialistas, antes de poder pasar gradualmente a la sociedad comunista.
El fin último de nuestra lucha es el comunismo, y el deber que se nos impone como comunistas es el de superar, de un modo totalmente natural, las diversas dificultades que se atravesarán en nuestro camino. Precisamente porque el comunismo es una obra tan grandiosa y tan ardua, se encuentran todavía hoy personas que, aunque aspiran al progreso social, permanecen escépticos y no están convencidos de la posibilidad de realizarlo. No creen que, bajo la dirección del proletariado y de su partido, la humanidad pueda desarrollarse y transformarse en una humanidad comunista de calidad verdaderamente pura ni que las dificultades que surjan en el curso de la revolución y de la construcción puedan ser superadas. O bien no han previsto estas dificultades, o bien se convierten en pesimistas y se desengañan cuando las encuentran realmente; ocurre incluso en tales casos que algunos miembros del Partido vacilan y desertan de las filas comunistas.
Nosotros, comunistas, debemos tener el mayor atrevimiento en nuestra concepción y la voluntad revolucionaria más firme. Cada miembro del Partido debe tomar, con gozo y seriedad, la resolución de asumir esta tarea de una grandeza y de una dificultad sin precedente en la historia humana: la realización del comunismo. Vemos claramente las dificultades que surgen en el camino del comunismo, pero no nos intimidamos en absoluto por ellas, pues comprendemos, de un modo igualmente claro, que estas dificultades serán superadas con toda seguridad cuando las innumerables masas se unan a nosotros en la revolución. Fuertes con el apoyo de las amplias masas populares, estamos plenamente convencidos de que nuestra generación realizará una gran parte de la tarea de la construcción del comunismo, y que las generaciones futuras concluirán esta obra magnífica. Los héroes de las otras clases en los anales de la historia no han podido tener la gran elevación de espíritu y el atrevimiento de concepción de los comunistas. Con respecto a eso, tenemos toda la razón para estar orgullosos.
Me acuerdo que un biógrafo burgués de Europa occidental [28], al visitar la Unión Soviética, en una conversación con el camarada Stalin, se había puesto a cotejar personalidades históricas. El camarada Stalin le dijo en esta ocasión que Lenin era un océano, mientras que Pedro el Grande no era más que una gota en el mar. Ese es el lugar ocupado en la historia por un dirigente de la causa comunista del proletariado, comparado con el lugar de un dirigente de la causa de la clase de los terratenientes y de la clase naciente de los comerciantes. Esta comparación nos hace comprender lo grande que es el dirigente que combate por el éxito del comunismo y de la obra emancipadora de la humanidad y lo pequeño que es el que combate por la causa de las clases explotadoras.
Nosotros, comunistas, debemos tener el ideal más noble y el objetivo de lucha más elevado, al mismo tiempo que tenemos el sentido práctico y que hacemos un trabajo práctico efectivo. Estos son nuestros rasgos característicos. Si se contenta uno con abrazar un ideal grande y sublime, sin tener el sentido práctico y sin hacer un trabajo práctico efectivo, no se es un buen comunista, sino sólo un soñador, un fabricante de frases o un pedante. Si, por el contrario, sólo se hace trabajo práctico, sin tener el ideal grande y sublime del comunismo, tampoco se es un buen comunista; se es exactamente un vulgar hombre práctico. El buen comunista es aquel que une el ideal grande y sublime del comunismo con el trabajo práctico y con el sentido práctico. En esto se mide la cualidad de un buen comunista, como lo ha resaltado frecuentemente el camarada Mao Tse-tung, guía de nuestro Partido.
El ideal comunista es tan hermoso como fea es la realidad del mundo capitalista. Precisamente porque el mundo capitalista es feo, la aplastante mayoría de los hombres quiere cambiarlo y considera que es necesario cambiarlo. Para cambiar el mundo, no debemos despegarnos de la realidad ni ignorarla y, todavía menos, huir de ella; tampoco debemos inclinarnos ante esa realidad tan horrible. La realidad debemos mirarla a la cara, conocerla, vivir y crecer en ella, luchar contra su fealdad y transformarla, a fin de realizar paso a paso nuestro ideal. Y debemos ponernos a nuestra gran tarea comunista de transformación del mundo comenzando por nuestro entorno inmediato, por la gente que está en contacto directo con nosotros y por el trabajo que podemos emprender de modo inmediato. Conviene aquí criticar el defecto, frecuente entre los jóvenes camaradas, de tratar de huir de la realidad o de ignorarla. Está muy bien que tengan un ideal elevado; pero con frecuencia se lamentan del lugar de trabajo y del género de trabajo que se les encarga. Se pasan todo el tiempo buscando el sitio “ideal” y el trabajo “ideal” que les daría la posibilidad de “transformar el mundo” sin dificultad. Pero este sitio y este trabajo no existen más que en su imaginación.
La causa del comunismo es para nosotros la tarea de toda la vida. Todas nuestras actividades, durante nuestra vida entera, se realizan en interés de esta causa y de ninguna otra.
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[26] V. I. Lenin: “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”, Obras escogidas, t. III, pág. 370, Moscú, Progreso.
[27] Ibíd., pág. 353. (En esta cita, igual que en la anterior, el autor ha efectuado algunas supresiones, que indicamos con puntos suspensivos. Nota del traductor.)
[28] Se trata del biógrafo alemán Emil Ludwig (1881-1948). (Nota del autor.)