Escrito: A comienzos de 1905.
Primera vez publicado: En la edicion del 8 de
marzo de 1905 de la revista
Die Neue Zeit.
Versión al castellano: Centro
de Estudios, Investigaciones y Publicaciones "Leon Trotsky",
Buenos Aires - Argentina, en base a la versión publicada en Les Cahiers du
C.E.R.M.T.R.I. N° 115, diciembre de 2004-enero de 2005, París, Francia,
pág. 27.
Versión digital: Centro
de Estudios, Investigaciones y Publicaciones "Leon Trotsky",
Buenos Aires - Argentina, 2006.
Esta edición: Marxists Internet Archive, agosto 2006.
El número del 8 de marzo de 1905 de la revista Die Neue Zeit, que fundó Karl Kautsky y es el órgano teórico de la socialdemocracia alemana, consagra a las lecciones de la huelga de los mineros un artículo del cual se reproducen aquí importantes extractos.
(...) Las discusiones después del fin de la huelga se refirieron ante todo a una cuestión: ¿este final significaba una derrota o una victoria? Pero el hecho mismo que la pregunta planteaba ya daba la respuesta. Las victorias no se discuten; sólo hay derrotas que se reconocen con desagrado para uno mismo y para los demás y se busca darle la apariencia más consoladora.
Se dijo que este final era un armisticio. ¿Por allí se quería decir que la lucha de clases continúa y retomará una forma aguda en la próxima ocasión? Esto va de suyo, pero por esto no se caracteriza a esta huelga, pues esto vale para toda huelga. Pero si se lo quería decir más por el término armisticio, esto es falso; pues por armisticio se entiende un tratado que liga a los dos campos en lucha. Ahora bien, los mineros retomaron el trabajo sin condiciones. Y lo retomaron sin obtener ninguno de sus objetivos: lograr directamente ser propietarios de las concesiones de las minas. Pero una acción que no alcanza su objetivo, es una derrota.
Por otro lado, incluso se quiso sacar la conclusión de una victoria porque la huelga sacudió a las masas, condujo a nuevos adherentes a las organizaciones sindicales e hizo aparecer claramente la nocividad del capitalismo a amplios círculos. Pero si se ve allí una victoria, entonces no hay acción proletaria que no termine en una victoria. Entonces la caída de la Comuna de París también fue una victoria. La organización sindical en sus inicios sólo creció a través de una serie de derrotas. Sin embargo, todo esto no debe ilusionarnos sobre el hecho que el adversario rechazó el asalto conducido contra él. Este fracaso es innegable.
Por otro lado, este fracaso era inevitable, desde que se fijaba por objetivo forzar directamente a los propietarios de las minas a dar concesiones. Puede haber habido allí errores en la conducción de la huelga, no puedo ni quiero juzgarlo; pero incluso con la mejor conducción de la huelga, la derrota era inevitable. Pues la posición de los patrones era tan fuerte que no podía ser quebrada puramente por medios sindicales. E incluso se puede ir más lejos y decir: por más grandes que puedan convertirse las organizaciones de los mineros, por más importantes que sean los medios financieros que acumulen, nunca serán suficientes para imponer directamente su voluntad a un adversario que posee una posición de monopolio, como los magnates organizados de las minas de carbón poseen en el Ruhr.
(...) El sindicato busca eliminar la competencia entre los obreros, abolir la presión del ejército de reserva sobre los salarios ayudando a los desocupados, pero al mismo tiempo poner las fuerzas del conjunto de la organización, si es posible de todos los obreros de una rama de la industria, a disposición de todos los obreros que están en conflicto con sus patrones. La capacidad de resistencia de los obreros de una fábrica se acrecienta cuando detrás de ellos están los obreros de todas las fábricas de la rama de un lugar; la de los obreros de un lugar, cuando detrás de ellos están los obreros de todo el país, y finalmente la de los obreros del país cuando detrás de ellos hay otras naciones capitalistas.
Así, las capacidades de los obreros frente a sus patrones son fortalecidas por la organización sindical y los políticos burgueses que se interesan en lo social como también los mismos sindicalistas han opinado que este fortalecimiento basta para que los obreros asalariados conquisten una posición satisfactoria en la sociedad capitalista y se reconcilien con ella, para que los proletarios, revolucionarios, se transformen en un elemento conservador.
Estos partidarios optimistas de la armonía política sólo olvidaron algunos detalles: primero, el sindicato sólo puede en el mejor de los casos eliminar para los obreros las desventajas que resultan para él de la competencia con sus camaradas y de la existencia de un ejército de reserva, pero no aquellas que resultan de los que los medios de producción que él necesita, sin los cuales ni puede trabajar, ni existir, estén en posesión de otra clase que utiliza esta posesión para explotarlo. Ningún sindicato puede suprimir el hecho de esta explotación y la tendencia a intensificarla lo más posible; tampoco puede eventualmente abolir la oposición entre las clases y la lucha de clases; sólo puede eventualmente volverla más favorable al proletariado.
Pero esto, no lo puede hacer tampoco para el conjunto del proletariado (...) La mayoría en estado de sindicalizarse, son los obreros calificados, que pueden pagar cotizaciones sindicales elevadas. (...) Cuanto más se desciende en la escala de las categorías de obreros no calificados, mayor es la competencia entre ellos, es más fácil reemplazarlos por otros que buscan trabajo –artesanos desclasados, obreros agrícolas, extranjeros, mujeres, niños-, más bajos son los salarios, más necesaria es la organización sindical, pero también es más difícil chocarse con obstáculos insuperables en comparación con la gran masa de obreros sin ninguna calificación.
Organizar el conjunto de la masa del proletariado en los sindicatos es una utopía, es completamente imposible. La organización sindical no englobará más que una elite o una aristocracia obrera.
(...) No se puede representar a la evolución como una línea recta. (...) Cuanto más nos fortalecemos, más se fortalecen nuestros adversarios también, más difícil es nuestra lucha y más grandes las tareas que nos incumben. Esto vale para la lucha política como para la lucha sindical. (...) Casi toda gran victoria que arrancamos fue seguida de un fracaso, de un periodo de inactividad. Así las grandes victorias electorales de nuestros camaradas franceses en los años 90 del último siglo provocaron la demagogia social de Waldeck-Rousseau quien logró contener por un tiempo el tsunami socialista. Así la victoria de tres millones de votos de nuestro partido en 1903 empujó a los restos de la democracia burguesa al campo de la reacción.
De la misma manera los éxitos de la táctica sindical de huelgas, al lado de la concentración del capital, condujeron a los patrones a unirse cada vez más en sólidas asociaciones para eliminar entre ellos la competencia que favorecía justamente las acciones de huelga.
Cuanto más se desarrollan las uniones patronales, más difícil se vuelve arrancar por la huelga concesiones a los capitalistas, más actual se hace en los sindicatos la idea que la huelga es un medio antiguo y bárbaro que debe ser reemplazado por acuerdos pacíficos, por arbitrajes que reemplacen la huelga por un proceso jurídico o por la conclusión de acuerdos y la institución de organizaciones comunes a los patrones y los asalariados. Estas instituciones tienen aspectos múltiples y no se pueden rechazar simplemente en pocas palabras; pero de conjunto ellas van a la par con el crecimiento de las uniones patronales y la disminución de la agresividad y combatividad sindicales y desarrollan un carácter defensivo, conservador. (...) Estas instituciones pueden ser útiles eventualmente e incluso necesarias, pero no significan un progreso de los sindicatos en relación a las posiciones de fuerza conquistadas anteriormente, (...) por el contrario, pueden significar una recaída en el más reaccionario de los corporativismos. (...) La “paz social” instaurada de esta manera sólo será en el mejor de los casos un fenómeno pasajero.
(...) La centralización moderna del capital hace resurgir en sus gigantescas empresas el tipo del dueño absoluto. Sin embargo, ahora pertenece a las altas finanzas y no quiere tener nada que ver con la empresa que posee y explota pero no dirige él mismo. Para las altas finanzas los hombres no son, en política como en la industria, más que peones y las vidas humanas, la cosa más indiferente del mundo.
(...) En las ramas de la producción donde domina este tipo de capitalismo toda tentativa de arrancarle directamente concesiones a través de huelgas está siempre condenada al fracaso.
Se concluirá entonces que es necesario que la acción parlamentaria intervenga aquí. Hace falta obtener reformas inscriptas en las leyes, lo que sólo se puede alcanzar por vías sindicales.
¿Pero no constatamos que la acción parlamentaria aislada fracasa cada vez más? ¿Y no sólo en Alemania, sino en todo el mundo? (...) ¿Y los parlamentos no son cada vez más impotentes, los gobiernos cada vez más dependientes de los grandes monopolios que son supuestamente resistidos por la reforma social? ¿No es una ilusión esperar del parlamentarismo lo que los sindicatos ya no pueden realizar?
Notemos que hay personas que ven aquí una contradicción: justo en el momento en que el parlamentarismo se vuelve decadente en Europa del oeste, el pueblo ruso vierte lágrimas de sangre para conquistar el parlamentarismo y esta misma socialdemocracia que al oeste ridiculiza amargamente al cretinismo parlamentario, orienta en Rusia a toda la fuerza revolucionaria del proletariado hacia la conquista de una constitución parlamentaria. Pero sólo puede percibir allí una contradicción aquel que ve en el parlamentarismo una entidad en sí, llevando su propia existencia, independientemente del mundo exterior y parecido en todas partes a sí mismo. De hecho, el parlamentarismo en sí es una forma vacía que sólo recibe su contenido de la clase que lo ejerce. El parlamentarismo es en la actualidad la forma de la dominación del Estado por la burguesía. (...) Lo que parece como la declinación del parlamentarismo sólo es la declinación de la política burguesa que no tiene grandes objetivos políticos para la obtención de los cuales necesitaría al parlamentarismo. (...) ¡Pero que se deje por una vez al proletariado conquistar su poder político y se verá como revivirá entonces el parlamentarismo y desarrollará una acción fecunda! Ya en la actualidad los elementos proletarios que están en los parlamentos son los únicos que les dan una significación. Es allí donde faltan estos elementos proletarios que, al mismo grado de evolución, la declinación del parlamentarismo es más manifiesta.
Pero en Rusia la misma burguesía tiene aún tareas revolucionarias frente al absolutismo; por otro lado, el proletariado alcanzó allí, al menos mientras que dure el período revolucionario, el mayor poder político que en ninguna otra parte de Europa. Hace tres años, en mi folleto sobre la revolución social, después de haber señalado que una guerra ruso-japonesa abriría quizás la vía a crisis políticas y levantamientos revolucionarios, destaqué que gracias a su conciencia revolucionaria viviente, los obreros rusos están hoy, como factor político, en un nivel más elevado que los obreros de Inglaterra con su “real política”. Esta distinción había dejado a más de uno escéptico; hoy día nadie lo negará.
(...) Pero si no se puede alimentar grandes esperanzas en los parlamentos seniles de “el podrido occidente”, si la tarea de la socialdemocracia en los parlamentos consiste más en rechazar los atentados contra la libertad y la prosperidad que hacer adoptar grandes progresos, si la acción sindical tradicional para capas obreras como los mineros tiene cada vez menos perspectiva, ¿qué pueden hacer estos últimos? ¿Lo único que les queda es esperar el gran día de la deliberación?
Sería grave si esto fuera así. (...) Felizmente, no es nada de esto. Ni la acción política ni la acción sindical están sin perspectiva, sino sólo formas particulares de éstas. La organización y la acción sindical y política no se han vuelto superfluas para los mineros, por el contrario son más necesarias que nunca.
Uno de los fenómenos más destacables en la reciente huelga de los mineros, son las grandes simpatías que encontró en los medios burgueses. No se debe sobrestimar su efecto, sólo duró el tiempo de la huelga. (...) Cuanto más se extiende la huelga, más se vuelve de local en nacional, transformándose en un asunto concerniente al pueblo entero, más se impone una intervención del legislador para arbitrar el conflicto y dar a los mineros lo que ellos no están en condiciones de arrancar directamente a los patrones. La sociedad burguesa no tiene ninguna razón para tomar partido por los monopolios que la espolian como consumidores. (...) Cuanto mayor es el daño que la huelga inflige al proceso general de producción de la sociedad, más el legislador estará dispuesto a satisfacer las reivindicaciones de los obreros.
Pero va de suyo que la satisfacción de las reivindicaciones irá más lejos en la medida que la clase obrera esté mejor representada en el cuerpo legislativo.
(...) La huelga contra los propietarios de las minas no tiene salida; es necesario de ahora en adelante que la huelga intervenga desde el principio como una huelga política, que sus reivindicaciones, su táctica estén calculadas para poner en movimiento la instancia legislativa y es necesario que la huelga sea preparada no sólo fortaleciendo al máximo al sindicato y sus cajas, sino también educando políticamente a sus adherentes y apuntando a la representación más fuerte posible del proletariado combatiendo en el cuerpo legislativo. (...) No hay duda que, cualquiera sean las medidas que obtengamos en el Reichstag para los mineros, habrían ido más lejos si la huelga hubiera durado más tiempo y hubiera englobado a toda Alemania, si hubiera sido apoyada por una potente acción internacional, en síntesis, si hubiera hecho pesar una amenaza aún más fuerte sobre la producción nacional y por otro lado, si el sufragio universal existiese para las elecciones en el Landtag de Prusia y hubiese en este Landtag un importante grupo socialdemócrata.
Esta nueva táctica sindical –la de la huelga política-, de la relación entre acción sindical y política es la única que sigue siendo posible para los mineros, es la que puede volver a dar vida a la acción sindical como a la acción parlamentaria, darle de nuevo su agresividad.(...) Las grandes acciones decisivas del proletariado combatiente deberán ser llevadas siempre por las formas múltiples de la huelga política. Y la práctica va aquí más rápido que la teoría. Pues que mientras discutimos sobre la huelga política y buscamos su formulación y su justificación teórica, potentes huelgas políticas de masas se encienden, una tras la otra, espontáneamente, alumbradas por las mismas masas –o bien toda huelga de masas se transforma en una acción política, toda gran prueba de fuerza política culmina en una huelga de masas, ya sea en el caso de los mineros, en el de los proletarios de Rusia, los obreros agrícolas y los ferroviarios de Italia, etc.(...) Sean cuales fueren las diferencias entre la huelga política de cierta categoría obrera para imponer una reforma social por vía legislativa y la huelga política de todo el proletariado sublevado para derribar a un régimen hostil o para parar un golpe de Estado, estos dos tipos de huelga tienen en común que representan la unión de la acción política y sindical.
La tendencia de la evolución no va hacia una neutralización de los sindicatos ni hacia su aislamiento en relación al movimiento político, va hacia una alianza más estrecha, hacia la acción común de las organizaciones políticas y sindicales, una influencia recíproca más fuerte de unos sobre otros e inversamente.
Los partidarios de la neutralidad sindical reconocen que los sindicatos están cada vez más forzados a hacer política, pero esta no debe ser una política partidaria. (...) En síntesis, la cuestión es: ¿los sindicatos deben hacer una política consecuente y resuelta de lucha de clases o apaciguarse en una política poco perspicaz de armonía, una política que pone las cosas en claro sin restricciones o una política irresuelta y conservadora?
(...) Es necesario que los mineros sean completamente esclarecidos antes de poder emprender de nuevo un gran asalto. Y si bien la huelga que ellos acaban de hacer debía permitirles responder resueltamente y a largo plazo esta cuestión, entonces su reciente derrota se convertiría en lo que frecuentemente para el proletariado en lucha ya se ha transformado: la madre de futuras victorias.