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Durante las dos décadas que precedieron al estallido de la Primera Guerra Mundial, el apoyo al imperialismo fue desarrollándose lentamente dentro de la Internacional Socialista.
El Congreso de Stuttgart de la Internacional de 1907 lo mostró claramente. La cuestión colonial se tuvo en cuenta porque en ese momento el empuje de un número de fuerzas imperialistas en África y Asia se estaba volviendo feroz. Los partidos socialistas protestaron contra la rapacidad de sus propios gobiernos, pero como demostró la discusión en dicho Congreso, una posición anticolonialista consistente estaba lejos del pensamiento de muchos de los líderes de la Internacional. El Congreso designó una Comisión de Colonias, cuya mayoría presentó un informe señalando que el colonialismo tenía algunos aspectos positivos. Su proyecto de resolución señalaba: "[El Congreso] no rechaza por principio y para siempre toda política colonial". Los socialistas deberían condenar los excesos del colonialismo, pero no renunciarlo totalmente. En su lugar, "deben abogar por reformas, mejorar la suerte de los nativos... y educarlos para la independencia por todos los medios posibles.
"Con tal propósito, los representantes de los partidos socialistas deben proponer a sus gobiernos la firma de un tratado internacional y la creación de una Ley de Colonias que proteja los derechos de los nativos y que esté garantizada por todos los Estados firmantes."
Este proyecto de resolución fue rechazado, pero sólo por una pequeña mayoría de ciento veintisiete contra ciento ocho. Así, prácticamente la mitad del Congreso estaba abiertamente del lado del imperialismo.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial en 1914 -esencialmente una lucha entre las fuerzas imperialistas para la división de las colonias-, el apoyo de la mayoría de los líderes de la Internacional Socialista no fue inesperado.
En el Congreso de Stuttgart, Rosa se pronunció claramente contra el imperialismo, proponiendo una resolución que delineara la política necesaria para enfrentar la amenaza de la guerra imperialista. "En el caso de una amenaza de guerra, es obligación de los trabajadores y de sus respectivos representantes parlamentarios en los países implicados, hacer todo lo posible para evitar su estallido, tomando las medidas adecuadas, que por supuesto pueden cambiar o agudizarse, de acuerdo con la intensificación de la lucha de clases y la situación política general.
"En el caso de que de todos modos estallara la guerra, es su obligación tomar las medidas que la hagan terminar lo más pronto posible, y utilizar la crisis política y económica consecuente para insurreccionar a las masas populares y acelerar la caída del dominio de la clase capitalista."
Esta resolución demostraba claramente que los socialistas debían oponerse al imperialismo y a su guerra, y que el único camino para acabar con ambos era la derrota del capitalismo, del que ambos surgen.
Dicha resolución logró la aprobación, pero aun así cada vez se hacía más evidente que muchos de aquellos líderes que no apoyaban abiertamente al colonialismo, tampoco concebían la lucha contra el imperialismo en términos revolucionarios.
Estos líderes, cuyo principal vocero era Kautsky, adoptaron el punto de vista de que el imperialismo no derivaba necesariamente del capitalismo, sino que era un absceso que la clase capitalista en su totalidad quería sacarse de encima. La teoría de Kautsky era que el imperialismo era un método de expansión apoyado por ciertos grupos capitalistas, poco numerosos pero poderosos (los bancos, los grandes fabricantes de armas), lo que era contrario a las necesidades de la clase capitalista en su totalidad, ya que las erogaciones en armamentos reducían el capital disponible para inversiones en el país y en el exterior, y en consecuencia afectaban a la mayor parte de la clase capitalista, la que progresivamente aumentaría su oposición a la política de la expansión imperialista armada. Haciéndose eco de estas ideas, Bernstein sostuvo confidencialmente en 1911 que el deseo de paz se estaba volviendo universal y que la guerra no estallaría. La carrera armamentista, de acuerdo con el marxismo centrista dirigido por Kautsky, era una anomalía que podía superarse por medio de un acuerdo de desarme general, Cortes de arbitraje internacional, alianzas para la paz, y la formación de los Estados Unidos de Europa. En una palabra, el marxismo centrista confiaba en los poderes fácticos para traer la paz a la tierra.
Rosa hizo mil pedazos este pacifismo capitalista brillantemente: "...la creencia de que es posible un capitalismo sin expansión es la fórmula teórica para cierta tendencia táctica definida. Este concepto tiende a considerar la fase imperialista no como una necesidad histórica, no como el encuentro final entre capitalismo y socialismo, sino más bien como maliciosa invención de un grupo de partidos interesados. Trata de persuadir a la burguesía de que el imperialismo y militarismo son deletéreos, aun desde el punto de vista de los intereses de la burguesía, con la esperanza de que entonces ésta sea capaz de aislar al conjunto de partidos interesados y formar así un bloque entre el proletariado y la mayor parte de la burguesía, con vistas de «desviar» al imperialismo, «rendirlo» mediante el desarme parcial, y «apartar su aguijón». De la misma manera que el liberalismo burgués en su período de decadencia apelaba, de los «ignorantes» monarcas a los «esclarecidos» monarcas, ahora el marxismo centrista propone apelar de la burguesía «irrazonable» a la burguesía «razonable» con el objeto de disuadirla de una política de imperialismo con todos sus catastróficos resultados, hacia una política de tratados desarmamentistas internacionales; de una lucha armada por el dominio del mundo, hacia una pacífica federación de estados democráticos nacionales. El rendimiento general de cuentas entre el proletariado y el capitalismo, la solución de las grandes contradicciones entre ellos, se resuelven solas en un idílico compromiso para la «mitigación de las contradicciones imperialistas entre los estados capitalistas»." (GW, III, p481).
Estas palabras son aptas no sólo para el pacifismo burgués de Kautsky y de Bernstein, sino también para todos aquellos que adhieren a la Liga de las Naciones, a las Naciones Unidas, a la Seguridad Colectiva, o a las Conferencias Cumbre.
Rosa demostró que el imperialismo y la guerra imperialista no podían superarse en el marco del capitalismo, ya que surgían de los intereses vitales de la sociedad capitalista.
Los Principios directores, redactados por Rosa, establecían: "el imperialismo, última fase y más alto desarrollo del dominio político del capitalismo, es el enemigo mortal de los trabajadores de todos los países...La lucha contra el imperialismo es al mismo tiempo la lucha del proletariado por el poder político, el conflicto decisivo entre capitalismo y socialismo. La meta final del socialismo sólo puede lograrse si el proletariado internacional lucha intransigentemente contra el imperialismo como totalidad, y se apropia de la consigna «guerra contra guerra» como una guía práctica para la acción, apelando a toda su fuerza y a toda su capacidad de autosacrificio." (Dokumente, I, pp280-281).
Así, el tema central de la política antiimperialista de Rosa era que la lucha contra la guerra es inseparable de la lucha por el socialismo.
Con gran pasión, Rosa culmina su folleto antibélico más importante, La crisis de la socialdemocracia (más conocido como el Folleto Junius, ya que lo escribió con el seudónimo de Junius): "Pero la actual furia de la bestialidad imperialista en los campos de Europa produce, además, otra consecuencia que deja al "mundo civilizado" completamente indiferente: la desaparición masiva del proletariado europeo... Es nuestra fuerza y nuestra esperanza la que es sesgada diariamente, hilera tras hilera, como la hierba bajo la hoz. Son las mejores, las más inteligentes, las más preparadas fuerzas del socialismo internacional, los portadores de las más sagradas tradiciones y del más audaz heroísmo del moderno movimiento obrero, las vanguardias de todo el proletariado mundial: los obreros de Inglaterra, de Francia, de Bélgica, de Alemania y de Rusia los que ahora son amordazados y asesinados en masa...Es mucho más grave que la atroz destrucción de Lovaina y de la catedral de Reims... Es un golpe mortal contra la fuerza que lleva en su seno el futuro de la humanidad y que puede salvar todos los valiosos tesoros del pasado en una sociedad mejor. Aquí el capitalismo descubre su cabeza cadavérica, aquí confiesa que ha caducado su derecho histórico a la existencia, que su dominación ya no es compatible con el progreso de la humanidad.
"¡Alemania, Alemania por encima de todo! ¡Viva la democracia! ¡Viva el zar y el eslavismo! ¡Diez mil tiendas de campaña, garantía estándar! ¡Cien mil kilos de manteca, de sucedáneos de café, a entregar inmediatamente...! Los dividendos suben y los proletarios caen. Y con cada uno de ellos cae un combatiente del futuro, un soldado de la revolución, un salvador de la humanidad del yugo del capitalismo.
"La locura cesará y el fantasma sangriento del infierno desaparecerá cuando los obreros de Alemania y de Francia, de Inglaterra y de Rusia despierten una vez de su delirio, se tiendan las manos fraternalmente y acallen el coro bestial de los factores imperialistas de la guerra y el ronco bramido de las hienas capitalistas, con el viejo y poderoso grito de batalla de los obreros: ¡Proletarios de todos los países, uníos!" (FJ pp106-108)
Con poder de visionaria Rosa señala: "«la sociedad burguesa se encuentra ante un dilema: o avance hacia el socialismo o recaída en la barbarie.» ...nos encontramos, como Federico Engels pronosticaba ya hace una generación, hace 40 años, ante la alternativa: o el triunfo del imperialismo, el ocaso de toda civilización y, como en la vieja Roma, despoblamiento, degeneración, desolación, un enorme cementerio; o victoria del socialismo, es decir, de la lucha consciente del proletariado internacional contra el imperialismo y su método: la guerra. Éste es el dilema de la historia mundial; una alternativa, una balanza cuyos platillos oscilan ante la decisión del proletariado con conciencia de clase." (FJ p20)
Y nosotros, que vivimos a la sombra de la bomba H...