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V. I. Lenin

Discurso pronunciado en un mitin del regimiento revolucionario de Varsovia[1] el 2 de agosto de 1918




Primera publicación: El el 3 de agosto de agosto de 1918 en el núm. 15 de Vechernie Izvestia Moscovskogo Sovieta.
Fuente: Acerca de la unidad del movimiento comunista interncional. Editorial Progreso, Moscú. Págs. 48 a la 50.
Digitalización: Alberto Mondragón, 2012.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 4 de febrero 2012.



(Aparece en la sala el camarada Lenin, acogido con entusiásticos aplausos y los briosos acordes de “La Internacional”.) Estimo –Dice el camarada Lenin – Nosotros, revolucionarios polacos y rusos, ardemos ahora en un mismo deseo: hacer todo lo posible para defender victoriosamente las conquistas de la primera gran revolución socialista, a la que seguirá inevitablemente una serie de revoluciones en otros países. La dificultad para nosotros estriba precisamente en que hemos tenido que actuar mucho antes que los obreros de países más cultos, más civilizados.

La guerra internacional ha sido provocada por las fuerzas del capital internacional, de dos coaliciones de aves de rapiña. Hace ya cuatro años que el mundo derrama sangre para resolver cual de estos dos imperialismos rapaces ha de dominar el mundo. Sentimos de un modo tangible que esta guerra criminal no puede terminar con el triunfo de alguna de las dos partes. Cada día se hace más evidente que no son los imperialistas, sino la revolución obrera victoriosa, la que puede ponerle fin. Y cuanto más dura se hace hoy la situación de los obreros en todos los países, cuanto mayor es la saña con que se persigue el verbo proletario libre, tanto mayor es la desesperación de la burguesía, pues no puede sofocar el movimiento creciente. Por cierto tiempo nos hemos adelantado a la masa principal del ejército socialista, que nos mira con la mayor esperanza y dice a su burguesía: por más que te enfurezcas, seguiremos el ejemplo de Rusia y haremos lo que han hecho los bolcheviques rusos.

Queríamos la paz –continua el camarada Lenin –. Precisamente porque la Rusia Soviética propuso la paz a todo el mundo, fueron lanzadas en febrero contra nosotros las tropas alemanas. Ahora vemos con toda claridad que tanto monta un imperialismo como otro. Unos y otros mentían y mienten al decir que la suya es una guerra de liberación. El capital anglo-francés se desenmascara ahora del mismo modo que se desenmascaro antes la rapaz Alemania, con toda esa infamia que se supone la paz de Brest[2].

Los anglo-franceses hacen ahora un último esfuerzo para arrastrarnos a la guerra. Ahora han comprado por quince millones –a través de los generales y oficiales – a nuevos esclavos –los checoslovacos – para lanzarlos a una nueva aventura, para convertir la sublevación checoslovaca[3] en movimiento de los guardias blancos y los terratenientes. Y cosa extraña, resulta que todo eso se hace para “defender” Rusia. Los ingleses, “amantes de la libertad y de la justicia”, aplastan a todo el que se les pone por delante y se apoderan de Múrmansk; los cruceros ingleses se acercan a Arjanguelsk y cañonean las baterías, y todo ello en “defensa” de Rusia. Esta completamente claro que desean rodear a Rusia de un anillo de bandidos imperialistas y estrangularla porque ha desenmascarado y roto sus tratados secretos.

Nuestra revolución ha logrado que los obreros de Inglaterra y Francia se levanten como acusadores de sus gobiernos. En Inglaterra, donde imperaba la paz social y era más fuerte que ninguna otra parte la resistencia de los obreros al socialismo, ya que ellos también participaban del saqueo de las colonias, vuelven ahora la espalda a la burguesía y rompen la paz social con ella.

Los obreros franceses condenan la política de ingerencia en los asuntos de Rusia. Por ello los imperialistas de esos países se lo juegan todo en una carta.

La existencia misma, la vida misma de la Rusia Soviética los saca de quicio.

Sabemos que la guerra toca a su fin; sabemos que ellos no lograran ponerle fin; sabemos que contamos con un aliado seguro, y por ello hay que poner en tensión todas las energías, hacer un último esfuerzo. O poder a los kulaks, los capitalistas y el zar, como ocurrió en las fracasadas revoluciones de occidente, o poder del proletariado. Vuestra tarea al ir al frente es, ante todo y sobre todo, recordar que esta es la única guerra legitima, justa, santa, la guerra de los oprimidos y los explotados contra los opresores y los bandidos.

Ahora está tomando cuerpo esa alianza de los revolucionarios de los distintos países con la que soñaban los mejores cerebros, una verdadera alianza de los obreros, y no de soñadores intelectuales.

La superación de la enemistad y de la desconfianza entre las naciones es garantía de la victoria.

Os ha correspondido el gran honor de defender con las armas en la mano ideas santas y de hacer realidad, luchando codo con codo con los alemanes, los austriacos y los magiares –ayer enemigos nuestros en el frente –, la fraternidad internacional de los pueblos.

Estoy seguro, camaradas , de que si agrupáis todas las fuerzas militares en un poderoso Ejército Rojo internacional y , con la consigna de “Muerte o Victoria!”, lanzáis estos batallones de hierro contra los explotadores, contra los opresoras, contra las centurias negras de todo el mundo, no habrá fuerza imperialista que pueda hacernos frente.

(El final del discurso del amado jefe es acogido con clamorosos y prolongados aplausos.)

 

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[1] El regimiento Revolucionario de Varsovia, compuesto de voluntarios polacos, participo repetidas veces en los combates contra las tropas de guardias blancos. El mitin en el que intervino Lenin se celebro antes e que el regimiento partiera para el frente. [N. de Edit. Progreso]

[2] Paz de Brest: Tratado de Paz firmado el 3 de marzo de 1918 entre la Rusia Soviética, de una parte, y Alemania, Austria-Hungría, Turquía y Bulgaria, de otra. Contenía condiciones expoliadoras impuestas a la Rusia Soviética por la Alemania imperialista, que aprovecho rapazmente la debilidad temporal de la joven Republica de los Soviets.
Después de la Revolución de Noviembre de 1918 en Alemania, el Tratado de Brets-Litovsk fue anulado. [N. de Edit. Progreso]

[3] Se trata de la sublevación armada contrarrevolucionaria del cuerpo de ejército checoslovaco, organizada por los imperialistas de la Entente con la participación activa de los mencheviques y los eseristas. El cuerpo checoslovaco, integrado por prisioneros de guerra checos y eslovacos, se formo en Rusia antes del triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre. El verano de 1918 contaba ya con más de 60.000 hombres (en Rusia había unos 200.000 checos y eslovacos prisioneros). Después de implantarse el Poder Soviético, las potencias de la Entente tomaron a su cargo el mantenimiento del cuerpo de ejército checoslovaco, con el propósito de utilizarlo para luchar contra la Republica Soviética.
Actuando en estrecho contacto con los contrarrevolucionarios rusos y los campesinos ricos, los checos blancos ocuparon parte considerable de los Urales, de la región del Volga y de Siberia, restaurando en dichas zonas el poder de la burguesía. La mayoría de los prisioneros de guerra checos y eslovacos simpatizaba con el Poder Soviético y no se dejo arrastrar por la propaganda antisoviética de su oficialidad reaccionaria. Muchos soldados abandonaron el cuerpo de ejército checoslovaco, negándose a combatir contra la Rusia Soviética. Cerca de 12.000 checos y eslovacos pelearon en las filas del Ejército Rojo. La sublevación del cuerpo de ejército checoslovaco fue aplastada a fines de 1919, al mismo tiempo que eran derrotados los ejércitos de guardias blancos de Kolchak. [N. de Edit. Progreso]


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