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Escrita: En la primavera de 1897.
Primera publicación: Publicado por primera
vez en la revista Novóie Slovo vol. 7-10, de abril-julio de
1897. Firmado: K. T.-n. Reimpreso en 1898 en la recopilación
Vladímir Ilín, Estudios y artículos
económicos, S.P. Se publica de acuerdo con el texto de la
recopilación, confrontado con el de Nóvoie Slovo y con
el de la recopilación V. Ilín, El problema agrario,
1908.
Fuente del texto: V. I. Lenin, Obras completas,
Editorial Akal, tomo II, pags. 121-257.
Preparado para el MIA: Rodrigo Cisterna, marzo de
2014.
Sismondi (J. C. L. Simonde de Sismondi), economista suizo que escribió a comienzos del siglo xix, ofrece especial interés para la solución de los problemas económicos generales que actualmente se plantean en Rusia con toda fuerza. Si a ello agregamos que en la historia de la economía política ocupa un lugar aparte, al margen de las corrientes principales, que es un partidario ferviente de la pequeña producción y que se alza (como los populistas rusos contemporáneos), contra los defensores e ideólogos de las grandes empresas, entonces el lector comprenderá el por qué de nuestra intención de dar una reseña de su doctrina en sus rasgos principales y en su relación con otras corrientes- contemporáneas a él y posteriores-de la ciencia económica. El interés que ofrece el estudio de Sismondi cobra intensidad especial precisamente ahora, pues en la revista Rússkoie Bogatstvo del año pasado, 1896, hemos encontrado un artículo dedicado también a la exposición de su doctrina (B. Efrussi: "Las concepciones económicosociales de Simonde de Sismondi", Rússkoie Bogatstvo, 1896, núms. 7 y 8 [2]).
El colaborador de Rússkoie Bogatstvo declara, desde el comienzo, que no hubo escritor alguno "que haya sido objeto de una apreciación tan errónea" como Sismondi, a quien, según él, se ha tratado de presentar, "injustamente", ora como reaccionario, ora como utopista. Todo lo contrario. Precisamente esta apreciación de Sismondi es la que se ajusta a la verdad. El artículo de Rússkoie Bogatstvo, que constituye una exposición detallada y escrupulosa de la teoría de Sismondi, da una definición en todo sentido errónea de ésta[3], pues idealiza a Sismondi en los aspectos en que su doctrina más se aproxima a los populistas, ignorando y presentando bajo una falsa luz el lugar que ocupa respecto de las corrientes posteriores de la ciencia económica. Por ello, nuestra exposición y análisis de la doctrina de Sismondi serán, al mismo tiempo, una crítica del artículo de B. Efrussi.
La particularidad distintiva de la teoría de Sismondi la constituye su doctrina acerca de la renta, de la relación de ésta con la producción y la población. Su obra principal se titula: Nouveaux principes d'économie politique ou de la richesse dans ses rapports avec la population (Seconde édition, París, 1827, 2° vol. La primera edición data de 1819), Nuevos principios de economía política o de la riqueza en sus relaciones con la población. Este tema es casi idéntico al que en la literatura populista rusa se conoce bajo la denominación de "El problema del mercado interior para el capitalismo". Sismondi afirma, en efecto, que el desarrollo de las grandes empresas y del trabajo asalariado en la industria y en la agricultura determina que la producción supere al consumo y se enfrente con el problema sin solución de hallar consumidores; que no puede hallarlos en el interior del país, puesto que trasforma a la masa de la población en jornaleros, en simples obreros, y crea una población de desocupados, al tiempo que es cada vez más difícil conseguir mercados en el exterior, debido a que en la arena mundial van apareciendo nuevos países capitalistas. El lector puede ver que se trata exactamente de los mismos problemas que preocupan a los economistas populistas, con los señores V. V. y N.-on [4] a la cabeza. Veamos, pues, más de cerca, los diferentes elementos de la argumentación de Sismondi y su valor científico.
Contrariamente a los economistas clásicos, que en la elaboración de sus sistemas daban ya por constituido el régimen capitalista y por sentada la existencia de la clase obrera, Sismondi pone el acento en el proceso de ruina del pequeño productor, proceso que condujo a la formación de dicha clase. Es indiscutible mérito de Sismondi haber señalado dicha contradicción dentro del régimen capitalista, pero el hecho cierto es que como economista no supo comprender ese fenómeno y que quiso disimular, expresando "piadosos deseos", su incapacidad para hacer un análisis consecuente. La ruina del pequeño productor prueba, en su opinión, la reducción del mercado interior.
"Si el fabricante vende más barato-dice en el capítulo acerca de ¿cómo amplía el vendedor su mercado? (Ch. III, livre IV, t. I, p. 342 et suiv.) [5] -, venderá más porque los otros venderán menos." Y por ello, los esfuerzos del fabricante tienden siempre a ahorrar algo sobre el trabajo o sobre la materia prima, que lo coloque en condiciones de poder vender a precio más reducido que sus colegas. Como las materias primas son a su vez producto de un trabajo anterior, resulta que el ahorro se reduce, en último término, al empleo de menor cantidad de trabajo para la producción de un mismo artículo. "Sin embargo, la finalidad del fabricante no es reducir la cantidad de obreros, sino acrecentar la producción. Supongamos que llegue a alcanzar su objetivo, que logre arrebatar compradores a su competidor al rebajar el precio de su mercadería. ¿Cuál será, pues, el resultado nacional de esto?" "Los demás fabricantes introducirán su método de producción. Y entonces unos y otros se verán precisados, desde luego, a despedir una parte de sus obreros en la misma proporción en que la nueva máquina aumente la fuerza productiva del trabajo. Si el consumo no ha variado y si el mismo trabajo es hecho por un número de brazos diez veces menor, entonces nueve décimos de esa parte de la clase obrera perderá sus ingresos y su consumo, de todo tipo, disminuirá en la misma proporción [...]. La consecuencia del invento-en caso de que la nación carezca de comercio exterior y el consumo permanezca invariable-será, en definitiva, una pérdida para todos, la disminución de la renta nacional, lo cual acarreará, para el año siguiente, la disminución del consumo general" (I, 344). "Y así tenía que ser; como el trabajo es de por sí una parte importante de la renta [Sismondi se refiere al salario], resulta imposible reducir la demanda de trabajo sin empobrecer a la nación. Por ello, el beneficio que se espera de la invención de nuevos medios de producción se relaciona casi siempre con el comercio exterior" (I, 345).
El lector puede ver que ya en estas palabras está contenida toda la "teoría", que tan bien conocemos, de la "reducción del mercado interior" como consecuencia del desarrollo del capitalismo y de la necesidad, por lo tanto, de mercados exteriores. Sismondi retorna a esta idea con harta frecuencia, vinculándola a su teoría de las crisis y su "teoría" de la población. Esto constituye en su doctrina, como en la de los populistas rusos, un punto dominante.
Sismondi no olvida, desde luego, que la ruina y la desocupación, dentro de las nuevas relaciones, son acompañadas por el aumento de la "riqueza comercial", y que de lo que se trata es del desarrollo de la gran producción, del capitalismo. Esto lo comprende a la perfección y afirma, precisamente, que el crecimiento del capitalismo reduce el mercado interior. "Del mismo modo que no es indiferente para el bienestar de los ciudadanos que la abundancia y el consumo general se aproximen cada vez más a la equidad, o que sólo una pequeña minoría tenga exceso de todo, mientras la masa se ve reducida a lo estrictamente necesario, estos dos tipos de distribución de la renta tampoco son indiferentes para el desarrollo de la riqueza comercial [richesse commerciale [6] ]. La igualdad en el consumo ha de tener siempre, como resultado, la ampliación del mercado de productores, en tanto que la desigualdad lleva a la reducción del mercado" (de le [le marché] resserrer toujoun davantage) (I, 357).
Así, pues, Sismondi afirma que el mercado interno se reduce como consecuencia de la desigualdad en la distribución, propia del capitalismo, y que el mercado debe ser creado por la vía de una distribución equitativa. ¿Pero de qué manera puede llegarse a esto cuando existe la riqueza comercial, a la que derivó imperceptiblemente Sismondi (a la que forzosamente tenía que derivar si quería hablar del mercado ?Esto no lo investiga. ¿Qué prueba aporta para demostrar la posibilidad de mantener la igualdad entre los productores, cuando existe la riqueza comercial, esto es, en condiciones de competencia entre los diversos productores? Ninguna, en absoluto. Simplemente resuelve que así debe ser. En lugar de un análisis posterior de la contradicción que con tanto acierto señala, se pone a discurrir acerca de lo indeseable de las contradicciones en general. "Con el remplazo de la pequeña agricultura por la grande, es posible que se haya invertido una mayor cantidad de capitales en la tierra y que entre toda la masa de agricultores se haya distribuido más riqueza que antes"... (es decir: ¿el mercado interior, determinado precisamente por la cantidad absoluta de riqueza comercial, se ha ampliado "quizás"? ¿Creció junto con el desarrollo del capitalismo?)... "Pero para la nación, el consumo de una sola familia de granjeros ricos, más el de unas 50 familias de jornaleros indigentes, no es equivalente al consumo de 50 familias de campesinos entre las cuales no hay una sola familia rica, aunque ninguna de ellas carece tampoco de un decoroso [moderado] pasar" (une honnéte aisance) (I, 358). En otras palabras: puede ser que el desarrollo de las granjas sea precisamente lo que crea el mercado interno para el capitalismo. Sismondi era un economista demasiado experto y de buena fe como para negar este hecho, pero... al llegar aquí abandona su investigación y sustituye, pura y simplemente, la "nación" de riqueza comercial por una "nación" de campesinos. A fin de desembarazarse de un hecho desagradable, que rebate su punto de vista pequeñoburgués, olvida inclusive lo que él mismo había dicho poco antes, esto es, que los "granjeros" surgieron de entre los "campesinos" gracias al desarrollo de la riqueza comercial. "Los primeros granjeros-decía Sismondi-fueron simples labriegos [...]. No dejaron de ser campesinos [...]. Para trabajar con ellos casi nunca emplearon jornaleros, sino servidores [des domestiques] escogidos siempre entre sus iguales, y a los que trataban como a iguales, comiendo con ellos en la misma mesa [...] formando con ellos una sola clase de campesinos" (I, 221). Quiere decir que todo se reduce a que estos mujiks patriarcales, junto con sus no menos patriarcales servidores, son mucho más del agrado del autor, razón" por la cual da sencillamente la espalda a los cambios introducidos por el crecimiento cíe la "riqueza comercial" en el seno de esas relaciones patriarcales.
Pero Sismondi no tiene la menor intención de reconocerlo. Persiste en creer nue está investigando las leyes de la rinueza comercial, y, olvidando sus propias reservas, afirma categóricamente :
"Así. pues, debido a la concentración de los bienes en manos de un número restringido de propietarios, el -mercado interior se reduce cada vez más (!), y la industria se ve precisada, en grado creciente, a buscar salida para sus productos en los mercados exteriores, donde la espera de estas grandes conmociones (des grandes révolntionsl) " (I, 3R1). "De ahí que el mercado interior sólo pueda pifiarse como consecuencia del aumento del bienestar nacional" (I, 362"). Sismondi tiene presente el bienestar de toda la población, dado que hace un momento reconocía la posibilidad de un bienestar "nacional" en un sistema de economía basado en granjas.
Como el lector puede comprobar, nuestros economistas- populistas repiten palabra por palabra, lo dicho por Sismondi.
Éste vuelve una vez mas sobre este problema al final de su obra, en el libro VII. titulado Acerca de la poblacion. capítulo VII: "Acerca de la población que resultó superfina debido a la invención de las maquinas".
"La introducción en el campo del sistema de grandes granjas hizo desaparecer en Gran Bretaña la clase de los campesinos arrendatarios [fermiers paysans], que trabaiaban ellos mismos y gozaban sin embareo. de un bienestar moderado; la población disminuyó considerablemente, pero su consumo descendió en grado aun mavor que su número. Los jornaleros, que realizan todos los trabajos agrícolas cobrando tan sólo lo estrictamente necesario, no proporcionan, ni de cerca, el mismo estímulo a la industria de las ciudades que le nroporcionaban antes los campesinos ricos" (II, 327). "Un cambio análogo se ha operado también en la población urbana... Desaparecen los pequeños comerciantes y los pequeños industriales, un centenar de los cuales es remplazado por un solo gran empresario, cuya riqueza supera posiblemente la de todos ellos. Sin embargo, tomados en conjunto, eran mejores consumidores que él. Su lujo proporciona mucho menos estímulo a la industria que el bienestar moderado de aquellas cien economías a las que él ha remplazado" (ibíd.).
¿A qué queda reducida, entonces, cabe preguntarse, la teoría de Sismondi acerca de la reducción del mercado interior como consecuencia del desarrollo del capitalismo? Pues a que su autor, apenas hecha la tentativa de mirar de frente las cosas, elude el análisis de las condiciones inherentes al capitalismo "(riqueza comercial", más grandes empresas en la industria y en la agricultura, porque Sismondi no conoce el término "capitalismo". La identidad de estos conceptos justifica plenamente su uso, y en lo sucesivo diremos simplemente: "capitalismo") y lo sustituyó por su punto de vista pequeñoburgués y su utopía pequeñoburguesa. El desarrollo de la riqueza comercial y, por ende, de la competencia, debe dejar intacto al campesinado medio, bien homogéneo, con su "bienestar moderado" y sus relaciones patriarcales con los jornaleros.
Se comprende que este inocente deseo haya quedado como patrimonio exclusivo de Sismondi y otros "intelectuales" románticos, y que día a día, cada vez más, este deseo haya chocado con la realidad que iba desarrollando las contradicciones cuya profundidad Sismondi no estaba aún en condiciones de apreciar.
Se comprende que la economía política teórica, al adherir, en su desarrollo posterior[7], a los clásicos, haya establecido con precisión justamente lo que quería negar Sismondi, es decir, que el desarrollo del capitalismo en general, y el del sistema de economía basado en granjas en particular, no reduce, sino que crea el mercado interior. El desarrollo del capitalismo corre parejo con el de la economía mercantil, y a medida que la producción doméstica cede su lugar a la producción para la venta y el artesano cede su lugar a la fábrica, se va formando el mercado para el capital. Los "jornaleros" desalojados de la agricultura por la trasformación de los "campesinos" en granjeros, suministran la fuerza de trabajo para el capital, y los granjeros resultan ser compradores de los productos de la industria, y no sólo de los objetos de consumo (que antes eran producidos a domicilio por los campesinos o por los artesanos rurales), sino que también son compradores de instrumentos de producción, que ya no podían seguir siendo los mismos al ser remplazada la pequeña agricultura por la grande[8]. Vale la pena subrayar esta última circunstancia, pues es precisamente la que Sismondi ignora de manera especial al hablar, en el lugar citado por nosotros, del "consumo" de los campesinos y de los granjeros, como si sólo existiese el consumo personal (el consumo de pan, de prendas de vestir, etc.); como si la compra de máquinas, de herramientas, etc., la construcción de edificios, depósitos, fábricas y demás no representasen también un consumo, sólo que de otra especie, esto es: consumo productivo, consumo del capital, y no de las personas. Y de nuevo hay que señalar que este mismo error-como lo veremos en seguida- tomado por Sismondi de Adam Smith, es el que íntegramente adoptaron nuestros economistas populistas. [9]
La argumentación de Sismondi para negar la posibilidad del capitalismo y de su desarrollo no se detiene allí. Extrae también las mismas conclusiones de su teoría de la renta. Hay que decir que hizo suya íntegramente la teoría de Adam Smith relativa al valor del trabajo y a los tres tipos de beneficio: renta, ganancia y salario. Inclusive intenta, de vez en cuando, establecer una identidad entre los dos primeros tipos para oponerlos al tercero: a veces los fusiona oponiéndolos al salario (I, 104-105); a veces emplea para designarlos el mismo término, mieux-value ( sobrevalor[10]) (I, 103). Sin embargo, no hay que exagerar la importancia del uso de la terminología, como parece hacerlo Efrussi al decir que "la teoría de Sismondi se acerca a la teoría de la plusvalía" (Rússkoie Bogatstvo, núm. 8, pág. 41). En realidad, Sismondi no dio un solo paso adelante con relación a Adam Smith, quien sostenía también que la renta y la ganancia son un " descuento del trabajo", una parte del valor que el trabajador agrega al producto (ver Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza, traducción rusa de Bíbikov, t. I, cap. VIII: "Sobre el salario", y cap. VI: "Sobre los elementos que integran el precio de las mercancías"). Tampoco Sismondi fue más allá. Pero hizo la tentativa de vincular esa división del nuevo producto creado en sobrevalor y salario con la teoría de la renta social, del mercado interior y la realización del producto en la sociedad capitalista. Dichas tentativas son sumamente importantes para la apreciación del valor científico de la teoría de Sismondi, y para comprender la relación existente entre su doctrina y la de los populistas rusos. Por eso vale la pena analizarlas más en detalle.
Al promover en todas partes al primer plano el problema de la renta y su relación con la producción, con el consumo y con la población, Sismondi, como es natural, tenía que analizar también los fundamentos teóricos del concepto "renta". Y así encontramos en él, al comienzo mismo de su obra, tres capítulos dedicados a la cuestión de la renta (t. II, caps. IV-VI). El capítulo IV, Cómo nace la renta del capital, trata de la diferencia entre el capital y la renta. Sismondi comienza por ubicar el tema en relación con toda la sociedad. "Como cada uno trabaja para todos-dice-, la producción de todos ha de ser consumida por todos [...]. Es, pues, esencial para la sociedad distinguir entre capital y renta." (I, 83.) No obstante, Sismondi percibe que esa diferenciación "esencial" no es tan simple para la sociedad, como cuando se trata de un empresario aislado. "Abordamos aquí-hace la salvedad- el problema más abstracto y más difícil de la economía política. La naturaleza del capital y la de la renta se entrelazan constantemente en nuestra imaginación; vemos que lo que es renta para uno se tranforma en capital para otro, y que el mismo objeto, al pasar de mano en mano, recibe sucesivamente diferentes denominaciones" (I, 84), esto es, ora la denominación de "capital", ora la de "renta". "Pero confundirlos-asevera-constituye un error" (leur confusión est ruineuse, pág. 477). "Cuanto más difícil es distinguir entre capital y renta de la sociedad, tanta mayor importancia adquiere esa diferenciación" (I, 84).
El lector habrá advertido, sin duda, dónde está la dificultad de que nos habla Sismondi: si para un empresario aislado la renta es ganancia que invierte en la compra de tal o cual objeto de consumo[11], y si para un obrero aislado la renta la constituye su salario, ¿se podrá acaso sumar ambos para obtener la "renta de la sociedad"? ¿Pero y los capitalistas y obreros que producen máquinas, por ejemplo? El producto elaborado por ellos reviste una forma tal, que no puede servir al consumo (esto es, al consumo personal). Tampoco se lo puede sumar con los objetos de consumo. El destino de dichos productos es servir de capital. Quiere decir, que, siendo renta para sus productores ( precisamente en aquella parte que representa la ganancia y el salario), se convierten en capital para los compradores. ¿Cómo orientarse, pues, en esta confusión que impide definir el concepto de renta social?
Como hemos visto, Sismondi no hizo más que abordar el problema, para eludirlo en seguida, después de haberse limitado a señalar aquella "dificultad". Declara abiertamente que "por lo general se reconocen tres tipos de beneficio: renta, ganancia y salario" (I, 85), y pasa de lleno a la exposición de la doctrina de A. Smith acerca de cada una de ellas. El problema planteado -acerca de la diferencia entre capital y renta de la sociedad- quedó sin respuesta. La exposición continúa ya sin establecer una estricta diferencia entre renta social e individual. No obstante, Sismondi vuelve otra vez al problema que había dejado de lado. Dice que, a semejanza de los tres tipos de beneficio, existen también "distintos tipos de riqueza" (I, 93), a saber: el capital fijo-máquinas, herramientas, etc.-, el capital circulante -que, a diferencia del primero, se utiliza con rapidez y cambia de forma (las semillas, la materia prima, los salarios)-y por último la renta del capital, que es consumida sin reproducirse. No nos importa, en este caso, el hecho de que Sismondi repita todos los errores de Adam Smith, en su teoría acerca del capital fijo y del capital circulante, confundiendo las categorías pertenecientes al proceso de circulación con las que emanan del proceso de producción (capital constante y capital variable). Nos interesa su teoría de la renta. En lo que respecta a este problema, deduce, de la división de la riqueza en los tres tipos que acabamos de mencionar, lo siguiente:
"Es importante señalar que estos tres tipos de riqueza están destinados por igual al consumo pues todo lo que se ha producido tiene valor para el hombre sólo en la medida en que sirve a sus necesidades, y estas necesidades sólo son satisfechas mediante el consumo. Pero el capital fijo sirve para ese fin de manera indirecta [d'une maniere indirecte]; es consumido lentamente, ayudando al hombre en la reproducción de lo que sirve para su consumo" (I, 94-95), en tanto que el capital circulante (Sismondi ya lo identifica con el capital variable) es trasformado en "fondo de consumo del obrero" (I, 95). Resulta lo siguiente: en contraposición al consumo individual, el consumo social es de dos tipos, que se diferencian entre sí de manera esencial. Desde luego, el problema no reside en que el capital fijo sea consumido lentamente, sino en que se consume sin constituirse-para ninguna de las clases de la sociedad-en ingreso (fondo de consumo), en que dicho capital es consumido, no en forma personal, sino en la producción. Pero esto no lo ve Sismondi, y, al darse cuenta que ha perdido de nuevo el rumbo[12] buscando la diferencia entre el capital social y la renta, declara, impotente: "Este movimiento de la riqueza es tan abstracto, exige tanta concentración de la atención para poderlo atrapar [pour le bien saisir] , que consideramos oportuno tomar el más simple de los ejemplos" (I, 95). El ejemplo que toma, es en efecto, "el más simple": un granjero que vive aislado (un fermier solitaire) ha cosechado 100 bolsas de trigo: una parte la consume él mismo, otra va para la futura siembra y una tercera para el consumo de los obreros contratados. Al año siguiente ya recoge 200 bolsas. ¿Quién las consumirá? La familia del granjero no podrá crecer con tanta rapidez. Con este ejemplo (muy poco feliz) Sismondi quiere mostrar la diferencia entre el canital fijo (la semilla), el circulante (los salarios) y el fondo de consumo del granjero, y dice:
"Hemos distinguido tres tipos de riqueza en una familia dada; veamos ahora cada uno de ellos en relación con toda la nación y analicemos cómo de esta distribución puede surgir la renta nacional" (I, 97). Pero más adelante se limita a afirmar que es necesario, también en la sociedad, reproducir esos mismos tres tipos de riqueza: el capital fijo (y Sismondi subraya que en él habrá que invertir determinada cantidad de trabajo, pero no explica de qué manera el capital fijo será cambiado por objetos de consumo indispensables para los capitalistas y para los obreros ocupados en esa rama de la producción); luego, las materias primas (aquí las coloca en lugar aparte); y en seguida la manutención de los obreros y la ganancia de los capitalistas. Esto es todo lo que nos da el capítulo IV. Es evidente que el problema de la renta nacional ha quedado planteado y que Sismondi no analiza la distribución, ni siquiera el concepto de renta. La indicación, tan importante desde el punto de vista teórico, de la necesidad de reproducir también el capital fijo de la sociedad, es olvidada al instante por Sismondi, y en el capítulo siguiente, al hablar de "la distribución de la renta nacional entre las diversas clases de ciudadanos" (Ch. V), se refiere de manera explícita a los tres tipos de ingresos, y englobando en un solo concepto la renta y la ganancia, declara que la renta nacional se compone de dos partes: la ganancia resultante de la riqueza (esto es, la renta y la ganancia propiamente dicha) y los medios de subsistencia de los obreros (I, 104-105). Por si esto fuera poco, afirma:
"Del mismo modo, la producción anual, o el resultado de todos los trabajos realizados por la nación durante un año, se compone de dos partes: una [...] es la ganancia que resulta de la riqueza; la otra es la capacidad de trabajar [la puissance de travailler], que se presupone igual a la porción de riqueza por la cual se cambia o a los medios de subsistencia de las clases trabajadoras. La renta nacional y la producción anual, entonces, se equilibran mutuamente y aparecen como magnitudes iguales. Toda la producción anual es consumida en el año, en parte por los obreros que-entregando a cambio su trabajo-la trasforman en capital y la reproducen; y en parte por los capitalistas, que entregando a cambio su renta, la destruyen" (I, 105).
¡De este modo, el problema de la diferenciación entre el capital nacional y la renta, que él mismo reconoció de manera tan precisa como en extremo importante y complicado, es dejado de lado pura y simplemente por Sismondi, y olvida al instante todo lo que había sostenido apenas unas cuantas líneas más arriba! Y ni siquiera se da cuenta de que, al dejarlo a un lado, llega a una conclusión completamente absurda: ¿de qué manera, entonces, la producción anual puede ingresar íntegra en el consumo de los obreros y de los capitalistas en forma de renta, cuando para la producción se requiere capital o, con más exactitud, medios e instrumentos de producción? Es necesario producirlos, y en efecto, se producen año tras año (como lo acaba de reconocer el propio Sismondi). Y he aquí que de pronto todos los medios de producción, las materias primas, etc., son descartados y el " difícil" problema de la diferencia entre capital y renta queda resuelto mediante la absurda aseveración de que la producción anual es igual a la renta nacional.
Esta teoría de que toda la producción en la sociedad capitalista se compone de dos partes-la correspondiente a los obreros (salario, o capital variable, según la terminología moderna), y la parte de los capitalistas (sobrevalor)-, no representa una particularidad de Sismondi, ni es patrimonio suyo. La tomó íntegra de Adam Smith, e inclusive dio algunos pasos atrás. Toda la economía política posterior (Ricardo, Mili, Proudhon, Rodbertus) repitió el mismo error, puesto en evidencia sólo por el autor de El capital en la parte III del tomo II. Expondremos más abajo los fundamentos de sus puntos de vista[13]. Por ahora señalaremos que el mismo error es repetido por nuestros economistas populistas. La confrontación de estos últimos con Sismondi adquiere especial interés, debido a que extraen de esa teoría errónea las mismas conclusiones que él [14], es decir: la imposibilidad de realizar el sobrevalor dentro de la sociedad capitalista; la imposibilidad del desarrollo de la riqueza social; la necesidad de recurrir al mercado exterior como consecuencia de que, en el interior del país, el sobrevalor no puede ser realizado; y finalmente, las crisis provocadas-en su opinión-por esa imposibilidad de realizar el producto dentro del consumo de los obreros y los capitalistas.
Para que el lector pueda formarse una idea de la teoría de Sismondi en su conjunto, expondremos primero sus principales deducciones y después pasaremos a la rectificación de su error fundamental, rectificación hecha en El capital, de Marx.
Ante todo, de la errónea teoría de Adam Smith, Sismondi deduce que la producción debe corresponder al consumo, que la producción es determinada por la renta. A la repetición minuciosa de esta "verdad" (que prueba su absoluta incomprensión del carácter de la producción capitalista), dedica todo el siguiente capítulo, el VI: Determinación recíproca de la producción por el consumo, y de los gastos por los ingresos. Aplica en forma mecánica a la sociedad capitalista la moral del campesino ahorrativo y piensa seriamente que con ello rectifica la doctrina de Smith. Al comienzo mismo de su obra, al hablar de A. Smith en la introducción (libro I, historia de la doctrina económica), declara que "está completando" a Smith con la tesis de que "el consumo es la única finalidad de la acumulación" (I, 51). "El consumo -dice-determina la reproducción" (I, 119-120). "El gasto nacional debe regular la renta nacional" (I, 113). A lo largo de toda la obra abundan las tesis de este género. En relación directa con ello, hay otros dos rasgos característicos de la doctrina de Sismondi: en primer lugar, no cree en el desarollo del capitalismo; no comprende cómo éste desarrolla las fuerzas productivas en grado cada vez mayor y niega la posibilidad de dicho desarrollo, del mismo modo que los románticos rusos "enseñan" que el capitalismo conduce a la dilapidación del trabajo, etc.
"Se equivocan quienes instan a una producción ilimitada", dice (I, 121). El excedente de la producción sobre la renta conduce a la superproducción (I, 106). El incremento de la riqueza sólo es ventajoso "cuando es gradual, cuando guarda proporción consigo mismo, cuando ninguna de sus partes se desarrolla con excesiva rapidez" (I, 409). El bueno de Sismondi piensa (lo mismo que nuestros populistas) que un desarrollo " desproporcionado" no es desarrollo, que esa falta de proporción no constituye una ley del actual régimen de economía social y de su evolución, sino un "error" del legislador, etc.; que se trata, por parte de los gobiernos europeos, de imitar artificios imente a Inglaterra, que ha emprendido un camino falso[15]. Niega, de manera absoluta, la tesis formulada por los clásicos, y que la teoría de Marx ha hecho enteramente suya, de que el capitalismo desarrolla las fuerzas productivas. Es más: como es, en todo sentido, incapaz de explicar el proceso de acumulación, llega a pensar que toda acumulación sólo puede ser realizada "poco a poco". Este es el segundo rnsgo, bien característico, de sus concepciones. En lo que resnecta a la acumulación, su manera de razonar es por demás divertida.
"Destmés de todo, nunca se hace otra cosa aue trocar la totalidad de la producción de un año por la totalidad de la producción del anterior" (I, 121). Esto es ya la negación completa de la acumulación: resulta míe el incremento de la riqueza social es imposible baio el capitalismo. Al lector ruso no le sorprenderá mucho esti tesis, puesto aue ya ha escuchado lo mismo de boca del señor V. V. y del señor N.-on. Sin embargo, Sismondi era, a pesar de todo, discípulo de Smith. Siente que lo que sostiene no tiene ya sentido, y quiere rectificarse.
"Si U producción crece de modo gradual-continúa-, el trueque de cada año sólo debe ocisionar una pequeña pérdida anual [une petite perte], mejorando al mismo tiemno las condiciones futuras [en même temps qu elle bonifie la condition future]. Si dicha pérdida es leve y está bien distribuida, cada uno la soportará sin proferir quejas [...]. Pero si existe una gran desproporción entre la nueva producción y la del año anterior, los capitales perecen [sont entamés], se producen sufrimientos y la nación retrocede, en lugar de avanzar" (I, 121). Sería difícil expresar con más relieve y nitidez la tesis fundamental del romanticismo y de la concepción pequeñoburguesa acerca del capitalismo. Cuanto más rápidamente aumenta la acumulación, es decir, el excedente de la producción sobre el consumo, tanto mejor, enseñaban los clásicos; y si bien éstos no supieron orientarse en el proceso de la producción social del capital y liberarse del error de A. Smith, según el cual el producto social se compone de dos partes, formularon sin embargo la tesis absolutamente correcta de que la producción crea su propio mercado, determina el consumo. Y nosotros sabemos que la teoría de Marx ha tomado de los clásicos esta concepción de la acumulación, al reconocer que cuanto más rápidamente crece la riqueza, con tanta mayor plenitud se desirrollan las fuerzas productivas del trabajo y su socialización, tanto mejor se torna la situación del obrero, hasta donde ello es posible dentro del sistema dado de economía social. Los románticos sostienen precisamente lo contrario, cifran todas sus esperanzas en el débil desarrollo del capitalismo y claman porque ese desarrollo sea detenido.
Prosigamos. No comprendiendo que la producción misma crea su propio mercado, nace la teoría de la imposibilidad de realizar el sobrevalor. "De la reproducción nace la renta, pero la producción, por sí sola, no es aún renta: recibe este nombre [ce nom] La diferencia entre la producción, o sea, el producto, y la renta no sería, pues, ¡más que una cuestión de nombre!], no aparece como tal [elle nopere comme tel], sino después de haber sido realizada, después de que todo objeto producido ha encontrado un consumidor que tenga necesidad de él, o que satisfaga con él un deseo" (qui en avait le besoin ou le désir) (I, 121). Así, de la identificación de la renta con "la producción" (o sea con todo lo que se ha producido) emana la identificación de la realización con el consumo personal. En cuanto a que la realización de productos tales como el hierro, el carbón, las máquinas, etc., y, en general, de los medios de producción, se efectúa por otros caminos, Sismondi lo ha olvidado, aun cuando antes había llegado a los umbrales mismos de este problema. Al identificar la realización con el consumo personal, se desemboca, como es natural, en la teoría de que los capitalistas no pueden realizar precisamente el sobrevalor, porque, de las dos partes del producto social, el salario lo realizan los obreros mediante su consumo. Y Sismondi, en efecto, llegó a esta deducción (desarrollada luego por Proudhon más en detalle y repetida constantemente por nuestros populistas). En la polémica con MacCulloch, Sismondi señala el hecho de que este último (al exponer la doctrina de Ricardo) no explica la realización de la ganancia. Decía MacCulloch que con la división del trabajo social, una producción es mercado para la otra: los productores de cereales realizan sus mercaderías en el producto de los fabricantes de vestidos, y a la inversa[16]. "El autor supone-dice Sismondi-la existencia de un trabajo sin ganancia [un travail sans bénéfice], una reproducción cuyo solo fin es reponer el consumo de ios obreros" (II, 384; cursiva de Sismondi) [...] "sin dejar nada para la parte del patrono [...] nosotros tratamos de establecer en qué se convierte el excedente de la producción de los obreros sobre su consumo" (ibíd.). Así, en la obra de este primer romántico encontramos una indicación, ya completamente definida, de que los capitalistas no pueden realizar el sobrevalor. De esta tesis, Sismondi extrae otra conclusión-de nuevo la misma que los populistas-: las propias condiciones de la realización hacen necesario un mercado exterior para el capitalismo. "Dado que el trabajo es una parte importante de la renta, no se puede disminuir la demanda del mismo sin empobrecer a la nación. Y por ello, la ventaja que se espera del descubrimiento de nuevos métodos de producción, casi siempre se refiere al comercio con el extranjero" (I, 345). "La nación que tiene la iniciativa de un descubrimiento, puede, durante un lapso prolongado, ampliar su mercado en proporción al número de brazos liberados por cada nuevo invento. Esos brazos los emplea inmediatamente para aumentar la cantidad de productos que el nuevo invento permite vender a precio más bajo. Pero por fin se aproxima una época en que todo el mundo civilizado formará un solo mercado y ya no habrá una nueva nación donde obtener nuevos compradores. La demanda en el mercado mundial será entonces una magnitud invariable [precise] que se disputarán entre sí las diversas naciones industriales. Si una de ellas coloca mayor cantidad de productos, será en detrimento de otra. La venta total sólo puede ser aumentada por el aumento del bienestar general, o liberando al consumo de los pobres mercancías que antes sólo poseían los ricos" (II, 316). El lector puede comprobar aue Sismondi es intérprete, iustamente, de la doctrina que tan bien han asimilado nuestros románticos, según la cual el mercado exterior sería la salida de la dificultad para realizar el producto en general y él sobrevolar en particular.
Para terminar, de esta misma doctrina eme identifica la renta nacional con la producción nacional deriva la teoría de Sismondi sobre las crisis. Después de todo lo expuesto, apenas si tenernos necesidad de extractar los numerosos pasees de su nbra dedicados a este problema. De su doctrina de oue la producción debe ser neces°riamente proporcional a la renta emanó por sí misma la concepción de nue la crisis es el resaltado de haber trasgredido esa correspondencia, es el resultado de una producción excesiva, aue supera al consumo. De la cita nue hemos traído surge con claridad que Sismondi consideraba como cansa fundamental de las crisis esa falta de correspondencia entre la producción v el consumo. Con todo, destacaba en el primer plano el insuficiente consumo de las masas populares, de los obreros. Debido a eso, su teoría sobre la crisis (hecha suva también por Rodbertus) es conocida en la ciencia económica como modelo de las teorías que atribuyen las crisis al subconsumo (Unterkonsumption).
¿En qué consiste, pues, el error fundamental de Sismondi, que lo ha conducido a todas esas deducciones?
Tomó íntegra de Adam Smith la teoría de la renta nacional y de la división de ésta en dos partes Ha de los obreros y la de los capitalistas). No sólo no agregó nada a las tesis de éste, sino que dio inclusive un paso hacia atrás al omitir la tentativa ( infructuosa) de A. Smith de demostrar teóricamente esa idea. Sismondi parece no percibir la contradicción que existe entre esa teoría y la de la producción en general. En efecto, según la teoría por la cual el valor se deduce del trabajo, en el valor de un producto entran tres partes componentes: la que compensa la materia prima y los instrumentos de trabajo (capital constante); la que compensa el salario o la manutención de los obreros (capital variable) ; y el "sobrevalor" (mieux valué, al decir de Sismondi). Tal es-en lo que respecta a su valor-el análisis que hace A. Smith de un producto aislado, y que Sismondi reproduce. Cabe preguntarse: ¿de qué manera el producto social, integrado por suma de productos aislados, puede estar compuesto únicamente de las dos últimas partes? ¿Qué se hizo de la primera parte, el capital constante? Como vimos, Sismondi no ha hecho más que dar vueltas en torno del problema, en tanto que A. Smith dio respuesta al mismo. Afirmó que dicha parte existe de modo independiente nada más que en el producto aislado. Pero si se toma en consideración todo el producto social, en su conjunto, se verá que esa parte se descompone, a su vez en salario y sobrevalor precisamente para los capitalistas que producen ese capital constante.
Al dar esta respuesta, A. Smith no explicó, sin embargo, por qué al descomponer el valor del capital constante-de las máquinas, por ejemplo-vuelve a dejar a un lado, otra vez, el capital constante, o sea, en nuestro caso, el hierro del que están hechas las máquinas, los instrumentos usados en ellas, etc. Si el valor de cada producto incluye una parte que compensa el capital constante (y así lo reconocen todos los economistas), entonces su exclusión de cualquiera de las ramas de la producción social es completamente arbitraria. "Cuando A. Smith dice que los instrumentos de trabajo se descomponen en salario y ganancia, se olvida de agregar [dice el autor de El capital]: y en capital constante, que ha servido para su producción. Smith sencillamente nos remite de Poncio a Pilatos, de un producto a otro, y de éste a un tercero"[17], sin darse cuenta de que a pesar de ello el problema no varía en absoluto. Esta respuesta de A. Smith (aceptada por toda la economía política anterior a Marx) no es más que un simple afán de eludir el problema, de esquivar la dificultad. Y en este punto está realmente la dificultad. Está en que los conceptos capital y renta no pueden ser trasferidos en forma directa del producto individual al producto social. Los economistas lo reconocen diciendo que, desde el punto de vista social, "el capital para uno se trasforma en renta para otro" (ver más arriba, Sismondi). Pero esta frase no hace más que formular la dificultad, sin resolverla.[18]
La solución está en que cuando este problema se enfoca desde el punto de vista social, ya no se puede hablar de productos en general, sin tener en cuenta su forma material. Se trata, en efecto, de la renta social, o sea, del producto destinado al consumo. Pero no cualquier producto puede ser utilizado para el consumo personal: las máquinas, el carbón, el hierro, etc., no son consumidos por personas sino en el proceso productivo. Desde el punto de vista de un empresario individual, tal distinción era superflua: cuando decíamos que los obreros consumirán el capital variable, teníamos en cuenta que cambiarían en el mercado los artículos de consumo por el dinero que los capitalistas habían obtenido por las máquinas fabricadas por los obreros y con el que les pagaron. Aquí, el trueque de máquinas por cereal no nos interesa. Pero desde el punto de vista social, tal trueque ya no puede ser sobrentendido: no se puede decir que toda la clase de los capitalistas, que produce las máquinas, el hierro, etc., las vende y de este modo las realiza. La cuestión reside, precisamente, en saber domo se opera esa realización, es decir, la recuperación de cada una de las partes del producto social. Por ello, en todo razonamiento acerca del capital social y de la renta-o, lo que es lo mismo, de la realización del producto en la sociedad capitalista- se debe comenzar por distinguir esos dos aspectos totalmente diferentes del producto social: los medios de producción y los artículos de consumo. Los primeros pueden ser consumidos sólo en el proceso productivo y los segundos sólo personalmente. Los primeros sólo pueden servir de capital; los segundos deberán convertirse en renta, es decir, ser destruidos por el consumo de los obreros y de los capitalistas. Los primeros quedan íntegramente en poder de los capitalistas; los segundos se distribuyen entre los obreros y los capitalistas.
Una vez establecida esta división y corregido el error de Adam Smith, quien había excluido del producto social su parte constante (es decir, la parte que repone el capital constante), se aclara el problema de la realización del producto en la sociedad capitalista. Es evidente que no se puede hablar de una realización de los salarios por el consumo de los obreros, y de una realización del sobrevalor por el consumo de los capitalistas, y conformarse con eso [19]. Los obreros pueden consumir el salario, y los capitalistas el sobrevalor, sólo cuando el producto consiste en artículos de consumo, es decir, sólo en uno de los sectores de la producción social. Pero no pueden "consumir" un producto consistente en medios de producción: deben cambiarlo por artículos de consumo. Ahora bien, ¿por qué parte (en valor) de los artículos de consumo pueden cambiar su producto? Es evidente que sólo por la parte constante (el capital constante), puesto que las otras dos constituyen el fondo de consumo de los obreros y de los capitalistas que producen los artículos de consumo. Este cambio, al realizar el sobrevalor y los salarios en las industrias que producen los medios de producción, realiza con ello mismo el capital constante en las industrias que producen artículos de consumo. En efecto: para el capitalista productor-digamos- de azúcar, la parte del producto que debe reponer el capital constante (o sea, la materia prima, materiales auxiliares, la maquinaria, los edificios, etc.) existe en forma de azúcar. Para realizar esta parte es preciso obtener, en lugar de este artículo de consumo, los correspondientes medios de producción. En consecuencia, la realización de esta parte se efectuará mediante el cambio de artículos de consumo por productos que sirven de medios de producción. Queda ahora sin explicar la realización de una sola parte del producto social, es decir, la del capital constante en el sector que provee los medios de producción. Parcialmente, ella se realiza por el hecho de que una parte del producto, en su forma natural, entra de nuevo en la producción (por ejemplo, una parte del carbón extraído por una empresa hullera se invierte, a su vez, en la extracción de carbón; el cereal cosechado por granjeros es utilizado de nuevo para la siembra, etc.); y parcialmente, mediante el intercambio entre diferentes capitalistas de este mismo sector: por ejemplo, para producir hierro es necesario carbón de piedra y para la producción de carbón de piedra es necesario hierro. Los capitalistas que producen uno u otro, realizan, intercambiándolos, la parte de esos productos destinada a la reposición de su capital constante.
Este análisis (que acabamos de exponer-repetimos-en la forma más sucinta, por las razones señaladas más arriba) es el que ha resuelto la dificultad de la cual tenían conciencia todos los economistas y que formulaban con la siguiente frase: 'lo que es capital para uno es renta para otro". Nos ha mostrado, además, cuan erróneo es reducir la producción social únicamente al consumo personal.
Podemos ahora pasar al análisis de las conclusiones que Sismondi (y otros románticos) extrajo de su errónea teoría. Pero antes citaremos el juicio que sobre Sismondi emitió el autor del análisis mencionado, después de haber hecho el estudio más minucioso y completo de la teoría de A. Smith, a la que Sismondi nada nuevo agregó, y en cambio pasó por alto la tentativa de Smith, de justificar su contradicción.
"Sismondi, que se ocupa especialmente de la relación entre capital y renta, y que, en realidad, hace de su concepción especial de esta relación la differentia specifica de sus Nouveaux principes, no escribe ni una sola [cursiva del autor] palabra científica acerca de esto, no contribuye en un ápice al esclarecimiento del problema" (Das Kapital, II, S. 385, 1-te Auflage). [20]
La primera conclusión errónea de esta errónea teoría se refiere a la acumulación. Sismondi no comprendió la acumulación capitalista, y en la acalorada polémica que acerca de esta cuestión entabló con Ricardo, resultó que en esencia la verdad estaba de parte de este último. Ricardo afirmaba que la producción crea su propio mercado, mientras que Sismondi lo negaba, y sobre esta negación fundó su teoría de las crisis. Es cierto aue tampoco Ricardo simo corregir el ya mencionado error fundamental de Smith, razón ñor la cual no supo resolver el problema de la relación entre canital social v renta, ni el de la realización del producto (ni siquiera se planteó estos problemas); pero, por instinto, caracterizó la esencia misma del modo buqués de producción al señalar el hecho, completamente innegable, de eme la acumulación es el excedente de la producción sobre la renta. Desde el punto de vista del análisis moderno, estaba en lo iusto. La producción crea, en efecto, su propio mercado: para producir son necesarios los medios de producción, y éstos constituyen una rama especial de la producción social, que ocupa a una determinada parte de los obreros, que suministra un producto particular realizado en parte dentro de esa misma rama, y en parte mediante el cambio con la otra, la que produce artículos de consumo. La acumulación es. efectivamente, un excedente de la producción sobre la renta (los artículos de consumo). Para ampliar la producción "(acumular", en el sentido absoluto del término), se impone, primero, producir medios de producción[21], y para ello es necesario ampliar la sección de la producción social que provee dichos medios de producción; es preciso atraer hacia esa sección a obreros que va son demandantes de los artículos de consumo. Por lo tanto, el "consumo" se desarrolla inmediatamente después de la "acumulación" o inmediatamente despues de la producción", y por muy extraño que parezca, no puede suceder de otra manera en la sociedad capitalista. En consecuencia, no sólo no es obligatorio que el desarrollo de estas dos ramas de la producción capitalista sea uniforme, sino que, por el contrario, su desigualdad es inevitable. Se sabe que la ley de desarrollo del capital consiste en que el capital constante crece con más rapidez que el variable, o sea, que una parte siempre creciente de los capitales nuevamente formados se destina a la rama de la economía social que provee los medios de producción. En consecuencia, esta última rama crece necesariamente con mayor rapidez que la que produce los artículos de consumo; vale decir, que sucede lo que Sismondi declaraba "imposible", "peligroso", etc. Por lo tanto, los productos de consumo personal, van ocupando, dentro del conjunto de la producción capitalista, un lugar cada vez menor. Y ello corresponde por completo a la "misión" histórica del capitalismo y a su estructura social específica: la primera consiste en desarrollar las fuerzas productivas de la sociedad (producción para la producción); la segunda excluye su utilización por la masa de la población.
Estamos ahora en condiciones de apreciar cabalmente el punto de vista de Sismondi sobre la acumulación. Sus afirmaciones en el sentido de que la acumulación acelerada acarrea calamidades, son totalmente erróneas y provienen sólo de su incomprensión de la acumulación, lo mismo que sus múltiples declaraciones y reclamos de que la producción no debe exceder al consumo por cuanto éste es el que determina aquélla. En la realidad sucede todo lo contrario; y Sismondi no hace otra cosa que dar la espalda a la realidad en su forma particular, históricamente determinada, sustituyendo el análisis por la moral pequeñoburguesa. Sobre todo, son muy divertidas sus tentativas de cubrir esa moral con una fórmula "científica". "Los señores Say y Ricardo-dice en el prólogo a la 2° edición de Nouveaux principes-han llegado a considerar que el consumo [...] no tiene otros límites que los de la producción, cuando en realidad se halla limitada por la renta [...]. Habrían debido prevenir a los productores que deben hacer sus cálculos sólo sobre la base de los consumidores que poseen renta" (I, XIII) [22]. Hoy semejante ingenuidad sólo provoca sonrisas. ¿Pero acaso los escritos de nuestros románticos actuales, por el estilo de los señores V. V. y N.-on, no se hallan plagados de aseveraciones análogas? "Que los empresarios de los establecimientos bancarios piensen bien"... ¿tendrán mercado para las mercartcías? (II, 101-102). "Cuando el crecimiento de la riqueza es tomado como objetivo de la sociedad, se llega siempre a sacrificar el fin en aras de los medios" (II, 140). "Si en lugar de esperar el impulso de la demanda de trabajo [es decir, el impulso eme debe dar a la producción la demanda de productos por parte de obrerosl, pensamos que ese impulso puede darlo la producción precedente, haremos-poco más o menos-lo mismo que haríamos con un reloj si en vez de girar hacia atrás la rueda de la cadenita [la roue qui porte la chainette] lo hiciéramos con la otra rueda: romperíamos entonces toda la máquina y la deten' dríamos" (II, 454). Esto lo dice Sismondi. Escuchemos ahora al señor Nikolai-on. "Hemos perdido de vista los factores a causa de los cuales se produce este desarrollo Fes decir, el del capitalismo!; hemos olvidado también la finalidad de una producción, cualquiera que ella sea ... un extravío funesto ..." (N.-on, Reseña de nuestra economía social posterior a la reforma, 298). Ambos autores hablan del capitalismo, de los países capitalistas; ambos evidencian una completa incomprensión de la naturaleza de la acumulación capitalista. ¿Pero se podría pensar que el último escribe setenta años después del primero?
Un ejemplo dado por Sismondi en el capítulo VIII: "Los resultados de la lucha por el abaratamiento de la producción" (libro IV: Sobre la riqueza comercial), muestra claramente cómo la incomprensión de la acumulación capitalista está vinculada al error de reducir toda la producción a la de artículos de consumo.
Supongamos-dice Sismondi-que el propietario de una manufactura dispone de un capital circulante de 100.000 francos, que le reporta 15.000, de los cuales 6.000 constituyen los intereses sobre el capital y son entregados al capitalista, y los 9.000 restantes el beneficio del fabricante propietario de la empresa. Supongamos que éste utiliza el trabajo de 100 obreros, cuyos salarios importan 30.000 francos. Supongamos que luego se produce un aumento del capital, una ampliación de la producción "( acumulación") . En lugar de un capital de 100.000 francos, tendremos capital fijo, 200.000 francos, -y capital circulante, 200.000, o sea 400.000 francos en total; la gamncia y los intereses 32.000 4-16.000 francos, porque la tasa del interés bajó del 6 al 4 por ciento. El número de obreros aumentó al doble, mientras el salario disminuyó de 300 a 200 francos, en consecuencia, el total es de 40.000 francos. De esta manera resulta que la producción se ha cuadruplicado[23]. Y Sismondi hace el cálculo de los resultados: la "renta" o el "consumo" eran al comienzo de 45.000 francos (30.000 de salarios 46.000 de interés, más 9.000 de ganancia), en tanto oue ahora ya son 85.000 (40.000 de salarios 16.000 de interés 4- 32.000 de ganancia). "La producción se ha cuadruplicado -dice-, pero el consumo ni sinuiera llegó al doble. En el calculo no debe incluirse él consumo de los obreros que fabricaron las máquinas. Ya está cubierto por los 200.000 francos invertidos en ello; ya forma parte de los cálculos de otra manufactura donde se presenten los mismos hechos" (I, 405-406).
Sus cálculos demuestran que la renta disminuye a medida que crece la producción. Este es un hecho indiscutible. Pero Sismondi no advierte que con su ejemnlo refuta toda su teoría de la realización del producto en la sociedad capitalista. Es curiosa su observación de oue el consumo de los obreros que fabricaron las máquinas "no debe incluirse en el cálculo". ¿Y por qué? Porque en primer lugar, ya está cubierto por los 200.000 francos, vale decir, que el capital está trasferido al sector que produce los medios de producción: Sismondi no se percata de esto. Quiere decir que "el mercado interno", de cuya "reducción" había hablado no se limita a los artículos de consumo, sino que comprende tambien los medios de producción. Ahora bien, éstos constituyen un producto especial, que no es "realizado" por el consumo personal; y en consecuencia, cuanto más rápida es la acumulación, tanto más intenso es el desarrollo de la rama de la producción capitalista que provee de productos, no para el consumo personal, sino para el consumo productivo. En segundo lugar-responde Sismondi-, porque se trata de los obreros de otra manufactura, donde los hechos resultarán los mismos (ou les mémes faits pourront se représenter). Como se puede ver, se trata del mismo procedimiento de Smith, de remitir al lector de "Poncio a Pilatos". ¡Pero es el caso que esa "otra manufactura" emplea también un capital constante y que su producción también proporciona un mercado para el sector de la producción capitalista que produce medios de producción! Por más que traslademos las cosas de un capitalista a otro, y de éste a un tercero, el sector mencionado no desaparecerá, y el "mercado interior" no se verá limitado sólo a los artículos de consumo. Y por ello, cuando Sismondi dice que "ese cálculo refuta [...] uno de los axiomas sobre el cual se ha insistido más en la economía política, a saber: que una mayor libertad de competencia determina una marcha más ventajosa de la industria" (I, 407), no advierte que "este cálculo" lo contradice también a él mismo. Es indiscutible que la introducción de las máquinas, al desalojar a los obreros, empeora su situación; y también es indiscutible el mérito de Sismondi, de haber sido uno de los primeros en señalarlo. Pero ello no impide en absoluto que su teoría de la acumulación y del mercado interno sea un craso error. Su propio cálculo prueba precisamente el fenómeno que Sismondi, además de negarlo, lo trasformaba en argumento contra el capitalismo, cuando afirmaba que la acumulación y la producción deben corresponder al consumo, pues de lo contrario habrá crisis. Su cálculo muestra que la acumulación y la producción se adelantan al consumo, y que no puede ser de otra manera, puesto que la acumulación se efectúa en lo fundamental sobre los medios de producción, los cuales no entran en el "consumo". Lo que ante Sismondi aparecía como un simple error, como una contradicción en la doctrina de Ricardo-que la acumulación es un excedente de la producción sobre la renta-, es un hecho que corresponde por entero a la realidad y expresa una contradicción propia del capitalismo. Ese excedente es necesario en toda acumulación que abre un nuevo mercado para los medios de producción, sin el correspondiente aumento del mercado para los artículos de consumo, y aun en el caso de una reducción de éste [24]. Es más, al dejar de lado la teoría acerca de las ventajas de la libre competencia, Sismondi no advierte que, junto con su huero optimismo, echa también por la borda una verdad indudable, como es la de que la libre competencia desarrolla las fuerzas productivas de la sociedad, tal como se desprende una vez más, con claridad, de sus propios cálculos. (Esto, en verdad, no es más que otra expresión del hecho de que en la industria se crea un sector especial, que produce medios de producción y que el desarrollo de éste es particularmente rápido.) Este desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad, sin el correspondiente desarrollo del consumo, es, desde luego, una contradicción, pero una contradicción que tiene lugar en la realidad, que emana de la esencia misma del capitalismo, y de la cual no es posible desentenderse mediante frases sensibleras.
Y esto es precisamente lo que hacen los románticos. Para que el lector no sospeche que acusamos en forma gratuita a los economistas actuales por los errores de un autor tan "anticuado" como Sismondi, citaremos, a título de pequeña muestra, un pasaje de un escritor "moderno", el señor N.-on. En la página 242 de sus Reseñas, discurre acerca del desarrollo del capitalismo en la rama de la industria molinera rusa. Al referirse a la aparición de los grandes molinos movidos a vapor, con instrumentos de producción perfeccionados (a partir de 1870 se invirtieron en la restructuración de los molinos cerca de 100 millones de rublos), y al aumento de la productividad del trabajo, que se elevó en más del doble, el autor caracteriza de la siguiente manera el fenómeno que estamos describiendo: "La actividad de los molinos no se desarrolló; sólo se concentró en grandes empresas"; luego hace extensiva esta caracterización a todas las ramas de la industria (pág. 243) y saca la conclusión de que "en todos los casos sin excepción, una gran masa de trabajadores queda desocupada y sin posibilidad de hallar empleo" (pág. 243), y que "la producción capitalista se ha desarrollado a expensas del consumo popular" (241). Preguntamos al lector: ¿difiere este razonamiento, aunque fuera en algo, del de Sismondi, que hemos citado antes? Este escritor "moderno" comprueba dos hechos-los mismos que vimos también en el ejemplo de Sismondi-, y se desembaraza, él también, de ambos mediante una frase sensiblera. En primer lugar, su ejemplo muestra que el desarrollo del capitalismo se opera precisamente sobre la base de los medios de producción. Es decir, que el capitalismo desarrolla las fuerzas productivas de la sociedad. Y en segundo lugar, su ejemplo muestra que dicho desarrollo sigue precisamente el camino específico de las contradicciones que es inherente al capitalismo: la producción se desarrolla (inversión de 100 millones de rublos, o sea, mercado interno para los productos realizados por el consumo no personal), sin un desarrollo correspondiente del consumo (la alimentación popular empeora), vale decir, que tiene lugar la producción por la producción misma. Y el señor N.-on piensa, con la ingenuidad del viejo Sismondi, que dicha contradicción desaparecerá con sólo presentarla como una contradicción de la doctrina, como "un error funesto": "¡¡hemos olvidado la finalidad de la producción!!" ¿Se quiere algo más característico que esta frase: "no se desarrolló; sólo se concentró"? Sin duda, el señor N.-on conoce un capitalismo cuyo desarrollo podría hacerse por una vía que no fuera la concentración. ¡Qué lástima que no nos haya hecho conocer ese capitalismo "original", desconocido para toda la economía política anterior a él!
El siguiente error de Sismondi, que deriva de la equivocada teoría sobre la renta social y el producto en la sociedad capitalista, es la teoría de la imposibilidad de realizar el producto en general, y el sobrevalor en particular, y, en consecuencia, la necesidad de un mercado exterior. En lo que concierne a la realización del producto en general, el análisis hecho más arriba demuestra que esa "imposibilidad" proviene del error de eliminar el capital constante y los medios de producción. Suprimido este error, desaparece también tal "imposibilidad". Y lo mismo, entonees, debe decirse en particular del sobrevalor: dicho análisis explica también su realización. No existe en absoluto motivo racional alguno para desglosar, desde el punto de vista de su realización, el sobrevalor del producto global. La afirmación en contrario de Sismondi (y de nuestros populistas) es el resultado de su incomprensión de las leyes fundamentales de la realización en general, su incapacidad de distinguir tres (y no dos) partes del producto, con respecto al valor, y las dos clases de productos con respecto a su forma material (medios de producción y artículos de consumo) . La tesis de que los capitalistas no pueden consumir el sobrevalor es sólo una repetición vulgarizada de la duda de Adam Smith acerca de la realización en general. Sólo una parte del sobrevalor se compone de artículos de consumo; la otra está compuesta de medios de producción (por ejemplo, el sobrevalor del industrial metalúrgico). "El consumo" de este último sobrevalor se efectúa al ser invertido en la producción; y en cuanto a los capitalistas que fabrican productos en forma de medios de producción, no consumen el sobrevalor, sino el capital constante que han obtenido de otros capitalistas mediante el cambio. Por eso cuando los populistas divagan sobre la imposibilidad de realizar el sobrevalor, deben, por lógica, negar también la posibilidad de realizar el capital constante, con lo cual retornan con toda felicidad a Adam... Se comprende que tal retorno al "padre de la economía política" representaría un gigantesco progreso para escritores como éstos, que nos sirven viejos errores bajo el aspecto de verdades a las cuales "han llegado por su propia inteligencia"... [25]
¿Y el mercado exterior? ¿Negamos acaso la necesidad del mercado exterior para el capitalismo? Por cierto que no. Sólo que el problema del mercado exterior no tiene absolutamente nada que ver con el problema de la realización, y la tentativa de unirlos en un todo íntegro sólo caracteriza los anhelos románticos de "retardar" el capitalismo y la falta de lógica de que adolecen los románticos. La teoría que aclaró el problema de la realización lo probó con toda precisión. El romántico dice: los capitalistas no pueden consumir el sobrevalor; en consecuencia, tienen que darle salida en el extranjero. Y aquí cabe la pregunta: ¿acaso los capitalistas entregan gratuitamente sus productos al extranjero; o los arrojan al mar? Los venden, es decir, obtienen un equivalente; exportan sus productos, e importan otros a cambio de los mismos. Cuando hablamos de la realización del producto social eliminamos ya, por ese solo hecho la circulación monetaria, y presuponemos sólo el intercambio de unos productos por otros, porque el problema de !a realización reside precisamente en analizar la reposición de todas las partes del producto social, tanto en lo que concierne al valor como a la forma material. Por lo tanto, comenzar hablando de la realización para terminar diciendo que el "producto será vendido por dinero", es tan ridículo como si a la pregunta sobre la realización del capital constante en artículos de consumo se diera como respuesta: "ya se venderán". Se trata simplemente de una grosera falta de lógica: en vez de considerar el problema de la realización de todo el producto social, se ubican en el punto de vista de un empresario aislado a quien no le interesa otra cosa que "la venta al extranjero". Confundir el comercio exterior, la exportación, con el problema de la realización, significa eludir el problema llevándolo a un terreno más amplio, pero sin aclararlo en lo más mínimo [26]. El problema de la realización no avanzará un ápice, si en vez del mercado de un solo país tomamos el de un conjunto de países. Cuando los populistas aseguran que el mercado exterior es "una salida a la dificultad" [27] que el capitalismo se procura para realizar el producto, sólo tratan de cubrir con esta frase la triste circunstancia de que, para ellos, "el mercado exterior" es la "salida a la dificultad" en que han caído por su incomprensión de la teoría... Pero aun no es todo. La teoría que liga el mercado exterior al problema de la realización del producto global de la sociedad, no sólo evidencia que no se comprende qué es esta realización, sino que, además, contiene una concepción extremadamente superficial de las contradicciones inherentes a esa realización. "Los obreros consumirán el salario, pero los capitalistas no pueden consumir el sobrevalor." Reflexiónese un poco sobre esta "teoría" desde el punto de vista del mercado exterior. ¿De dónde sabemos que "los obreros consumirán el salario"? ¿Qué es lo que nos puede hacer creer que los productos destinados de antemano, por toda la clase capitalista de determinado país al consumo de todos los obreros de ese país, serán realmente iguales en valor a su salario y lo compensarán; y que por lo tanto para dichos productos no haba necesidad de un mercado exterior? No existe, decididamente, fundamento alguno para pensar así, y en efecto, no es así en la realidad. No sólo los productos (o partes de los mismos) que reponen el sobrevalor, sino también los que reponen el capital variable; no sólo los productos que reponen el capital variable, sino también los que reponen el capital constante (del que se olvidan nuestros "economistas" sin acordarse de su afinidad... con Adam); no sólo los productos que existen en forma de artículos de consumo, sino también los que existen en forma de medios de producción; todos, por igual, se realizan siempre en medio de "dificultades", en medio de fluctuaciones constantes, que se hacen cada vez más intensas, a medida que se desarrolla el capitalismo en medio de una competencia furiosa que obliga a cada empresario a tender a una ilimitada ampliación de su producción, a salir de los marcos del propio Estado, a marchar en busca de nuevos mercados en países que aún no han sido atraídos a la órbita de la circulación capitalista de mercancías. Y así llegamos al problema de por qué es necesario el mercado exterior para un país capitalista. De ninguna manera debido a que el producto no pueda ser realizado, en general, dentro del régimen capitalista. Esto es un absurdo. El mercado exterior es necesario porque la producción capitalista implica la tendencia a una ampliación ilimitada, contrariamente a todos los antiguos modos de producción, encerrados dentro de los límites de la comunidad, la propiedad patriarcal, la tribu, el distrito territorial o el Estado. Mientras que en todos los antiguos regímenes económicos la producción se renovaba cada vez en la misma forma y en las mismas proporciones en que se desarrollaba anteriormente, esta renovación es imposible en el régimen capitalista y la ampliación es ilimitada, el eterno avance se convierte en la ley de la producción. [28]
Así, una manera diferente de comprender la realización (o con más exactitud, su comprensión por una parte y su incomprensión completa por la otra, por los románticos) conduce a dos concepciones diametralmente opuestas sobre la significación del mercado exterior. Para unos (los románticos), el mercado exterior es el índice de la "dificultad" que pone el capitalismo al desarrollo social. Para otros, en cambio, el mercado exterior demuestra cómo el capitalismo elimina las dificultades que la historia ha creado al desarrollo social en la forma de obstáculos: comunales, tribales, territoriales, nacionales. [29]
Como se ve, la diferencia sólo consiste en el "punto de vista"... Sí, ¡"sólo"! La diferencia entre los jueces románticos del capitalismo y los otros consiste en suma, "sólo" en el "punto de vista"; "sólo" en que unos tienen los ojos puestos en el pasado y otros en el futuro; unos opinan desde el punto de vista del régimen que el capitalismo destruye, y otros desde el punto de vista del régimen que el capitalismo está creando. [30]
La concepción errónea de los románticos acerca del mercado exterior suele ir asociada a referencias sobre las " particularidades" de la situación internacional del capitalismo de un país determinado, sobre la imposibilidad de hallar mercados, etc.; la finalidad de estas argumentaciones es "convencer" a los capitalistas de que "desistan" de la búsqueda de mercados exteriores. Desde luego, "referencias" no es la expresión exacta, porque los románticos no nos ofrecen ningún análisis real del comercio exterior de un país, de sus progresos en materia de nuevos mercados, de su colonización, etc. No les interesa en absoluto el estudio y esclarecimiento del proceso real; lo único que les interesa es la moral que condene ese proceso. Para que el lector pueda convencerse de la completa identidad que existe entre dicha moral de los actuales románticos rusos y la del romántico francés, citaremos algunos ejemplos de los razonamientos de este último. Ya vimos cómo Sismondi perturbaba a los capitalistas con la amenaza de que no hallarían mercado. Pero no se limitaba a eso. Afirmaba, además, que "el mercado mundial ya estaba suficientemente abastecido" (II, 328), con lo cual quería demostrar la imposibilidad de seguir por el camino del capitalismo y la necesidad de escoger otro.., Aseguraba a los empresarios ingleses que el capitalismo no estaba en condiciones de dar ocupación a todos los obreros que quedaban desocupados en el campo debido al sistema de economía basado en granjas (I, 255-256). "Aquéllos en aras de quienes son sacrificados los agricultores, ¿podrán con ello salir beneficiados en algo? Pues es sabido que los agricultores son los más inmediatos y seguros consumidores de las manufacturas inglesas. Al cesar su consumo, la industria sufriría un golpe más funesto que el cierre de uno de los más grandes mercados exteriores" (I, 256). Y aseguraba a los granjeros ingleses que no les sería posible hacer frente a la competencia del campesino pobre de Polonia, a quien el trigo no le cuesta casi nada (II, 257), que los amenazaba una competencia, más terrible aun, por parte del cereal ruso proveniente de los puertos del mar Negro. "Los norteamericanos-exclamaba Sismondi-han seguido este nuevo principio: producir sin calcular el mercado [produire sans calculer le marché], y producir cada vez más", de tal modo que "el rasgo característico del comercio de Estados Unidos, de un extremo al otro del país, es la superabundancia de mercancías de todo género en relación con las necesidades del consumo [...], y esta superabundancia de capitales comerciales, que no pueden cambiarse por renta, trae como consecuencia las quiebras incesantes" (I, 455-456). Ah, qué diría el bueno de Sismondi, si viese a la Norteamérica actual, esa Norteamérica que se ha desarrollado de modo tan colosal gracias a aquel mismo "mercado interno" que, según la teoría de los románticos, debía haberse "reducido"!
La tercera conclusión errónea de Sismondi extraída de la teoría inexacta de Adam Smith, que hace suya, es su teoría de las crisis. La concepción de Sismondi, para quien la acumulación (el desarrollo de la producción en general) es determinada por el consumo; y su explicación equivocada de la realización del producto global de la sociedad (reducido a la participación de los obreros y de los capitalistas en la renta), llevan de manera natural e inevitable a la teoría de que las crisis se explican por la desproporción entre producción y consumo. Y a esta teoría se atiene Sismondi por entero. También Bodbertus la hizo suya dándole una formulación ligeramente modificada; explicaba las crisis por el hecho de que la participación de los obreros en el producto disminuye con el crecimiento de la producción; y de la misma manera errónea nue lo hacía Adim Smith. dividía el producto Global de la sociedad en salario y "renta" (de acuerdo con su terminología, "renta" es sobrevalor. es decir, el beneficio y la renta del suelo en conjunto. El análisis científico de la acumulación en la sociedad capitalista [31] y de la realización del producto minó todos los fundamentos de esta teoría, v mostró al mismo tiempo que, precisamente durante los períodos que preceden a las crisis, el consumo de los obreros se eleva, que el subconsumo (con el cual se pretende explicar las crisis) existió en los regímenes económicos más diversos, mientras que las crisis constituyen el rasgo distintivo de un solo régimen: el capitalista. Esta teoría explica las crisis mediante otra contradicción, a saber: la que existe entre el carácter social de la producción (socializada por el capitalismo) v el carácter privado, individual, de la apropiación. Aunque podría parecer míe la profunda diferencia entre estas teorías es clara de por sí, debemos detenernos un poco más en detalle sobre ella, pues precisamente los partidarios rusos de Sismondi tratan de borrarla y confundir las cosas. Explican las dos teorías de las crisis a que nos referimos de manera en todo sentido distinta. La primera las explica por la contradicción entre la producción y el consumo de la clase obrera; la segunda, por la contradicción entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación. En consecuencia, la primera ve la raíz del fenómeno fuera de la producción (de ahí los ataques generales de Sismondi, por ejemplo, contra los clásicos, a quienes acusa de hacer caso omiso del consumo y ocuparse sólo de la producción); la segunda la ve precisamente en las condiciones de la producción. Dicho en forma más breve: la primera explica las crisis por el subconsumo (Unterkonsumption); la segunda, por la anarquía en la producción. Así, aunque las dos tratan de explicar las crisis por una contradicción en el propio régimen económico, divergen por completo al señalar el carácter de la misma. Pero cabe preguntarse: ¿la segunda teoría niega la existencia de una contradicción entre la producción y el consumo, niega el subconsumo? Es evidente que no. Reconoce plenamente este hecho, pero la pone en su lugar considerándola como un hecho secundario que concierne a un sector de la producción capitalista. Enseña que ese hecho no puede explicar las crisis, puesto que éstas son provocadas por una contradicción más profunda y fundamental del actual sistema económico: la que existe entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación. ¿Qué decir, entonces, de aquellos que profesando en el fondo la primera teoría, sostienen para defenderse que los representantes de la segunda comprueban la existencia de una contradicción entre la producción y el consumo? Resulta evidente que dichas personas no han reflexionado acerca de lo que diferencia en esencia a esas dos teorías, y no comprendieron debidamente la segunda. A esa categoría de personas pertenece, por ejemplo, el señor N.-on (sin hablar ya del señor V. V.). En nuestra literatura, el señor Tugán-Baranovski ya ha reconocido en ellos a discípulos de Sismondi (Las crisis industriales, pág. 477, e hizo esta extraña salvedad al referirse al señor N.-on: "al parecer"). Sin embargo, el señor N.-on, al tratar de la "reducción del mercado interior" y la "disminución de la capacidad de consumo del pueblo" (puntos centrales de su concepción), se remite a los representantes de la segunda teoría, que comprueban la existencia de la contradicción entre la producción y el consumo, o sea, la existencia del subconsumo. Se comprende que estar referencias sólo sirven para mostrar la capacidad característica de este autor, de traer a colación citas fuera de lugar, y nada más. Por ejemplo, todos los lectores que conocen sus Reseñas recordarán seguramente esta "cita": "Los obreros, como compradores de mercancías, revisten importancia para el mercado, pero considerados como vendedores de su propia mercancía-la fuerza de trabajo-, la sociedad capitalista tiene la tendencia a reducir su precio al mínimo" (Reseñas, pág. 178); recordarán también que el señor N.-on quiere asimismo deducir de ello la "reducción del mercado interno" (id., págs. 203 y sigs.), y las crisis (págs. 298 y sígs.). Pero al citar dicho pasaje (que nada prueba, como ya lo explicamos), nuestro autor, además, omite el final de la nota de la cual extrajo la cita. Esa nota se refiere a una observación introducida en el manuscrito de la sección II del tomo II de El capital. Se la había introducido "con el fin de desarrollarla en el futuro", y el editor del manuscrito la colocó en las notas. En esa nota, después de las palabras citadas, se dice: "Sin embargo, el estudio de esto corresponde a la sección siguiente" [32], o sea, a la tercera. ¿Y qué sección es ésa? Pues precisamente la que contiene la crítica de la teoría de A. Smith acerca de las dos partes del producto global de la sociedad (junto con la opinión arriba citada sobre Sismondi), y el análisis "de la reproducción y circulación del capital global de la sociedad", es decir, de la realización del producto. Así, en apoyo de sus concepciones, que no son más que una repetición de las de Sismondi, nuestro autor cita la nota que se refiere "sólo a la sección" en la que se refuta a Sismondi: "sólo a la sección" en que se muestra que los capitalistas pueden realizar el sobrevalor, y que incluir el comercio exterior en el análisis de la realización, es un absurdo...
Otra tentativa de borrar la diferencia entre las dos teorías y defender los viejos trastos románticos mediante referencias a las doctrinas modernas, es la contenida en el artículo de Efrussi. Al referirse a la teoría de las crisis de Sismondi, aquél señala su falsedad (Russkoie Bogatstvo, núm. 7, pág. 162). Sus indicaciones son en extremo vagas y contradictorias. Por un lado repite los argumentos de la teoría contraria, y dice que la demanda nacional no se reduce a los artículos de consumo inmediato. Por el otro afirma que la explicación de las crisis dada por Sismondi "sólo pone de manifiesto una de las muchas circunstancias que dificultan la distribución de la producción nacional en consonancia con la demanda de la población y su poder adquisitivo". ¡En consecuencia, se invita al lector a creer que es "en la distribución" donde hay que buscar la explicación de las crisis y que el error de Sismondi consiste sólo en no haber señalado todas las causas que dificultan dicha distribución! Pero esto no es lo principal... "Sismordi-dice Efrussi-no se detuvo en la explicación citada. Ya en la primera edición de Nouveaux Principes encontramos un capítulo sumamente instructivo, bajo el título de De la connaissance du marché [33]. En este capítulo nos descubre las causas fundamentales de la ruptura del equilibrio entre la producción y el consumo [¡obsérvese esto!], con una claridad que encontramos en muy pocos economistas" (ib.). Y después de citar algunos pasajes para mostrar que el fabricante no puede conocer el mercado, Efrussi dice: "Casi lo mismo sostiene Engels" (pág. 163), tras lo cual viene una cita en la que se dice que el fabricante no puede conocer la demanda. Cita luego algunos pasajes más, en los que se habla de "otras trabas para el establecimiento del equilibrio entre la producción y el consumo" (pág. 164). ¡Efrussi nos asegura que "en ellas hallamos la explicación de las crisis, explicación que se impone cada vez más"! Más aun: considera que, "en cuanto a las causas de las crisis en la economía nacional, se puede considerar a Sismondi, con todo derecho, como el padre de las concepciones que posteriormente fueron desarrolladas con más consecuencia y mayor claridad" fpág. 168) .
¡Con todo esto, Efrussi pone de manifiesto su completa incomprensión del problema! ¿Qué son las crisis? Superproducción, producción de mercancías que no pueden ser realizadas, que no encuentran demanda. Si las mercancías no tienen demanda significa que el fabricante, al producirlas, no conocía la demanda. Cabe preguntarse ahora: ¿acaso señalar esta condición de su posibilidad significa dar una explicación de las crisis? ¿Es que Efrussi no comprende la diferencia que media entre señalar la posibilidad de un fenómeno y explicar su necesidad? Sismondi dice: las crisis son posibles debido a que el fabricante desconoce la demanda; son necesarias, pues en la producción capitalista no puede haber equilibrio entre producción y consumo (es decir, que el producto no puede ser realizado). Engels dice: las crisis son posibles dado que el fabricante desconoce la demanda; y son necesarias, pero no porque en general el producto no pueda ser realizado. Esto no es exacto: el producto puede ser realizado. Son necesarias porque el carácter colectivo de la producción entra en contradicción con el carácter individual de la apropiación. ¡Y he aquí que aparece un economista afirmando que Engels "sostiene casi lo mismo", que Sismondi "da la misma explicación de las crisis"! "Me extraña por ello-escribe Efrussi-que el señor Tugán-Baranovski [...] haya perdido de vista lo más importante y valioso de la teoría de Sismondi" (pág. 168). Pero el hecho es que el señor TugánBaranovski nada perdió de vista [34]. Por el contrario, señaló con toda precisión la contradicción fundamental a que conduce la nueva teoría (págs. 455 y otras) y puso en claro la significación de Sismondi, quien con anterioridad había señalado esa contradicción, cuya manifestación son las crisis, pero de la que no supo dar la explicación acertada (pág. 457: con anterioridad a Engels, Sismondi señaló que las crisis provienen de la actual organización de la economía: pág. 491: Sismondi expuso las condiciones que hacen posibles las crisis, pero "no todas las posibilidades se realizan necesariamente"). Pero Efrussi no ha comprendido absolutamente nada, y luego de meter en un mismo saco, ¡"se extraña" de encontrarse en una confusión! "Es cierto-dice el economista de Rússkoie Bogatstvo-que no encontramos en Sismondi las expresiones que actualmente han adquirido en todas partes derecho de ciudadanía, tales como la "anarquía de la producción", " ausencia de plan [Planlosigkeit] en la producción", pero lo esencial que se oculta bajo estas expresiones es señalado por él con toda claridad" (pág. 168). ¡Con qué facilidad restaura el romántico moderno al romántico de los tiempos pasados! ¡Todo se reduce a una diferencia de términos! En realidad, es indudable que Efrussi no comprende el sentido de las palabras que repite. " Anarquía de la producción", "ausencia de plarí^en la producción": ¿de qué nos hablan estas expresiones? Pues de la contradicción entre el carácter social de la producción y el carácter individual de la apropiación. Y preguntamos a cualquiera que conozca la literatura económica que estamos analizando: Sismondi o Rodbertus, ¿ reconocían esa contradicción? ¿Deducían de ella las crisis? No, no las deducían ni podían deducirlas, porque ninguno de ellos comprendía en absoluto dicha contradicción. Les era totalmente ajena la idea de que la crítica del capitalismo no puede basarse en frases sobre el bienestar general, [35] o la anomalía de la "circulación abandonada a su propia suerte" [36] sino en el carácter de la evolución de las relaciones de producción.
Nos damos cuenta cabal por qué nuestros románticos rusos hacen tantos esfuerzos para borrar las diferencias entre estas dos teorías sobre las crisis. Es que con ellas se hallan vinculadas, de la manera más íntima y directa, posiciones diferentes, desde el punto de vista de los principios, respecto del capitalismo. En efecto: si explicamos las crisis por la imposibilidad de realizar los productos, por la contradicción entre la producción y el consumo, llegamos a la negación de la realidad, de la conveniencia del camino seguido por el capitalismo, declaramos que éste es "falso" y emprendemos la búsqueda de "otros caminos". Si derivamos las crisis de aquella contradicción, tenemos que pensar que, cuanto más se desarrolla, tanto más difícil será encontrarle una salida. Y ya vimos con cuánta ingenuidad expresó Sismondi precisamente esa opinión, al decir que si el capital se acumula con lentitud, el capitalismo es soportable; pero resulta insoportable si lo hace con rapidez. Por el contrario, si explicamos las crisis por la contradicción entre el carácter social de la producción y el carácter individual de la apropiación reconocemos con ello la realidad y el carácter progresista del camino capitalista, y rechazamos, por considerarlo romanticismo absurdo, la búsqueda de "otros caminos". Con eso reconocemos que cuanto más se desarrolla dicha contradicción, más fácil es encontrarle una salida, y que tal salida consiste precisamente en el desarrollo del régimen establecido.
Como el lector ve, también aquí nos encontramos con diferentes "puntos de vista"...
Es muy natural que nuestros románticos busquen confirmaciones teóricas para sus concepciones. Es muy natural que las busquen entre los trastos viejos que en Europa occidental fueron abandonados ya hace mucho tiempo, y es muy natural que, al darse cuenta de esto, traten de restaurar dichos trastos, ora embelleciendo a los románticos de Europa occidental, ora introduciendo el romanticismo so capa de citas tergiversadas y fuera de lugar. Pero se equivocan de medio a medio si creen que semejante contrabando puede pasar inadvertido.
Para terminar con la exposición de la doctrina teórica fundamental de Sismondi, y con las principales conclusiones teóricas que extrae de ella, tenemos que hacer un pequeño agregado que se refiere nuevamente a Efrussi. En otro artículo suyo sobre Sismondi (continuación del primero), dice: "Más interesantes aun [en comparación con la doctrina sobre la renta del capital] son los puntos de vista de Sismondi sobre las diferentes clases de rentas" (Rússkoie Bogatstvo, núm. 8, pág. 42). Según él, Sismondi lo mismo que Rodbertus, divide la renta nacional en dos partes: "una va a parar a los propietarios de la tierra y de los medios de producción, la otra a los representantes del trabajo" (Ib.). Siguen citas en las que Sismondi habla de la división, no sólo de la renta nacional, sino también de todo el producto: "La producción anual, o el resultado de todos los trabajos efectuados por el pueblo durante un año, también está compuesta de dos partes", etc. (Nouveaux Principes, 1, 105, citado en la revista Rússkoie Bogatstvo, núm. 8, página 43). "Los pasajes citados-concluye nuestro economista- prueban con claridad que Sismondi ha asimilado plenamente [!] la clasificación de la renta nacional que desempeña un papel tan importante entre los economistas modernos, a saber: la división de la renta nacional en renta basada en el trabajo y en renta que no proviene del trabajo [arbeitsloses Einkommen]. Aun cuando, en general, los puntos de vista de Sismondi sobre la renta no son siempre claros y precisos, se trasluce en ellos la conciencia de la diferencia que existe entre la renta de la economía privada, y la de la economía nacional" (pág. 43).
El pasaje citado-respondemos nosotros-prueba que Efrussi ha asimilado perfectamente la sabiduría de los manuales alemanes; pero no obstante ello (o quizá precisamente gracias a eso) perdió por completo de vista la dificultad teórica del problema de la diferencia entre renta nacional y renta individual. Se expresa de manera poco cautelosa. Hemos visto que en la primera parte de su artículo califica de "economistas modernísimos" a los teóricos de un escuela determinada. El lector puede suponer, con razón, que también esta vez se refiere a ellos. Pero en realidad se refiere a algo completamente distinto. Los modernísimos economistas son ahora los "socialistas de cátedra"[37] alemanes. Para defender a Sismondi, el autor aproxima su teoría a la doctrina de éstos. ¿En qué consiste la doctrina de esas "modernísimas" autoridades de Efrussi? Sencillamente en que la renta nacional se divide en dos partes.
¡Pero esa es la teoría de Adam Smith, y de ninguna manera la de los "economistas modernísimos"! Al dividir el ingreso en salario, ganancia y renta (libro I, cap. VI, Las riquezas de las naciones; libro II, cap. II), A. Smith contraponía las dos últimas al primero como ingreso no proveniente del trabajo, y las llamaba descuento del trabajo (libro I, cap. VIII) y combatía la opinión según la cual la ganancia es ese mismo salario abonado por un trabajo de tipo especial (libro I, cap. VI). Tanto Sismondi como Rodbertus, al igual que los "modernísimos" autores alemanes de manuales, no hacen más que repetir esta doctrina de A. Smith. La diferencia entre ellos reside sólo en que A. Smith era conciente de que no había logrado desglosar totalmente la renta nacional del producto nacional; tenía conciencia de que se contradecía al excluir del último el capital constante (según la terminología actual), que incluía sin embargo, en el producto individual. En cambio, los economistas "modernísimos", al repetir el error de A. Smith, se limitan a envolver su teoría en una forma más grandilocuente "(la clasificación de la renta nacional"), pues han perdido conciencia de la contradicción ante la cual se detuvo A. Smith. Estos procedimientos podrán ser muy eruditos, pero nada tienen de científicos.
Continuaremos pasando revista a las concepciones teóricas de Sismondi. Ya hemos analizado las principales, las que lo caracterizan entre los demás economistas. Las siguientes, o bien no desempeñan un papel tan importante en el conjunto de su teoría, o bien son consecuencia de las anteriores.
Señalemos que, al igual que Rodbertus, Sismondi no compartía la teoría de Ricardo sobre la renta. Con consideraciones sumamente débiles procuraba socavar la teoría de Ricardo, sin formular la propia. Se presenta aquí como ideólogo puro del pequeño campesino: no rebate tanto a Ricardo, como rechaza, en general, el traslado a la agricultura de las categorías de la economía mercantil y del capitalismo. En ambos sentidos, su punto de vista es bien característico del romántico. El capítulo XIII del libro 3° [38] está dedicado "a la teoría del señor Ricardo sobre la renta del suelo". Después de declarar, desde el comienzo, que su propia teoría está en contradicción total con la de Ricardo, Sismondi presenta las siguientes objeciones: la tasa general de la ganancia (que es la base de la teoría de Ricardo) no queda establecida jamás: en la agricultura no existe el libre desplazamiento de capitales. En ese terreno hay que tomar en consideración el valor intrínseco del producto (la valeur intrinséque), que es independiente de las oscilaciones del mercado y que ofrece al propietario "un producto neto" (produit net), "el trabajo de la naturaleza" (I, 306). "El trabajo de la naturaleza es, pues, la fuente del producto neto de la tierra, considerado en su valor intrínseco" (intrinséquement) (I, 310). "Hemos considerado la renta [le fermage], o más bien el producto neto, como el que emana directamente de la tierra en beneficio del propietario; éste no le quita nada al granjero, ni al consumidor" (I, 312). Y esta repetición de los anticuados prejuicios fisiocráticos concluye todavía con una moraleja: "En general, en economía política hay que desconfiar [se défier] de los supuestos absolutos, lo mismo que de las abstracciones* (I, 312). No hay nada que analizar en semejante "teoría", pues una pequeña observación de Ricardo a propósito del "trabajo de la naturaleza" es más que suficiente [39]. Esto es sencillamente renunciar al análisis, dar un gigantesco paso atrás en relación con Ricardo. Con toda evidencia se manifiesta, también aquí, el romanticismo de Sismondi que se apresura a condenar el proceso en cuestión por temor a tener que analizarlo. Nótese que no niega que la agricultura está desarrollándose en Inglaterra a la manera capitalista, que los campesinos son sustituidos por granjeros y jornaleros, que en el continente las cosas se van desarrollando en la misma dirección. Sencillamente vuelve la espalda a esos hechos (que tendría la obligación de analizar puesto que trata de la economía capitalista) y prefiere dedicarse a disertaciones sentimentales sobre la ventaja del sistema patriarcal de explotación de la tierra. De la misma manera proceden también nuestros populistas: ninguno de ellos ha intentado siquiera negar que la economía mercantil penetra en la agricultura, que este hecho no puede dejar de producir cambios radicales en el carácter social de la agricultura; pero al mismo tiempo, al discurrir sobre la economía capitalista ninguno de ellos, plantea el crecimiento de la producción agrícola destinada al comercio; prefieren desembarazarse de la cuestión mediante frases sobre 'la producción popular". Como nos limitamos por el momento a analizar la teoría económica de Sismondi, dejamos para más adelante el estudio más detallado de esta "explotación patriarcal".
La teoría de la población constituye otro punto sobre el cual gira la exposición de Sismondi. Señalaremos su actitud respecto de la teoría de Malthus y la superpoblación provocada por el capitalismo.
Efrussi afirma que Sismondi está de acuerdo con Malthus sólo en cuanto a que la población puede multiplicarse con extraordinaria rapidez y constituir el origen de infinitos sufrimientos. "Posteriormente están en las antípodas. Sismondi, ubica el problema de la población sobre un terreno histórico social" (Rússkoie Bogatstvo, núm. 7, pág. 148). También en esta formulación Efrussi trata de esfumar el punto de vista característico de Sismondi ( precisamente pequeñoburgués) y su romanticismo.
¿Qué significa "ubicar el problema de la población sobre un terreno histórico social"? Significa investigar por separado la ley de la población de cada sistema histórico de economía y estudiar su vínculo y relación con el sistema de que se trata. ¿Cuál es el sistema estudiado por Sismondi? El capitalista. Por lo tanto, el colaborador de la revista Rússkoie Bogatstvo supone que Sismondi estudió la ley capitalista de la población. Esta afirmación encierra una parte de verdad, pero sólo una parte. Y como Efrussi no pensó siquiera analizar qué faltaba en los razonamientos de Sismondi sobre la población, y como afirma que "Sismondi aparece aquí como precursor de los más destacados economistas modernos" [40] (pág. 148), resulta que embellece al romántico pequeño burgués como lo hizo en el problema de la crisis y de la renta nacional. ¿En qué consistía la similitud entre la teoría de Sismondi y la nueva teoría acerca de estos problemas? En que Sismondi señaló las contradicciones inherentes a la acumulación capitalista. Efrussi advirtió esa similitud. ¿En qué se diferenciaba la doctrina de Sismondi de la nueva teoría? En que, en primer lugar, aquél no hizo adelantar ni un ápice el análisis científico de estas contradicciones y que inclusive, en algunos aspectos dio un paso atrás en relación con los clásicos; y en segundo lugar, en que disimulaba su incapacidad para el análisis (y en parte su falta de deseo de hacerlo) con reflexiones de moralista pequeñoburgués sobre la necesidad de ajustar la renta nacional a los gastos, la producción al consumo, etc. En ninguno de los puntos citados señaló Efrussi esta diferencia, y con ello presentó en forma incorrecta en todo sentido la verdadera significación de Sismondi y su posición respecto de la teoría moderna. Exactamente lo mismo observamos en la cuestión que nos preocupa. También aquí la similitud de Sismondi con la teoría moderna se limita a señalar una contradicción. Y también aquí la diferencia consiste en la ausencia de un análisis científico, que es sustituido por consideraciones morales pequeñoburguesas. Aclaremos esto.
El desarrollo de la industria capitalista mecanizada a partir de fines del siglo pasado, determinó la formación de una superpoblación, y para la economía política se planteó el problema de explicar este fenómeno. Como se sabe, Malthus trató de relacionarlo con causas extraídas de la historia natural, negó rotundamente que fuera producto de un régimen de economía social históricamente determinado y cerró los ojos a las contradicciones que este hecho revela. Sismondi señaló dichas contradicciones y la sustitución de la población por las máquinas. Es su innegable mérito, puesto que en la época en que él sostenía esto era una novedad. Pero veamos cómo lo interpretó.
En el capítulo VII del libro 7° (Sobre la población), se trata en especial "de la población que se había tornado superflua debido a la invención de las máquinas". Comprueba el hecho de que "las máquinas remplazan a los hombres" (pág. 315, II, VII), e inmediatamente se pregunta: ¿la invención de las máquinas constituye un beneficio o una calamidad para la nación? Se comprende que "la solución" de este problema para todos los países y para todas las épocas en general, y no para un país capitalista, se reduce a la trivialidad más vacía: es un beneficio cuando 'la demanda del consumo supera los medios de producción en manos de la población" (les moyens de produire de la population) (II, 317); y es una calamidad, "cuando la producción satisface completamente el consumo". En otras palabras: ¡comprobar la contradicción sólo le sirve a Sismondi como pretexto para razonar sobre no se sabe qué sociedad abstracta, exenta de contradicciones y a la que es aplicable la moral de un campesino ahorrativo! Ni siquiera intenta analizar esta contradicción, establecer cómo se origina, adonde conduce, etc., en la sociedad capitalista actual. No, sólo la aprovecha como material para expresar su indignación moral contra ella. El resto del capítulo no agrega absolutamente nada al aspecto teórico que se trata, pues sólo se encuentran lamentaciones, quejas y expresión de inocentes deseos. Los obreros desalojados eran consumidores [...]. El mercado interior se reduce [...]. En cuanto al mercado exterior, el mundo está ya suficientemente abastecido [...]. El sobrio bienestar de los campesinos habría garantizado mejor la venta f...l. No hay ejemplo más sorprendente y horroroso oue el de Inglaterra, que es el oue están siguiendo los países del continente, i Tales son las consideraciones que hace Sismondi en lugar de analizar el fenómeno! Su actitud con respecto al tema es exactamente la misma que la de nuestros populistas. También éstos se limitan a comprobar que existe exceso de población, y utilizan este hecho sólo para sus lamentaciones y queias contra el canitalismo (compárese con N.-on, V. V., etc.). Así como Sismondi ni siouiera intenta analizar la relación que existe entre este excedente de población y las exigencias de la producción cam'talista, los populistas tampoco se plantean nunca semeiante problema.
El análisis científico de esta contradicción mostró nue el procedimiento es erróneo. Estableció eme la superpoblación, manifestación indudable de una contradicción (junto con el excedente de producción y de consumo), y resultado necesario de la acumulación capitalista, constituye al mismo tiempo una parte integrante imprescindible del mecanismo capitalista [41]. Cuanto más se desarrolla la gran industria, tanto mayores son las fluctuaciones que soporta la demanda de obreros, en función de las crisis o de los períodos de florecimiento en toda la producción nacional, o en cada una de sus ramas por separado. Estas fluctuaciones constituyen la ley de la producción capitalista, la que no hubiera podido existir de no haber un excedente de población (o sea, población que supera la demanda media de obreros por el capitalismo), listo en todo momento, para suministrar mano de obra a cualquier rama de la industria o empresa. El análisis ha mostrado que la superpoblación existe en todas las ramas de la industria, existe allí donde penetra el capitalismo-tanto en la agricultura como en la industria-, y que dicha población excedente existe en diferentes formas. Las principales son tres[42]: 1) La superpoblación flotante. Pertenecen a la misma los obreros desocupados en la industria. Con el desarropo de ésta crece necesariamente su número. 2) La superpoblación latente. Está formada por la población rural que pierde sus explotaciones a medida que se desarrolla el capitalismo y que no encuentra ocupación fuera de la agricultura. Esta parte de la población siempre se halla lista para proporcionar mano de obra a cualquier empresa. 3) La superpoblación estancada. Está ocupada "a intervalos sumamente irregulares", en condiciones que se hallan por debaio de lo normal[43] principalmente forman parte de la misma tanto los pobladores rurales como los urbanos que trabajan a domicilio para fabricantes y tiendas. El conjunto de estas tres capas de la población forma la superpoblación relativa, o sea, él ejército de reserva. Este último término muestra con claridad de qué clase de población se trata. Son obreros que necesita el capitalismo para la posible ampliación de las empresas, pero que jamás pueden estar ocupados en forma permanente.
De manera que también en este problema la teoría ha llegado a una conclusión diametralmente opuesta a la de los románticos. Para éstos, el exceso de población significa que el capitalismo es una imposibilidad o un "error". En realidad es todo lo contrario: la superpoblación, complemento necesario de la superproducción, constituye un elemento forzoso de la economía capitalista, sin el cual ésta no hubiera podido existir ni desarrollarse. Aquí también Efrussi presentó las cosas de manera completamente falsa, silenciando esta tesis de la teoría moderna.
Una simple confrontación de estos dos puntos de vista bastará para ver cuál de ellos adhieren nuestras propuestas. El capítulo de Sismondi que acabamos de resumir habría podido figurar, con todos los derechos, en Reseñas de nuestra economía social posterior a la reforma, del señor N.-on.
Al comprobar la formación de una superpoblación en la Rusia posterior a la reforma, los "populistas" nunca se plantearon que el capitalismo necesita un ejército de reserva de obreros. ¿Habría podido, acaso, tender las líneas ferroviarias, si no hubiera existido una superpoblación constante? Se sabe que la demanda de mano de obra para este género de trabajo oscila fuertemente de año en año. ¿Hubiera podido desarrollarse la industria sin esa condición? (Durante los períodos de ascenso la industria requiere grandes masas de obreros para la construcción de nuevas fábricas, edificios, depósitos, etc., y para toda clase de trabajos auxiliares a jornal que ocupan a la mayor parte de los campesinos en los denominados trabiios temporarios no agrícolas). Sin esta condición, jhabría podido crearse en nuestras regiones periféricas la agricultura capitalista que requiere centenares de miles y millones de jornaleros, y donde, como es sabido, son extraordinariamente grandes las oscilaciones en la demanda de mano de obra? Sin la formación de un excedente de población, ¿hubieran podido los empresarios-forestales proceder a la tala de los bosques para satisfacer las necesidades de las fábricas con una rapidez tan fenomenal? (Los trabajos forestales pertenecen también al número de los peor pagados y de los que se efectúan en peores condiciones, al igual que las demás formas de trabajo que los habitantes del campo realizan para los empresarios.) ¿Hubiera podido, sin esa condición, desarrollarse el sistema de trabajo a domicilio para los comerciantes, fabricantes y tiendas, en las ciudades y en el campo, fenómeno tan difundido en los oficios llamados de artesanía? En todas estas ramas del trabajo (que se han desarrollado principalmente después de la Reforma), las oscilaciones en la demanda de trabajo asalariado son muy grandes, y la amplitud de dichas oscilaciones determina la magnitud de la superpoblación exigida por el capitalismo. En parte alguna los economistas "populistas" evidenciaron conocer dicha ley. No tenemos, desde luego, intención de entrar en el análisis de estos problemas en su esencia[44], pues ello no entra en nuestra tarea. El objeto de nuestro artículo es el romanticismo de Europa occidental y sus relaciones con los "populistas" rusos. Y en este asunto esas relaciones son las mismas que en todos los casos anteriores: en el problema de la superpoblación, los "populistas" adoptan íntegramente el punto de vista del romanticismo, diametralmente opuesto al de la teoría moderna. El capitalismo no ocupa a los trabajadores libres, dicen, lo que significa que es una imposibilidad, "un error", etc. En modo alguno "significa" tal cosa. La contradicción no significa una imposibilidad (Widerspruch no es lo mismo que Widersinn). La acumulación capitalista, esa verdadera producción por la producción, es también una contradicción. Pero esto no le impide existir y ser la ley de determinado sistema económico. Lo mismo hay que decir también de todas las demás contradicciones del capitalismo. El citado razonamiento de los populistas "significa" sólo que los intelectuales rusos padecen del defecto profundamente arraigado de desembarazarse con frases de todas esas contradicciones.
Sismondi no ha dado, pues, absolutamente nada para el análisis teórico de la superpoblación. ¿Pero cómo lo encaró? Sus ideas son una combinación original de simpatías pequeñoburguesas y de malthusianismo. "El gran vicio de la actual organización social-dice-es que el pobre jamás puede saber con qué demanda de trabajo podrá contar" (II, 261), y Sismondi suspira por los tiempos en que "el zapatero rural" v el pequeño campesino conocían con exactitud sus ingresos. "Cuanto más privado de su propiedad se halla un pobre, tanto más sujeto se encuentra al peligro de equivocarse acerca de sus rentas y de contribuir a aumentar una población [contribuer á accroítre une population...] que, como no está en correspondencia con la demanda de trabajo, no hallará medios de subsistencia (II, 263-264). Como vemos, a este ideólogo de la pequeña burguesía le parece poco el querer detener todo el desarrollo social a fin de conservar las relaciones patriarcales de una población semibárbara. Está dispuesto a recetar cualquier mutilación de la naturaleza humana, con tal de que ello sirva para la conservación de la pequeña burguesía. Vayan unas cuantas citas más, para que no queden dudas sobre este último punto.
El pago semanal de los salarios en las fábricas ha acostumbrado a los obreros casi paupérrimos a no ver el futuro más allá del próximo sábado: "de esta manera han embotado en ellos las cualidades morales y el sentimiento de simpatía" (II, 266) que consisten, como lo veremos en seguida, ¡en "la moderación conyugal"!... "Su familia será tanto más numerosa cuanto mayor sea la carga para la sociedad; y la nación sufrirá [gemirá] bajo el peso de una población que no está en correspondencia [ disproportionnée] con los medios para su manutención" (II, 267). ¡La conservación de la pequeña propiedad, a toda costa, aunque sea al precio de la reducción del nivel de vida y de la deformación de la naturaleza humana: he ahí la consigna de Sismondi! Y después de haber hablado con la gravedad de un hombre de Estado acerca de cuándo es "deseable" el crecimiento de la población, dedica un capítulo especial a ataques contra la religión, por no haber condenado los matrimonios "imprudentes". En cuanto su ideal está en juego, el pequeño burgués Sismondi se vuelve más malthusiano que el propio Malthus. "Los niños que nacen sólo para la miseria-alecciona él a la religión-también nacen solamente para el vicio [...]. La ignorancia de los problemas concernientes al régimen social, que los ha llevado [a los representantes de la religión] a excluir la castidad del número de virtudes propias del matrimonio, es una de las causas que actúan permanentemente para destruir la proporción naturalmente establecida entre la población y sus medios de existencia" (II, 294). "La moral religiosa debe, pues, enseñar a los hombres que, al renovar la familia, no están menos obligados a vivir castamente con sus esposas, que los solteros con las mujeres que no les pertenecen" (II, 298). Y Sismondi, que en general pretende no sólo el título de teórico en economía, sino también el de sabio administrador, calcula allí mismo que "para la renovación de la familia" se requiere, "en total y por término medio, tres nacimientos"; y aconseja al gobierno "no engañar a la gente con la esperanza de una posición independiente que permita formar una familia, cuando esta institución ilusoria [cet établissement illusoire] los deja expuestos a padecimientos, a la miseria y a la mortalidad" (II, 299). "Cuando la organización social no separaba la clase de los trabajadores de la que poseía alguna propiedad, era suficiente la opinión pública para evitar el flagelo [le fléau] de la mendicidad. Para el agricultor la venta de la heredad de sus padres, para el artesano el despilfarro de su pequeño capital, siempre encierran algo vergonzoso [...]. Empero en el actual régimen de Europa [...] Los hombres condenados a no poseer nada jamás no pueden sentir ninguna vergüenza frente a la mendicidad" (II, 306-307). ¡Es difícil expresar con mayor relieve la torpeza y la insensibilidad de un pequeño propietario! Sismondi se trasforma aquí, de teórico en consejero práctico, que predica la moral que, como se sabe, es aplicada con tanto éxito por el campesino francés. No es sólo un Malthus, sino, por añadidura, un Malthus cortado ex profeso a la medida del pequeño burgués. Al leer estos capítulos de Sismondi se recuerda, sin querer, los ataques apasionados e indignados de Proudhon, quien veía en el malthusianismo un consejo a los esposos de entregarse a... cierto vicio antinatural [45].
El problema de la superpoblación se halla vinculado al de la importancia de las máquinas en general.
Efrussi pone mucho empeño en referirse a "las brillantes observaciones" de Sismondi sobre las máquinas; declara que "es injusto considerarlo un adversario de los perfeccionamientos técnicos" (núm. 7, pág. 155); que "Sismondi no era enemigo de las máquinas y de los inventos" (pág. 156). "En más de una oportunidad, subrayó el pensamiento de que las máquinas y los inventos, no son perjudiciales de por sí, para la clase obrera; sólo se vuelven perjudiciales debido a las condiciones de la economía actual, en la que el crecimiento de la productividad del trabajo no conduce al aumento del consumo de la clase obrera, ni a la reducción de la jornada de trabajo" (pág. 155).
Todas estas indicaciones son completamente justas. Y este juicio sobre Sismondi pone bien de relieve, una vez más, que el populista no supo comprender al romántico, que no alcanzó a comprender el punto de vista propio del romanticismo respecto del capitalismo, ni la diferencia radical con el punto de vista de la teoría científica. El populista no estaba, desde luego, en condiciones de comprenderlo, porque el populismo tampoco fue más allá del romanticismo. Pero si las indicaciones de Sismondi sobre el carácter contradictorio del uso de las máquinas por el capitalismo era un gran progreso hacia 1820, en la actualidad resulta completamente imperdonable limitarse a una crítica tan primitiva y no comprender su limitación pequeñoburguesa.
En este sentido (o sea, en el aspecto de la diferencia entre la teoría de Sismondi y la teoría moderna) [46], Efrussi se mantiene con firmeza fiel a sí mismo. Ni siquiera sabe cómo plantear el problema. Luego de señalar que Sismondi veía la contradicción, se da por satisfecho con ello como si la historia no hubiese mostrado las maneras y métodos más diversos de criticar las contradicciones del capitalismo. Al decir que Sismondi no considera nocivas las máquinas en sí mismas, sino por su acción en el régimen social actual, Efrussi ni siquiera se da cuenta de cuan primitivo y superficialmente sentimental es el punto de vista que se expresa en este solo razonamiento. En efecto, Sismondi se preguntaba: las máquinas, ¿son perjudiciales o no?, y "resolvía" el problema mediante esta sentencia: son útiles sólo cuando la producción está en concordancia con el consumo (conf. con las citas en la revista Rússkoie Bogatstvo, núm. 7, pág. 156). Después de todo lo expuesto, ya no necesitamos demostrar aquí que semejante "solución" no es otra cosa que la sustitución del análisis científico del capitalismo por la utopía pequeñoburguesa. No se puede acusar a Sismondi por no haber realizado semejante análisis. Los méritos históricos de las personalidades históricas no se juzgan por lo que no hayan dado en relación con las exigencias de la actualidad, sino por lo que dieron de nuevo en relación con sus antecesores. En este caso, ya no juzgamos a Sismondi y su primitivo y sentimental punto de vista, sino al economista de Rússkoie Bogatstvo, quien hasta ahora no entiende en qué difiere del moderno ese punto de vista. No comprende[47] que para caracterizar esa diferencia no corresponde preguntar si Sismondi era o no enemigo de las máquinas, sino si comprendía la importancia de las mismas en el régimen capitalista, si comprendía su papel en este régimen como factor de progreso. Y entonces el economista de Rússkoie Bogatstvo habría podido advertir que desde su punto de vista pequeñoburgués y utópico, Sismondi no pudo formularse semejante pregunta, y que la diferencia con la nueva teoría consiste precisamente en haberla formulado y contestado. Entonces Efrussi habría podido comprender que, al sustituir la cuestión del papel histórico de las máquinas en la sociedad capitalista actual por la de la " conveniencia" y "utilidad" de las máquinas en general, Sismondi llegaba naturalmente a la teoría de los "peligros" del capitalismo y del uso capitalista de las máquinas, a clamar por la necesidad de "detener", "moderar", "reglamentar", el crecimiento del capitalismo, y en virtud de ello se tornaba reaccionario. La incomprensión del papel histórico de las máquinas como factor de progreso es precisamente una de las causas por la cual la teoría moderna considera reaccionaria la doctrina de Sismondi.
Se sobrentiende que no expondremos aquí la teoría moderna (es decir, la teoría de Marx) sobre la producción mecanizada. Remitimos al lector, entre otras, a la ya mencionada investigación de N. Zíber, cap. X: Las máquinas y la gran industria, y en especial al cap. XI: Análisis de la teoría de la producción mecanizada [48]. Limitémonos a señalar brevemente sus rasgos esenciales. Se reduce a dos puntos: 1) un análisis histórico que establece el lugar que ocupa la producción mecanizada en las sucesivas etapas de desarrollo del capitalismo y su relación con las que la precedieron (cooperación capitalista simple y manufactura capitalista); 2) un análisis del papel de las máquinas en la economía capitalista y, especialmente, de la trasformación de todas las condiciones de vida de la población, que produce la industria mecanizada. En lo que concierne al primer punto, esta teoría ha establecido que la industria mecanizada es sólo una etapa (precisamente la superior) de la producción capitalista, y muestra que ha salido de la manufactura. En lo que concierne al segundo punto, establece que la industria mecanizada es un gigantesco progreso en la sociedad capitalista, no sólo porque eleva en grado máximo las fuerzas productivas y socializa el trabajo en toda la sociedad[49], sino también porque destruye la división del trabajo propia de la manufactura, obliga a los obreros a pasar de un trabajo a otro, aniquila definitivamente las relaciones patriarcales atrasadas, en especial en el campo[50], y da un gigantesco impulso al movimiento progresista de la sociedad, tanto por las causas señaladas como por la concentración de la población industrial. Este progreso, al igual que todos los del capitalismo, es acompañado también por el "progreso" de las contradicciones, es decir, por su agudización y extensión.
Quizás el lector pregunte: ¿qué interés hav entonces en el análisis de las ideas de Sismondi sobre una cuestión tan universalmente conocida, y este enunciado sumario de la nueva teoría, " conocida" por todos y con la cual todos están "de acuerdo"?
Y bien, para ver en oué consiste este "acuerdo" tomaremos ni más destacado economista-populista de la actualidad, al señor N.-on, quien pretende aplicar en forma rigurosa la teoría moderna. Como se sabe, en sus Reseñas el señor N.-on había planteado, como una de sus tareas especióles, el estudio del desarrollo del capitalismo en la industrio tpxtil rusa, que se caracteriza precisamente por el máximo empleo de máquinas.
Se preguntará: ¿cuál es el punto de vista del señor N.-on sobre este punto? ¿El de Sismondi (con el cual-como hemos vistocomparte la opinión sohre muchos aspectos del capitalismo) o el de la teoría moderna? En este problema tan importante, ¿será un romántico o... un realista? [51].
Habíamos visto que el primer rasgo distintivo de la teoría moderna es el análisis histórico del surgimiento de la industria mecanizada a partir de la manufactura capitalista. ¿Plantea, acaso, el señor N.-on el problema del surgimiento de la industria mecanizada rusa? No. Es cierto que señaló que la misma fue precedida por el trabajo a domicilio realizado para el capitalista y por la " fábrica" manual [52], ñero no sólo no explicó la relación entre la industria mecanizada y las etapas precedentes, sino que ni siquiera "percibió" que, de acuerdo con la terminología científica, esa etapa precedente (la producción manual y a domicilio o en el taller del capitalista) no puede ser denominada fabrica sino que, indudablemente, debe ser caracterizada como manufactura capitalista [53].
Que no piense el lector que esta "laguna" carece de importancia. Al contrario, tiene una importancia enorme. En primer lugar, el señor N.-on identifica así el capitalismo con la industria mecanizada. Es un grosero error. El mérito de la teoría científica consiste precisamente en que esclareció el lugar que le corresponde a la industria mecanizada, como una de las etapas del capitalismo. Si el señor N.-on participase del punto de vista de esta teoría, ¿habría podido presentar el crecimiento y triunfo de la industria mecanizada como la "lucha de dos formas económicas": de no se sabe qué "forma basada en la posesión de los instrumentos de producción" por el campesinado [54], ror un lado, y "el capitalismo", por el otro (págs. 2, 3, 66, 198 y otras), cuando en realidad asistimos a una lucha entre la industria, mecanizada y la manufactura capitalista? Sobre esta lucha el señor N.-on no ha dicho ni una sola palabra, aun cuando en la industria textil, que eligió en especial para los fines de su estudio (pág. 79), según la referencia que él mismo hace, se estaba desarrollando esta sustitución de dos -formas de capitalismo, falsamente presentada por él como el remplazo de la " producción popular" por el "capitalismo". ¿No es evidente que en el fondo no le interesaba en lo más mínimo la cuestión del desarrollo real de la industria mecanizada, y que baio el término de "producción popular" se oculta una utopía, muy del gusto de Sismondi? En segundo lugar, si el señor N.-on hubiera planteado el asunto del desarropo histórico de la industria mecanizada rusa, ¿habría podido hablar de la "implantación del capitalismo" (págs. 331, 283, 323 y otras) basándose en el aooyo y la ayuda gubernamentales, hechos que también tuvieron lugar en Europa? Se pregunta entonces: ¿imita a Sismondi, auien también hablaba de "implantación", o al representante de la teoría moderna que estudió la sustitución de la manufactura por la industria mecanizada? En tercer lugar, si el señor N.-on se hubiera planteado el problema del desarrollo histórico de las formas del capitalismo en Rusia (en la industria textil), ¿habría podido ignorar la existencia de la manufactura capitalista en las "pequeñas industrias artesanales" rusas? [55] Y si fín realidad se hubiera atenido a la teoría e intentado aplicar el análisis científico aunque fuera a un rinconcito de esa "producción", también " popular", ¿qué habría sido del cuadro rudimentario de la economía social rusa por él pintarrajeado, que representaba no se sabe qué " prodivción popular" y un "capitalismo" separado de ésta, que abarca sólo a "un puñado" de obreros (págs. 326 y otras)?
Para resumir: según el punto núm. 1, que se refiere a la diferencia que existe entre la teoría moderna y la teoría romántica de la industria mecanizada, el señor N.-on no puede ser considerado, de manera alguna, como partidario de la primera, dado que no comprende siquiera la necesidad de plantear la cuestión del surgimiento de la industria mecanizada, considerada como una etapa particular del capitalismo, y calla la existencia de la manufactura capitalista, etana del capitalismo que precede al maqumismo. En lugar de un análisis histórico, trata de introducir subrepticiamente la utopía de "la producción popular".
El segundo punto se refiere a las trasformaciones de las relaciones sociales provocadas por la industria mecanizada, según la teoría moderna. El señor N.-on no intentó siquiera analizar este aspecto. Se queja mucho del capitalismo, deplora la aparición de la fábrica (lo mismo que Sismondi), pero no hace siquiera el intento de estudiar la trasformación de las condiciones sociales provocada por la fábrica[56]. Para ello hubiera sido necesario, precisamente, comparar la industria mecanizada con las etapas precedentes, sobre lo cual nada dice el señor N.-on. De la misma manera, el punto de vista de la teoría morlprna "obre las máquinas como factor de progreso de la sociedad capitalista actual, le es completamente ajeno. Y de nuevo, ni siquiera se plantea esta cuestión[57], Y no hubiera podido hacerlo, porque ella surge del estudio histórico de la sustitución de una forma de capitalismo por otra, mientras que para el señor N.-on "el capitalismo" tout court [58] remplaza... a "la producción popular".
Si preguntásemos sobre la base de "la investigación" del señor N.-on sobre la introducción del capitalismo en la industria textil en Rusia: ¿qué piensa el señor N.-on de las máquinas?, no podríamos obtener otra respuesta que la que ya conocemos de Sismondi. El señor N.-on, al igual Que Sismondi, reconoce que las máquinas elevan la productividad del trabajo (¡cómo para no reconocerlo!). El señor N.-on, al igual aue Sismondi. dice que no son las máquinas las dañinas, sino su uso capitalista. El señor N.-on, siempre como Sismondi, supone que "nosotros" hemos perdido de vista, al introducir las máquinas, que la producción debe ser proporcionada "a la capacidad de consumo del pueblo".
Y eso es todo. El señor N.-on no supone nada más. No quiere ni saber de los problemas que ha planteado y resuelto la teoría moderna, pues ni siquiera hace la menor tentativa de considerar la sucesión histórica de las diferentes formas de la producción capitalista en Rusia (así fuese sobre el ejemplo, por él tomado, de la industria textil), ni el papel de las máquinas como factor de progreso en el régimen capitalista existente.
De manera que también, en la cuestión de las máquinas-este importantísimo problema de la economía política teórica-, el señor N.-on comparte el punto de vista de Sismondi. Y razona completamente como un romántico, lo cual, al parecer, no le impide citar y citar.
Esto no se refiere sólo al ejemplo de la industria textil, sino a todos los razonamientos del señor N.-on. Recuérdese solamente el ejemplo ya citado de la producción de harinas. Lo que dice de la introducción de las máquinas, sirve al señor N.-on sólo como pretexto para lamentaciones sentimentales por el hecho de que la elevación de la productividad del trabajo no se halla en proporción a "la capacidad de consumo del pueblo". Ni ha pensado en analizar las trasformaciones que en el régimen social produce la industria mecanizada (y que realmente produjo en la vida social de Rusia). No comprende en absoluto que se pueda plantear el problema de si esas máquinas fueron un progreso en la sociedad capitalista actual [59]. Y lo dicho respecto del señor N.-on, atañe a fortiori [*] a los demás economistas-populistas: el populismo, en la cuestión de las máquinas, comparte hasta hoy el punto de vista pequeñoburgués del romanticismo, y sustituye el análisis económico por deseos sentimentales.
El último problema teórico que nos interesa en el sistema de concepciones de Sismondi, es el del proteccionismo. Se le dedica no poco lugar en los Nouveaux Principes, pero se lo trata más bien desde el punto de vista práctico, con motivo del movimiento contra las leyes de los cereales en Inglaterra. Esta última cuestión la analizaremos más adelante, puesto que encierra otros problemas aun más amplios. Sólo nos interesa momentáneamente el punto de vista de Sismondi sobre el proteccionismo. El interés de esta cuestión no reside en un concepto económico nuevo de Sismondi, no incluido en nuestra exposición anterior, sino en su interpretación del vínculo que existe entre la "economía" y la " superestructura". Efrussi asegura a los lectores de la revista Rússkoie Bogatstvo que Sismonai es "uno de los primeros y más talentosos precursores de la escuela histórica contemporánea", que se rebela "contra la tendencia a aislar los fenómenos económicos de los demás factores sociales". "En las obras de Sismondi se encuentra la idea de que los fenómenos económicos no deben ser aislados de los otros factores sociales, que deben ser estudiados en relación con los hechos de carácter político-social" (Rússkoie Bogatstvo, núm. 8, págs. 38-39). Veamos, pues, en el ejemplo tomado, cómo entendía Sismondi el vínculo de los fenómenos económicos con los de naturaleza político-social.
"La prohibición de la importación-dice Sismondi en el capítulo Sobre las aduanas (1. IV, ch. XI)-es tan irracional y perniciosa como la prohibición de la exportación: fueron inventadas para dotar a una nación de una manufactura que aún no poseía; y no se puede negar que para una industria incipiente se trata de un premio estimulante. Esta manufactura produce, quizás, apenas la centésima parte del total de mercancías de determinado tipo que consume la nación; y los cien compradores tendrán que rivalizar entre sí para obtener la preferencia del vendedor único, y los restantes noventa y nueve, a los que éste ha rechazado, se verán forzados a proveerse de mercaderías entradas por contrabando. En este caso, la pérdida para la nación será igual a 100 y la ventaja igual a 1. Cualesquiera que fueran las ventajas que proporcionase a la nación una manufactura nueva, no cabe duda de que son muy pocas para justificar tan grandes sacrificios. Siempre sería posible hallar medios menos costosos para ponerla en actividad" (1,440-441).
He aquí con cuánta sencillez resuelve el problema Sismondi: ¡que el proteccionismo es "irracional" porque "la nación" sale perdiendo a causa del mismo!
¿De qué "nación" habla nuestro economista? ¿Con qué relaciones económicas confronta el hecho político-social dado? En verdad, no confronta relaciones determinadas, sino que discurre en general robre una nación tal como debiera ser de acuerdo con sus ideas sobre lo que debe ser. Y éstas, como sabemos, están elaboradas sobre la exclusión del capitalismo y el predominio de la pequeña producción independiente.
Pero es un absurdo completo confrontar un factor políticosocial que se refiere a un régimen económico determinado, v sólo a él, con otro régimen imaginario. El proteccionismo es un "factor político-norial" del capitalismo, pero Sismondi no lo confronta con el capitalismo, sino con una nación en general (o con una nación de pequeños productores independientes). Quizás hubiera podido confrontarlo, por ejemplo, con una comunidad india y hacer resaltar aun más su carácter "irracional" y "pernicioso": mas esta " irracionalidad" se habría referido tan sólo a su confrontación, pero de ninguna manera al proteccionismo. Para probar que éste representa una ventaja para rrmv pocos a expensas de la masa, Sismondi realiza un cálculo infantil. Pero esto no necesitaba ser demostrado, puesto que se desprende de la noción misma de proteccionismo (se trate de un subsidio directo o de la eliminación de los competidores extranjeros, poco importa). Que el proteccionismo es la expresión de una contradicción social, no cabe la menor duda. ¿Pero acaso en la vida económica del régimen que ha creado el proteccionismo no crean contradiccíones? Al contrario, está son contradiciones de pilas, y el propio Sismondi las señaló a lo largo de su exposición. En lugar de deducir esta contradicción de las que él mismo comprobó en el régimen económico, Sismondi ignora estas contradicciones económicas, y convierte su razonamiento en una " inocente expresión de deseos" totalmente inconsistente. En lugar de confrontar esta institución, que beneficia, según él, a un pequeño grupo, con la situación oue este grupo ocupa en el conjunto de la economía del país y con los intereses del mismo, lo hace con su concepción abstracta del "bien general". Vemos, en consecuencia, que al contrario de lo que afirma Efrussi, Sismondi aisla precisamente los fenómenos económicos de los restantes (puesto que considera el proteccionismo desvinculado del régimen economía), el no comprende, en absoluto, la relación que existe entre los hechos económicos y los político-sociales. El pasaje que reprodujimos contiene todo lo que él puede dar, en calidad de teórico, sobre el problema del proteccionismo: el resto no es más que repetición. "Es dudoso que los gobiernos comprendan bien a qué precio están comprando esa ventaja fel desarrollo de la manufactura] v los tremendos sacrificios que imponen a los consumidores" (I, 442-443). "Los gobiernos de Europa quisieron violentar a la naturaleza" (faire víolence á la nature). ¿A qué naturaleza se refiere? ¿No será la naturaleza del capitalismo la que es " violentada" por el proteccionismo? "Se ha obligado así a la nación, en cierta medida [en quélque sorté], a una actividad falsa" (I, 448). "Algunos gobiernos llegan inclusive a pagar a sus comerciantes para permitirles vender más barato; cuanto más extraño y contrario a los cálculos más simples era este sacrificio, en mavor grado se lo atribuía a razones de alta política [... ] Los gobiernos pagan a sus comerciantes a expensas de sus subditos" (I, 421), etc., etc. [Estos son los razonamientos que nos sirve Sismondi! En otras nartes, como haciendo deducciones de dichos razonamientos, califica al capitalismo de "artificial", de "implantado" (I, 379, opulence factice), "de invernáculo" (II, 456), etc. Comienza por sustituir el análisis de las contradicciones existentes por una expresión de inocentes deseos, y llega a la deformación directa de la realidad para aue ésta corresponda a dichos deseos. Resulta así que la industria capitalista, a la cual se "estimula" con tanto celo, es débil, carece de base, etc., no desempeña un papel predominante en la economía del país y, en consecuencia, dicho papel pertenece a la pequeña producción, etc. El hecho indudable e indiscutible de que el proteccionismo debe su aparición únicamente a un régimen económico determinado y a determinadas contradicciones propias de este régimen, y de que expresa intereses reales de una clase real que desemneña el papel preponderante en la economía nacional, ¡es reducido a la nada y aun trasformado en su contrario mediante unas cuantas frases sentimentales! Vaya otra pequeña muestra (a propósito del proteccionismo en la agricultura, I, 265. capítulo relativo a las leyes sobre cereales):
"Los ingleses nos presentan sus grandes granjas como único medio para mejorar la agricultura, es decir, para obtener la mayor abundancia de productos agropecuarios a bajo precio, y he aquí que, al contrario, los producen más caros"...
¡Este pasaje, que muestra con tanto relieve la manera de razonar de los románticos, asimilada en su totalidad por los populútas rusos, es notablemente característico! El desarrollo de las grandes granjas y el progreso técnico que son inseparables se representan como un sistema instituido deliberadamente: los ingleses (es decir, los economistas ingleses) lo presentan como el único posible perfeccionamiento de la agricultura. Sismondi quiere decir que también "podrían existir" otros medios para levantar la agricultora; una vez más, "podrían existir" en no se sabe qué sociedad abstracta, y no en la sociedad real de un período histórico determinado, "sociedad" basada en la economía mercantil, de la que hablan los economistas ingleses y de la que también debería hablar Sismondi. "Mejorar la agricultura, es decir, procurarse [¿ procurar para la nación?] mayor abundancia de productos." Nada de "es decir". El mejoramiento de la agricultura y el de las condiciones de alimentación de las masas, en modo alguno son la misma cosa: la falta de coincidencia de estos dos factores no sólo es posible, sino inevitable en el régimen económico del que Sismondi quiere desembarazarse tan atanosamente. Por ejemplo: el aumento de la siembra de papa puede significar una elevación de la productividad üel trabajo en la agricultura (cultivo de plantas de raices y tubérculos alimenticios y forrajeros) y un aumento del sobrevalor, a la par que un empeoramiento de la alimentación de los obreros. Desembarazarse por medio de frases, de las contradicciones de la vida real, sigue siendo el modo de ser de un populista ... perdón, de un romántico.
"En realidad-continúa siismondi-, esos granjeros son tan ricos, y tan inteligentes, están tan bien apoyados [secondés] por todo el progreso de las ciencias, sus caballos de tiro son tan .bellos, sus cercos tan sólidos, y sus campos tan limpios de malezas, que no pueden competir con el miserable campesino polaco embrutecido por la esclavitud, ignorante, que no encuentra otro refugio que la ebriedad y cuya agricultura se encuentra aún en la intancia del arte. El cereal recolectado en la parte central de Polonia, después de haber pagado los gastos de un trasporte de vanos centenares de leguas por vía fluvial, por tierra y por mar, y de haber abonado aranceles en concepto de importación del 30 y hasta el 40 por ciento de su valor, es de todos modos más barato que el cereal de los más ricos condados de Inglaterra" (I, 256). "Este contraste confunde a los economistas ingleses." Ellos lo atribuyen a los impuestos, etc. Pero la causa no es esa. "El propio sistema de explotación es malo, pues tiene una base peligrosa [...] Recientemente fue presentado a nuestra admiración por todos los escritores, peíO debemos, al contrario, conocerlo bien para evitar imitarlo" (I, 266).
¿Verdad que resulta infinitamente ingenuo este romántico que presenta el capitalismo inglés (y su sistema de granjas agrícolas) como un sistema erróneo imaginado por los economistas, y que se figura que "la confusión" de los economistas que cierran los ojos sobre las contradicciones del sistema de las granjas, es un argumento suficiente contra los granjeros? ¡Cuan superficial resulta su comprensión, que busca explicar los procesos económicos, no por los intereses de los diversos grupos, sino por los extravíos de los economistas, escritores y gobiernos! ¡El bueno de Sismondi quiere exhortar y avergonzar a los granjeros ingleses, y con ellos a los del continente, para que no "imiten" estos "malos" sistemas!
Pero no olviden que todo esto fue escrito hace 70 años, que Sismondi observaba los primeros pasos de fenómenos completamente nuevos entonces. Su ingenuidad es aun perdonable, pues también los economistas clásicos (sus contemporáneos) consideraban estos fenómenos nuevos con no menor ingenuidad, como producto de las eternas y naturales propiedades de la naturaleza humana. Mas preguntamos: en sus "objeciones" contra el capitalismo que se desarrolla en Rusia, ¿nuestros populistas han agregado algo, así fuese una sola palabrita original, a los argumentos de Sismondi?
De manera que sus razonamientos sobre el proteccionismo demuestran que el punto de vista histórico le es completamente ajeno. Que, por el contrario, razona como lo hacían los filósofos y los economistas del siglo xvui, en forma completamente abstracta, diferenciándose de ellos sólo en que considera normal y natural, no la sociedad burguesa, sino la de los pequeños productores independientes. Por eso no comprende, en absoluto, la relación del proteccionismo con un régimen económico determinado, y se zafa de esta contradicción en el terreno político-social con las mismas frases sentimentales sobre lo "falso", la "peligrosidad", el error, la irracionalidad, etc., que había empleado para desembarazarse también de las contradicciones en la vida económica. Y por eso presenta de manera extremadamente superficial la cuestión del proteccionismo y del freetrade[61] como problema del camino " falso" o "verdadero" (es decir, de acuerdo con su terminología, como problema del camino capitalista o no capitalista).
La teoría moderna desenmascaró por completo estos errores, mostrando que el proteccionismo está ligado a un régimen histórico determinado de la economía social, a los intereses de la clase dominante en este régimen y que recibe el apoyo de los gobiernos. Dicha teoría demostró que el problema del proteccionismo y del librecambio es una cuestión entre empresarios (a veces entre empresarios de diferentes países, y otras entre diversos sectores de empresarios de un mismo país).
Si comparamos la actitud de los economistas populistas con estos dos puntos de vista sobre el proteccionismo, comprobamos que también en esta cuestión comparten íntegramente el punto de vista de los románticos, puesto que consideran el proteccionismo, no en relación con un país capitalista, sino con no se sabe qué país abstracto, con "consumidores" tout court, declarando que se trata de un apoyo "erróneo" e "irracional", de un capitalismo "de invernáculo",, etc. Por ejemplo, en el asunto de la supresión de los derechos a la importación de máquinas agrícolas, que provoca un conflicto entre los empresarios industriales y agrícolas, los populistas, desde luego, se pronuncian enteramente a favor de los... empresarios rurales. No queremos decir que no tengan razón. Pero es una cuestión de hecho, una cuestión del momento histórico dado; de cuál es la fracción de empresarios que expresa mejor los intereses generales del desarrollo del capitalismo. Y aun cuando los populistas tengan razón, no es, desde luego, porque la imposición de derechos aduaneros signifique un "apoyo artificial al capitalismo", y su supresión un apoyo a la industria popular " tradicional"; sino simplemente porque el desarrollo del capitalismo en la agricultura (que necesita máquinas), al acelerar la extinción de las relaciones medievales en el campo y la creación de un mercado interior para la industria, determina un desarrollo más amplio, libre y rápido del capitalismo en general.
Prevemos una objeción por haber colocado a los populistas, en esta cuestión, entre los románticos. Quizá se nos diga que en esto habría sido necesario exceptuar al señor N.-on, quien dice expresamente que el problema del librecambio y del proteccionismo es propio del capitalismo; y lo repite en más de una oportunidad, inclusive con "citas"... ¡Sí, si, el señor N.-on inclusive se apoya en citasl Pero si se nos mostrase este pasaje de sus Reseñas, nosotros mostraríamos otros donde declara que sostener el capítalismo es "implantarlo" (¡y esto en Balances y conclusiones! , págs. 331, 323 y también 283); donde explica el estímulo al capitalismo como "un funesto extravío", debido a que "hemos perdido de vista", "hemos olvidado", "nos han oscurecido", etc. (pág. 298). ¡Compárese con Sismondi! ¿De qué manera concuerda esto con la afirmación de que el apoyo al capitalismo (premios a la exportación) es "una de las múltiples contradicciones de que está llena nuestra vida económica[62] ; y que, como todas las demás, debe su existencia a la forma que adopta toda la producción"? (pág. 286). Nótese bien: ¡ toda la producción! Preguntamos a cualquier hombre imparcial: ¿cuál es el punto de vista de este autor para quien es una "aberración" el apoyo dado a "la forma que adquiere toda la producción"? ¿Es el punto de vista de Sismondi o el de la teoría científica? También aquí "las citas" del señor N.-on (del mismo modo que en las cuestiones antes analizadas), son apenas intercalaciones torpes y ajenas aj texto, que no expresan de manera alguna que el autor esté convencido de que son aplicables a la realidad rusa. Cuando el señor N.-on "cita", no hace más que utilizar la teoría moderna como pantalla para inducir en error a los lectores. Es un traje de "realista" mal puesto, tras el cual se esconde un romántico[63] de pura cepa.
Conocemos ya las principales, tesis de Sismondi que son del dominio de la economía teórica. En resumen, vemos que permanece incondioionalmente fiel a sí mismo en todo, que su punto de vista es invariable. Se diferencia de los clásicos en todos los puntos porque señala las contradicciones del capitalismo. Esto, por una parte. Por otra, sobre ningún punto puede (ni tampoco quiere) llevar más lejos el análisis de los clásicos, y por eso se limita a realizar una crítira sentimental del cauí'tnlismo rl^sde el pnnto de vista pequeñoburgués. Tal sustitución del análisis científico por quejas v lamentaciones sentimentales, hace extraordinariamente superficial su concepción. Teniendo en cuenta las contradicciones del capitalismo que Sismondi había señalado, la teoría moderna las sometió también al análisis científico y llegó, en todos los puntos, a conclusiones que divergen radicalmente de las de Sismondi, y que, en consecuencia, conducen a encarar el capitalismo desde un punto de vista diametralmente opuesto al suvo.
En Crítica de alguna," tesis de la economía política (Zur Kritík [64], trad. rusa, Moscú, 1896) se caracteriza de la siguiente manera el lugar que ocupa Sismondi en la historia de la ciencia:
"Sismondi se ha liberado de la noción de Boisguillebert, según la cual el trabajo creador de valor de cambio, será falsificado por el dinero, pero, como Boisguillebert denunciaba el dinero, él denuncia al gran capital industrial" (pág. 36).
El autor quiere decir: así como Boisguillebert consideraba superficialmente el intercambio de mercancías como un régimen natural, v se rebelaba contra el dinero, en el que veía "un elemento extraño" (ibíd., pág. 30), así Sismondi consideraba la pequeña producción como un régimen natural, y se rebelaba contra el gran capital, en el cual veía un elemento extraño, Boisguillebert no comprendía el vínculo indisoluble y natural del dinero con el intercambio de mercancías: no comprendía que estaba oponiendo, considerándolas elementos extraños, dos formas "del trabajo burgués" (ibíd., 30-31). Sismondi no comprendía el vínculo indisoluble y natural del gran capital con la pequeña producción independiente; no comprendía que se trataba de dos formas de la economía mercantil. "Al rebelarse contra el trabajo burgués bajo una de sus formas", Boisguillebert "lo alaba en cambio como utopía bajo otra" (ibíd.). Al rebelarse contra el gran capital, es decir, contra la economía mercantil, en una de sus formas, precisamente, o la más desarrollada, Sismondi procede como un utopista y exalta al pequeño productor (en particular al campesino), es decir, a la economía mercantil bfn'o otra de sus formas, su forma embrionaria.
"Si con Ricardo-continúa el autor de la Crítica- la economía política extrae sin contemplaciones su última consecuencia y encuentra así su conclusión, Sismondi completa este resultado formulando las dudas de la misma" (pág. 36).
Así, el autor de la Crítica reduce la importancia de Sismondi al hecho de que suscitó el problema de las contradicciones del capitalismo, y de esta manera planteó la tarea de su posterior análisis. El autor citado considera todas las concepciones independientes de Sismondi, quien también quiso responder a esta cuestión, como no científicas, superficiales, reflejos de su punto de vista pequeñob'irgués reaccionario (ver los juicios citarlos, y uno que reproducimos más adelante, con motivo de una "cita" de Efrussi).
Si comparamos la doctrina de Sismondi con la de los populistas, vemos en casi todos los puntos (salvo la negación de la teoría de la renta de Ricardo y las prédicas malthusianas a los campesinos) una sorprendente identidad, que a veces llega hasta el uso de las mismas expresiones. Los economistas populistas comparten íntegramente el punto de vista de Sismondi. Nos convenceremos aun más de ello, cuando pasemos de la teoría a las concepciones de Si^mondi sobre las cuestiones prácticas.
Por último, en cuanto a Efrussi, no dio en ninguna parte una apreciación correcta de Sismondi. Al señalar que subravó y condenó las contracciones del capitalismo, Efrussi no comprendió, en absoluto, que su teoría se diferencia con claridad de la del materialismo científico, ni que la concepción romántica es diametralmente opuesta a la concepción científica del capitalismo. La simpatía del populista por el romántico y su conmovedora unanimidad, han impedido al autor de los artículos de Rússkoie Bogatstvo caracterizar de modo correcto a ese representante clásico del romanticismo en la ciencia económica.
Acabamos de citar una apreciación sobre Sismondi en que dice que "expresa las dudas que [la economía política clásica] tiene de sí misma".
Pero Sismondi no pensaba limitarse a semejante papel (que le asegura un lugar honroso entre los economistas). Como hemos vifto, trataba de resolver esas dudas, aunque lo hizo con muy poco resultado. Es más, acusaba a los clásicos y a su ciencia, no por haberse detenido ante el análisis de las contradicciones, sino porque habían seguido métodos erróneos. "La vieja ciencia no nos enseña a comprender, ni a prevenir" las nuevas calamidades (I, XV), dice en el prólogo a la segunda edición de su libro, explicando esto, no porque el análisis de esta ciencia sea incompleto e inconsecuente sino porque se había "entregado a las abstracciones" (I, 55: los nuevos discípulos de A. Smith en Inglaterra se lanzaron [fe sont jetes] a las abstracciones, y se olvidaron del "hombre") y "sigue un camino falso" (II, 448). ¿Pero entonces cuáles son esas acusaciones de Sismondi a los autores clásicos que lo autorizan a sacar semejante conclusión?
"Los más célebres economistas prestaban muy poca atención al consumo y a la salida de las mercancías" (II, 124).
Esta acusación se repitió, desde los tiempos de Sismondi, innumerables veces. Se consideraba necesario diferenciar "el consumo" de la "producción", como rama especial de la ciencia; se decí'í que la producción obedecía a leyes naturales, mientras que el consumo es determinado por la distribución, que depende de la voluntad de los hombres, etc., etc. Sabemos que nuestros populistas comparten las mismas ideas, y ponen en primer plano la distribución. [65]
¿Y qué sentido tiene, pues, esta acusación? Se basa sólo en una concepción completamente anticientífica de la economía política, que no tiene por objeto, de manera alguna, como se dice con frecuencia, "la producción de valores materiales" (este es el objeto de la tecnología), sino las relaciones sociales entre los hombres en el proceso de la producción. Sólo si se concibe "la producción" en el primer sentido, es posible disociarla de "la distribución"; en este caso, en el "rubro" dedicado a la producción figurarán categorías que se refieren al proceso del trabajo en general, en lugar de categorías de formas históricamente determinadas de la economía social: habitualmente, tales trivialidades que no tienen sentido no sirven más que para oscurecer después las condiciones históricas y sociales. (Ejemplo: la noción de capital). Pero si consideramos lógicamente la "producción" como expresión de las relaciones sociales en el proceso de la producción, entonces tanto la "distribución" como el "consumo" perderán toda significación independiente. Aclaradas las relaciones establecidas en la producción, queda aclarada con ello la parte del producto que corresponde a cada clase y, por consiguiente, también "la distribución" y "el consumo". Y viceversa: cuando quedan sin aclarar las relaciones de producción (por ejemplo, cuando no se entiende el proceso de* la producción del capital social en su conjunto), todos los razonamientos sobre el consumo y la distribución se trasforman en trivialidades, o en expresión de inocentes deseos románticos. Sismondi fue el primero en hacer semejantes comentarios. Rodbertus también habló mucho sobre 'la distribución del producto nacional", y las autoridades "modernas" de Efrussi llegaron inclusive a fundar "escuelas" especiales, uno de cuyos principios era dar preferente atención a la distribución[66]. Y todos esos teóricos de "la distribución" y del "consumo" no supieron resolver siquiera el problema básico de la diferencia entre ei capital social y la renta social; siguieron debatiéndose en las contradicciones ante las cuales se había detenido A. Smith [67]. Este problema pudo resolverlo sólo un economista que nunca hizo de la distribución una cuestión aparte, que protestaba enérgicamente contra los razonamientos "vulgares" acerca de "la distribución" (véase las observaciones de Marx al programa de Gotha, citadas por P. Struve en sus Notas críticas, pág. 129, epígrafe al cap. IV) [68] . Más aun. La propia solución del problema residía en el análisis de la reproducción del capital social. El autor no hizo una cuestión aparte ni de la distribución ni del consumo; como llevó hasta el final el análisis de la producción, quedaron completamente aclaradas ambas cosas, por sí solas.
"El análisis cientííico del modo capitalista de producción demuestra que [...] las relaciones de distribución son esencialmente idénticas a las de producción, constituyen el reverso de estas últimas, pues tanto unas como otras presentan el mismo carácter histórico transitorio". "El salario presupone el trabajo asalariado, y la ganancia el capital. Estas formas concretas de distribución presuponen, en consecuencia, determinados caracteres [Charaktere] sociales en cuanto a las condiciones de producción, y relaciones sociales determinadas de los agentes de producción. Las relaciones concretas de distribución son, pues, simplemente la expresión histórica de determinadas relaciones de producción [... ] cada forma de distribución desaparece al desaparecer la forma determinada de producción a la que corresponde y de la cual emana".
"La teoría que sólo considera como históricas las relaciones de distribución pero no las de producción, es, por una parte, el punto de vista de la crítica ya iniciada, pero tímida aún [inconsecuente, befangen], de la economía burguesa. Por otra parte, está basada en la confusión e identificación del proceso social de la producción con el simple proceso del trabajo, tal como la realizaría una persona artificialmente aislada, sin la menor ayuda de la sociedad. Como el proceso de trabajo es sólo un proceso entre el hombre y la naturaleza, sus elementos simples son iguales en todas las formas sociales del desarrollo. Pero cada forma histórica concreta de este proceso sigue desarrollando las bases materiales y sus formas sociales." (El capital, t. III, 2, págs. 415 419, 420, del original alemán). [69]
No le ha ido mejor a Sismondi en sus ataques de otro género contra los clásicos, ataques que ocupan mayor lugar en sus Nouveaux Príncipes. "Los nuevos discípulos de A. Smith en Inglaterra se han lanzado a las abstracciones, y se olvidaron del hombre"... (I, 55). Para Ricardo, "la riqueza es todo y los hombres nada son" (II, 331). "Ellos [los economistas que abogan por el libre comercio] sacrifican a menudo a los hombres y los intereses reales en aras de una teoría abstracta" (II, 457), etc.
¡Qué viejos son estos ataques, y al mismo tiempo qué nuevos! Me refiero aquí a los populistas que los han renovado, levantando tanto ruido con motivo del reconocimiento abierto de que el desarrollo capitalista de Rusia es su desarrollo efectivo, real e inevitable. ¿Acaso no repetían lo mismo en todos los tonos cuando vociferaban sobre la "apología del poder del dinero", sobre el "espíritu social burgués", etc.? [70] Pues a ellos, en grado mucho mayor que a Sismondi, puede aplicárseles la objeción hecha a la crítica sentimental del capitalismo en general: Man shreie nicht zu sehr über den Zynismus! Der Zynismus liegt in der Sache, nicht in den Worten, welche dio Sache bezeichnen! (¡No griten tanto sobre el cinismo! ¡El cinismo no reside en las palabras que describen la realidad sino en la realidad misma!).
"En grado mucho mayor aun", decimos nosotros. Porque los románticos de Europa occidental no tenían ante sus ojos el análisis científico de las contradicciones del capitalismo; porque ellos fueron los primeros en señalarlas; porque fulminaban "(con palabras lastimosas", por lo demás) a los hombres que no veían esas contradicciones.
Sismondi se descarga sobre Ricardo porque éste, con una franqueza despiadada, extrajo todas las conclusiones de los hechos que había observado y estudiado en la sociedad burguesa: señaló abiertamente tanto la existencia de la producción por la producción, como la trasformación de la fuerza de trabajo en mercancía, considerada como otra mercancía cualquiera; y el hecho de que "para la sociedad" sólo era importante la renta pura, es decir el volumen del beneficio[71]. Pero Ricardo decía la pura verdad: en la realidad, todo sucede precisamente así. Y si esta verdad le parecía "baja" a Sismondi, no habría debido buscar la causa de esa bajeza en la teoría de Ricardo, ni atacar, de manera alguna, esas "abstracciones"; sus exclamaciones dirigidas contra Ricardo pertenecen íntegramente al dominio "del engaño que nos enaltece".
¿Y nuestros románticos actuales? ¿Piensan negar la realidad del "poder del dinero"? ¿Piensan negar que ese poder es omnipotente, no sólo entre la población industrial, sino también entre la población agrícola, en toda "comunidad campesina", en toda aldehuela perdida? ¿Piensan negar la inevitabilidad de la vinculación de este hecho con la economía mercantil? No, ni intentan ponerlo en duda. Simplemente procuran no hablar de ello. Temen llamar las cosas por su verdadero nombre.
Y nosotros comprendemos muy bien su temor: el reconocimiento franco de la realidad privaría de toda base a la crítica sentimental (populista) del capitalismo. No es de extrañar que se lancen al combate con tanto apasionamiento, sin haber tenido tiempo siquiera de limpiar las armas herrumbradas del romanticismo. No es de extrañar que no elijan los medios y quieran presentar la hostilidad hacia la crítica sentimental, como hostilidad contra la crítica en general. Pues están luchando por su derecho a la existencia.
Sismondi intentó inclusive erigir su crítica sentimental en método especial de ciencia social. Ya vimos que no reprochaba a Ricardo porque su análisis objetivo se hubiese detenido ante las contradicciones del capitalismo (este reproche habría sido fundado), sino precisamente porque dicho análisis era objetivo. Decía que Ricardo "se olvida del hombre". En el prefacio a la segunda edición de Nouveaux Principes, encontramos el siguiente párrafo:
"Considero necesario protestar contra los métodos habituales, con frecuencia tan superficiales, con frecuencia tan falsos, con que se juzga una obra que trata de ciencias sociales. El problema que se propone resolver es mucho más complicado que los que nacen de las ciencias naturales; y al mismo tiempo, se dirige al corazón más que a la razón" (I, XVI). ¡Cuan familiares son al lector ruso estas ideas sobre la oposición existente entre las ciencias naturales y sociales, que se dirigen, estas últimas, al "corazón"! [72] Sismondi exterioriza anuí los mismos pensamientos que algunos decenios más tarde serían nuevamente "redescubiertos" en el extremo oriente de Europa por la "escuela rusa de sociólogos" y que figurarían como un singular "método subjetivo en sociología"... Apela, desde luego-al ieual que nuestros sociólogos nacionales-"al corazón y, al mismo tiempo, a la razón" [73]. Pero ya hemos visto de qué manera "el corazón" del pequeño burgués triunfaba, en los problemas más importantes, sobre "la razón" del economista teórico.
La exactitud de la apreciación que hemos dado aquí del sentimental Sismondi y de su actitud respecto del científicamente "objetivo" Ricardo, es confirmada por completo por el juicio de Marx en el segundo tomo de Teorías de la plusvalía, aparecido en 1905 (Theorien über den Mehrwert, II, B., I. T., S. 304 u. ff. Bemerkungen über die Geschichte der Entdeckung des sogenannten Ricardoschen Gesetzes [75]). Oponiendo Ricardo, como hombre de ciencia, a Malthus, a quien considera un miserable plagiario, abogado a sueldo de los potentados y sicofante desvergonzado, Marx dice:
"Ricardo refuta el modo de producción en general, como el más conveniente para la creación de riqueza, y para su época tiene razón. Quiere la producción por la producción misma, y está en lo justo. Quien pretenda afirmar, como han hecho algunos adversarios sentimentales de Ricardo, que la producción como tal no constituye un fin, olvida que la producción por la producción misma no significa sino el desarrollo de las fuerzas productivas humanas, o sea, el desarrollo de la riqueza de la naturaleza humana, como fin en sí. Quienes, como Sismondi, contraponen a este fin el bienestar del individuo, sólo afirman en realidad que se debe frenar el desarrollo de la especie para asegurar el del ser humano; que, por ejemplo, no se debería aceptar ninguna guerra, ya que en todas las guerras perecen indefectiblemente muchas personas. Sismondi tiene razón solamente en lo que se refiere a los economistas que pretenden paliar o negar este antagonismo". (S. 309). Desde su punto de vista, Ricardo tiene todo el derecho de comparar a los proletarios con las máquinas, con las mercancías, en la producción capitalista. " Es ist dieses stoisch, objektiv, uñssenschaftlich." "(Esto es estoico, objetivo, científico") (S. 313). Se comprende que este juicio es válido sólo para una época determinada, a comienzos del siglo XIX.
Ya nos hemos ocupado suficientemente de la "razón" de Sismondi. Veamos ahora más de cerca su "corazón". Tratemos de coordinar todo lo que sabemos de su punto de vista (que hasta este momento hemos estudiado sólo como elemento relacionado con las cuestiones teóricas), de su actitud frente al capitalismo, de sus simpatías sociales, de su manera de entender los problemas " político-sociales" de la época en que le tocó actuar.
El rasgo distintivo de la época en que escribía Sismondi fue el rápido desarrollo del cambio (de la economía monetaria, para emplear la terminología moderna), que se evidenció de manera particularmente aguda después de la destrucción de los vestigios del feudalismo por la revolución francesa. Sismondi condenaba francamente ese desarrollo y la intensificación del cambio, atacaba "la competencia funesta" y exhortaba "al gobierno a defender a la población contra los efectos de la competencia" (ch. VIII, 1. VII), etc. "Los cambios rápidos echan a perder las buenas costumbres del pueblo. En la preocupación constante por una venta conveniente no se puede evitar la tentativa de pedir precios exorbitantes y de engañar, y cuanto más difícil es la existencia para el que vive de cambios constantes, tanto más se halla expuesto a la tentación de emplear el engaño" (I, 169). ¡Hacía falta tal ingenuidad para denunciar la economía monetaria como lo hacen nuestros populistas! "... La riqueza comercial es sólo la segunda en importancia en el orden económico; y la riqueza territorial [territoríale], que provee los medios de subsistencia, debe ponerse primera en orden de importancia. Toda esta clase numerosa que vive del comercio debe percibir parte de los productos de la tierra sólo en el caso en que éstos existan; ella [esta clase] debe desarrollarse sólo en la medida, en que crezcan también dichos productos" (I, 322-323). El señor N.-on que llena con sus quejas páginas enteras porque el crecimiento del comercio y de la industria se adelanta con respecto al de la agricultura, ¿habrá dado siquiera un solo paso hacia adelante en relación con este romántico patriarcal? Estas quejas de un romántico y de un populista son sólo testimonio de su completa incomprensión de la economía capitalista. ¿Puede existir un capitalismo en el cual el desarrollo del comercio y de la industria no se adelante al de la agricultura? El crecimiento del capitalismo es el crecimiento de la economía mercantil, es decir, de la división social del trabajo, que una tras otra arranca de la agricultura las diversas formas de elaboración de la materia prima, originariamente vinculada a su obtención, elaboración y consumo, dentro de una única economía natural. Por ello, en todas partes y siempre, el capitalismo significa un desarrollo más rápido del comercio y de la industria en comparación con la agricultura; un aumento más rápido de la población comercial e industrial, un peso y significación mayores del comercio y de la industria dentro del réóimen general de la economía social [76]. No puede ser de otra manera. Y el señor N.-on al repetir semejantes lamentaciones, prueba una vez más que sus concepciones económicas no han ido más allá de un romanticismo superficial y sentimental. "Ese espíritu irracional de empresa [esprit d'entreprise], ese exceso de toda clase de comercio que provoca una cantidad tan grande de bancarrotas en Estados Uniüos, debe su existencia, sin duda alguna, a la multiplicación de los bancos y a la facilidad con que el crédito falaz está ocupando el lugar de un haber efectivo" (fortune réelle, II, 111), etc., etc. ¿Pero en nombre de qué atacaba Sismondi la economía monetaria (y el capitalismo)? ¿Qué le oponía? La pequeña producción independiente, la economía natural de los campesinos en el campo, los oficios en las ciudades. He aquí lo que dice de la primera, en el capítulo Sobre la economía patriarcal rural (ch. 111, 1. III. De l'exploitation patriarcale. El libro 3 trata de la riqueza "territorial"):
"Los primeros propietarios de tierra fueron ellos mismos labradores, realizaban todos los trabajos del campo con la ayuda de sus hilos y de sus servidores domésticos. Organización social alguna [77] garantiza una mavor dicha y virtud a la clase más numerosa de la población, ni brinda más abundancia [opulence] para todos, ni más estabilidad al orden social [...] En los países donde el agricultor es propietario [oii Je fermier est propriétaire] y donde los productos pertenecen por entero [sans partage] a las mismas personas que han realizado todo el trabajo, es decir, en los países cuya economía agrícola designamos con el nombre de patriarcal, vemos a cpda paso signos del amor del agricultor a la casa que habita, a la tierra que cuida [...] El trabajo mismo constituye pira él un placer [...] En aquellos felices países donde la agricultura es patriarcal, se estudia la naturaleza particular de cada campo, y esos conocimientos se trasmitan de padres a hijos [...] Las grandes granjas, explotadas por los hombres más ricos, podrán elevarse seguramente, por encima de los prejuicios y de la rutina, pero los conocimientos [Tintélligence, es decir, los conocimientos de agricultura] no llegarán hasta aquellos que trabajan solos, y serán mal aplicados [...] La economía patriarcal mejora las costumbres y el carácter de este sector tan numeroso de la nación, sobrp el rual recaen todos los trabajos del campo. La propiedad crea hábitos de orden y de ahorro, la satisfacción diaria refrena la inclinación hacia la gula [gonrmandise] y la ebriedad [... ] Como casi no realiza intercambios más que con la naturaleza, él [el agricultor] tiene menos ocasión que ningún otro obrero industrial de tener que fiarse de la gente y de esgrimir contra ella el arma de la mala fe" (I, 165-170). "Los primeros granjeros fueron antes simples labradores; realizaban con sus propias manos la mayor parte de los trabajos agrícolas; sus iniciativas estaban siempre en relación con las fuerzas de su familia [... ] Pero no dejaron de ser campesinos: ellos mismos conducen el arado [tiennent eux-mémes les comes de leur charrué]; ellos mismos cuidan el ganado en el campo y en el establo, viven al aire libre, habituándose a las fatigas diarias y a la alimentación sobria que forman ciudadanos fuertes y soldados bravos [78]. Casi nunca emplean para trabajar con ellos a obreros jornaleros, sino sólo a servidores domésticos [des domestiques], elegidos siempre entre sus iguales, a los que tratan como iguales, comen en la misma mesa, beben del mismo vino y visten la misma ropa. De esa manera los agricultores con sus servidores no forman más que una clase de campesinos, animados de los mismos sentimientos, compartiendo los mismos placeres, expuestos a las mismas influencias y ligados a la patria por los mismos lazos" (I, 221).
¡He aquí la famosa "producción popular"! Y que no se diga que Sismondi desconoce la necesidad de unir a los productores; dice directamente (véase más adelante) que "desea como ellos [como Fourier, Owen, Thompson y Muiron] las asociaciones" (II, 365). Que no se diga que él aboga precisamente por la propiedad; al contrario, el centro de gravedad, para él, está en la pequeña hacienda agrícola (II, 355), y no en la pequeña propiedad. Se comprende que esta idealización de la pequeña hacienda campesina, revista una forma diferente en otras condiciones históricas y en otro medio. Pero no cabe la menor duda que el romanticismo y el populismo exaltan precisamente la pequeña hacienda campesina.
Sismondi idealiza del mismo modo los oficios primitivos y las corporaciones.
"El zapatero rural, que es al mismo tiempo comerciante, fabricante y trabajador, no confeccionará ni un solo par de zapatos sin haber recibido el correspondiente encargo" (II, 262), mientras que la manufactura capitalista, por no conocer la demanda, puede sufrir un descalabro. "Es indudable tanto desde el punto de vista teórico como del práctico, que el establecimiento de las corporaciones [corps de métier] impedía, y tenía que impedir, la formación de una superpoblación. Es indudable también que esta superpoblación existe actualmente, y que es la resultante necesaria del régimen actual" (I, 431). Podríamos multiplicar semejantes citas, pero dejamos para más tarde el análisis de las recetas prácticas de Sismondi. Por ahora, para penetrar en su punto de vista, nos limitaremos a lo citado. Los razonamientos que hemos reproducido pueden ser resumidos de la manera siguiente: 1) la economía monetaria es condenada porque destruye la prosperidad de los pequeños productores v su acercamiento mutuo (sea el del artesano al consumidor o el del agricultor a otros agricultores iguales a él), 2) se ensalza la pequeña producción porque asegura la independencia del productor y elimina las contradicciones del capitalismo.
Señalemos que estas dos ideas integran el patrimonio esencial del populismo[79] y tratemos de penetrar en su contenido.
La crítica de la economía monetaria por los románticos y por los populistas se reduce a comprobar que engendra el individualismo[80] y el antagonismo (competencia), así como la falta de seguridad del productor y la inestabilidad de la economía social[81]. Empecemos por el "individualismo". Comúnmente se contrapone la unión de los campesinos de una misma comunidad, o de artesanos (o kustares) de un mismo oficio, al capitalismo, que destruye esa unión y la remplaza por la competencia. Este razonnmier.to repite un error típico del romanticismo, que partiendo de las contradicciones del capitalismo niega que representa una forma superior de organización social. ¿Acaso el capitalismo, que destruye los lazos propios de la comunidad campesina, de las corporaciones, de los arteles, etc., no los remplaza por otros? ¿Acaso la eronomía mercantil no es ya un vínculo entre los productores, establecido por el mercado"? [82] El carácter antagónico, pleno de oscilaciones y contradicciones, de este vínculo, no otorga derecho a negar su existencia. Y sabemos que, precisamente, el desarrollo de las contradicciones es el que pone def manifiesto, con vigor creciente, la solidez de ese vínculo, obliga a los diferentes elementos y clases de la sociedad a buscar la unión, no ya en los límites estrechos de una comunidad o de un distrito, sino la unión de todos los representantes de una misma clase en toda la nación y hasta en diferentes Estados. Sólo un romántico puede, desde su punto de vista reaccionario, negar la existencia de estos vínculos y su profunda significación, que se basa en la comunidad del papel desempeñado en la economía nacional y no en intereses territoriales, profesionales, religiosos, etc. Y si semejante razonamiento le ha valido el calificativo de romántico a Sismondi, quien escribía en una época en que la existencia de estos nuevos vínculos engendrados por el capitalismo se hallaba aún en estado embrionario, nuestros populistas merecen con más razón tal calificativo, puesto que en la actualidad, sólo personas completamente ciegas pueden negar la enorme importancia de tales vínculos.
En cuanto a la inseguridad e inestabilidad, etc., no es más que la antigua cantilena de la que ya hemos hablado con motivo del mercado exterior. En ataques de este género se revela también el romántico que condena, temeroso, precisamente aquello que más aprecia en el capitalismo la teoría científica: su tendencia, que le es inherente, el desarrollo; su incontenible tendencia a progresar, la imposibilidad de detenerse o de reproducir los procesos económicos en las mismas proporciones que antes. Sólo un utopista que forja planes fantásticos para hacer extensivas a toda la sociedad las uniones medievales (como la comunidad rural) puede ignorar que "la inestabilidad" del capitalismo es precisamente un inmenso factor de progreso que acelera el desarrollo social, pues atrae a masas de la población, cada vez más considerables, al torbellino de la vida social, las lleva a reflexionar sobre el régimen que gobierna esa vida, las obliga a ser ellas mismas "las forjadoras de su propia felicidad".
Las frases del señor N.-on sobre "la inestabilidad" de la economía capitalista, sobre la falta de proporción en el desarrollo del cambio, sobre la ruptura del equilibrio entre la industria y la agricultura, entre la producción y el consumo, sobre la anomalía de las crisis, etc., atestiguan de manera total que aún comparte íntegramente el punto de vista del romanticismo. Y por ello la crítica del romanticismo europeo corresponde igualmente a su teoría, palabra por palabra. He aquí la prueba:
"Escuchemos al viejo Boisguillebert:
"El precio de las mercancías-dice-debe ser siempre proporcionado, porque sólo este acuerdo mutuo les da la posibilidad en cada momento de ser nuevamente reproducidas [...] Como la riqueza no es otra cosa que ese intercambio continuo entre hombre y hombre, entre empresa y empresa, sería un terrible error buscar las causas de la miseria en otra cosa que no fuera la interrupción de este intercambio, a la que se llega por desviaciones de los precios proporcionados".
Escuchemos también a un economista moderno[83] :
"Una gran ley que se debe aplicar a la producción es la de la proporcionalidad [the law of proportion], que, sola, está en condiciones de preservar la continuidad del valor [...] El equivalente debe ser garantizado [...] Todas las naciones han intentado en diversas épocas, mediante numerosas reglamentaciones y restricciones comerciales, llevar a la práctica esta ley de la proporcionalidad, siquiera en cierto grado. Mas el egoísmo inherente a la naturaleza humana llevó las cosas a tal punto, que todo ese sistema de regulación fue trastornado. Una producción proporcional [proportionale production] es la realización de la verdadera ciencia económico-social. (W. Atkinson, Principies of political economy, London, 1840, págs. 170 y 195) [84] .
¡Futí Troja! [85] Esta justa proporción entre la oferta y la demanda, que vuelve a ser objeto de tantos buenos deseos, ha dejado de existir hace mucho. Se ha convertido en una antigualla. Sólo fue posible en la época en que eran limitados los medios de producción, y el cambio tenía lugar dentro de límites muy restringidos. Con el nacimiento de la gran industria esta justa proporción debía [musste] desaparecer, y la producción tenía que pasar fatalmente, en una sucesión perpetua, por las vicisitudes de prosperidad, depresión, crisis, estancamiento, nueva prosperidad y así sucesivamente.
Los que, como Sismondi, desean retornar a la justa proporcionalidad de la producción y, al mismo tiempo, conservar las bases actuales de la sociedad, son reaccionarios, puesto que para ser consecuentes deberían aspirar también al (restablecimiento de las otras condiciones de la industria de tiempos pasados.
¿Qué es lo que mantenía la producción en proporciones justas, o casi justas? La demanda, que regía la oferta y la precedía. La producción seguía paso a paso al consumo. La gran industria, forzada por el propio carácter; de los instrumentos de que dispone, a producir en una escala cada vez más amplia, no puede aguardar la demanda. La producción precede al consumo, la oferta fuerza la demanda.
"En la sociedad actual, en la industria basada en el cambio individual, la anarquía de la producción, fuente de tanta miseria, es al mismo tiempo la causa del progreso.
"Por eso, una de dos:
"o ustedes quieren las justas proporciones de siglos pasados con los medios de producción de nuestra época, lo cual significa ser a la vez reaccionario y utopista;
"o quieren el progreso sin anarquía: en ese caso, para conservar las fuerzas productivas, es preciso renunciar al cambio individual." (Das Elena der Philosophie, S. 46-48.)
Las últimas palabras se refieren a Proudhon, contra el cual polemiza el autor, y expresan en consecuencia, la diferencia que separa sus puntos de vista, tanto de los de Sismondi como de los de Proudhon. Por cierto que el señor N.-on no ha llegado en todas sus concepciones ni al uno ni al otro [86]. Pero penétrese en el contenido de esta cita. ¿En qué consiste la tesis fundamental del autor citado, la idea fundamental que lo ubica en contradicción inconciliable con sus predecesores? Indiscutiblemente, en que coloca la inestabilidad del capitalismo (comprobada por estos tres escritores) sobre una base histórica y reconoce esta inestabilidad como factor de progreso. En otras palabras: al decir que el carácter mismo de los medios de producción (las máquinas) provoca la tendencia ilimitada a la ampliación de la producción y a la constante anticipación de la oferta a la demanda, reconoce, en primer lugar, que el desarrollo capitalista actual, que se efectúa a través de las desproporciones, crisis, etc., es un desarrollo necesario. En segundo lugar, ve en ese desarrollo elementos de progreso, consistentes en el desarrollo de las fuerzas productivas, en la socialización del trabajo en toda la sociedad, en el aumento de la movilidad y de la conciencia de la población, etc. Con estos dos puntos queda agotada la diferencia que separa al autor de Sismondi y de Proudhon, quienes coinciden con él en señalar "la inestabilidad" y las contradicciones que ésta engendra, y en el sincero deseo de eliminar dichas contradicciones. La incomprensión de que esa "inestabilidad" es un rasgo necesario de todo capitalismo y de la economía mercantil en general, los lleva a la utopía. La incomprensión de los elementos de progreso inherentes a esa inestabilidad, torna reaccionarias sus teorías[87].
Y ahora proponemos a los señores populistas que nos contesten la siguiente pregunta: ¿comparte el señor N.-on la opinión de la¡ teoría científica en lo que se refiere a los dos puntos señalados? ¿Reconoce la inestabilidad como una propiedad del régimen y del desarrollo actuales? ¿Reconoce los elementos de progreso en esa inestabilidad? Todos saben que no; que el señor N.-on, por el contrario, declara que esa "inestabilidad" del capitalismo es una simple anormalidad, una desviación, etc.; la considera una decadencia, una regresión (ver más arriba: " destruye la estabilidad"); inclusive idealiza el estancamiento económico (recuérdese: "los pilares seculares", "los principios santificados por los siglos", etc.), cuya destrucción es precisamente el mérito histórico del capitalismo "inestable". Por ello, es claro que teníamos toda la razón cuando ubicamos a N.-on entre los románticos, y que ninguna "cita" ni "referencia" de su parte modifica ese carácter de sus propios razonamientos.
Más abajo nos detendremos una vez más en esa " inestabilidad" (a propósito de la actitud hostil del romanticismo y del populismo con respecto a la disminución de la población rural en beneficio de la industria); por el momento citaremos un pasaje de Crítica de algunas tesis de la economía política, dedicado al análisis de los ataques sentimentales contra la economía monetaria.
"Estos caracteres sociales determinados [el del vendedor y el del comprador] no emanan del individuo en general, sino de las relaciones de cambio entre los hombres que fabrican sus mercancías. Dichas relaciones no son individuales por cuanto el comprador y el vendedor entran en relación porque su trabajo no es individual y sólo porque éste como trabajo individual se trasforma en dinero. Y por ello, es también absurdo considerar estos caracteres económicos burgueses de vendedor y comprador como formas sociales eternas de la individualidad humana, ya que sería incorrecto deplorarlas como causa de la destrucción de esa individualidad.
"El siguiente extracto del libro de Isaac Pereire: Legons sur l'tndustrie et les finances, París, 1832 [88], muestra cómo, inclusive la forma más superficial del antagonismo, que se manifiesta en la compra y en la venta, lastima a las almas nobles. La circunstancia de que el mismo Isaac, en su calidad de inventor y dictador del Crédit mobilier [89], haya adquirido la triste fama de lobo de la Bolsa de París, es una muestra del contenido del libro citado, además de la crítica sentimental de la economía. El señor Pereire, en ese tiempo apóstol de Saint-Simon, dice: 'Debido a que los individuos se hallan aislarlos, separados los unos de los otros, tanto en la producción romo en el consumo, existe entre ellos el intercambio de los productos que fabrican. De la necesidad del cambio se deriva la de determinar el valor relativo de los objetos. De esta manera, las ideas del valor y del cambio se hallan vinculadas intimamente entre sí, y en su forma actual las dos expresan el individualismo y el antagonismo [...] Es posible determinar el valor de los productos sólo porque existe venta v compra, o, en otras palabras: antagonismo entre diferentes miembros de la sociedad. Corresponde preocuparse del precio, del valor, sólo donde existe compra y venta; en una palabra: donde todo individuo tiene una lucha para obtener los obietos que son necesarios para el sostenimiento de su existencia" (obra citada, pág. 68).
Se preguntará: ¿en oué consiste, en este caso, el sentimentalismo de Pereire? Éste habla sólo del individualismo, del antagonismo, de la lucha, que son inherentes al capitalismo; dice lo mismo oue en los más diversos tonos dicen nuestros populistas y parecería que dijeran la verdad, poroue "el individualismo, el antafonsimo y la lucha" son en verdad atributos inevitables del cambio, de la economía, mercantil. El sentimentalismo consiste en oue este partidario de Saint-Simon, llevado por su critica de las contradicciones del capitalismo, no ve detrás de dichas contradicciones el hecho de que el cambio también expresa una forma especial de la economía, social y que, en consecuencia, no sólo severa (esto es cierto sólo en relación con las asociaciones medievales que el capitalismo destruye), sino que también une a los hombres, obligándolos a entrar en relaciones mutuas a través del mercado. [90]
Precisamente esta comprensión superficial, provocada por el entusiasmo en "demoler" el capitalismo (desde el punto de vista utópico), es la que ha dado motivo al autor citado para calificar de sentimental la crítica de Pereire.
¿Mas qué nos importa Pereire, apóstol desde hace mucho olvidado del no hace menos tiempo olvidado saintsimonismo? ¿No sería mejor que nos refiriéramos al moderno "apóstol" del populismo?
"La producción [...] ha perdido su carácter popular y adquirió un carácter individual, capitalista" (el señor N.-on, Reseñas, págs. 321-322).
Obsérvese cómo razona este romántico disfrazado: "la producción popular adquirió un carácter individual". Y como por " producción popular" el autor entiende la comunidad rural[91], se trataría de la decadencia del carácter social de la producción, de una limitación de la forma social de la producción.
¿Es esto exacto? La "comunidad" organizaba (si es que lo hacía; por lo demás estamos dispuestos a hacer toda clase de concesiones al autor) la producción en el marco de cada comunidad únicamente, la cual estaba aislada de todas las demás. El carácter social de la producción abarcaba sólo a los miembros de una comunidad [92]. El capitalismo, en cambio, va confiriendo carácter social a la producción en todo el Estado. "El individualismo" es la destrucción de los vínculos sociales; pero el que las destruye es el mercado, que crea en su lugar vínculos entre masas de individuos no ligados por la comunidad, ni por el estamento, ni por la profesión, ni por el estrecho distrito en que se ejerce el oficio, etc. Los vínculos creados por el capitalismo se manifiestan en forma de contradicciones y antagonismos; por esta razón nuestro romántico no quiere verlos (aun cuando la comunidad, como organización de producción, jamás existió sin otras formas de contradicciones y antagonismos, inherentes a los viejos modos de producción). Su punto de vista utópico hace que su crítica del capitalismo sea una crítica sentimental.
La idealización de la pequeña producción nos revela otro rasgo característico de la crítica romántica y populista: su carácter pequeñoburgués. Hemos visto cómo el romántico francés y el romántico ruso trasforman, de manera idéntica, la pequeña producción en una "organización social", en una "forma de producción", oponiéndola al capitalismo. Vimos también que esta oposición nada encierra en sí misma, salvo una comprensión muy superficial; aisla artificial y falsamente una forma de la economía mercantil (el gran capital industrial), y la condena, idealizando de manera utópica otra forma de la misma economía mercantil (la pequeña producción). La desgracia, tanto de los románticos europeos de comienzos del siglo xrx como la de los románticos rusos de fines de siglo, consiste en que inventan cierta pequeña explotación abstracta al margen de las relaciones sociales de producción y pasan por alto un insignificante detalle: que esa o^nueña explotación, la del continente europeo de los años 1820-1830 ó la hacienda campesina rusa de los años 1890-1900, existe, en realidad, en las condiciones de la producción mercantil. En la práctica, el pequeño productor ensalzado por los románticos y los porjulistas no es más que un pequeño burgués que se encuentra con las mismas relaciones contradictorias que los otros miembros de la sociedad capitalista, y lucha como ellos para defenderse, cosa que, por una parte, produce constantemente una pequeña minoría de prandes burgueses y por otra arroja a la mayoría hacia las filas del proletariado. En realidad, como cada uno lo ve y s^be, no existen productores pequeños que no se encuentren entre estas dos clases antagónicas; y esta posición intermedia condiciona necesariamente el carácter específico de la pequeña burguesía, su dualidad, su duplicidad, la atracción que ejerce sobre ella la minoría que sale victoriosa de la lucha, su hostilidad hacia los " fracasados", es decir, la mayoría. Cuanto más se desarrolla la economía mercantil, tanto más intensa y nítidamente se ponen de relieve esas condiciones, más claro se torna el hecho de que la idealización de la pequeña producción expresa sólo un punto de vista reaccionario, pequeñoburgués.
No hay que engañarse en cuanto a la significación de estos términos que el autor de la Crítica de algunas tesis de economía política aplicaba precisamerte a Sismondi. Estos términos no dicen, de manera alguna, que éste defendiese a los pequeños burgueses retrógrados. No los defiende en parte, alguna: quiere ubicarse en el punto de vista de las clases laboriosas en general; expresa su simpatía por todos los representantes de estas clases; se alegra, por ejemplo, con la promulgación de una legislación del trabajo fabril; ataca al capitalismo y señala sus contradicciones. En una palabra, su punto de vista es idéntico al de los populistas actuales.
Pero entonces: ¿en qué se funda su caracterización de pequeño burgués? Precisamente en que no comprende el vínculo entre la pequeña producción (a la que idealiza) y el gran capital (al que ataca). Precisamente en que no ve que su favorito, el pequeño productor, el campesino, se va convirtiendo, en la realidad, en un pequeño burgués. Nunca hay que olvidar la siguiente aclaración que demuestra cómo las teorías de diferentes escritores expresan los intereses y puntos de vista de diferentes clases:
"No debe pensarse que por principio la pequeña burguesía aspira a hacer triunfar sus intereses egoístas de clase. Por el contrario, cree que las condiciones especíales de su emancipación son las condiciones generales, las únicas que pueden salvar a la sociedad moderna y evitar la lucha de clases. Tampoco debe creerse que todos los representantes de la democracia son tenderos o gente que se entusiasma con ellos. Pueden estar a un mundo de distancia de éstos, por su cultura y su posición individual. Lo que los hace representantes de la pequeña burguesía es que, en cuanto a mentalidad, no van más allá de los límites que les impone el sistema de vida; que, por lo tanto, se ven teóricamente impulsados hacia los mismos problemas y las mismas soluciones que impulsan a aquéllos en la práctica: el interés material y la situación social. Tal es, en general, la relación que media entre los representantes políticos y literarios de una clase, y la clase por ellos representada" (C. Marx: El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, traducido por Bazárov y Stepánov, págs. 179-180) [93].
Por ello resultan muy cómicos aquellos populistas que creen que cuando se señala su carácter pequeñoburgués, es sólo con el objeto de decir algo especialmente ponzoñoso, que no se trata más que de un procedimiento polémico. Esta actitud muestra que no comprenden las ideas generales de sus adversarios, y sobre todo no comprenden los fundamentos mismos de esa crítica del capitalismo, con la cual todos ellos "están de acuerdo", y su diferencia de la crítica sentimental y pequeñoburguesa. Por sí sola, esa bien marcada tendencia de los populistas, de soslayar el problema mismo de estas dos formas de crítica, de su existencia en Europa occidental, de la actitud que adoptan hacia la crítica científica, muestra con claridad por qué los populistas no quieren comprender esta diferencia[94].
Ilustremos lo expuesto mediante un ejemplo. En la parte bibliográfica de la revista Rússkaia Misl [95] de 1896, núm. 5 (págs. 229 y sigs.), leemos que "en los últimos tiempos apareció y crece con sorprendente velocidad un grupo" entre la intelectualidad que, en principio, es absolutamente hostil al populismo. El señor crítico señala en pocas palabras las causas y el carácter de esa hostilidad, y no se puede dejar de advertir, con reconocimiento, que expone con suma fidelidad la esencia de ese punto de vista hostil al populismo[96] . El señor crítico no comparte ese punto de vista. No comprende que las ideas sobre los intereses de clase, etc., puedan obligarnos a negar "los ideales populares" "( simplemente populares, y no populistas": ibid., pág. 229), que consistirían en el bienestar, la libertad, la conciencia del campesinado, o sea, de la mayoría de la población.
"Seguramente se nos objetará-dice el señor crítico-, como se ha objetado a otros, que los ideales de un autor campesino [se trataba de ciertos deseos expresados por un campesino] son ideales pequeñoburgueses, y que por ello nuestra literatura, hasta ahora, ha expresado y defendido los intereses de la pequeña burguesía. Pero esto no es más que un espantajo, ¿y a quién si no a aquellos que tienen el horizonte y¡ el nivel intelectual de la esposa de un comerciante de Zamoskvoréchie[97] se puede asustar con semejante espantajo... ?"
¡Está dicho con energía! Pero sigamos más adelante:
"... El criterio básico, tanto de las condiciones de convivencia social del hombre, como de las medidas sociales concientes, no consiste en categorías económicas, sobre todo, copiadas de países ajenos y formadas en otras circunstancias, sino en la felicidad y el bienestar material y espiritual de la mayoría de la población. Y si tal forma de vida y tales medidas destinadas a sostenerla y a desarrollarla conducen a esa felicidad, pueden ustedes llamarlas pequeñoburguesas, o de cualquier otra manera; las cosas no cambiarán por ello: esta forma de vida y estas medidas serán, a pesar de todo, esencialmente progresistas, y por eso mismo representarán el supremo ideal accesible a la sociedad en las condiciones y en el estado en que se encuentra" (ib., págs. 229-230; la cursiva es del autor).
¿No ve acaso el señor crítico que en su entusiasmo polémico ha saltado por encima del problema?
Después de declarar con toda severidad que acusar al populismo de ser pequeñoburgués es simplemente agitar un " espantajo", no aporta ninguna prueba en apoyo de esta afirmación salvo la siguiente tesis increíblemente sorprendente: "El criterio [...] no consiste en categorías económicas, sino en la felicidad de la mayoría". ¡Y esto es como si se dijese: el criterio del tiempo no consiste en las observaciones meteorológicas, sino en lo que siente la mayoría! ¿Y qué son-cabe la pregunta-esas "categorías económicas", sino una formulación científica de las condiciones económicas y de vida de la población, no de "la población" en general, sino de determinados grupos de la misma, que ocupan determinado lugar en el régimen existente de la economía social? Al contraponer a "las categorías económicas" la tesis, que no puede ser más abstracta, sobre "la felicidad de la mayoría", el señor crítico borra sencillamente toda la evolución de la ciencia social, desde fines del siglo pasado, y vuelve a la ingenua especulación racionalista que ignora la existencia de relaciones sociales determinadas y su desarrollo. [De un solo plumazo borra todo lo valioso que obtuvo el pensamiento humano, al precio de búsquedas seculares, al esforzarse por comprender los fenómenos sociales! Y habiéndose desembarazado así de todo batraje científico, el señor crítico no considera remedio el problema. En efecto, concluve así: "Si tal régimen [...] lleva a esa felicidad, cualquiera sea el nombre qué se le dé, las cosas no cambiarán por ello". iNo faltaba más! La cuestión es justamente saber cuál es ese régimen. Pero si el pror>io autor acaba de señalar que contra los hombres que veían en la economía campesina un régimen especial "(producción popular". o romo se quiera) se han opuesto otros que afirman que no "p trataba de un régimen especial, sino de un régimen peaueñoburgués de los comunes, semejante al de toda pequeña producción rn un país de economía mercantil y de capitalismo. Y si de la nrimera concepción surge automáticamente que "ese régimen" "(la producción popular") 'lleva a la felicidad", de la segunda rnncepción surge, también automáticamente, que "ese régimen" (el pequeñoburgués) lleva al capitalismo, y a ninguna otra cosa; arroja "a la mayoría de la población" a las filas del proletariado v convierte a la minoría en burguesía rural (o industrial). ¿No es evidente que el señor crítico ha disparado al aire y, bajo los efectos de la detonación, aceptó como probado lo que niega la segunda concepción, tan despiadadamente motejada de "simple espantajo"?
Si hubiera querido analizar con seriedad la segunda concepción, es evidente que habría tenido que probar, de dos cosas, una: que la "pequeña burguesía" es una categoría científica incorrecta, que es posible imaginarse el capitalismo y la economía mercantil de la pequeña burguesía (como lo hacen los señores populistas, retornando enteramente al punto de vista de Sismondi); o que esa categoría es inaplicable a Rusia, es decir, que en nuestro país no hay capitalismo, ni dominio de la economía mercantil; que los pequeños productores no se trasforman en productores de mercancías; que en su medio no tiene lugar el proceso señalado, por lo cual la mayoría se vuelca al proletariado y se afirma "la independencia" de la minoría. Al ver que atribuye la comprobación del carácter pequeñoburgués del populismo a un frivolo deseo de "ofender" a los señores populistas, y al leer en seguida la frase citada sobre el "espantajo"', recordamos involuntariamente la famosa sentencia: "¡Por favor, Kit Kítich! ¿Quién podría ofenderlo? ¡Usted mismo ofendería a cualquiera!" [98]
Retornemos ahora a Sismondi. Al lado de la idealización de la pequeña burguesía, de la incomprensión romántica de cómo el "campesinado" va trasformándose en pequeña burguesía, en las condiciones del actual régimen social de economía, sostiene una opinión muy característica sobre la disminución de la población agrícola en provecho de la industrial. Se sabe que este fenómeno, una de las manifestaciones de mayor relieve del desarrollo capitalista de un país, se observa en todos los países civilizados, y por consiguiente también en Rusia [100].
Como eminente economista de su tiempo, Sismondi, por supuesto, no podía dejar de ver este hecho. Lo comprueba abiertamente, pero no comprende en absoluto su ligazón necesaria con el desarrollo del capitalismo (aun lo más general: con la división del trabajo social v con su consecuencia, el crecimiento de la economía mercantil), condena sin más ni más ese fenómeno, al que sólo considera un defecto del "sistema".
Luego de señalar los inmensos progresos de la agricultura inglesa, Sismondi dice:
"Después de haber admirado esos campos tan cuidados, hay que analizar la población que los labra; es menos de la mitad de la que habría en Francia sobre territorio igual. A los ojos de algunos economistas esto es un beneficio; a los míos es una pérdida" (I, 239).
Se comprende por qué los ideólogos burgueses consideraban un beneficio dicho fenómeno ( veremos inmediatamente que la crítica científica del capitalismo tiene la misma opinión ) : de esa manera formulaban ellos el aumento de la riqueza burguesa, del comercio y de la industria. Al apresurarse a condenar el hecho, Sismondi olvida pensar en sus causas.
"En Francia y en Italia-dice-, donde, según los cálculos, las cuatro quintas partes de la población pertenecen a la clase agrícola, esas cuatro quintas partes del pueblo se alimentarán del cereal nacional, sea cual fuere el precio del cereal extranjero" (I, 264). Fuit Troja!, podría decirse al respecto. En la actualidad ya no existen países ( aun los más agrícolas ) que no se encuentren en completa dependencia de los precios del cereal, es decir, de la producción capitalista mundial de cereales.
"Si una nación no puede aumentar su población comercial sin exigir de cada uno mayor cantidad de trabajo por el mismo salario, tiene que temer el crecimiento de su población industrial" (I, 322). El lector puede ver que no son más que consejos bienintencionados, que carecen de todo sentido y significado, puesto que aquí el concepto de "nación" hace abstracción artificial de las contradicciones entre las clases que forman dicha "nación". Como siempre, Sismondi trata sencillamente de eludir estas contradicciones, para lo cual expresa; el inocente deseo ... de que tales contradicciones no existan.
"En Inglaterra, la agricultura ocupa sólo a 770.199 familias; el comercio y la industria, a 959.632; y las demás capas de la sociedad, a 413.316. Una parte tan grande de la población nutrida por la riqueza comercial, sobre un total de 2.143.147 familias ó 10.150.615 personas, es verdaderamente horrorosa [effrayanté]. Afortunadamente, Francia está aún muy lejos de tener una cantidad tan enorme de obreros cuya subsistencia dependa de los éxitos en mercados distantes" (I, 434). Aquí Sismondi hasta parece haberse olvidado de que esa "felicidad" depende sólo del atraso del desarrollo capitalista de Francia.
Al describir los cambios "deseables", en el régimen actual (sobre ellos hablaremos más abajo), Sismondi señala que el resultado de las reformas al gusto romántico sería, sin duda, que más de un país que vive sólo de la industria vería cerrar muchos talleres, uno tras otro, y que la población de las ciudades, que había crecido en forma desmedida, disminuiría rápidamente, mientras que las poblaciones rurales volverían a crecer" (II, 367).
¡En este ejemplo se pone de manifiesto con relieve particular la debilidad de la crítica, sentimental del capitalismo y el despecho impotente del pequeñoburgués! Sismondi se queja [101] simplemente de que los asuntos marchan de ésta y no de otra manera. Su pesar con motivo de la destrucción del edén de la estupidez y del embrutecimiento patriarcal de la población rural es tan grande, que nuestro economista ni siquiera analiza las causas del fenómeno. Pierde por eso de vista que el aumento de la población industrial se halla necesaria e indisolublemente ligado con la economía mercantil y el capitalismo. La economía mercantil va desarrollándose en la medida en que se desarrolla la división social del trabajo. Y esta división del trabajo consiste precisamente en que una rama de la industria tras otra, una manera de elaboración de la materia prima tras otra, se desprende de la agricultura y se tornan independientes, formando, por ende, la población industrial. Por ello, razonar sobre la economía mercantil y el capitalismo, sin tomar en consideración la ley del crecimiento relativo de la población industrial significa no tener la menor idea de las propiedades esenciales del régimen existente de economía social.
"Es propio del modo capitalista de producción que la población agrícola disminuya constantemente en relación con la no agrícola, porque en la industria (en el sentido estricto) el crecimiento del capital constante con respecto al variable va unido al aumento absoluto de este último, no obstante su disminución relativa [102]. Mientras tanto en la agricultura disminuye en términos absolutos el capital variable necesario para la explotación de determinada porción de tierra; en consecuencia, dicho capital puede aumentar a medida que se pongan en explotación nuevas tierras [103], lo cual presupone, a su vez, un crecimiento mayor aún de la población no agrícola" (III, 2, 177). [104]
También en este sentido el punto de vista de la teoría moderna diverge diametralmente del romanticismo y sus quejas sentimentales. Al comprenderse la necesidad de un fenómeno, se produce, como es natural, una actitud en todo sentido distinta y se lo puede apreciar en sus diferentes aspectos. El fenómeno que nos ocupa es precisamente una de las contradicciones más profundas y generales del régimen capitalista. La separación de la ciudad y el campo, su antagonismo y la explotación del campo por la ciudad, que en todas partes son los acompañantes del capitalismo cuando se desarrolla, constituyen un producto inevitable del predominio de "la riqueza comercial" (para usar la expresión de Sismondi) sobre "la riqueza territorial" (agrícola). Debido a ello, el predominio de la ciudad sobre el campo (en el sentido económico, político, intelectual y cualquier otro) es un fenómeno general e inevitable en todos los países con producción mercantil y capitalista, incluida Rusia y sólo pueden deplorarlo los románticos sentimentales. La teoría científica, por el contrario, señala el lado progremta que el gran capital industrial aporta a esta contradicción. "Junto con la preponderancia siempre creciente de la población urbana, que aglutina la producción capitalista en los grandes centros, [...] acumula la fuerza histórica motriz que hace avanzar la sociedad" [105] (üie gescluchtlicbe Bewegungskraft der Gessettschaff) [106]. Si el predominio de la ciudad es necesario, sólo el aflujo de la población hacia ella puede paralizar (y está paralizando, en efecto, tomo lo prueba la historia) el carácter unilateral de dicho predominio. Si la ciudad se coloca inevitablemente en situación privilegiada, dejando al campo en estado de subordinación, de aplastamiento, sin desarrollo e inerme, sólo la afluencia de la población rural hacia las ciudades, sólo la mezcla y la fusión de las poblaciones agrícola y no agrícola, puede sacar a la población rural de su impotencia. Por ello, en respuesta a las quejas y lamentaciones reaccionarias de los románticos, la teoría moderna señala cómo precisamente esta aproximación de las condiciones de vida de las poblaciones agrícola y no agrícola va creando las condiciones para la eliminación del antagonismo entre la ciudad y el campo.
Se preguntará ahora: ¿cuál es el punto de vista de nuestros economistas-populistas en esta cuestión? Sin duda alguna, el sentimental-romántico. No sólo no comprenden la necesidad del crecimiento de la población industrial en el régimen actual de economía social, sino que hasta procuran no ver el fenómeno mismo, imitando a ciertas aves que ante el peligro ocultan la cabeza debajo del ala. Como era de esperar, quedaron sin réplica las observaciones de P. Struve, que señalaban que en los razonamientos del señor N.-on sobre el capitalismo la afirmación de que el capital variable disminuye de manera absoluta (Notas críticas, pág. 225) es un grueso error; y que es absurdo oponer Rusia a Occidente, invocando el menor porcentaje de la población industrial, sin tomar en cuenta el aumento de esa proporción debido al desarrollo del capitalismo [107]. (Sozialpolitisches CentralWatt, 1893,núm. 1 [108]). Los economistas-populistas que hablan constantemente de las particularidades de Rusia, ni siquiera supieron plantear la mejor de las particularidades reales de la formación de una población industrial en Rusia[109], que hemos señalado brevemente más arriba. Tal es la posición teórica de los populistas en esta cuestión. Sin embargo, en los hechos, al referirse a la situación de los campesinos después de la Reforma, éstos, a quienes no les molestan las dudas de carácter teórico, reconocen la emigración de los campesinos desalojados de la agricultura hacia las ciudades y centros fabriles, limitándose sólo a deplorar el hecho, como lo deploró Sismondi [110]. El profundo proceso de trasformación de las condiciones de vida de la masa de la población, que se produjo en Rusia después de la Reforma-proceso que asestó los primeros golpes al carácter sedentario del campesinado y a su arraigamiento en el lugar, haciendo posible que se desplazara y acercando a los trabajadores agrícolas a los no agrícolas, a los trabajadores rurales a los urbanos[111] -, quedó totalmente inadvertido por los populistas, tanto en su significación económica, como (y esto es quizá más importante) en su significación moral y educativa; no fue más que vm pretexto para suspiros sentimentales y románticos.
Procuraremos ahora sintetizar las ideas de Sismondi sobre el capitalismo (tarea que, como recordará el lector, también se había planteado Efrussi) y analizar el programa práctico del romanticismo.
Vimos que el mérito de Sismondi fue haber sido uno de los primeros en señalar las contradicciones del capitalismo. Sin embargo, lejos de intentar analizarlas y explicar su origen, desarrollo y tendencia, llegó a considerarlas desviaciones de lo normal, antinaturales o erróneas. Combatía ingenuamente tales "desviaciones" con sentencias, acusaciones, consejos de eliminarlas, etc., como si estas contradicciones no expresaran los intereses reales de grupos reales de la población, que ocupan un lugar bien definido en el conjunto del régimen de la economía social actual. Este es el rasgo más saliente del romanticismo: tomar la contradicción de intereses (profundamente enraizada en el régimen mismo de la economía social) por la contradicción o el error de una doctrina, de un sistema, inclusive de las medidas tomadas, etc. El estrecho horizonte del Kleinbürger [112] que se halla al margen de las contradicciones ya desarrolladas y ocupa una posición intermedia, de transición entre dos antípodas, se une aquí a un ingenuo idealismo -casi estamos por decir al burocratismo-que explica el régimen social por las opiniones de los hombres (en especial de las autoridades), y no a la inversa. Vayan algunos ejemplos de semejantes razonamientos de Sismondi.
"Al olvidar a los hombres en aras de las cosas, ¿Inglaterra no habrá sacrificado el fin en aras de los medios?
"El ejemplo de Inglaterra es tanto más sorprendente, pues se trata de una nación libre, ilustrada, bien gobernada, y todos sus males provienen de haber seguido una orientación económica falsa" (I, p. IX). Para Sismondi, Inglaterra desempeña en general el papel de ejemplo destinado a atemorizar al continente, exactamente como nuestros románticos, que se imaginan estar dando algo nuevo y sólo dan trastos viejos.
"Al llamar la atención de mis lectores sobre Inglaterra, he querido mostrar [... ] la historia de nuestro propio futuro, si continuamos procediendo según los principios que ella ha seguido" (I, pág. XVI).
"...Los países del continente consideran necesario seguir a Inglaterra en su carrera manufacturera" (II, 330). "No hav espectáculo más sornrendente, más espantoso, que el que ofrece Inglaterra" (II, 332).[113]
"No hay que olvidar que la riqueza es sólo aquello que representa cosas agradables [n'est que la representaron] y comodidades para la vida [¡la riqueza burguesa es sustituida anuí por la riqueza en general!], y crear una riqueza artificial, condenando a la nación a todo lo que constituve realmente la pobreza y el padecimiento, significa tomar el objeto por su esencia" (preñare le mot pour la dhose) (I, 379).
"...Mientras las naciones seguían sólo las indicaciones [ órdenes, indications] de la naturaleza y aprovechaban sus ventajas de clima, de suelo, de situación, de posesión de materias primas, no se colocaban en una posición antinatural [une position forcee]; no buscaban una riqueza aparente [une opulence apparente] que se trasforma, para la masa del pueblo, en pobreza real" (I, 411). ¡¡La riqueza burguesa no es más qce aparente!! "Es peligroso para una nación cerrar sus puertas al comercio exterior: de esa manera se la fuerza, por decirlo así [en quelque sorte], a una falsa actividad que ha de llevarla a la ruina" (I, 448). [114]
"...En el salario hay una parte necesaria que debe mantener la vida, el vigor y la salud de aquellos que lo reciben [... ] ¡Guay del gobierno que toque esta parte!; sacrifica todo [on sacrífie tout ensemble], los hombres y la esperanza de futura riqueza [...]. Esta diferencia nos hace comprender hasta qué punto es falsa la política de los gobiernos que han reducido a las clases obreras al solo salario necesario para aumentar las rentas netas de los fabricantes, de los mercaderes y de los propietarios" (II, 169).[115]
"Ha llegado finalmente el momento de preguntar: ¿adonde vamos? (où l'on veut aller)" (II, 328).
"Su separación [precisamente de la clase de los propietarios y la clase de los trabajadores], la oposición de sus intereses, es la consecuencia de la organización artificial que hemos dado a la sociedad humana [...]. El orden natural del progreso social no tendía, de manera alguna, a separar a los hombres de las cosas, o la riqueza del trabajo; en el campo, el propietario podía seguir siendo agricultor; en la ciudad, el capitalista podía seguir siendo artesano [artisan<(i>]; la separación de la clase trabajadora y la de los holgazanes no era de ninguna manera esencial para la existencia de la sociedad o para la producción; la hemos introducido para mayor ventaja de todos; y de nosotros depende [il nous appartient] regularizarla con el fin de conseguir realmente esa ventaja" (11,348).
"Al colocar de esta manera a los productores [es decir, a los patronos y a los obreros] en oposición mutua, se los obligó a marchar por un camino diametralmente opuesto a los intereses de la sociedad [...]. En esa lucha permanente por hacer bajar los salarios, el interés social, del que no obstante cada uno es partícipe, es olvidado por todos" (II, 359-360). Y un poco antes habíamos encontrado también el siguiente recuerdo de los caminos legados por la historia: "En el comienzo de la vida social todo hombre posee un capital sobre el cual se ejerce su trabajo y casi todos los artesanos viven de una renta que se forma por igual de beneficio y de salario" (II, 359). [116]
Pensamos que es suficiente ya... Se puede tener la seguridad de que un lector que no conoce a Sismondi ni al señor N.-on se verá en dificultades para decir cuál de los dos románticos, el que es citado en el texto o el citado en la nota, se ubica en un punto de vista más primitivo e ingenuo.
Esto es enteramente válido también para las aspiraciones prácticas de Sismondi, a las que tanto lugar dedicó en su Nouveaux Principes.
Nuestra diferencia con A. Smith-dice Sismondi desde el primer libro de su obra-consiste en que "nosotros reclamamos casi siempre esta intervención del gobierno que A. Smith rechazaba" (I, 52). "El Estado no enmienda la distribución [...]" (I, 80). "El legislador podría acordar al pobre algunas garantías contra la competencia general" (I, 81). "La producción debería ser proporcional a la renta social, y los que incitan a una producción ilimitada sin preocuparse por esta renta, están empujando la nación a su ruina creyendo abrirle el camino de las riquezas" (le chemin des richesses) (I, 82). "Cuando el progreso de la riqueza es gradual [gradué], cuando es proporcional consigo mismo, cuando ninguna de sus partes se desarrolla con exagerada rapidez, entonces extiende el bienestar general [...]. "Quizá la obligación de los gobiernos consista en hacer más pausado [ralentirü] ese movimiento, con el fin de regularizarlo" (I, 409-410).
¡Sismondi no tiene ni la menor idea sobre la enorme importancia histórica que posee el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad, que se efectúa precisamente a través de contradicciones y desproporciones!
"Si el gobierno ejerce sobre la tendencia a la riqueza una acción reguladora y moderadora, puede resultar infinitamente benéfico" (I, 413). "Ciertas reglamentaciones del comercio, condenadas hoy en día por la opinión general, si merecen su condena como estímulo a la producción, pueden tal vez ser justificadas en calidad de freno" (1, 415).
Ya en estos razonamientos se ve en Sismondi una sorprendente falta de tacto histórico: no tiene ni la menor idea de que todo el sentido histórico del período en que él vivía consistía en liberarse de las reglamentaciones medievales. No se da cuenta que sus razonamientos no hacen más que llevar agua al molino de los defensores del anclen regime [117], que eran tan poderosos entonces, inclusive en Francia, sin hablar ya de otros Estados de la parte occidental del continente europeo, donde gobernaban.[118]
Así, pues, el punto de partida de las aspiraciones prácticas de Sismondi es la tutela, la traba, la reglamentación.
Esto emana, natural y necesariamente, del conjunto de sus ideas. Sismondi vivió en la época en que la gran industria mecanizada daba sus primeros pasos en el continente de Europa; en la época en que bajo la influencia de las máquinas comenzaba aquella brusca y radical trasformación de todas las relaciones sociales (nótese bien: precisamente bajo la influencia de la industria mecanizada, y no del "capitalismo" en general) [119], trasformación que se ha llamado en la ciencia económica, industrial revolution ( revolución industrial). He ahí cómo la caracteriza uno de los primeros economistas que supo valorar toda la profundidad de una revolución que creó las actuales sociedades europeas en lugar de las sociedades patriarcales semimedievales:
"... la historia de la industria inglesa en el curso de los últimos sesenta años [escrito en 1844] no tiene otra igual en los anales de la humanidad. Sesenta u ochenta años atrás Inglaterra era un país como todos los demás, con pequeñas ciudades, una industria poco desarrollada y simple y una esparcida pero, en proporción, gran población agrícola; ahora es un país como ningún otro, con una capital de 2.500.000 habitantes, con ciudades industriales inmensas, con una industria que provee a todo el mundo y que hace casi todo con máquinas complicadas, con una sagaz, inteligente y densa población, de la cual los dos tercios están ocupados en la industria y el comercio, y que está compuesta de clases totalmente diversas; que forma una nación nueva, con otras costumbres y otras necesidades que las del pasado. La revolución industrial tiene para Inglaterra el mismo significado que la revolución política para Francia y la filosófica para Alemania, y el contraste entre la Inglaterra de 1760 y la de 1844 es tan grande como el de la Francia del acien régme y la Francia de la revolución de julio".[120]
Era la ruptura más completa de todas las viejas y arraigadas relaciones, cuya base económica era la pequeña producción. Se comprende que Sismondi, con sus concepciones reaccionarias, pequeñoburguesas, no haya podido entender el significado de esa "ruptura". Se comprende que ante todo y por encima de todo, desease, invitase, clamase y exigiese "impedir esa ruptura". [121]
¿De qué manera "impedir esa ruptura"? Se sobrentiende que, en primer lugar, favoreciendo la producción popular... o sea " patriarcal", al campesinado y a la pequeña agricultura en general. Sismondi dedica un capítulo entero (II, VII, ch-VIII) a estudiar "cómo el gobierno debe defender a la población de las consecuencias de la competencia".
"Con respecto a la población agrícola, la tarea general del gobierno consiste en asegurar a los trabajadores [á ceux quí travailtent] una parte de la propiedad, o en sostener [favoríser] la explotación que hemos denominado patriarcal, con preferencia a todas las otras" (II, 340).
"Un estatuto de Isabel, que rio fue observado, prohibe edificar en Inglaterra una choza [cottage] sin haberle concedido al menos un, terreno de cuatro acres. Si se hubiera cumplido esta ley, no habría podido celebrarse una sola boda entre jornaleros, sin que hubiesen recibido su cottage, y ningún cottager habría sido reducido al último grado de miseria. Esto habría sido un paso hacia adelante [c'est quelque chose], pero aun insuficiente; con el clima de Inglaterra, una población campesina viviría en la indigencia con 4 acres por familia. En la actualidad, los cottagers en Inglaterra no poseen, en su mayor parte, más que de 1,5 a 2 acres de tierra, por los que pagan un arriendo bastante elevado [...]. Habría que obligar por ley [...] al terrateniente cuando subdivide su campo entre varios cottagers, a dar a cada uno una cantidad suficiente de tierra para que pueda vivir" (II, 342-343).[122]
El lector ve que las aspiraciones del romanticismo son completamente idénticas a las aspiraciones y programas de los populistas: están elaborados por igual sobre el desconocimiento del desarrollo económico real y sobre la tentativa absurda de hacer revivir en la época de la gran industria mecanizada, de competencia encarnizada y de lucha apasionada de intereses, condiciones paIriarcalr- qup sor" las mismas de los tiempos más remotos.
Se comprende que Sismondi no podía ignorar la tendencia real del desarrollo. Por eso, al exigir "que sea estimulada la peoueña agricultura" (II, 355), dice explícitamente que convendría "dar a la economía rural una orientación diametralmente opuesta a Ja que está siguiendo en Inglaterra en la actualidad" (II, 354- 355). [123]
"Afortunadamente, Inglaterra posee el medio para hacer mucho en favor de sus pobres rurales, dividiendo entre ellos sus inmensos terrenos comunales (ses immenses commtmaux) [...] Si estas tierras comunales fueran divididas en lotes libres (en propriétés franches) de 20 a 30 acres cada uno, ellos (los ingleses) verían renacer aquella independiente y altiva clase de colonos, aquella yeomanry de cuya destrucción casi completa se lamentan ahora" (II, 357-358).
"Los planes" del romanticismo se presentan como de muy fácil realización, precisamente debido a ese desconocimiento de los intereses reales que constituye la esencia del romanticismo. "Semejante proposición [la distribución de pequeños lotes de tierra a los jornaleros, cuyo mantenimiento quedaría a cargo de los grandes propietarios], quizá subleve a los grandes terratenientes que en la actualidad son los únicos que ejercen en Inglaterra el poder legislativo; mas, no obstante, esa medida es justa [...]. Los grandes terratenientes, y sólo ellos, tienen necesidad de jornaleros; ellos los han creado, que ellos los mantengan" (II, 357).
No causarán asombro estas ingenuidades escritas a comienzos de siglo; la "teoría" tan primitiva del romanticismo corresponde al estado primitivo del capitalismo, el cual ha condicionado ese punto de vista, igualmente primitivo. En esa época existía aún concordancia entre el desarrollo real del capitalismo, su comprensión teórica y la manera de encararlo, y Sismondi, en todo caso, se presenta como escritor consecuente y fiel a sí mismo.
"Ya hemos señalado-dice-la protección que en otro tiempo encontraba esta clase (la de los artesanos) en el establecimiento de los gremios y las corporaciones [des júremeles et des maítrises] [... ] No se trata de volver a establecer esa organización extraña y opresora [...]. Pero el legislador debe proponerse ante todo elevar la remuneración del trabajo industrial, sacar a los jornaleros de la situación inestable (précaire) en que viven v, por último, hacerles más fácil la posibilidad de adquirir lo que ellos denominan una posición [124] [un état] [... ] En la actualidad, los obreros nacen y mueren obreros, mientras que antes la situación del obrero no era más que una preparación, el primer escalón para llegar a una situación más elevada. Y es precisamente esa posibilidad de ir elevándose (cette faculté progresíive) la que es importante restablecer. Hay que proceder de manera que los patronos tengan interés en hacer pasar a sus obreros a una posición más elevada; es necesario que el hombre que ingresa en una manufactura comience, en efecto, a trabajar simplemente por un salario, pero qtie tenga siempre ante sí la esperanza de obtener, por su buena conducta, una parte de las ganancias de la empresa" (II, 344-345).
¡Sería difícil expresar con mayor claridad el punto de vista del pequeño burgués! Los gremios, ése es el ideal de Sismondi; y la salvedad que hace con respecto a no restablecerlos sólo significa, evidentemente, que correspondería retomar el principio, la idea del gremio (tal como los populistas quieren retomar el principio, la idea de la comunidad, y no esta forma de asociación fiscal que actualmente se denomina comunidad), y dejar de lado sus deformaciones medievales. El plan de Sismondi era absurdo, no porque defendiese los gremios en su integridad y quisiera revivirlos integralmente; no se planteaba semejante tarea. El absurdo consiste en que tomaba por modelo la asociación surgida de la necesidad limitada, primitiva, que sentían de unirse los artesanos de una misma localidad, y quería aplicar esta forma, este modelo, a la sociedad capitalista en la que aparece, como elemento unificador, socializador, la gran industria mecanizada, que rompe las trabas medievales y borra las diferencias locales, regionales y profesionales. Aceptando la necesidad de la asociación, de la unión en general, en una u otra forma, el romántico toma como modelo una asociación que responde a las estrechas necesidades de unión en una sociedad patriarcal e inmóvil, y quiere aplicarla a una sociedad completamente trasformada, con una población móvil, en la cual es un hecho la socialización del trabajo, no sólo en los marcos de una comunidad o de una corporación, sino en la escala de todo el Estado y hasta más allá de los límites de un solo Estado. [125]
Este error es el que valió al romántico la calificación de reaccionarlo; por supuesto, con este término no se entiende el deseo de restablecer simplemente las instituciones medievales, sino la tentativa de aplicar a la nueva sociedad el antiguo rasero patriarcal, el deseo de buscar un modelo en los viejos regímenes y tradiciones, que no corresponden en absoluto a las condiciones económicas modificadas.
Esta circunstancia es la que Efrussi no comprendió del todo. La caracterización de la teoría de Sismondi como reaccionaria fue tomada por él, en su sentido grosero, vulgar. Efrussi quedó perplejo ... ¿Cómo es posible?-razona-, ¿qué clase de reaccionario es Sismondi, si dice directamente que no quiere de modo alguno restablecer los gremios? Y Efrussi concluye que es injusto "acusar" a Sismondi de "retrógrado"; que, por el contrario, tenía "un punto de vista correcto sobre la organización gremial y supo apreciar toda su importancia histórica" (núm. 7, pág. 147), como, según él, se ha establecido en las investigaciones históricas de tales y cuales profesores sobre los lados buenos de la mencionada organización.
¡Los escritores quasi [126] sabios tienen a veces la sorprendente cualidad de no ver el bosque detrás de los árboles! La opinión de Sismondi sobre los gremios es característica e importante, precisamente porque vincula a la misma sus aspiraciones concretas [127]. Y por eso su doctrina es caracterizada como reaccionaria,. ¡Y pensar que Efrussi se dedica a comentar, sin referirse al campo ni a la ciudad, las obras históricas modernas sobre los gremios!
El resultado de todas esas disquisiciones quasi sabias y fuera de lugar fue que Efrussi pasó por alto lo que constituye el fondo de la cuestión: ¿es justo o injusto caracterizar de reaccionaria la doctrina de Sismondi? Aquél no supo ver precisamente lo esencial: el punto de vista de éste. "En economía política me han presentado -decía Sismondi-como enemigo del progreso social, como partidario de instituciones bárbaras y opresivas. No; yo no quiero lo que fue, pero quiero, sí, algo mejor en comparación con lo actual. No puedo juzgar lo presente sin compararlo con lo pasado, y estov muy lejos de querer restablecer las antiguas ruinas cuando demuestro por medio de ellas las eternas necesidades de la sociedad" (II, 433). Los deseos de los románticos son muy buenos (como los de los populistas). Su conciencia de las contradicciones del capitalismo los coloca por encima de los optimistas ciegos que niegan estas contradicciones. Y si se califica a Sismondi de reaccionario, no es por haber querido regresar a la Edad Media, sino porque en sus aspiraciones concretas "comparaba el presente con el pasado" y no con el futuro; porque "demostraba las eternas necesidades de la sociedad" [128] medíante "las ruinas" y no mediante las tendencias del desarrollo moderno. Y lo que no supo comprender Efrussi es este punto de vista pequeñoburgués de Sismondi, que lo destaca netamente de otros escritores que también demostraban, al mismo tiempo que él y después de él, "las eternas necesidades de la sociedad".
Este error de Efrussi puso de manifiesto una interpretación muy estrecha de los términos doctrina "pequeñoburgués", "reaccionaria", de lo que ya hemos hablado más arriba con motivo del primero de estos términos. Ellos no indican, de manera alguna, las aspiraciones egoístas de un pequeño tendero o el, deseo de detener el desarrollo social, de volver hacia atrás: se refieren sólo al carácter erróneo del punto de vista del escritor en cuestión, a lo limitado de su comprensión y de sus horizontes, lo que lo lleva a elegir medios (para la consecución cíe fines muy loables) que en la práctica no pueden ser eficaces, que no pueden satisfacer más que al pequeño productor o prestar un servicio a los defensores del pasado. Sismondi, por ejemplo, no es en modo alguno un fanático de la pequeña propiedad. Comprende no menos que nuestros populistas actuales la necesidad de la unión, de la asociación. Expresa el deseo de que "la mitad del beneficio" de las empresas industriales "sea repartida entre los obreros asociados" (II, 346). Se pronuncia explícitamente en favor de un "sistema de asociación", en el cual "todos los adelantos de la producción redunden en beneficio del que se dedica a ella" (II, 438). Defendiendo su doctrina con respecto a las teorías de Owen, Fourier, Thompson, Muiron, célebres en aquel tiempo, Sismondi declara: "Yo desearía, como ellos, que hubiera una asociación entre los que fabrican en conjunto un mismo producto, en lugar de enfrentarlos unos a otros. Pero no creo que los medios que han propuesto para este fin puedan conducirnos al mismo alguna vez" (II, 365).
La diferencia entre Sismondi y esos escritores estriba justamente en el punto de vista. Y es entonces muy natural que, al no haberlo comprendido, Efrussi haya presentado en forma totalmente falsa la actitud de Sismondi con respecto a esos escritores.
Leemos en la revista " Rússkoie Bogatstvo", núm. 8, pág. 57: "Si Sismondi ejerció sobre sus contemporáneos una muy débil influencia, y si las reformas sociales por él, propuestas no fueron realizadas, ello se explica principalmente por que se adelantó mucho a su época. Escribía cuando la burguesía festejaba su luna de miel [...]. Se comprende que, en tales condiciones, las palabras del hombre que exige reformas sociales tenían que convertirse en una voz predicando en el desierto. Sabemos, empero, que las generaciones posteriores no lo han tratado mucho mejor. Se explica quizá porque Sismondi, como ya dijimos, escribe en una época de transición; aun cuando deseaba grandes cambios, no podía desprenderse enteramente del pasado. Debido a eso, parecía demasiado radical a los hombres moderados, y demasiado moderado a los representantes de tendencias más radicales."
En primer lugar, decir que Sismondi "se había adelantado a su época" por las reformas que proponía, significa no comprender para nada la esencia misma de su doctrina, que comparaba-lo dice él mismo-lo actual con lo pasado. Se requería una extrema miopía (o una extrema parcialidad hacia el romanticismo) para dejar de ver el espíritu general y la significación general de la teoría de Sismondi, sólo porque éste era partidario de la legislación fabril[129] , etc.
En segundo lugar, Efrussi supone de esta manera que la diferencia entre Sismondi y los otros escritores consiste solamente en el carácter más o menos radical de las reformas propuestas: éstos iban más allá, mientras que Sismondi aún no se había desprendido del todo de lo viejo.
No es así. La diferencia entre Sismondi y estos escritores era mucho más profunda. No se trata de que unos ib°n más leios mientras los otros eran timoratos [130], sino que consideraban el propio carácter de las reformas desde dos puntos de vista diametralmente opuestos. Sismondi señalaba "las eternas necesidades de la sociedad", que también eran señaladas üor dichos escritores. Era utopista; fundaba sus deseos en una idea abstracta y no en intereses reales, y estos escritorps también eran utopistas v también basaban sus planes en ideas abstractas. Pero el carácter de sus planes difería totalmente porque los mismos encaraban el desarrollo económico moderno, que planteaba la cuestión de "las necesidades eternas", desde puntos de vista diametralmente opuestos. Los escritores a que nos referimos anticipaban el futuro; adivinaban genialmente las tendencias de la "ruptura" que la industria mecanizada estaba realizando ante sus ojos. Miraban hacia donde se movía el desarrollo real; se adelantaban efectivamente a ese desarrollo. Sismondi, en cambio, le daba la espalda; su utopía no anticipaba el futuro, sino que restauraba el pasado; no miraba hacia adelante, sino hacia atrás soñaba con "detener In ruptura", la misma ruptura de la que deducían sus utopías los escritores señalados"[131]. He aquí por qué la utopía de Sismondi es calificada, y con toda justicia, de reaccionaria. Volvernos a repetir míe lo que justifica t"l caracterización es sólo el hecho de que Sismondi no comprendió el papel progresista de "la ruptura" de las viejas relaciones sociales semimedievales, patriarcales, de los Estados de Europa occidental, que desde finales del siglo pasado comenzó a producir la gran industria mecanizada.
Este punto de vista específico de Sismondi asoma inclusive entre sus razonamientos sobre "la asociación", en general. "Yo deseo-dice-que la propiedad de las manufacturas (la propriété des manufactures) sea repartida entre un gran número de medianos capitalistas, y no reunida por un solo hombre, poseedor de muchos millones [...]" (II, 365). El punto de vista del pequeño burgués se expresa con mayor relieve aun en este párrafo: "No es la clase de los pobres la que hay que eliminar, sino la de loa jornaleros; hay que devolverlos a la clase de los propietarios" (II, 308). "Devolverlos" a la clase de los propietarios: ¡en estas palabras está toda la esencia de la doctrina de Sismondi!
Sin duda el mismo Sismondi debe haber percibido la imposibilidad de realizar sus buenos deseos y la marcada disonancia entre los mismos y el antagonismo de intereses de la época. "La tarea de unir nuevamente los intereses de los que participan en conjunto en una misma (qui concourrent a la méme production) [...] es, sin duda, difícil, mas no creo que sea tan grande como podría suponerse" (II, 450) [132] . La conciencia de esta falta de correspondencia entre sus anhelos y aspiraciones, por una parte, y las condiciones de la realidad y su desarrollo, por la otra, engendra, como es natural, la tendencia a demostrar que "aún no es tarde" para "volver atrás", etc. El romántico intenta apoyarse en el hecho de que las contradicciones del régimen actual no están aún suficientemente desarrolladas, en el atraso del país. "Los pueblos han conquistado el sistema de libertad en que hemos entrado [se refiere a la caída del feudalismo]; pero mientras destruían el yugo que soportaron tanto tiempo, las clases trabajadoras (les hommes de peine representantes del trabajo) no estaban privadas de toda propiedad. En la aldea, en calidad de medieros, campesinos óhinsk [133] (censitaires), arrendatarios, poseían tierras (ils se trouvérent associés à la propriété du sol). En las ciudades, como miembros de corporaciones, asociaciones de oficios (métiers), formadas para la defensa común, eran industriales independientes (ils se trouvérent associés á la propriété de leur industrie). Sólo en nuestros días, sólo en la época más reciente (c'est dans ce moment méme) el progreso de la riqueza y la competencia rompe todas esas asociaciones. Pero esa ruptura (révolution) se ha hecho sólo a medias" (II, 437).
"Sólo una nación, es verdad, se halla actualmente en esa situación antinatural; sólo en una nación vemos este permanente contraste de una riqueza ficticia (richesse apparente) con la tremenda pobreza de la décima parte de la población, forzada a vivir de la caridad pública. Pero esa nación, tan digna de ser imitada en otros sentidos, tan deslumbrante hasta en sus errores, ha seducido con su ejemplo a todos los hombres de Estado del continente. Y si estas reflexiones ya no pueden serles de utilidad, considero que debo prestar, al menos, un servicio a la humanidad y a mis compatriotas mostrando los peligros del camino que sigue y demostrando, por su misma experiencia, que hacer descansar toda la economía política sobre el principio de una competencia ilimitada significa sacrificar el interés de la humanidad a la acción simultánea de todas las pasiones personales" (II, 368) [134]. Así termina Sismondi sus Nouveaux Principes.
Marx definió con claridad la importancia general de Sismondi y su teoría, en el siguiente juicio, que comienza reseñando las condiciones de la vida económica de Europa occidental que engendraron esa teoría (precisamente en la época en que el capitalismo apenas empezaba a crear allí la gran industria mecanizada), y luego da su apreciación de la misma.[135]
"La pequeña burguesía y los estamentos de pequeños campesinos de la Edad Media fueron los precursores de la burguesía moderna. En los países de una industria y un comercio menos desarrollado esta clase continúa vegetando al lado de la burguesía en ascenso.
"En los países donde se ha desarrollado la civilización moderna, se ha formado-y, como parte complementaria de la sociedad capitalista, sigue formándose sin cesar-un estamento de burgueses medios que (oscila entre el proletariado y la burguesía). Pero los individuos que componen esa clase son continuamente desplazados hacia las filas del proletariado a causa de la competencia, y, con el desarrollo de la gran industria, ven aproximarse el momento en que desaparecerán por completo como fracción independiente de la sociedad moderna y en que serán remplazados en el comercio, la manufactura y la agricultura, por capataces y empleados.
"En países como Francia, donde los campesinos constituyen bastante más de la mitad de la población, es natural que surgieran escritores que se colocaban del lado del proletariado, criticaban las condiciones capitalistas con el rasero del pequeño burgués y del pequeño campesino, y defendían la causa obrera desde el punto de vista de la pequeña burguesía. Así nació la doctrina social pequeñoburguesa. Sismondi es el más alto exponente de esta literatura, no sólo en Francia, sino también en Inglaterra.
"Esta doctrina supo captar con mucha sagacidad las contradicciones inherentes a las modernas condiciones de producción. Puso al desnudo el hipócrita optimismo de los economistas. Señaló los efectos destructores de la producción mecanizada y de la división del trabajo, la concentración de los capitales y de la propiedad de la tierra, la superproducción y las crisis, la inevitable ruina de la pequeña burguesía y de los campesinos, la miseria del proletariado, la anarquía en la producción, las indignantes injusticias en la distribución de la riqueza, la exterminadora guerra industrial de las naciones entre sí, la disolución de las viejas costumbres de las antiguas relaciones familiares, de las viejas nacionalidades. [136]
"El contenido positivo de esa corriente consiste, o bien en su anhelo de restablecer los antiguos medios de producción y de cambio, y con los mismos las antiguas relaciones de propiedad y el antiguo régimen social; o bien en querer encajar por la fuerza los medios modernos de producción y de cambio en el estrecho marco del antiguo régimen de propiedad, que ha sido roto, y fatalmente roto por los mismos. En uno y otro caso, esa corriente es a la vez reaccionaria y utópica.
"Para la industria, la organización gremial; para la agricultura, el régimen patriarcal: he aquí su última palabra" .[137]
Hemos procurado demostrar la justeza de esta caracterización cuando analizamos cada uno de los elementos que componen la doctrina de Sismondi. Ahora nos limitaremos a señalar un curioso procedimiento utilizado por Efrussi que culmina todos los errores de su exposición crítica y apreciación del romanticismo. El lector recordará que en el comienzo mismo de su artículo (núm. 7 de la revista Rússkoie Bogatstvo), Efrussi declaró que incluir a Sismondi entre los reaccionarios y los utopistas es "injusto" y " falso" (loe. cit., pág. 138). Para demostrar esta tesis se ingenió primero en guardar silencio absoluto sobre lo principal, a saber, la relación del punto de vista de Sismondi con la situación e intereses de una clase particular de la sociedad capitalista, la de los pequeños productores; segundo, al analizar las diferentes tesis de la doctrina de Sismondi, presentó su posición respecto de la teoría moderna, bien bajo una luz completamente falsa-tal como lo hemos demostrado más arriba-, o bien ignoró simplemente la teoría moderna al hacer la defensa de Sismondi invocando a sabios alemanes que "no fueron más allá" que éste; y tercero, quiso por último resumir su juicio sobre Sismondi de la siguiente manera: " Nuestra [!] opinión sobre la importancia de Simonde de Sismondi -dice-podemos resumirla [!!] con las siguientes palabras" de un economista alemán (Rússkoie Bogatsitvo, núm. 8, pág. 57). Sigue el extracto citado más arriba, o más bien apenas un fragmento de la caracterización dada por aquel economista, ¡puesto que se excluye precisamente la parte donde se explica cuál es el vínculo de la teoría de Sismondi con una clase particular de la sociedad moderna, y la otra parte cuya conclusión establece de manera definitiva el carácter reaccionario y utópico de Sismondil Mas aún. Efrussi no se limitó a entresacar un fragmento del juicio mencionado, que no da idea alguna de la apreciación integral, y a mostrar así bajo una luz completamente falsa la actitud de este economista frente a Sismondi. Además, al aparecer sólo como trasmisor de las opiniones de aquel economista, pretendió embellecer a Sismondi.
"Agreguemos a ello-dice Efrussi-que, de acuerdo con algunas opiniones teóricas, Sismondi es el precursor de los más destacados economistas modernos [138]: recordemos sus opiniones sobre la renta del capital y las crisis, su clasificación de la renta nacional, etc." (ibíd.). De esta manera, en vez de agregar, a la comprobación de los méritos de Sismondi hecha por el economista alemán, la comprobación por ese mismo economista de su punto de vista pequeñoburgués y del carácter reaccionario de su utopía, Efrussi agrega a la cantidad de méritos de aquél precisamente las partes de su doctrina (la "clasificación de la renta nacional", por ejemplo) que no tienen una sola palabra científica, según el juicio del economista a que nos referimos.
Se nos puede replicar: Efrussi puede no compartir en general la opinión de que hay que buscar la explicación de las doctrinas económicas en la realidad económica; puede estar profundamente convencido de que la teoría de A. Wagner sobre "la clasificación de la renta nacional" es "la más notable". Accedemos a ello gustosamente. ¿Pero qué derecho tenía entonces de coquetear con la teoría con la cual los señores populistas gustan tanto decir que están "de acuerdo", si en realidad no comprendió para nada la posición adoptada por esa teoría frente a Sismondi, y si hizo todo lo posible (y aun lo imposible) para presentar dicha posición bajo un aspecto completamente falso?
No habríamos dedicado tanto especio a esta cuestión si se tratara sólo de Efrussi, escritor cuyo nombre aparece poco menos que por primera vez en la literatura populista. Lo que más importa no es su personalidad, y menos aun sus concepciones, sino la posición de los populistas frente a la teoría-que dicen compartir-del eminente economista alemán. Efrussi no es, en modo alguno, una excepción. Por el contrario, su ejemplo es típico en todo sentido y para probarlo hemos hecho constantemente un paralelo entre los puntos de vista y la teoría de Sismondi y los puntos de vista y la teoría del señor N.-on [139]. La analogía resultó completa: tanto las concepciones teóricas y la manera de abordar el capitalismo como el carácter de las deducciones y las aspiraciones concretas de ambos escritores, son similares. Y como las concepciones del señor N.-on pueden ser consideradas la última palabra del populismo, tenemos el derecho de llegar a la conclusión de que la doctrina económica de los populistas no es más que una variedad rusa del romanticismo europeo en general.
Se sobrentiende que las particularidades históricas y económicas de Rusia, por un lado, y su atraso incomparablemente mavor, por otro, confieren al populismo pronunciados rasgos distintivos. Pero estas diferencias no son de calidad y en consecuencia no modifican la similitud del populismo y el romanticismo pequeñoburgués.
Quizás el rasgo distintivo más destacado de los economistaspopulistas, y el que más llama la atención, sea la tendencia a disfrazar su romanticismo declarando su "acuerdo" con la teoría moderna, y citándola el mayor número de veces posible, aun cuando ésta sea netamente hostil al romanticismo y se haya desarrollado en encarnizada lucha contra las más variadas doctrinas oequeñoburguesas.
El análisis de la teoría de Sismondi ofrece particular interés precisamente porque permite examinar los procedimientos generales utilizados para los disfraces de tal tipo.
Hemos visto que, tanto el romanticismo como la teoría moderna, señalan las mismas contradicciones en la economía social actual. De esto se valen los populistas para sostener que la teoría moderna reconoce que las contradicciones se manifiestan en las crisis, en la búsqueda de mercados exteriores, en el crecimiento de la producción acompañado por descenso del consumo, en la protección aduanera, en la acción nefasta de la industria mecanizada, etc., etc. Y los populistas tienen toda la razón: la teoría moderna reconoce en efecto, todas estas contradicciones, que tambien el rompnticicmo había reconocido. Pero, cabe preguntar: ¿hay un solo populista que se hava preguntado alguna vez en qué se distingue el análisis científico de esas contradicciones-que las reduce a los diferentes intereses engendrados por el régimen económico existente-, del método eme sólo las comprueba para formular buenos deseos? No, en ninguno de los populistas encontraremos un análisis de este problema aue, precisamente, caracteriza la diferencia míe existe entre la teoría moderna v el romanticismo. Los populistas comprueban esas contradicciones con el solo objeto de formular buenos deseos.
Cabe preguntar también: ¿uno solo de los populistas trató alguna vez de averiguar en aué difiere la crítica sentimental del capitalismo de su crítica científica, dialéctica? Ninguno ha pinteado esta cuestión que caracteriza la segunda diferencia importante entre la teoría moderna v el romanticismo. Ninguno consideró necesario tomar como criterio propio de sus teorías el desarrollo actual de l^s relaciones económico-sociales (en tanto que la anlicacíón de dicho criterio es lo que distingue en esencia a la critica científica).
Y cabe preguntarse, por último: ¿uno solo de los populistas preguntó alguna vez, en qué difiere el punto de vista del romanticismo, que idealizo la pequeña produccion y deplora la "ruptura" de sus pilles por el "capitalismo", del de la teoría moderna, que considera como punto de partida de sus razonamientos la erran producción capitalista por medio de mámiinas y considera progresista esa "ruptura de los pilares"? (Utilizamos esta expresión, comúnmente aceptada por los populistas, porque caracteriza, en forma notable el proceso de trasformación de las relaciones sociales bajo la influencia de la gran industria mecanizada, que se ha operado en todas partes, y no sólo en Rusia, en formo tan brusca y violenta, que sorprendió al pensamiento social.) Una vez más, no. Ninguno de los populistas se planteó ese interrogante, ninguno de ellos hizo la menor tentativa de aplicar a 'la ruptura" rusa los mismos criterios que hicieron reconocer como progresista "la ruptura" en la Europa occidental. Todos ellos deploran la suerte de los pilares y recomiendan que cese "la ruptura"; asesaran, con lágrimas en los ojos, que esa es precisamente "la teoría moderna"...
La comparación de su "teoría", que presentan como una nueva y original solución del problema del capitalismo, fundada en la última palabra de la ciencia y de la experiencia de Europa occidental, con la teoría de Sismondi, muestra claramente a qué período primitivo de desarrollo del capitalismo y del pensamiento social se remonta la aparición de una teoría de este género. Pero lo esencial no es que esta teoría sea anticuada. ¡Más de una teoría anticuada para Europa podría ser modernísima para Rusia! Lo que importa es que en el momento de su aparición esta teoría era ya pequeñoburguesa y reaccionaría.
Para completar la comparación entre la teoría del romanticismo y la moderna en lo referente a los puntos principales de la economía contemporánea, confrontaremos sus respectivos juicios a propósito de un problema práctico. El valor de esta comparación es tanto mayor porque, por un lado, se trata de uno de los más importantes problemas prácticos del capitalismo, de un problema de principio; y por el otro, porque sobre él se han pronmv ciado los dos representantes más destacados de ambas teorías antagónicas.
Nos referimos a las leyes cerealeras[141] en Inglaterra y a la abolición de las mismas. Durante el segundo cuarto del presente siglo, este problema suscitó el interés más profundo, no sólo entre los economistas ingleses, sino también entre los del continente: todos comprendían que no se trataba de una cuestión particular de política aduanera, sino de un problema general que hacía a la libertad de comercio, a la libre competencia, a "la suerte del capitalismo". Se trataba, precisamente, de coronar el edificio del capitalismo instaurando íntegramente la libertad de competencia, de desbrozar el camino para llevar a término "la ruptura" que la gran industria mecanizada había comenzado a operar en Inglaterra a partir de. fines del siglo pasado; se trataba de eliminar los obstáculos que frenaban esa "ruptura" en la agricultura. Y precisamente así enfocaron esta cuestión los dos economistas continentales a los que vamos a referirnos, Sismondi agregó a la segunda edición de su obra Nouveaux príncipes un capítulo especial titulado "Acerca de las leyes sobre el comercio de cereales" (I. III, ch. X).
Empieza por señalar que el problema es candente: "Una mitad del pueblo inglés exige ahora la abolición de las leyes oerealeras, profundamente irritado contra quienes las mantienen; y la otra mitad exige el mantenimiento de las mismas, y lanza gritos de indignación contra quienes las quieren abolir" (I, 251).
Al analizar el problema, Sismondi señala que los intereses de los granjeros ingleses exigen que se impongan impuestos a los cereales, para asegurar un remuneratins price " (un precio rendídor, sin pérdidas"). Por el contrarío, los intereses de los manufactureros exigen la abolición de dichas leyes, pues las manufacturas no pueden existir sin mercados exteriores y el desarrollo de las exportaciones inglesas se veía frenado por las leyes que ponían trabas a la importación: "Los manufactureros aducíin que la saturación del mercado con que tropiezan en los lugares de venta es también el resultado de las mismas leyes; que la gente rica del continente no podía comprar sus mercaderías porque no encontraba dónde vender su trigo" (I, 251). [142]
"Es probable que la apertura del mercado al cereal extranjero arruine a los terratenientes ingleses y haga descender a un nivel muchísimo más bajo el precio del arriendo. Esto sería indudablemente una calamidad, pero no una injusticia" (I, 2.54). Y Sismondi fe dispone a demostrar con la mayor ingenuidad que la renta de los terratenientes debe estar en relación con los servicios (sic) que ellos prestan "a la sociedad" (¿a la capitalista?), etc. "Los granjeros-continúa-extraerán su capital [...] en parte, al menos, de la agricultura."
Este razonamiento de Sismondi (con el cual él se da por satisfecho) pone en evidencia el vicio fundamental del romanticismo, que no presta suficiente atención al proceso del desarrollo económico que tiene lugar en la realidad. Hemos visto que el propio Sismondi llama la atención sobre el desarrollo progresista y el incremento del sistema de economía basado en granjas en Inglaterra. Pero en lugar de estudiar las causas que originan ese proceso, se apresura a condenarlo. Sólo esa precipitación, ese deseo de imponer a la historia sus inocentes anhelos, puede explicar que Sismondi pierda de vista la tendencia general del desarrollo del capitalismo en la agricultura y la inevitable aceleración de dicho proceso con la derogación de las leyes cerealeras, es decir, el progreso capitalista de la agricultura, en lugar de la decadencia que profetiza.
Pero Sismondi se mantiene fiel a sí mismo. En cuanto se acerca a la contradicción que caracteriza ese proceso capitalista, recurre a su ingenua "refutación" de la misma, tratando de demostrar a todo trance que el camino por el que marcha "la patria inglesa" es equivocado.
"¿Qué hará el jornalero? [...]. El trabajo cesará, los campos de labranza serán trasformados en pastizales [...]. ¿Qué suerte correrán las 540.000 familias que se verán privadas de trabajo? [143]. Aun suponiendo que sirvan para cualquier trabajo en la industria, ¿se dispone acaso en la actualidad de una industria que esté en condiciones de emplearlos? [...]. ¿Habrá un gobierno que pueda voluntariamente exponer a la mitad de la nación que gobierna a una crisis semejante? [...]. Y los otros, aquellos a los que serían sacrificados los agricultores, ¿obtendrían algún provecho de ello? Ya que esos agricultores son los más cercanos y seguros consumidores de las manufacturas inglesas. La cesación de su consumo asestaría a la industria un golpe más funesto que el cierre del más grande mercado extranjero" (255-256). Y aquí viene la famosa "reducción del mercado interior". "¿Cuánto perderán las manufacturas debido a la cesación del consumo por toda la clase de los agricultores ingleses y que constituye casi la mitad de la nación? ¿Cuánto perderán como consecuencia del cese del consumo de las personas ricas, cuyas rentas provenientes de la agricultura serían liquidadas casi por completo?" (267). El romántico se desvive por demostrar a los fabricantes que las contradicciones propias del desarrollo de su producción y de su riqueza no son más que la expresión de su error, su falta de previsión. Y para "convencerlos" "del peligro" que representa el capitalismo, Sismondi pinta un cuadro detallado de la competencia que los amenaza por parte del cereal polaco y ruso (p. 257-261). Para ello echa mano a toda clase de argumentos, e inclusive trata de herir el amor propio de los ingleses. "¿Qué sería del honor de Inglaterra si el emperador de Rusia, cada vez que desease obtener una concesión cualquiera, pudiera rendirla por hambre cerrando los puertos del Báltico?" (268). Recuerde el lector cómo, para demostrar que "la apología del poder del dinero" es un error, decía Sismondi que en las ventas es fácil el engaño... Quiere "refutar" a los teóricos del sistema de economía basado en las granjas, y señala que los granjeros ricos no pueden resistir la competencia de los míseros campesinos (ver la cita más arriba mencionada), y en definitiva llega otra vez a su conclusión favorita, evidentemente convencido de que ha logrado demostrar lo "erróneo" del camino seguido por "la patria inglesa". "El ejemplo de Inglaterra nos hace ver que esta práctica [el desarrollo de la economía monetaria, a la que Sismondi contrapone I' habitude de se fournir soi-méme, "ganarse la vida con el propio esfuerzo"] no está exenta de peligros" (263). "El sistema económico [precisamente el basado en las granjas] es malo en sí, tiene un fundamento peligroso, y ese sistema es el que hay que tratar de cambiar" (266).
¡Un problema concreto, nacido del choque de intereses determinados dentro de determinado sistema de economía, se ve así ahogado por un torrente de inocentes deseos! Pero el hecho es que el problema fue planteado en forma tan tajante por las propias partes interesadas que era ya completamente imposible circunscribirse a semejante "solución" (tal como lo hace el romanticismo con respecto a todos los demás problemas).
"¿Qué hacer, entonces?-interroga Sismondi desesperado-; ¿abrir los puertos de Inglaterra o clausurarlos? ¿Condenar al hambre y a la muerte a los obreros de las manufacturas o a los de la agricultura de Inglaterra? En verdad, es un problema terrible; la situación en que se encuentra el ministerio inglés es una de las más delicadas en que pueden hallarse los hombres de Estado" (260). Y vuelve una vez más a "la conclusión general" sobre el "peligro" del sistema de las granjas, el "peligro de someter toda la agricultura a un sistema de especulación". ¿Pero "cómo hacer para que en Inglaterra se adopten medidas que sean al mismo tiempo serias y graduables, que permitan reivindicar la importancia [remettraient en honneitr] de las pequeñas granjas, cuando una mitad de la nación ocupada en las manufacturas sufre hambre, y las medidas que ella reclama amenazan con el hambre a la otra mitad ocupada en la agricultura? Esto, lo ignoro. Estimo necesario someter a considerables cambios las leyes referentes al comercio de cereales, pero a quienes exigen su completa abolición les aconsejo analizar minuciosamente los siguientes problemas" (267), y aquí sigue la enumeración de viejas quejas y temores sobre la decadencia de la agricultura, la reducción del mercado interno, etc.
De esta manera, ya en su primer choque con la realidad, el romanticismo ha sufrido el más completo fiasco. Se vio forzado a otorgarse a sí mismo el teftimoniíin paupertatis [144] y firmar personalments su recibo. Recuérdese con cuánta facilidad y sencillez "resolvía" el romanticismo todos los problemas en la "teoría". El proteccionismo es irracional; el capitalismo es un extravío pernicioro; el camino seguido por Inglaterra es erróneo y peligroso; la producción debe marchar a la par del consumo; la industria y el comercio, a la par de la agricultura; las máquinas son ventajosas sólo cuando conducen a la elevación del jornal, ó a la reducción de la jornada de trabpjo; los medios de producción no deben ser separados de los productores; el intercambio no debe adelantarse a la producción, ro debe conducir a la especulación, etc., etc. Para cada contradicción el romanticismo tenía la frase sentimental correspondiente para cubrirla; cada pregunta tenía como respuesta la expresión de un anhelo inocente, y pegar las mismas etiquetas a todas las manifestaciones de la vida corriente se llamaba " solución" de los problemas. ¡No es de extrañar que esas soluciones fueran tan conmovedoramente sencillas y fáciles! Sólo que ignoraban una pequeña circunstancia: los intereses reales, en cuyo conflicto residía precisamente la contradicción. Y cuando el desarrollo de dicha contradicción lo puso frente a uno de esos conflictos particularmente agudos, cual es la lucha de los partidos, que en Inglaterra precedió a la derogación de las leyes cerealeras, nuestro romántico se vio completamente perdido. Se sentía tan bien en medio de la niebla de ilusiones y de buenos deseos, componía con tanta maestría sentencias aplicables a la "sociedad" en general (pero inaplicables a cualquier régimen social históricamente determinado); pero cuando, de su mundo de fantasías fue a caer a la vorágine de la vida real y de la lucha de intereses, resultó que no tenía criterio para solucionar problemas concretos. Habiendo contraído la costumbre de las formulaciones abstractas v de las soluciones también abstractas reducía el problema a esta fórmula pura y simple: ¿a qué población corresponde arruinar: a la agrícola o a la manufacturera? Y el romántico, por supuesto, sólo podía llegar a la conclusión de que no hay que arruinar a ninguna, que "es preciso tomar por otro camino"..., pero las contradicciones reales ya lo han sitiado tan estrechamente que le impiden elevarse de nuevo hacia las nebulosidades de sus buenos deseos, y el romántico se ve forzado a dar una respuesta. Sismondi no dio una, sino dos respuestas: la primera, "lo ignoro"; la segunda, "por un lado no puede dejar de reconocerse, y por el otro, es preciso admitir".[145]
El 9 de enero de 1848, en Bruselas, en una reunión pública, Carlos Marx pronunció su "discurso sobre el librecambio" [146]. Contrariamente al romanticismo, para el cual "la economía política no es una ciencia exacta sino una ciencia moral", tomó como punto de partida para su exposición un simple y objetivo cálculo de los intereses en pugna. En vez de considerar el problema de las leyes cerealeras como una cuestión de "sistema" elegido por la nación, o de legislación (tal como lo hacía Sismondi), el orador comenzó por presentarlo como un conflicto de intereses entre los fabricantes y los terratenientes, y mostró cómo los fabricantes ingleses procuraban hacer de él una causa nacional, persuadir a los obreros de que obraban en interés de todo el pueblo. Contrariamente al romántico, que expone el asunto como consideraciones en las que debe inspirarse el legislador para realizar la reforma, el orador redujo el problema al conflicto de intereses reales de las diferentes clases de la sociedad inglesa. Mostró que el fondo del problema era la necesidad de abaratar las materias primas para los fabricantes. Señaló la actitud de desconfianza de los obreros ingleses, que veían "en los hombres abnegados, en un Bowring, un Bright y Cía., a sus más grandes enemigos".
"Al costo de elevadas inversiones los fabricantes construyen palacios en los cuales la Anti-Corn-Law League [Liga contra las leyes cerealeras] [147] instala, en cierto modo, su residencia oficial; envían a todos los puntos de Inglaterra un ejército de misioneros para que prediquen la religión del librecambio, publican y distribuyen gratuitamente millares de folletos, destinados a ilustrar al obrero sobre sus propios intereses, gastan enormes sumas de dinero para atraerse a la prensa, montan un gran aparato administrativo para dirigir el movimiento librecambista y derrochan elocuencia en los mítines públicos. En uno de tales mítines un obrero exclamó: ¡Si los terratenientes vendieran nuestros huesos, ustedes, los fabricantes, serían los primeros en comprarlos para echarlos a un molino de vapor y trasformarlos en harinal Los trabajadores ingleses han comprendido admirablemente bien el significado de la lucha entre los terratenientes y los fabricantes. Saben de sobra que se quiere rebajar el precio del cereal para rebajar los salarios, y que el beneficio del capital aumentará en la proporción en que disminuya la renta."
De este modo, la formulación del problema en sí es totalmente distinta que en Sismondi. Se trata, en primer lugar, de explicar la posición de las diferentes clases de la sociedad inglesa en este problema, desde el punto de vista de sus respectivos intereses; en segundo lugar, de esclarecer el significado de la reforma dentro de la evolución general de la economía social de Inglaterra.
Sobre este último punto, las opiniones del orador coinciden con las de Sismondi, en el sentido de que él también ve en ello, no una cuestión particular, sino una cuestión general; la del desitriollo del capitalismo en general, la del "librecambio" como sistema. "La abolición de las leyes cerealeras en Inglaterra ha sido el más grande triunfo obtenido por el libre comercio en el siglo xix". "Con la abolición de las leyes cerealeras, llega a su punto culminante el desarrollo de la libre competencia y la moderna economía social [148]. En consecuencia, para estos autores, se plantea este interrogante: ¿es, pues, deseable que continúe el desarrollo del capitalismo, o hay que detenerlo y buscar "otros caminos"?, etc. Y nosotros sabemos que la respuesta afirmativa que dieron a esta pregunta es precisamente la que dio solución a un problema general, de principio, cual es el relativo a los "destinos del capitalismo" y no al problema particular de las leyes cerealeras en Inglaterra, pues el punto de vista aquí establecido se aplicó, mucho más tarde, también a otros grandes países. En la década d_e 1840 ambos sostenían la misma opinión con respecto a Alemania y a América; [149] declaraban que la libre competencia constituya para esos países un factor progresista; en lo que respecta a Alemania, uno de ellos escribía, todavía en la década del 60, que ese país sufre no sólo a causa del capitalismo sino también debido al insuficiente desarrollo del mismo. [150]
Pero volvamos al discurso. Hemos señalado que el punto de vista del orador difiere en sus principios del de Sismondi y reduce el problema a los intereses de las diferentes clases que componen la sociedad inglesa. Esa profunda diferencia la vemos en el planteamiento del problema puramente teórico del papel que desempeña la abolición de las leyes cerealeras en la economía social. Para él, no es un problema abstracto el sistema que debe adoptar Inglaterra, y el camino que debe elegir (es así como lo plantea Sismondi, olvidando que Inglaterra tiene un pasado y un presente que determinan ya este camino). No: de entrada ubica el asunto en el terreno del régimen económico-social existente-, se pregunta cuál debe ser la ttapa siguiente en el desarrollo de ese régimen, después de la abolición de las leyes cerealeras.
La dificultad estribaba en determinar qué infuencia tendría la abolición de esas leyes sobre la agricultura, pues en efecto sobre la industria era evidente para todos.
Para demostrar qué utilidad tendría esa abolición también para la agricultura, la Anti-Corn-Law League asignó premios para los tres mejores trabajos que trataran sobre la influencia benéfica de la abolición de esas leyes sobre la agricultura inglesa. El orador comienza por exponer brevemente los puntos de vista de los tres laureados: Hope, Morse y Greg, y a continuación destaca a este último, quien aplica en su trabajo, de modo más científico y más riguroso, los principios establecidos por la economía política clásica.
Greg, fuerte fabricante él mismo, se dirige de preferencia a los grandes granjeros y trata de demostrar que la abolición de las leyes cerealeras desalojará de la agricultura a los granjeros pequeños, quienes se volcarán a la industria, pero que será ventajosa para los grandes, los que tendrán así la posibilidad de afincarse en la tierra por períodos más prolongados, de invertir en ella más capital, de emplear mayor cantidad de máquinas y reducir el trabajo, que será más barato al abaratarse el cereal. En cuanto a los terratenientes, tendrán que contentarse con una renta más baja, pues las tierras de inferior calidad, no aptas para hacer frente a la competencia del cereal importado más barato, dejarán de ser cultivadas.
El orador tuvo perfecta razón al considerar que esa predicción y esa abierta apología del capitalismo en la agricultura eran más científicas. La historia justificó tal predicción. "La abolición de las leyes cerealeras dio a la agricultura inglesa un enorme impuso [...]. La disminución absoluta de la población obrera rural aumentaba paralelamente a la ampliación de la superficie cultivada, a la intensificación del cultivo, a la gigantesca acumulación del capital invertido en la tierra y dedicado a su cultivo, al aumento del producto de la tierra, sin paralelo en la historia de la agronomía inglesa, al aumento de la renta de los terratenientes, al crecimiento de la riqueza de los arrendatarios capitalistas [...] La condición básica para los nuevos métodos fue la mayor inversión de capital por acre de tierra y, en consecuencia, la concentración acelerada de las granjas".[151]
Pero el orador, por supuesto, no se limita a reconocer que los razonamientos de Greg son los más justos. En boca de éste, no son otra cosa que argumentos utilizados por un "librecambista" que discurre sobre la agricultura inglesa en general, y que procura demostrar las ventajas que reportaría para toda la nación la abolición de las leyes cerealeras. De lo expuesto más arriba surge con claridad que era otro el punto de vista del orador.
Explica que la rebaja en los precios del cereal, tan alabada por los "librecambistas", significa la ineludible reducción de los salarios, el abaratamiento de la mercancía "trabajo" (o más exactamente: fuerza de trabajo); que la reducción del precio del cereal jamás podrá equilibrar para el obrero esa rebaja del salario: primero, porque al descender el precio del cereal, le será más difícil al obrero ahorrar sobre el consumo del mismo para poder adquirir otros artículos; y en segundo lugar, porque el progreso de la industria torna más baratos los artículos de consumo al remplazar la cerveza por la vodka, el pan por las papas, la lana y el lino por las telas de algodón, haciendo descender así el nivel de las necesidades y de vida del trabajador.
Vemos así que aparentemente, el orador plantea los elementos del problema del mismo modo que Sismondi: él también reconoce que el librecambio entraña de modo inevitable la ruina de los pequeños granjeros, la miseria de los obreros en la industria y en la agricultura. Nuestros populistas, que además se distinguen por un arte inimitable en el modo de "citar" interrumpen por lo común sus "citas" justamente en este lugar y, henchidos de satisfacción, declaran que están muy "de acuerdo". Tales procedimientos, empero, sólo sirven para mostrar, primero, que no comprenden la enorme diferencia en el modo de plantear el problema que hemos señalado más arriba; y segundo, que no ven que la diferencia esencial entre la teoría moderna y el romanticismo apenas comienza aquí: el romántico da la espalda al problema concreto del desarrollo real, para sumergirse en los sueños; el realista, por el contrario, se vale de los hechos establecidos a su criterio para llegar a la solución precisa del problema concreto.
Luego de predecir el mejoramiento de la situación de los obreros en un futuro próximo, el orador prosigue:
"Los economistas nos objetarán al respecto:
Y bien, convengamos en que la competencia entre los trabajadores, que ciertamente no disminuirá bajo el régimen del librecambio, no tardará en poner al salario en consonancia con el precio más bajo de las mercancías. Pero por otro lado, la disminución del precio de las mercancías conducirá a un aumento en el consumo; un mayor consumo exigirá una producción más intensiva, lo cual implicará una mayor demanda de fuerza de trabajo y el resultado de esta mayor demanda de fuerza de trabajo será la elevación de los salarios.
"Toda esta argumentación se reduce a lo siguiente: el librecambio aumenta las fuerzas productivas. Si la industria crece, si la riqueza, las fuerzas productivas, en una palabra, si el capital productivo aumenta la demanda de trabajo, también se eleva el precio del trabajo y, por consiguiente, el salario. El acrecentamiento del capital constituye la más favorable circunstancia para el obrero. Esto hay que reconocerlo [152]. Si el capital queda estancado, la industria no sólo se estancará, sino que comenzará a declinar, y en ese caso el trabajador será la primera víctima, sucumbirá antes que el capitalista. Y en el caso en que el capital vaya en aumento, o sea, tal corno ya se ha dicho, en el caso mejor para el obrero, ¿cuál será su suerte? Pues, sucumbirá igualmente..." Y el orador explica en detalle, apoyándose en los datos de los economistas ingleses, cómo la concentración del capital acentúa la división del trabajo, la cual abarata la fuerza de trabajo al sustituir el trabajo calificado por el simple; cómo las máquinas desalojan a los obreros; cómo el gran capital arruina a los pequeños industriales y pequeños rentistas, y agrava las crisis que aumentan aun más el número de desocupados. La conclusión de su análisis es que el librecambio no significa otra cosa que el libre desarrollo del capital.
De este modo, el orador supo hallar el criterio para solucionar el problema que, a primera vista, conducta al dilema insoluble ante el cual se detuvo Sismondi: tanto el librecambio como la restricción del mismo conducen por igual a los obreros a la ruina. Ese criterio es el desarrollo de las fuerzas productivas. Esta manera de plantear el problema sobre el terreno histórico se manifestó inmediat^mente: en luear de comparar el capitalislismo con una sociedad abstracta, tal como debería ser (es decir, en definitiva, con una utopía), lo hizo con las etapas precedentes de la economía social, comparó entre sí las diferentes etapas del capitalismo en la sucesión consecutiva y comprobó que las fuerzas productivas de la sociedad se desarrollan gracias al desarrollo del capitalismo. Al aplicar a la argumentación de los librecambistas una crítica científica, el orador quiso evitar el error habitual de los románticos, quienes al negar todo valor a esta crítica "tiran al niño con el agua sucia de la bañera"; quiso extraer el grano bueno, es decir, comprobar el hecho indudable del gigantesco progreso de la técnica. Nuestros populistas, con su agudeza característica, habían llegado, por supuesto, a la conclusión de que el autor de referencia, que en forma tan abierta se toma de parte del gran capital contra el pequeño productor, es un "apologista del poder del dinero", tanto más cuanto que había declarado ante la faz de Europa continental que las deducciones extraídas de la vida inglesa las hacía extensivas también a su patria, donde la gran industria mecanizada daba en ese entonces sus primeros pasos vacilantes. Y sin embargo, en este ejemnlo (al igual que en multitud de ejemplos análogos de la historia de Europa occidental) podrían ellos estudiar a fondo el fenómeno que no pueden (¿o no quieren?) comprender de ninguna manera: que el reconocimiento del carácter progresista del gran capital, en oposición a la pequeña producción, dista mucho, muchísimo, de ser una "apología".
Basta recordar el capítulo de Sismondi arriba citado, y el discurso en cuestión, para convencerse de la superioridad de este último, tanto en el sentido teórico como en su posición hostil a toda "apología". El orador caracterizó las contradicciones que acompañan el desarrollo del gran capital, de una manera mucho más precisa, completa, directa y franca de lo que lo hayan hecho jamás los románticos. Pero en ningún momento recurrió a una sola frase sentimental para deplorar dicho desarrollo. En momento alguno dejó caer una sola palabra sobre la posibilidad, cualquiera que fuera, de "tomar otro camino". Comprendía que quienes utilizan esa frase sólo pretenden cubrir con ella el hecho de que son ellos mismos quienes "toman otro camino" que el que les plantea la vida, es decir, determinada realidad económica, un desarrollo económico determinado y los intereses, también determinados, que aumentan sobre el terreno de este desarrollo económico.
El criterio mencionado, enteramente científico, le dio la posibilidad de resolver este problema manteniéndose en su posición de realista consecuente.
"Empero, señores-decía el orador-, no crean que al criticar el librecambio tenemos la intención de defender el sistema proteccionista." Y señaló que en el actual régimen de economía social, el librecambio y el proteccionismo tienen la misma base de sustentación; se refirió en forma concisa al proceso de "ruptura" de la vieja vida económica y de las viejas relaciones semipatriarcales en los países de Europa occidental que el capitalismo produce tanto en Inglaterra como en el continente; señaló el hecho social de que, en determinadas condiciones, el librecambio acelera dicha "ruptura" [153]. "Y sólo en este sentido, señores-concluyó el orador-, doy mi voto en favor del librecambio".[154]●
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NOTAS
[1] Para una caracterización del romanticismo económico: trabajo escrito por Lenin en Siberia, en la primavera de 1897 durante el destierro. Se publicó por primera vez en cuatro números (7-10) de la revista de los "marxistes legales", Novóie Slovo "(Nueva palabra") (abril-julio de 1897), con la firma de "K. T-n"; más tarde fue incluido en la recopilación Vladímir Ilín, Estudios y artículos económicos, editada en octubre de 1898 (en la cubierta y en la portada de la recopilación figura el año 1899). En 1908 se publicó, con algunas enmiendas y reducciones, en la recopilación titulada El problema agrario, en la que no se incluyó el punto III del II Capítulo, titulado "Del crecimiento de la población industrial a expensas de la agrícola", y la parte final despunto V del mismo capítulo, "Carácter reaccionario del romanticismo", habiéndose agregado al Cap. I el "Postcriptum".
Al preparar las ediciones legales de 1897-1898, Lenin, por razones de censura, se vio obligado a sustituir las palabras "teoría de Marx" y "teoría del marxismo" por "teoría moderna"; los nombres "Marx" y " Carlos Marx" por el de "el conocido economista alemán"; la palabra " marxista" por "realista"; sustituir El capital por "tratado", y así sucesivamente. En la edición de 1908, una parte considerable de estas expresiones fueron corregidas por Lenin en el texto mismo o aclaradas en notas al pie de página. En la segunda y tercera ediciones rusas de las Obras, las enmiendas de Lenin aparecen tn las notas al pie de página. En la presente edición figuran en el texto mismo. 121.
[37] Socialistas de cátedra (o reformadores de cátedra): representantes de una corriente de la economía política burguesa de las décadas del 70 y 80 que, so capa de socialismo, difundian el reformismo liberal burgués desde las cátedras universitarias. El temor provocado entre las clases explotadoras por la difusion del marxismo y el crecimiento del movimiento obrero, así como los esfuerzos de los ideólogos burgueses para encontrar nuevos medios de mantener sometidos a los obreros, fueron los que hicieron nacer el socialismo de cátedra.
Entre los socialistas de cátedra se encontraban A. Wagner, G. Schmoller, L. Brentano y V. Sombart, quienes afirmaban que el Estado burgués se encuentra por encima de las clases, puede conciliar a clases mutuamente hostiles e imponer en forma gradual el "socialismo" sin afectar los intereses de los capitalistas, pero teniendo en cuenta al mismo tiempo, hasta donde ello sea posible, las exigencias de los trabajadores. Sugerían la legalización del trabajo asalariado reglamentado por la policía y la reimplantación de las corporaciones medievales. Marx y Engels demostraron la esencia reaccionaria de esta corriente y Lenin los denominó chinches de la "ciencia universitaria policíaca burguesa", que odiaban las tesis revolucionarias de Marx. Los puntos de vista de los socialistas de cátedra fueron difundidos en Rusia por los "marxistas legales". 166.
[60]Proteccionismo: medidas económicas destinadas a desarrollar la industria capitalista y la agricultura del país con el fin de protegerlos contra la competencia extranjera. La más importante de estas medidas es la imposición de elevados aranceles aduaneros sobre las mercancías de otros países, a fin de reducir la importación, limitación de la cantidad de artículos que se importan, medidas restrictivas relacionadas con las divisas, fomento de la exportación de productos nacionales mediante la reducción de los impuestos, subsidios a capitalistas, etc.
El proteccionismo surgió en Inglaterra, durante la acumulación originaria, y se difundió ampliamente en la época del capitalismo industrial en particular bajo el imperialismo, en cuyas condiciones tiende a asegurar a los monopolios capitalistas la venta de las mercancías en el mercado interno a precios más elevados, la obtención de una superganancia monopolista a expensas del saqueo de las masas populares. 183.
[61] Freetrade (librecambio): corriente de la economía política burguesa que exige la libertad de comercio y la no intervención del Estado en la actividad privada. Surgió en Inglaterra a fines del siglo xvín y entre 1830 y 1840 la ciudad de Mánchester fue el baluarte de esta corriente, por cuya razón los partidarios del librecambio fueron denominados también "manchesterianos"; la "escuela manchesteriana" estaba encabezada por Cobden y Bright, y su influencia se reflejó en la política de Francia, Alemania, Rusia y otros países. A. Smith y D. Ricardo fundamentaron teóricamente esta tendencia. pMarx y Engels denunciaron que la burguesía intentaba aprovechar la consigna del libre comercio para realizar una demagogia social.188.
[99] Nóvoie Slovo "(Nueva palabra"): revista mensual, científica, literaria y política que fue editada en Petersburgo desde 1894 por los liberales populistas, y a partir de 1897 por los "marxistas legales" (P. Struve, M. Tugán-Baranovski, ele.). Durante el destierro en Siberia Lenin publicó en esa revista dos artículos; por una caracterización del romanticismo económico y A propósito de un suelto periodístico (véase el presente tomo, págs. 121-258; 308-313). También se publicaron trabajos de J. Plejánov, V. Zasúlich, L. Mártov, M. Gorki, etíj. En diciembre de 1897 la publicación fue clausurada por el gobierno zarista. 2/5.
[140] C. Marx, ob. cit., t. I, pág. 399, nota. Éií, las ediciones de 1897 y 1898, al final de la cita de Marx, por razones de censura, Lenin remplazó las palabras "de la revolución social" (der sozíalen Revolution), por "de trasformación social". En la edición de 1908 tradujo directamente "de la revolución social". Esta enmienda ha sido incluida en el texto de la presente edición de las Obras completas. 237.
[141] Las leyes cerealeras: sancionadas en Inglaterra en 1815 fijaban altos impuestos sobre los cereales de otros países, y a veces prohibían totalmente la importación. Daban a los grandes terratenientes la posibilidad de elevar en el mercado interior los precios de los cereales y obtener enormes ganancias, y fortalecían la posición política de la aristocracia vinculada con el agro. Entre los grandes terratenientes y la burguesía se desarrolló una intensa y prolongada lucha, en torno de las leyes cerealeras, que terminó con su abolición en 1846. 245.
[147] Anti-Corn-Law League "( Liga contra las leyes cerealeras"): fue fundada en 1838 por Cobden y Bright, fabricantes textiles de Mánchester, que eran los pilares del librecambio en Inglaterra. La Liga luchaba por la abolición de las leyes cerealeras, defendía la necesidad del libre comercio y afirmaba demagógicamente que contribuiría a elevar el nivel de vida de la clase obrera, mientras que, en la práctica la disminución de los precios de los cereales hacía bajar los salarios de los obreros y aumentar los beneficios de los capitalistas. La lucha er.tre la burguesía industrial y la aristocracia rural terminó en 1846, con la promulgación del "bilí" que derogaba las leyes cerealeras. Véase la apreciación del movimiento por la derogación de esas leyes en Miseria de la filosofía, ed. cit., págs. 200-217. 251.
[155]Die Neue Zeit "(Tiempos nuevos"): revista teórica de la socialdemocracia alemana, publicada en Stuttgart de 1883 a 1923. Hasta 1917 apareció bajo la redacción de K. Kautsky; a partir de 1917 fue dirigida por G. Cunow. Entre 1885 y 1895 se publicaron en Die Neue Zeit algunos artículos de Marx y de Engels. Éste hacía llegar con frecuencia su asesoramiento a la Redacción y la criticaba agudamente por sus desviaciones del marxismo. También aparecían en esa publicación artículos de F. Mehring, P. Lafargue, J. Plejánov y otros líderes del movimiento obrero alemán y del internacional. A partir de la segunda mitad de la década del 90, después de la muerte de Engels, la revista comenzó a publicar sistemáticamente artículos de los revisionistas, incluida una serie de artículos de E. Bernstein titulada "Problemas del socialismo" con lo que inició una campaña contra el marxismo. Durante la primera guerra imperialista mundial, ocupó una posición centrista, y en la práctica apoyó a los socialchovinistas. 252.
[156] Lenin se refiere al artículo de Marx y Engels, "Una circular contra Kriege" y al IV capítulo del II tomo de "La ideología alemana", publicados en la revista Westphalische Damrífboot de julio de 1846 y agosto-6 setiembre de 1847; algunos pasajes de estos trabajos fueron reproducidos en los núms. 27 y 28, de 1895 y 1896, de Die Neue Zeit.
Das Westphalische Dampfboot: revista mensual, órgano de una de de las corrientes de socialismo pequeñoburgués de Alemania (el " socialismo auténtico"); se publicó desde enero de 1845 hasta marzo de 1848. 252.
[142] Por unilateral que sea esta explicación de los fabricantes ingleses, que desconocen las causas más profundas de las crisis y su carácter inevitable, en los casos en que la ampliación del mercado es débil, contiene sin embarco una idea absolutamente justa, y es que la realización de un producto por la vía de su exportación exige como norma la correspondiente importación. Recomendamos a la atención de los economistas este argumento de los fabricantes ingleses que eluden el problema de la realización del producto en la sociedad capitalista con estas palabras tan profundas: "Se exportará".
[143] Para "probar" que el capitalismo es nocivo, Sismondi improvisa al instante un cálculo aproximado (a los que es tan afecto, por ejemplo, nuestro romántico ruso el señor V. V.). 600.000 familias-dice-se dedican a la agricultura. Si los campos de labranza son remplazados por los de pastoreo, "bastará" apenas una décima parte de esa cantidad... Cuanto menor es la capacidad de un autor para comprender el proceso en toda su complejidad, tanto mayor es su empeño en recurrir a cálculos infantiles hechos "a ojo de buen cubero".
[144] Certificado de pobreza. (Ed.)
[145] "Por un lado uno no puede dejar de reconocer, y por el otro, es preciso admitir", expresión irónica empleada por N. Saltikov-Schedrín en sus cuentos Diarlo de un provinciano en San Petersburgo y El funeral. (Ed.)
[146] Discours sur le libre échange. Utilizamos la traducción alemana: Rede über die Frage des Freihandels,
[148] Die Lage der arbeitenden Klasse in England (1845). ["La situación de la clase obrera en Inglaterra", ed. cit., pág. 255. Ed.] Esta obra, que parte del mismo punto de vista, fue escrita antes de la abolición de las leyes cerealeras (1846), mientras que el discurso que mencionamos es posterior a su abolición. Empero, la diferencia de fecha no tiene importancia para nosotros: basta comparar los citados razonamientos de Sismondi de 1827, con ese discurso de 1848, para ver la completa identidad entre los elementos del problema, en ambos autores. La idea misma de comparar a Sismondi con el economista alemán posterior a él fue tomada por nosotros del Handworterbuch der Staatswissenschaften, B. V., Art. "Sismondi", von Lippert, Seite 679. El paralelo llegó a ofrecer un interés tan palpitante, que la exposición del señor Lippert perdió de golpe su sequedad... es decir, su "objetividad" y se trasformó en interesante, viva e inclusive apasionante.
[149] Véase en Die Neue Zeit[155] los artículos de Marx, recientemente hallados, publicados en Westphalisches Dampfboot.[156]
[150] Véase C. Marx, F. Engels, ob. cit., t. I, pág. 6. (Ed.)
[151] Escrito en 1867. (Véase C. Marx, ob. cit., t. I, pág. 544-545. Ed.) En lo que concierne, al aumento de la renta, hay que tener en cuenta para explicar este fenómeno, la ley establecida por el moderno análisis de la renta diferencial, o sea, que la elevación de la renta puede producirse paralelamente a la disminución del precio del cereal. "Cuando los aranceles ingleses sobre los cereales fueron derogados en 1846, los fabricantes ingleses creyeron que con esta medida habían condenado a la miseria a la aristocracia terrateniente. Lejos de ello, éstos se enriquecieron todavía más. ¿Cómo se explica esto? Muy sencillamente. A partir de entonces los terratenientes exigieron a sus arrendatarios capitalistas, en los contratos de arriendo, la inversión en cada acre de tierra, de 12 libras esterlinas anuales en lugar de 8; y, en segundo lugar, como tenían muchos representantes en la cámara baja, los terratenientes consiguieron, en beneficio propio, un fuerte subsidio oficial, para efectuar el drenaje y otras mejoras permanentes en sus tierras. Y dado que jamás hubo una total renuncia a las peores tierras, sino que a lo sumo, y de un modo puramente temporal, se las empleó para otros fines, las rentas se elevaron en proporción a los capitales invertidos en la tierra y la aristocracia terrateniente mejoró, inclusive, su situación" (Das Kapital, III, 2, 259.) [Véase C. Marx, ob. cit., t. III, pág. 620. Ed.]
[152] La cursiva es nuestra.
[153] Con respecto a este significado progresista de la abolición de las leyes cerealeras, también el autor de Die Lage lo señalaba con mucha claridad, aun antes de dicha abolición (1. c., pág. 179), y subrayaba en particular la influencia de esta medida sobre la conciencia de los productores.
[154] Por razones de censura Lenin modificó aquí (o excluyó) algunas palabras del citado pasaje del Discurso que analiza. Así, donde Marx dice "acelera la revolución social", traduce "acelera esta ruptura"; y en lugar de "sólo en este sentido, en el sentido revolucionario", dice "sólo en este sentido". (Ed.)
[2] Efrussi murió en el año 1897. Rússkoie Bogatstvo le dedica un artículo necrológico en su entrega del mes de marzo de 1897.
[3]Es muy cierto que Sismondi no era socialista, tal como lo señala Efrussi en el comienzo de su artículo, repitiendo lo dicho por Lippert (ver Handwdrterbuch der Staatswissenschaften, V. Band, Artikel "Sismondf, von Lippert, Seite 678. ["Diccionario de Ciencias Políticas", t. V, artículo Sísmondi, de Lippert, pág. 678. Ed.] ).
[4] V. V. (seudónimo de V. P. Vorontsov) y N.-on o Nikolal-on ( seudónimo de N. F. Danielsón). Véase V. I. Lenin, ob. cit., " Biografías", tomo complementario 1. (Ed.)
[5] Todas las citas que siguen, salvo indicación especial, corresponden a la edición de Nouveaux Principes mencionada anteriormente.
[6] Aquí, como en lo demás casos, la cursiva es nuestra, salvo cuando se señala lo contrario.
[7] Trátase del marxismo. (Nota del autor a la edición de 1908. Ed.)
[8] De esta monera se van creando simultáneamente los elementos del capital variable (el obrero "libre") y del capital constante; este último lo constituyen los medios de producción de los que se ve despojado el pequeño productor.
[9] Sobre esta parte de la doctrina de Sismondi-la reducción del mercado interior como consecuencia del desarrollo del capitalismo-Efrussi nada dice. Muchas veces veremos aún que éste ha omitido precisamente lo que caracteriza con mayor relieve el punto de vista de Sismondi y la posición del populismo respecto de su doctrina.
[10] Plusvalía, sobrevalor (Uéhrwert, según Marx). En sus trabajos de la década del 90 Lenin empleaba indistintamente ambos términos. Mal tarde utiliza exclusivamente plusvalía. (Ed.)
[11] Más exactamente: la parte de la ganancia que no se destina a la acumulación.
[12] En efecto, Sismondi ahora apenas establece la distinción entre capítal y renta. El primero es invertido en la producción y la segunda va al consumo. Pero se trata de la sociedad. Y ésta "consume" también el capital fijo. La diferencia mencionada desaparece y el proceso económico-social, que trasforma "el capital para uno" en "renta para otro", queda sin ser aclarado.
[13] Véase el presente tomo, págs. 143-146. (Ed.)
[14] Y de las que prudentemente se han abstenido otros economistas que repitieron el error de A. Smith.
[15] Véase, por ejemplo, t. II. págs. 456-457, y otros muchos pasajes. Más abajo citaremos algunos ejemplos y el lector verá que hasta la manera de expresarse de nuestros románticos, por el estilo del señor N.-on, no difiere, en absoluto, de la de Sismondi.
[16] Ver el apéndice de Nouveaux Príncipes, 2° edición, t. II: Eclaircissements relatifs á la balance des consommations avec les productions "(Aclaraciones relativas a la balanza de consumo y de la producción". Ed.), donde Sismondi traduce y discute el artículo del discípulo de Ricardo (MacCulloch) publicado en The Edinburgh Revíew, bajo el título: " Investigación de si la capacidad de consumo de la sociedad crece siempre paralelamente a la capacidad de producción". (Se refiere al artículo polémico de MacCulloch "Los planes del señor Owen para mitigar la desgracia nacional", aparecido en forina anónima en The Edinburgh Revieiv de 1819, al que responde Sismondi. The Edinburgh Revieui era una revista científica, literaria y política, que se publicó desde 1802 hasta 1929. Ed.)
[17] Véase, C. Marx, El capital, Buenos Aires, Ed. Cartago, 1957, t. H, pág. 292 y t. III, págs. 712-713. (Ed.)
[18] Señalamos aquí sólo la esencia de la nueva teoría que ha proporcionado esta solución, y reservamos otro lugar para una exposición más detallada. Véase Das Kapital, II Band, III Abschnitt. (Véase C. Marx, ob. cit., t. II), sec. III, pág. 275.Ed.) Para más detalles, véase El desarrollo del capitalismo, cap. I. (Véase V. I. Lenin, ab. cit., t. III. En las ediciones de 1897 y 1898 Lenin cita aquí al libro de M. I. Tugán-Baranovski Las crisis industríales, parte II. En la edición de 1908 señala su propio libro, El desarrollo del capitalismo en Rusia cuya primera edición apareció en 1899. Ed.)
[19] Y así razonan nuestros economistas-populistas, los señores V. V. y N.-on. Más arriba nos detuvimos deliberadamente, muy en detalle, sobre los errores de Sismondi en torno del problema del consumo productivo y personal, y de los artículos de consumo y los medios de producción (A. Smith estaba mucho más cerca de esa diferencia que Sismondi). Quisimos mostrar al lector que los representantes clásicos de esta errónea teoría percibían su insuficiencia, veían la contradicción y hacían tentativas por encontrar una salida. En cambio, nuestros "originales" teóricos no sólo nada ven, nada sienten, sino que ni siquiera reconocen la teoría ni la historia del problema acerca del cual peroran con tanto ardor.
[20] Véase C. Marx, ob. cit., t. II, pág. 304. (Ed.)
[21] Recordamos al lector cómo enfocaría Sismondi este problema. Distinguía nítidamente dichos medios de producción para cada familia, e Intentaba hacer lo mismo para la sociedad. En rigor de verdad, el que lo " enfocó" fue Smith; Sismondi no hizo mis que parafrasearlo.
[22] Como es sabido, en esta cuestión (de si la producción crea mercados para sí), la teoría moderna adoptó enteramente la posición de los clásicos, que contestaban en forma afirmativa, en contra del romanticismo, que responde negativamente. "El verdadero límite de la producción capitalista, es el propio capital." (Das Kapital, t. III, I, 231. (Véase C. Marx, ob. cit., t. III, pág. 235. Ed.)
[23] "El primer efecto de la competencia-dice Sismondi-ha sido la baja de los salarios y el aumento simultáneo del número de obreros" (I, 403). No nos detenemos aquí sobre los errores en los cálculos que hace Sismondi: considera, por ejemplo, que la ganancia será del 8 por ciento para el capital fijo y el 8 por ciento para el circulante; que el número de obreros se elevara en proporción al aumento del capital circulante (que él no sabe diferenciar como es debido del variable); que el capital fijo entra íntegramente en el precio del producto. En el caso dado, todo esto carece de importancia, porque la deducción es justa: disminución de la parte del capital variable dentro de la suma total del capital, como resultado necesario de la acumulación.
[24] Del análisis expuesto más arriba se desprende que un caso asi también es posible. Depende de la proporción del capital constante y del capital variable en el nuevo capital, y en qué medida la disminución de la parte del capital variable afecta las viejas producciones.
[25] Frase del juez Liapkin-Tiapkin, personaje caricaturesco de la comedia El inspector, de N. Gógol. (Ed.)
[26] Esto es tan evidente, que hasta Sismondi reconocía la necesidad de hacer abstracción del comercio exterior en el análisis de la realización. "Para seguir con más precisión dichos cálculos-dice a propósito de la correspondencia entre producción y consumo-y simplificar el problema, hicimos hasta ahora completa abstracción del comercio exterior y partimos del supuesto de una nación aislada; la sociedad humana, por sí misma, constituye una nación aislada, y lo que atañe a una nación sin comercio exterior atañe por igual a todo el género humano." (I, 115).
[27] N.-on, pág. 205.
[28] Confrontar Zíber: David Ricardo, etc., San Petersbugro, 1885, pág. 466, nota.
[29] Confrontar más abajo: Rede über die Frage des Frethandeh (C. Marx, "Discurso sobre el librecambio". Ed.).
[30] Aquí sólo me refiero a la apreciación del capitalismo, no al modo de comprenderlo. En este último sentido, los románticos, tal como hemos visto, no se elevaron por encima de los clásicos.
[31] La doctrina según la cual en la economía capitalista el producto total está compuesto de dos partes llevó, a A. Smith y a los economistas posteriores a el, a una interpretación errónea de "la acumulación del capital individual". Ellos enseñaron que la parte acumulada de la ganancia se gasta íntegramente en el salario, cuando en realidad se gasta: 1) en capital constante y 2) en salario. También Sismondi repite este error de los clásicos.
[32] Das Kapital, II Band, S. 304. Traducción rusa, pág. 232. La cursiva es nuestra. (Véase, C. Marx, ob. cit. t. II, sec. II, pág. 248. Ed.)
[33] "Sobre el conocimiento del mercado". (Ed.)
[34] En El desarrollo del capitalismo (págs. 16 y 19) (véase V. I. Lenin, ob. cit., tomo III, cap. I, § VI. Ed.) ya señalé las inexactitudes y errores del señor Tugán-Baranovski, que lo llevaron después a pasarse enteramente al campo de los economistas burgueses. (Nota del autor a la edición de 1908. Ed.)
[35] Confrontar: Sismondi, ob. cít., I, 8.
[36] Rodbertus. Anotemos, de paso, que Bernstein, restaurando en general los prejuicios de la economía burguesa, introdujo confusión también en este problema, al afirmar que la teoría de las crisis de Marx no difiere mucho, que digamos, de la de Rodbertus "(Die Voraussetzungen, etc.", Stuttgart, 1889, S. 67), [E. Bernstein: "Premisas, etc.", Stuttgart, 1889, pág. 67. Etf.], y que Marx se contradice al reconocer en el subconsumo de las masas la causa final de las crisis. [Nota del autor a la ed. de 1908. Ed.]
[38] Es característico inclusive el método mismo de exposición: el libro 3? trata de "la riqueza territorial" (ríchesse territoriale) de la tierra, es decir, de la agricultura. El libro siguiente, el 4°rdot; "de la riqueza comercial" (de la richesse commerciale), es decir, de la industria y del comercio. ¡Como si el producto de la tierra y la tierra misma no se trasformasen también en mercancías bajo el dominio del capitalismo! Por esa razón no existe concordancia entre estos dos libros. La industria es tratada sólo desde el punto de vista de su forma capitalista, contemporánea de Sismondi. En cuanto a la agricultura, se la describe como un mosaico heterogéneo, con toda clase de sistemas de explotación de la tierra: patriarcal, esclavista, mediería, prestación personal, aparcería, sistemas de economía basados en granjas, enfiteusis (arriendo a perpetuidad). Y como resultado de ello, la confusión más completa: el autor no hace la historia de la agricultura-puesto que todos esos "sistemas" no se hallan ligados entre sí-, ni un análisis de la agricultura dentro de la economía capitalista, aun cuando esta última constituye el verdadero objeto de su obra y aun cuando, en lo que respecta a la industria, sólo la considera bajo su forma capitalista.
[39] Ricardo. Obras, trad. de Ziber, pág. 35: "¿Acaso la naturaleza no hace nada por el hombre en la industria manufacturera? ¿Acaso carecen de valor la fuerza del viento y del agua que ponen en acción nuestras máquinas y facilitan la navegación marítima? La presión atmosférica y la elasticidad del vapor, mediante las cuales ponemos en movimiento las más admirables máquinas, ¿no constituyen dones de la naturaleza? Sin hablar ya de la acción del calor, que ablanda y funde los metales, y de la participación del aire en los procesos de tintura y de fermentación, no existe una sola rama de la manufactura eu que la naturaleza no preste su ayuda al hombre, haciéndolo, además, generosa y gratuitamente".
[40] Hacemos, por nuestra parte, la salvedad de que no podemos saber con certeza a quién se refiere Efrussi cuando habla del "más eminente economista moderno": ¿es un representante de la escuela que, como se sabe, es absolutamente extraña al romanticismo, o bien el autor del más voluminoso Handbuch?
[41] Por lo que se sabe, este punto de vista sobre la superpoblación fue formulado por primera vez por Engels, en Die Lage der arbettenden Klasse in Englnnd (1845). (Véase F. Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra, ed. cit. pág. 97. Ed. Después de describir el ciclo habitual de producción de la industria inglesa, el autor dice:
"Resulta que en todos los tiempos, exceptuando los breves períodos del más alto resurgimiento, la industria inglesa debe tener un ejército de reserva de obreros desocupados para poder, en los meses de mayor actividad, producir la cantidad de mercancías requeridas. Esta reserva es más o menos numerosa, según que las condiciones del mercado ocasionen una mavor o menor ocupación de la misma. Y si también en la época de mayor resurgimiento del mercado, por lo menos de tiempo en tiempo, los distritos agrícolas, Irlanda y las ramas de la industria menos sujetas al resurgimiento, pueden suministrar un número de trabajadores, éstos, por un lado, forman todavía una minoría, y pertenecen, por otro lado, a la reserva, con la única diferencia que cada resurgimiento les muestra que también pertenecen a ella".
Es importante subrayar en la última frase que una parte de la población rural que se vuelca temporariamente a la industria, es considerada parte integrante del ejército de reserva. Esto es justamente lo que la teoría moderna llama forma latente de superpoblación (véase El capital de Marx). (Véase C. Marx, ob. cit., t. I, punto 4, cap. XXIII, págs. 516-517. Ed.)
[42] Confrontar Zíber, David Ricardo, etc., págs. 552-553. S. Petersburgo, 1885.
[43] Véase C. Marx, ob. cit., t. I, págs. 516-517. (Ed.)
[44] Por eso no nos referiremos aquí a la circunstancia, sumamente original de que, al no estar registrados, muchísimos obreros de esta categoría sirven de base a los economistas populistas para no tomarlos en cuenta.
[45] Ver el apéndice de la traducción rusa del Ensayo acerca da la población, de Malthus (traducción de Bíbikov, S. Petersburgo, 1868), extracto de la obra de Proudhon De la justicia.
[46] Y ya vimos en más de una oportunidad, que Efrussi procura introduciren todas partes este paralelo de las concepciones de Sismondi con la teoría moderna.
[47] En las ediciones de 1898 y 1908 se había suprimido el texto encerrado entre los dos asteriscos. (Ed.)
[48] "A decir verdad-dice Zíber en el comienzo de este capítulo-, la doctrina expuesta sobre las máquinas y la gran industria es una fuente tan inagotable de nuevas ideas e investigaciones originales que si a alguien se le ocurriera ponderar íntegramente los méritos propios de esta doctrina, tendría que dedicar a este solo objeto casi todo un libro" (pág. 473).
[49] Commrando "la división del trabajo" en la rnmun'dsd rural y en la seriedad capitalista con su industria mecanizada, Zíber observa con toda nisticia: "Entre los 'sumandos' de la comunidad camnesina y los de una sociedad con producción mecanizada eviste más o menos la misma diferencia que, por ejemplo, entre la unidad 'decena' y la unidad 'centena'" ( página 495).
[50] Zíber, obra citada, pág. 467.
[51] La palabra "realista" se usa aquí en lugar de la palabra, manísta, exclusivamente por consideraciones relacionadas con la censura. Por la misma causa, las referencias a El capital son remplazadas por las referencias al libro de Zíber, que hacía una exposición de El capital de Marx. (Nota del autor a la edición de 1908. Ed.)
[52] Pag. 108. La cita es del libro Recopilación de artos estadíst'cos de la provincia de Moscú, t. VII, vol. III, pág. 32. (Los estadísticos resumen aquí el libro de Korsak Sobre las formas de la industria): "La organización misma de los oficios cambia totalmente a partir de 1822: de productores artesanales independientes, los campesinos se van trasformando en simples realizadores de algunas operaciones de la gran industria fabril, y se limitan a percibir un salario según la tarea".
[53] Zíber señalaba muy acertadamente que no conviene usar la terminología habitual (fábrica, taller, etc.) en una investigación científica, e indicaba la necesidad de distinguir la industria mecanizada de la manufactura capitalista (pág. 474).
[54] N.-on, pág. 322. ¿Acaso esto difiere en un ánice de la idealización de la economía campesina patriarcal que hace Sismondi?
[55] Suponemos que no hay necesidad de demostrar aquí este hecho notorio. Basta recordar Ins penueñín industrias de cerrajería de Pávlovo, de curtiembres de Bogorodsk, de calzado de Kimri, de gorras del detrito de Molvítino. de acordeones y de samovares de Tula, de orfebrerías de Krásnoie Sieló y de Ríbnaia Slobodá, de cucharas de Siemiónovsk, de artículos de carey en "Ustiánschina", de fieltro en el distrito de Semiónov en la provincia de Nizhni-Nóvgorod, etc. Citamos de memoria: si se recurre a cualquier trabajo de investigación sobre la industria artesanal, podrá prolongarse la lista hasta el infinito.
[56] Rogamos no olvidar que el significado científico de este término no es igual al que tiene ordinariamente. La ciencia limita su aplicación a la gr?n industria mecanizada.
[57] Tal como lo había planteado, por ejemplo, A. Volguin, La fundamentación del populismo en las obras del señor Vorontsov (V. V.), S. Petersburgo, 1896.
[58] Tout court, simplemente. En francés en el original. (Ed.)
[59] Aquí se encuentra ya esbozada, sobre la base de Ta teoría de Marx, la crítica de las opiniones del señor N.-on, tarea que realicé más tarde en El desarrollo del capitalismo. [Nota del autor a la edición de 1908. Ed.]
[*] Con mayor razón. (Ed.)
[62] De la misma manera que Reseñas "abunda" en llamamientos "a nosotros", en exclamaciones y frases semejantes, que hacen caso omiso de las contradicciones.
[63] Entramos en sospechas si el señor N.-on no considera esas "citas" como talismán que lo protege contra cualquier crítica, pues de otra manera es difícil explicar la circunstancia de que haya podido "citar" en uno de sus artículos de Rússkoie Bogatstvo (1894, núm. 6, pág. 88) la opinión de uno de los representantes de la nueva teoría, donde se coloca a Sismondi entre los pequeños burgueses reaccionarios y utópicos, sabiendo, por los señores Struve y Tugán-Baranovski, que se ha comparado su doctrina con la de Sismondi. Es probable que esté profundamente convencido de que con semejante "cita" ha "refutado" dicha comparación. [Las citas a que se alude fueron tomadas de la caracterización del socialismo pequeñoburgués de Sismondi, formulada en el "Manifiesto del .Partido Comunista" (C. Marx y F. Engels, ob. cit., págs. 29-30). N. Danielson también se refiere a esta cita en su artículo "Acerca de las condiciones de nuestro desarrollo económico", publicado en R. Bogatstvo, núm. 6, 1894. Ed.]
[64] Comienzo del titulo del libro de C. Marx, Zur Kri&k der poltttechen Oekonomle "(Contribución a la crítica de la economía política"), citado por Lenin, quien trascribe un pasaje de la traducción al ruso, de Rumiántsev, publicada en 1890. (Ed.)
[65] Se entiende de por sí que tampoco acá deja Efrussi de ensalzar a Sismondi. Leemos en Rússkoie Bogatstvo, núm. 8, pág. 56: "En la doctrina de Sismondi algunas medidas especiales propuestas por él no son tan importantes como el espíritu general de que se halla impregnado todo su sistema. A despecho de la escuela clásica, destaca, con fuerza especial, los intereses de la distribución y no los de la producción". A pesar de sus reiteradas " referencias" a los economistas "modernos", Efrussi no comprendió en absoluto esa doctrina, y sigue repitiendo los absurdos sentimentales que caracterizan la crítica primitiva del capitalismo. También aauí nuestro populista quiere salvarse comparando a Sismondi con "muchos destacados renresentontes de la escuela histórica"; resulta que "Sismondi ha ido más allá" (ibíd). y Efrussi se da por completamente satisfecho con estol "Ha ido más allá" de los prrfpsores alemanes: ¿qué más hace falta? A semejanza de los otros populistas, Efrussi trata de trasladar el centro de gravedad hacia el hecho de que Sismondi criticó al capitalismo. Pero por lo que parece el economista de Rússkoie Bogatstvo no tiene la menor idea de que la crítica del capitalismo puede ser de diferente carácter; que se lo puede criticar tanto desde el punto de vista sentimental como desde el punto de vista científico.
[66] Con toda justicia, Ingram compara a Sismondi con los "socialistas de cátedra" (pág. 212, Historia de la economía política, Moscú, 1891), y declara con ingenuidad: "Ya nos hemos adherido [!!] al punto de vista de Sismondi sobre el Estado, como fuerza que debe preocuparse [... ] de extender los bienes de la unión social y del progreso moderno, en lo posible, a todas las clases de la sociedad" (215). Ya hemos visto, en el ejemplo del protec. cionismo, cuál es la profundidad que caracteriza estas "concepciones" de Sismondi.
[67] Véase, por ejemplo, el artículo La renta, de R. Meyer, en el Handworterbuch der Staatswissenschaften (trad. al ruso en la recopilación Prbmíshlennost ["Industria". Ed.], que muestra la lamentable confusión del razonamiento de los "modernos" profesores alemanes sobre este tenia. Es curioso que R. Meyer, que se apoya directamente en A. Smith y que cita en su bibliografía los mismos capítulos del tomo II de El capital en que figura una refutación completa de Smith, no lo mencione en el texto.
[68] Véase C. Marx, F. Engels, ob. cit., "Crítica del programa de Gotha", págs. 459-460. En las ediciones de 1897 y 1898, por razones de censura, Lenin no alude directamente a Marx, sino a Struve. En la edición de 1908 menciona ya la "Crítica..." de Marx. Esta enmienda se ha incluido en el texto de la presente edición, (Ed.)
[69] Véase C. Marx, ob. cit., t. III, págs. 739-740, 742, 743 y 744. (Ed.)
[70] Lenin se refiere a los siguientes artículos polémicos de los populistas contra los marxistas: "Una apología del poder del dinero como signo de la época", publicado con el seudónimo de Nikolai-on en Rússkoie Bogatstvo, num. 1-2, de 1895; y "El socialdemocratismo alemán y el espíritu burgués ruso", aparecido en Nedielia, núms. 47-49, de 1894. con el seudónimo de V. V. (Ed.)
[71] Efrussi, por ejemplo, repite muy ufano las frases sentimentales de Sismondi acerca de que¡ el aumento de la renta pura del empresario no constituye ganancia alguna para la economía nacional, etc., y sólo le reprocha que lo haya "reconocido" de manera totalmente conciente (pág. 43, núm. 8).
Téngase a bien comparar esto con los resultados del análisis científico del capitalismo:
La renta bruta (Roheinkommen) de la sociedad está formada por el salario + la ganancia + la renta. La renta neta (Reineinkommen) es el sobre- valor.
"Si nos fijamos en la renta de toda la sociedad, vemos que la renta nacional está formada por el salario, más las ganancias, más la renta del suelo, es decií, de la renta bruta. Sin embargo, esto es también una abstracción en el sentido de que toda la sociedad basada en la producción capitalista se coloca en el punto de vista capitalista y considera como renta neta sólo la que se compone de la ganancia y de la renta del suelo" (III, 2, 375-376). [Véase C. Marx, ob. cit., t. III, pág. 711. Ed.]
El autor acepta, pues, completamente la definición de Ricardo "de la renta neta" "de la sociedad", la misma definición que había provocado "la famosa objeción" de Sismondi (Rússkoie Bogatstvo, núm. 8, pág. 44): "¿Cómo? ¿La riqueza es todo y los hombres nada son?" (II, 331). En la sociedad actual, desde luego que sí.
[72] "La economía política no es una ciencia de simóle cálculo [n'est pa.t une science de calcul], sino una ciencia moral [. ..] Lleva hacia el fin sólo cuando se ha tomado en consideración los sentimientos, las necesidades y las pasiones de los hombres" (I, 313). Estas frases sentimentales en las que Sismondi ve nuevas concepciones de la ciencia social, lo mismo que los sociólogos nisos de la escuela "ubietivista cuando prof;eren exclamaciones muy parecidas.^ muestran en realidad en qué estado infantilmente primitivo se hallnba aún la crítica de la burguesía. ¿Acaso el análisis científico de las contradicciones, conservando su carácter de "cálculo" rigurosamente objetivo, no proporciona una base firme para comprender los "sentimientos, las necesidades y las pasiones", no las pasiones de "los hombres" en general-de esta abstracción a la que tanto el romántico como el populista llenan de un contenido específicamente pequeñoburgués-. sino de hombres de clases determinados? Pero la verdad es que Sismondi no pudo refutar teóricamente a los economistas, y por ello se limitaba a proferir frases sentimentales. "El 'diletantismo' utónico se había visto obligado a hacer concesiones teóricas a t^do defensor, más o menos erudito, del orden burgués. El utopista, para acallar la conciencia que tiene de su propia impotencia, se consuela, reprochando a sus adversarios de objetividad: admitamos-piensa-que usted. según deban, es más culto que yo; en cambio yo soy más bueno", (Béltov. pág. 43).
[73] ¡Como si los "problemas" que surgen de las ciencias naturales no se dirigiesen también al "corazón"!
[74] Escrito para la edición de 1908. (Ed.)
[75] Teorías de la plusvalía, t. II, parte I, págs. 304 y siguientes. Observaciones sobre la historia del descubrimiento de la llamada ley de Ricardo. Véase C. Marx, ób. cit., t. IV, Historia critica de la teoría de la plusvalía, págs. 405 y 407. (Ed.)
[76] Siempre y en todas partes, en las condiciones del desarrollo capitalista, la agricultura queda rezagada respecto del comercio y de la industria; se halla siempre subordinada a los mismos y es explotada por ellos; sólo más tarde es atraída por ellos a la vía de la producción capitalista.
[77] Nótese que Sismondi-exactamente igual que nuestros populistas- trasforma de golpe la economía independiente de los campesinos en una "organización social". Es un evidente truco. ¿Qué vincula a esas campesinos de diferentes localidades? Precisamente la división del trabajo social y la economía mercantil, que han remplazado los vínculos feudales. Se ve en seguida que se convierte en utopía uno de los elementos del régimen de la economía mercantil, y que no se comprenden los demás. Compárese con lo escrito por el señor N.-on, pág. 322: "La forma de industria basada en ia posesión de los instrumentos de producción por los campesinos". Que la posesión de los instrumentos de producción por los campesinos constituye, tanto histórica como lógicamente, el punto de partida de la producción capitalista, ¡el señor N.-on ni siquiera lo sospecha!
[78] Compare el lector estos empalagosos cuentos de abuela con lo que dice el publicista "de avanzada" de fines del siglo xix, que el señor Struve cita en sus Natas críticas, pág. 17. (Lenin denomina así, irónicamente, al populista liberal S. luzhakov, un pasaje de cuyo artículo "Problemas de la hegemonía a fines del siglo xix", que se publicó en el núm. 3-4 de Rússkaia Misl, de 1885, citaba S. Struve. Ed.)
[79] También en lo que atañe a esta cuestión el señor N.-on ha acumulado una cantidad tan grande de contradicciones, que se pueden seleccionar todas las tesis Que se quiera, sin vínculo alguno entre sí. Sin embargo, no caben dudas sobre la idealización de la economía campesina, a través del término nebuloso de "producción popular". La nebulosidad es la atmósfera más cómoda para todos los disfraces.
[80] Compárese con N.-on, pág. 321 in f. y otras.
[81] Ibíd., pág. 335. Página 184: el capitalismo "priva de estabilidad", etc., etc.
[82] "En realidad, sociedad, asociación, son denominaciones que pueden darse a todas las sociedades, lo mismo a la feudal que a la burguesa, que es la asociación fundada en la competencia. ¿Cómo puede haber, pues, escritores que piensen que solamente con la palabra asociación pueden impugnar la competencia?" (Marx, Dos Elena der Philosophíe [Marx, Miseria de la filosofía. Ed.]). El autor critica con rigor la condena sentimental de la competencia, y destaca directamente su aspecto progresista, su fuerza motriz que empuja hacia adelante "el progreso técnico y el progreso social". Debido a la censura, Lenin remplaza aquí la palabra "socialistas" por escritores. Ed.)
[83] Escrito en 1847.
[84] W. Atkinson: Principios de economía política, Londres, 1840, págs. 170 y 195. (Ed.)
[85] ¡Aquí ardió Troyal (Ed.)
[86] Aunque subsiste una pregunta: por quó no llegó? ¿No será porque estos escritores planteaban los problemas de manera más amplia, considerando en su conjunto el régimen económico existente, su lugar y su papel en el desarrollo de toda la humanidad, sin limitar su horizonte a un solo país, como si fuera posible crear para él una teoría especial?
[87] Este término se usa en el sentido histérico-filosófico; caracteriza sólo el error de los teóricos que toman los modelos de sus sistemas en regímenes que han caducado. No se aplica a las cualidades personales de dichos teóricos, ni a sus programas. Todos saben que, en el sentido corriente de la palabra, ni Sismondi ni Froudhon eran reaccionarios. Explicamos estas verdades elementales porque los señores populistas, como veremos más adelante, no las han comprendido basta ahora.
[88] Lecciones sobre la industria y las finanzas. París, 1832. (Ed.)
[89] Crédito mobiliario. Banco que concede préstamos con garantías de propiedades muebles. (Ed.)
[90] Al remplazar las uniones locales y de estamento, por la unidad basada en la situación social y los intereses sociales dentro de todo un Estado y hasta, de todo el mundo.
[91] Véase V. I. Lenta, ób. cit., tomo I, nota 3. (Ed.)
[92] Según los datos estadísticos del zemstvo (Recopilación general de Blagoviéschenski), la extensión media de una comunidad, en 123 distritos de 22 provincias, era de 53 familias con 323 personas de ambos sexos.
[93] Véase C. Marx y F. Engels, ob. cit., pág. 178. En las ediciones de 1897 y 1898 debido a la censura Lenin no menciona el nombre de Marx y presenta la cita remitiendo al lector a la obra de N. Béltov (J. Plejánov) Ensayo sobre el desarrollo de la concepción monista de la historia, En la edición de 1908 se refiere ya abiertamente a Marx. (Ed.)
[94] Por ejemplo, Efrussi escribió dos artículos sobre "cómo consideraba Sismondi el desarrollo del capitalismo" (Rússkoie Bogatstvo, núm. 7, pág. 139), y a pesar de ello, no comprendió absolutamente nada de cómo lo consideraba Sismondi. El colaborador de Rússkoie Bogatstvo no advirtió el carácter pequeñoburgués del punto de vista de Sismondi. Y como Efrussi, sin duda, conoce a Sismondi, y conree precisamente (como veremos más abajo) al representante de la teoría moderna que caracterizó a Sismondi como sabemos; y como quiere también "estar de acuerdo" con el representante de la teoría moderna, resulta que su incomprensión adquiere un sentido determinado. El populista no podía advertir en el romántico lo que no veía en sí mismo.
[95] Véase V. I. Lenin, ob. cit., tomo I, nota 6. (Ed.)
[96] Desde luego, esto suena de manera muy extraña: ¡¡elogiar a una persona por haber trasmitido fielmente pensamientos ajenos!' ¿Pero qué se le va a hacer? Entre los polemistas habituales de Rússkoie Bogatstvo y del viejo Novóie Slovo [99] de los señores Krivenko y Vorontsov, esta clase de polémica es, en efecto, una rara excepción.
[97] Zamoskvoréchto, barrio de Moscú. (Ed.)
[98] Kit Kítich, apodo de Tit Títich, rico comerciante, personaje de la comedia de A. Ostrovski. hombros rotos. Lenin daba el nombre de Kit Kítich a los magnates capitalistas. (Ed.)
[100] El porcentaje de la poblacion urbana en Rusia europea fue creciendo en la época posterior a la Reforma. Tenemos que limitarnos aquí a la indicacion de este síntoma, el más conocido, aunque esté lejos de expresar plenamente el fenómeno que se trata, pues no abarca importantes particularidades de Rusia en comparación con la Europa occidental. No es éste el lugar para analizar esas particularidades (ausencia de libertad de desplazamiento para los campesinos, existencia de aldeas industriales y fabriles, colonización interna del país, etc.).
[101] "En su ulterior desarrollo, esta tendencia [precisamente la de la crítica pequeñoburguesa, encabezada por Sismondi] se convirtió en cobardes quejas sobre la situación actual. (Véase C. Marx y F. Engels, ob. cit., pág. 30. Ed.)
[102] El lector puede juzgar por esto la agudeza de ingenio del señor N.-on, quien en sus Reseñas, sin reparo alguno, trasforma la disminución relativa del capital variable y del número de obreros, en absoluta, y extrae en consecuencia una multitud de las más absurdas deducciones sobre la "reducción" del mercado interior, etc.
[103] Es precisamente esta condición la que hemos tenido presente cuando decimos que la colonización interior de Rusia hace más compleja la ley que se manifiesta en un crecimiento mayor de la población industrial. Baste recordar la diferencia que existe entre el centro de Rusia, poblado desde hace mucho, donde el crecimiento de la población industrial aumenta menos a expensas de las ciudades que de las aldeas y villorrios fabriles, y Novorrossía, pur ejemplo, poblada después de la Reforma, y donde el crecimiento de las ciudades es comparable, en cuanto a la rapidez, al que se observa en Norteamérica. Esperamos analizar esta cuestión con más detalles en otra oportunidad.
[104] Véase C. Marx, ob. cit., t. III, págs. 550-551. (Ed.)
[105] Véase C. Marx, ob. cit., t. I, pág. 400. (Ed.)
[106] En Die Lage der arbeitenden Klasse in England [La situación de la clase obrera en Inglaterra. En español, ed. cit. Ed.], 1845, se da asimismo una caracterización particularmente elocuente del papel progresista que desempeñan los centros industriales en el desarrollo intelectual de la población. El reconocimiento de este papel no ha impedido al autor de La situación de la clase obrera en Inglaterra comprender profundamente la contradicción que se manifiesta en la separación de la ciudad y el campo, como lo prueba su obra polémica contra Dühring.
[107] Recuerde el lector que áismondi cometía precisamente este error cuando hablaba de la "felicidad" de Francia con su 80 por ciento de población agrícola, como si ello fuese la particularidad de quién sabe qué " pro.cción popular", etc., y no la expresión de su retraso en el desarrollo del capitalismo.
[108] Sozialpolistischen Centralblatt "(Periódico central político-social"), órgano del ala derecha de la socialdemocracia alemana, publicado por primera vez en 1892. (Ed.)
[109] Compárese con Volguin: La -fundamentación del populismo en las obras del señor Vorontsov, S. Petersburgo, 1896, págs. 215-216.
[110] Es de estricta justicia decir, por otra parte, que Sismondi, que observa el crecimiento de la población industrial en algunos países y reconoce el carácter general de este fenómeno, comprende en algunos casos, que esto no es sólo una "anomalía", etc., sino un profundo cambio de las condiciones de vida de la población, cambio en el que hay eme reconocer también algo de bueno. Al menos, su siguiente juicio sobre el daño de la división del trabajo revela puntos de vista mucho más profundos que. por ejemplo, los del señor Mijailovski, quien ha inventado una "fórmula general del progreso" en lugar de analizar las formas determinadas que va tornando la división del trabajo en las diversas formaciones de la economía social y en las diversas épocas de desarrollo.
"Aun cuando la monotonía de las operaciones a que se reduce toda la actividad de los obreros en una fábrica debe, evidentemente, perjudicar su desarrollo mental [intelligence], sin embargo es justo decir que, de acuerdo con las observaciones de los mejores jueces [juges, conocedores!, los obreros manufactureros en Inglaterra tienen un nivel más elevado de desarrollo, en cuanto a instrucción moral que los obreros agrícolas [ouvriers den chamns]" (I, 397). Y Sismondi señala por qué: Vivant sans cesse ensemble, mtfns émi'sés par la fntisue, et pouvant se livrer davnntae,e á la conversaron, les idees ont circulé plus rapidement entre eux (Como viven siempre juntos, están menos agotados por la fatiga y tienen mayores posibilidades de conversar, las ideas han circulado más rápidamente entre ellos. Ed.). Pero observa melancólicamente, aucun attachement a I'orare établi (ningún apego al orden establecido. Ed.).
[111] También este proceso adquiere formas diferentes en la zona central de Rusia europea y en las regiones periféricas. A la periferia se dirigen, principalmente, los obreros agrícolas de las provincias centrales de tierra negra y también, en parte, los no agrícolas de las provincias industriales, que aportan sus conocimientos de "oficios" e "implantan" la industria entre la población puramente agrícola. Desde la zona industrial parten los obreros no agrícolas a todos los confines de Rusia, pero con preferencia hacia las capitales y los grandes centros Industriales; esta corriente industrial, si es que se la puede llamar así, es tan intensa, que origina una escasez de obreros agrícolas, los cuales también se dirigen hacia las provincias industriales (las de Moscú, de laroslavl y otras), desde las zonas centrales de tierra negra Véase la obra de S. Korolenko El trabajo y la libre contratación, etc.
[112] Pequeño burgués. (Ed.)
[113] Para mostrar mejor el parecido del romántico ruso con el europeo, citaremos, en las notas, al señor N.-on. "No quisimos aprovechar la lección que nos dio la marcha económica del desarrollo de Europa occidental. Nos deslumbro tanto el brillo del desarrollo del capitalisrno en Inelaterra, y sigue sorprendiéndonos el desarrollo, inconmensurablemente más rápido, del capitalismo en Estados Unidos de Norteamérica", etc. (323). Como se ve ¡ni siquiera las expresiones del señor N.-on brillan por su novedad! Se "sorprende" por lo que "sorprendía" también a Sismondi a comienzos del siglo.
[114] "... Es falso el camino económico por el que hemos seguido durante los úiltimos 30 años" (281). "...Estuvimos identificando durante demasiado tiempo los intereses del capitalismo con los de la economía nacional-extravío sumamente pernicioso-[...]. Los resultados visibles de la protección a la industria [...] nos han enceguecido tanto, que hemos perdido de vista por completo el aspecto nacional social [...]. Hemos perdido de vista el motivo por el cual se produce ese desarrollo, hemos olvidado también la finalidad de toda producción, cualquiera sea" (298), ¡salvo la capitalista! "La actitud desdeñosa hacia nuestro propio pasado [...], la implantación del capitalismo [...]" (283) "... Nosotros [...] hemos empleado todos los medios para implantar el capitalismo [...]" (323) "...hemos perdido de vista [...]" (íbid.).
[115] "...No hemos impedido el desarrollo de las formas capitalistas de la producción, no obstante que éstas están basadas en la expropiación del campesinado" (323).
[116] "En vez de atenernos firmemente a nuestras tradiciones seculares, en vez de desarrollar el principio del vínculo estrecho del productor directo con los medios de producción [...], en vez de acrecentar la productividad [del campesino] concentrando en sus manos los medios de producción [...], en lugar de todo eso, hemos tomado el camino completamente opuesto" (322- 323). "Hemos tomado el desarrollo del capitalismo por el de toda la producción popular [...], hemos perdido de vista que el desarrollo de uno [...] puede realizarse exclusivamente a expensas del otro" (323). Las cursivas son nuestras.
[117] En francés en el original. (Ed.)
[118] Efrussi ve "valor cívico" en estas lamentaciones y aspiraciones de Sismondi (núm. 7, pág. 139). ¡Se necesita valor cívico para exteriorizar deseos sentimentales!! Échese una mirada a cualquier manual de historia de enseñanza secundaria, y se leerá que en Europa occidental, durante el primer cuarto del siglo xix, los Estados estaban organizados como la ciencia del Derecho Constitucional denomina Polizeistaat [Estado policial. Ed.]. Se leerá en ellos que la misión histórica de ese cuarto de siglo y también del siguiente, era precisamente luchar contra ese Estado. Se comprenderá entonces que el punto de vista de Sismondi es la expresión de la estulticia del pequeño campesino francés de la época de la Restauración; que Sismondi nos da un ejemplo de combinación de romanticismo sentimental pequeñoburgués, con una fenomenal falta de madurez cívica.
[119] El capitalismo no apareció en Inglaterra a fines del siglo xviii, sino mucho antes.
[120] Engels: Die Lage der arbeintenden Klasse in England. (La situación de la clase obrera en Inglaterra, ed. cit., pág. 38. Ed.)
[121] Nos atrevemos a esperar que el señor N.-on no se quejará de nosotros porque estemos copiando esta expresión (pág. 345), que nos parece sumamente lograda y característica.
[122] "Atenernos a nuestras tradiciones seculares (¿no será esto patriotismo? ...),; desarrollar el principio del vínculo estrecho que hemos heredado del productor inmediato con, los medios de producción [...]" (señor N.-on, 322). "Nos hemos desviado del camino que seguimos durante muchos siglos; hemos comenzado a eliminar la producción basada en el vínculo estrecho del productor directo con los medios de producción, en el vínculo estrecho de la agricultura y la industria de trasformación, y hemos puesto en la base de nuestra política económica el principio del desarrollo de la producción capitalista basado en la expropiación de los medios de producción de los productores directos, con todos los males y calamidades que la acompañan, y que sufre actualmente Europa occidental" (281). Que el lector compare ahora esto con la opinión de los propios "europeos occidentales", señalada más arriba, sobre esas "calamidades que están sufriendo", etc. "El principio [...] de dotar a los campesinos de tierra o [...] proporcionar a los propios productores las herramientas de trabajo" (pág. 2). "... Los seculares pilares nacionales" (pág. 75). "...En estas cifras [precisamente cifras que muestran "cuan grande es el mínimun de cantidad de tierra que se requiere en Hs condiciones económicas existentes, para la seguridad material de la población rural"] tenemos, en consecuencia, uno de los elementos para la solución del problema económico, pero solamente uno de los elementos" (pág. 65). Como se ve, los románticos de Europa occidental gustaban, no nietos que los rusos, de buscar "en las tradiciones seculares" una "sanción" de la producción popular.
[123] Compárese el programa populista de "arrastrar la historia en otra dirección" del señor V. V. Compárese con el de Volguin, l. c., pág. 181.
[124] La cursiva es del autor.
[125] Los populistas cometen exactamente el mismo error, en lo que concierne a otra forma de asociación (la comunidad) que satisfacía la necesidad limitada de unirse que sentían los campesinos de una misma localidad, liga, dos entre sí por la posesión en común de la tierra, de los campos de pastoreo, etc. (y principalmente porque se encontraban bajo el poder de un mismo terrateniente y de los mismos funcionarios); pero que no responde en absoluto a las necesidades de la economía mercantil y del capitalismo, que rompe todas las trabas locales, de estamento y de categorías, y que introduce un profundo antagonismo de intereses económicos dentro de la comunidad. En la sociedad capitalista, la necesidad de asociarse, de organizarse, no ha disminuido, sino que, por el contrarío, ha aumentado inconmensurablemente. Pero es en todo sentido absurdo aplicar el antiguo criterio para satisfacer esta necesidad de la nueva sociedad. Esta nueva sociedad exige ya, en primer término, que la asociación no sea local, de estamentos, de categorías; y en segundo lugar, que su punto de partida sea la diversidad de situaciones y de intereses, creados por el capitalismo y por la diferenciación del campesinado. En cambio, una asociación local, de estamento, que agrupe a campesinos muy diferentes por su situación económica y sus intereses, ahora, en virtud de su carácter obligatorio, se vuelve perjudicial, tanto para los propios campesinos como para todo el desarrollo social.
[126] En latín en el original. (Ed.)
[127] Véase más arriba, por ejemplo, el título del capítulo del cual entresacamos los razonamientos sobre los gremios (que también cita Efrussi: pág. 147).
[128] La circunstancia de que demostraba la existencia de esas necesidades lo coloca -repetimos- muy por encima de los estrechos economistas burgueses.
[129] Pero tampoco en esta cuestión se había "adelantado" Sismondi a su época, puesto que no hacía más que aprobar lo que estaba realizándose ya en Inglaterra, sin comprender el vínculo de esas reformas con la gran industria mecanizada y su papel histórico progresista.
[130] No queremos decir que en ese afecto no haya diferencias entre los escritores mencionados; pero esto no aclara nada y sitúa falsamente a Sismondi con respecto a los miamos: resultaría así que todos ellos sustentarían un mismo punto de vista, difiriendo sólo en el carácter más o menos radical y consecuente de sus deducciones. La cuestión no estriba en que Sismondi no "iba" tan leios. sino en nue "iba" hacía atrás, mientras que los escritores indicados "iban" hacia adelante.
[131] "Roben Owen-dice Marx-, padre de las fábricas y los almacenes cooperativos, a pesar de que estaba lejos de compartir las ilusiones de sus imitadores sobre la importancia [Tragweite] de estos elementos aislados de trasfonnación, no sólo tomaba el sistema fabril como punto de partida de sus ensayos, sino que declaraba además, que era teóricamente el punto de partida de la revolución social."[140]
[132] "El problema que tendrá que resolver la sociedad rusa, va complicándose día a día. Con cada día que trascurre el capitalismo se apodera de dominios cada vez más amplios [...]" (Ibíd.)
[133] Campesinos chinsh: los que tenían derecho a la posesión hereditaria de la tierra a perpetuidad, y que debían pagar una caución solidaria casi fija, conocida con el nombre de chinsh. En la Rusia zarista el sistema de chinsh regía principalmente en Polonia, Lituania, Bielorrusia y el litoral de Ucrania sobre el mar Negro. (Ed.)
[134] "La sociedad rusa deberá resolver un problema difícil, pero no insoluble: desarrollar las fuerzas productivas de la población en forma tal que pueda aprovecharlas, no una insignificante minoría, sino la totalidad del pueblo." (N.-on, 343.)
[135] Véanse las citas en Rússkoie Bogatstvo, núm. 8, pág. 57 y también en la misma revista, núm. 6, pág. 94, en el artículo del señor N.-on.
[136] Este pasaje es citado por Efrussi en el núm. 8 de Rússkoie Bogatstvo, pág. 57 (a partir del último párrafo).
[137] En Rússkoie Bogatstvo, artículo indicado, 1894, núm. 6, pág. 88, el señor N.-on comete en la traducción de ese fragmento dos inexactitudes y una omisión. En vez de "pequeñoburgués" y "pequeño campesino" traduce: " estrechamente burgués" y "estrechamente campesino". En vez de "causa obrera" traduce "causa del pueblo", aun cuando en el original figura " der Arbeiter", Y ha omit-'do las palabras: "fatalmente rotos por los mismos" (gesprengt werden musiten).
[138] ¿Tal vea al "stilo de Adolpb Wagner? K. T.
[139] Otro economista populista, el señor V. V., es completamente solidario con el señor N.-on en cuanto a las cuestiones más importantes señaladas más arriba, y sólo se diferencia por su punto de vista más primitivo aún.