XXI. - ¿PODÍA HACERSE OTRA COSA?

¿Podía hacerse otra cosa? Es necesario hacer esta pregunta y responderla. Hay que responderla tanto más urgentemente cuanto que esta misma política, la del Frente Popular, es puesta. en práctica a una escala internacional en la que no puede sino conducir a los mismos resultados, es decir, a nuevas catástrofes. ¿Podía hacerse otra cosa? O sea: ¿podía aplicarse en España una política diferente a la del Frente Popular?
Los oportunistas, no sólo desde 1939, sino desde siempre, tienen la costumbre de justificar su política, es decir, sus propios crímenes, por las condiciones objetivas. Las condiciones objetivas, saben ustedes, no permitían una política revolucionaria. No, señores dirigentes del Frente Popular, están mintiendo: quieren ocultar sus traiciones tras las condiciones objetivas.
Si escucháramos las explicaciones de los jefes del Frente Popular, incluidos los anarquistas, si las tomáramos en serio, no podríamos sino desesperar de todo, desesperar de las capacidades revolucionarias del proletariado, de su porvenir, e incluso de su misión histórica.. No queremos abrigar ilusiones, nuestro deber es ver la realidad tal como es. Pero lo que era trágico en la revolución española no eran las condiciones objetivas, sino la estúpida y criminal política de los que pretendían dirigirla, y que, desgraciadamente, eran seguidos por las masas.
Según nuestros pequeños burgueses demócratas del Frente Popular, todo ha sido "fatal". Los republicanos y los socialistas justifican la derrota por la superioridad militar de los fascistas. Los comunistas, por la existencia (¡menudo descubrimiento!) de la burguesía, pro-fascista, que, con su política de no intervención, favorecía a Franco. Se olvidan de añadir que el gobierno Blum, que inauguró esta política, estaba también apoyado por ellos. Los anarquistas justifican sus capitulaciones y sus sucesivas traiciones por el chantaje que ejercían los rusos con las armas que enviaban a los republicanos. En cuanto al POUM, se une al coro fatalista y dice: eramos demasiado débiles y debíamos seguir a los demás, y, sobre todo, no podíamos romper la unidad. O sea, todo era fatal...
Lo que ocurrió tenía que ocurrir, y estaba escrito por adelantado en el Corán.
Lo que ha ocurrido debía ocurrir, pero es vuestra política, señores del Frente Popular, lo que lo ha hecho posible. El pensamiento marxista no es fatalista, sino determinista. A pesar de la importancia que los marxistas atribuyen a los factores económicos, la ideología de los partidos en lucha y su política, a menudo retrasada respecto a las necesidades objetivas del desarrollo, pueden impedir el avance de la sociedad y la eclosión de una nueva economía.
En todo caso, en España, en julio de 1936, existían todas las condiciones objetivas para hacer triunfar la revolución proletaria. Franco no tenia detrás un poderoso movimiento de masas como Hitler o Mussolini. Su movimiento, a pesar de las apariencias exteriores, tenia y tiene mas bien un carácter reaccionario al viejo estilo que fascista. Una de las corrientes que lo apoyaban, la Falange Española, se parecía a las organizaciones fascistas italianas y alemanas. Pero la Falange Española no era una organización de masas. La fuerza principal sobre la que se apoyaba Franco era la vieja reacción clerical y feudal, odiada por el pueblo. El país, el pueblo, los obreros, los campesinos, los pequeños burgueses, se habían levantado para acabar con esta España medieval. únicamente el freno del Frente Popular impidió que una revolución proletaria precediera al golpe de fuerza franquista. En respuesta a la rebelión de los generales, los obreros y los campesinos se levantaron para transformar al país en el sentido de sus intereses. El proletariado disponía de un poderoso aliado en el campo. Es precisamente el carácter atrasado del país, lo que permitía unir al movimiento obrero de las ciudades la revolución agraria en el campo.
Disponía de otro aliado en los movimientos nacionales catalán, vasco, gallego; y, por medio de una política de liberación colonial inspirada en el ejemplo de la revolución rusa, podía ganarse a los marroquíes.
El aparato estatal de la burguesía se paso en su mayor parte del lado de Franco, pero en la zona republicana los obreros no tenían mas que soplar para destruir lo que quedaba del Estado capitalista y tomar el poder. La zona republicana se extendía al principio a los centros mas importantes del país. Los antifascistas tenían las tres grandes capitales: Madrid, Barcelona y Valencia; las dos regiones mas industriales y decisivas: Cataluña y el Norte. Se habían levantado millones de hombres, no faltaban la iniciativa, la energía ni el entusiasmo. Solamente faltaba el partido revolucionario.
"Sin embargo, para luchar contra Franco, era necesaria la unidad. Era preciso encontrar una formula amplia que permitiese agrupar a todos los antifascistas, incluso a los mas moderados". Esta fórmula era precisamente el Frente Popular, dirán los abogados de la mayor traición que ha conocido la historia.
Ya hemos explicado que la "fórmula amplia" del Frente Popular no satisfacía a nadie. La unidad real no podía hacerse mas que sobre la base de la dictadura del proletariado.
"Pero las masas no estaban preparadas, estaban atrasadas y dominadas por ilusiones democráticas", dirán algunos de nuestros contradictores izquierdistas. Las masas tenían realmente ilusiones democráticas. Precisamente por ello llevaron al poder a los jefes del Frente Popular. Pero a pesar de que no tenían una clara conciencia de sus objetivos propios, demostraron, instintivamente, que tenían menos ilusiones que muchos de los jefes comunistas y anarquistas. No tenían ninguna confianza en la podrida república burguesa, ninguna en sus hombres, Azaña, Companys, etc... Querían en el poder a comunistas y anarquistas. Fueron necesarios grandes y perseverantes esfuerzos de los dirigentes, sobre todo de los comunistas, que redoraban el blasón de los demócratas desacreditados, para hacer tragar a las masas el mantenimiento en el poder de un Azaña o de un Companys. Cuando las masas querían en el poder a Largo Caballero, García Oliver y a la Pasionaria, estaban diciendo que querían la revolución proletaria.
Por lo demás, en los primeros meses que siguieron al 19 de julio, el Frente Popular no existía. Los hombres de la Esquerra casi no se atrevían a aparecer por la calle. Las masas habían entrado en el buen camino, en el de la creación de sus propios organismos de lucha, los comites. Fue necesario un esfuerzo de varios meses por parte de los dirigentes del Frente Popular para apartar a las masas de la vía revolucionaria y hacerlas volver a entrar en la órbita de la pasividad democrática.
En este punto, el ala izquierda del Frente Popular, es decir, los anarquistas y el POUM, nos responderán: "estábamos en minoría, no podíamos llevar la lucha contra todo mundo a la vez, o sea, contra los fascistas, los republicanos, los socialistas y los comunistas".
Evidentemente. No se exigían de vosotros cosas imposibles, sino solo cosas posibles. Aunque se nos presente como terribles terroristas, a pesar de la estima y la devoción que tenemos por el eterno preso, no somos blanquistas[1], En la medida en que el POUM y los anarquistas estaban en minoría en el seno de las masas, no podían tomar el poder. Mucho antes de 1936, Lenin ya había señalado el camino que deben seguir los revolucionarios en semejantes situaciones: ¡marchar separadamente, pero golpear unidos! :luchar junto a otras fuerzas antifascistas contra Franco, pero conservar la independencia, decir la verdad a las masas, denunciar a cada paso las dudas y las traiciones de los compañeros de viaje y en el proceso de la lucha común y de la crítica revolucionaria constante, ganarse a la mayoría del proletariado y del pueblo en general, y tomar el poder.
Pero ¿se podían llevar a cabo dos guerras civiles a la vez? En primer lugar: no había elección posible. La guerra, unas veces sorda, otras abierta, en el seno del "campo gubernamental", no era una invención de los trotskistas , ni el resultado de las maquinaciones de Franco. Esta segunda guerra civil tenia su origen en las contraposiciones de intereses en el interior del Frente Popular. No se podía dirimir esta contradicción más que si una parte del Frente Popular prevalecía sobre otra. El ala derecha del Frente Popular no estaba atada por esta consideración unitaria. Libraba una guerra civil contra el ala izquierda, a la que quería y consiguió amordazar.
En segundo lugar, para ganar la guerra contra Franco, era necesario acabar lo antes posible con esta segunda guerra civil, la guerra en el seno del Frente Popular, pero acabar en beneficio del proletariado, el único capaz de ganar la guerra antifascista.
Los historiadores de la Revolución Francesa están de acuerdo en que la lucha de los Jacobinos contra los Girondinos aumentó la fuerza de Francia en su lucha contra la conjuración de los reyes. Durante la Revolución Rusa, la obstinada lucha de los bolcheviques contra los girondinos rusos, los mencheviques y los socialistas-revolucionarios, aumentó la fuerza del proletariado e hizo posibles las victorias del Ejercito Rojo sobre los blancos. Pero nuestros demócratas y sus servidores, debido a su naturaleza pequeñoburguesa, preferían la dulce unidad del Frente Popular que, en realidad, no era mas que una tapadera tras la cual cada uno tiraba hacia sus intereses.
"Pero España no estaba madura para una. revolución socialista, solamente estaba madura para una revolución democrática", cantaban los stalinistas, coreados por los socialistas. El argumento menchevique se nos sirve veinte años después en una situación análoga. ¿Estaba Rusia menos atrasada que España? Los mismos rasgos de colonia del imperialismo, la intervención extranjera, el carácter agrícola, los restos de feudalismo, todo esto existía también en Rusia. Ademas, que se nos explique cómo puede realizarse esta "revolución democrática" en el marco del régimen imperialista y en la época imperialista. Esperamos en vano estas explicaciones, y, sobre todo, esperamos en vano ver estas revoluciones democráticas triunfar y realizarse. En China, el aplastamiento de la revolución proletaria condujo al aplastamiento de todas las conquistas democráticas y a la dominación extranjera.
Lo que no estaba maduro en España era el partido revolucionario.
"¡Pero olvidáis la situación internacional, totalmente desfavorable a la revolución española! En Rusia era mas fácil. En 1917, los capitalistas luchaban entre ellos, no podían abalanzarse contra el bolchevismo... Ahora, en muchos países domina el fascismo. En Alemania, en Italia, en Portugal, en toda la Europa Central. Incluso las democracias estaban contra nosotros. Además, en 1936-39, no había guerra mundial" responden los que quieren justificar la traición. Y los anarquistas añaden: "Nosotros tenemos también a Stalin en contra nuestra"
Bien, todos estos hechos son verídicos, pero los revolucionarios no luchan en las condiciones creadas por ellos, tienen que luchar en las condiciones impuestas por las circunstancias. Las revoluciones no se hacen por encargo. Así que no puede escogerse unas condiciones particularmente favorables para hacerlas, ni condiciones ideales: un país económicamente desarrollado, un clima internacional perfecto, etc... Eso estaría muy bien, claro, pero no sucede así. "Nuestro camino no es tan recto como la perspectiva Nevski". Lenin nos enseñaba que la revolución se hace posible en el país en que la cadena del imperialismo es mas débil. Así era en España en 1936. Había que romperla.
Pero ¿era tan desesperada la situación internacional en 1936 para el proletariado español como la describen .estros demócratas del Frente Popular y sus asociados stalinistas y anarquistas? No había guerra mundial, es cierto. ¿Pero es que el proletariado debe esperar una guerra mundial para hacer su revolución? Esta es una opinión, pero no es la nuestra. Según nuestra opinión, el proletariado debe hacer todo lo posible para impedir esta nueva carnicería, adelantándose a ella con la revolución socialista liberadora. De esta forma salvará millones de vidas humanas, y, pesar de que seamos Aterroristas sin escrúpulos, esto tiene un sentido para nosotros.
Franco gozaba de un considerable apoyo internacional. Estaba apoyado por tres Estados y por poderosas oligarquías financieras. Pero ¿no podía el proletariado español encontrar ningún apoyo a escala internacional? Por medio de la política de Frente Popular, recibió desde fuera las Brigadas Internacionales, leche condensada y alubias en cantidades limitadas, armas de calidad mediocre vendidas a muy alto precio a cambio de una política de sabotaje a la revolución que acabaría por abrir las puertas a Franco. Pero la orientación revolucionaria, si hubiera sido adoptada por el proletariado español, le hubiera procurado también apoyos del exterior, y mucho más poderosos. En primer lugar, en la Francia de 1936, después de las huelgas de junio, traicionadas por los stalinistas, el proletariado tenía aún posiciones fuertes en el país. Una revolución proletaria en un país capitalista no puede dejar de tener repercusiones en otros países. No siempre tiene la fuerza suficiente para provocar revoluciones en otros países si las condiciones en estos no están realmente maduras. Pero provoca siempre corrientes de solidaridad activa, que pueden paralizar a la burguesía de esos países, haciendo imposible su intervención reaccionaria. ¿Y no se podía desagregar el ejercito franquista?[2].
La "peste roja" tiene una fuerza de irradiación y de penetración. Sólo hace falta que sea auténtica. Naturalmente, la política de "no intervención", es decir, la pasividad por parte del proletariado internacional, que debía tomar ejemplo del fascismo e intervenir activamente en el conflicto español, era un duro golpe para la revolución. Pero la Ano intervención@ del proletariado se derivaba del conjunto de la política de Frente Popular aplicada internacionalmente. Esta no intervención no excusa al Frente Popular español, tan sólo amplía las responsabilidades del crimen. No sólo es el Frente Popular español el que por su orientación ha trabajado para Franco sino el Frente Popular en todos los países. "Frente Popular en el mundo entero", según la fórmula de Dimitrov. Los responsables no son solamente Negrín y José Díaz, sino también Blum, Thorez, y el maestro de este ultimo, Stalin. El Frente Popular, y sobre todo el Partido Comunista, exigían la retirada de España de las tropas extranjeras, contentándose con esta exigencia platónica pero, entretanto, no hacía sino sellar la unidad de la nación francesa, es decir, sometía al proletariado francés a la burguesía. De esta forma, creaba un clima pro-fascista en Europa. Una política revolucionaria en España podía, sin embargo, asestar un golpe terrible a la reacción europea, y también crear problemas a los dirigentes conservadores del Frente Popular en otros países. ¿Quién dice que si los obreros franceses se hubieran dado cuenta de que era la dictadura del proletariado lo que estaba instalándose en Madrid y Barcelona, es decir, una nueva y más poderosa Comuna, hubieran permanecido pasivos durante años? ¡Incluso Thorez y Costes hubieran tenido quizá dificultades para acabar con las huelgas! ¿Y acaso la Italia fascista y la Alemania hitleriana constituyen bloques homogéneos, sólidos, a toda prueba? A pesar de que los stalinistas, predicando su nacionalismo, hacen todo lo posible para hacer más sólidas las dictaduras fascistas y crear alrededor de ellas un clima favorable, nosotros no creemos que el régimen de Hitler tenga, como afirma Goebbels, la existencia asegurada por mil años. No la hubiera tenido tal vez ni por mil días de triunfar la revolución proletaria en España.
Un decreto del gobierno proletario sobre la liberación del Protectorado, que debía ser seguido por una propaganda revolucionaria en Marruecos, podía abrir la brecha en áfrica del Norte y despertar al mundo árabe contra el imperialismo europeo. Si se penetrara en el Marruecos español, podía despertar el Marruecos francés. ¿No perviven allí los recuerdos de la lucha liberadora de Abd-el-Krim? ¿Hemos olvidado esa lucha que trastornó a las cancillerías europeas?
Evidentemente, para llevar adelante esta política inspirada en el ejemplo de la Gran Revolución Rusa, a cuyo espíritu sigue fiel la IV Internacional, era preciso no tener miedo a disgustar al capitalismo internacional y a sus criaturas, Hitler, Mussolini, Chamberlain, Daladier y el Papa, era preciso, no solo estar dispuesto a disgustarlo, sino también a abatirlo.
APuede que tengáis razón, dirán los anarcoministros, pero nosotros tenemos tambien a Stalin contra nosotros, y el tenía armas de las que nosotros carecíamos. No puede ponerse en duda que nuestra intención no es defender el chantaje de Stalin en lo que concierne a la venta de armas a la España republicana. Sin embargo, Garcia Oliver intenta justificar sus sucesivas capitulaciones por el chantaje stalinista, esquivando de esta forma su propia responsabilidad. La burguesía internacional no es omnipotente, no siempre puede hacer lo que quiere. Stalin no es omnipotente; sus planes también pueden ser desbaratados. Hasta el presente, sus planes eras desbaratados generalmente por la burguesía internacional, pero los planes del "padre de los pueblos" también pueden serlo, y lo serán, por el proletariado revolucionario. A1 igual que el Papa o Chamberlain, Stalin también puede tener problemas con la revolución proletaria triunfante en España.
La burocracia soviética, esencialmente conservadora, tiene intereses contrarios a los del proletariado internacional, pero sin embargo se apoya sobre la base de un Estado obrero, de una economía socializada. Su actitud depende finalmente en cierta medida de la actitud del proletariado ruso y de la opinión del proletariado internacional. Aunque continuamente le engaña, no quiere, sin embargo, que se dé cuenta. En definitiva, a pesar de sus traiciones, la burocracia soviética no está suspendida en el aire, sufre la presión del proletariado internacional.
¿Dejaría Stalin de enviar armas si el control ideológico y policiaco se le escapase en España? No es seguro. A pesar de sus traiciones, Stalin pretende ser el "jefe del proletariado internacional" e incluso a veces "el jefe de la revolución internacional". Si en España triunfara la revolución socialista, Stalin se vería obligado a escoger entre ella y el fascismo. Teniendo en cuenta la clientela sobre la que se apoya, le seria difícil escoger el fascismo. Difícilmente podrían comprender esto los obreros rusos y del mundo entero. De cualquier forma, el antiestatista García Oliver tenía en las manos un poderoso medio para desenmascararlo, mucho mas poderoso que un articulo teórico sobre la superioridad de la doctrina de Bakunin sobre la de Marx.
"Pero entretanto no se trataba de desenmascarar, sino de poder oponer los tanques antifascistas a los de Franco", responderá el abogado del anarcoministerialismo. Es cierto. Los anarquistas, desde el momento en que no poseían la dirección, los revolucionarios en general, desde el momento en que no poseían el poder, no debían oponerse al hecho de que el gobierno republicano comprara armas y las recibiera de Stalin, e incluso del diablo o de su abuela, pero debían conservar su independencia, proseguir con la crítica revolucionaria (que también es una poderosa arma), y, gracias a ella, tomar el poder y también adueñarse de las armas de Stalin. Durante las jornadas de mayo en Barcelona, vi a muchos militantes anarquistas emplear autenticas armas rusas contra el ataque reaccionario. Enviándolas, Stalin seguramente no había previsto que su fusil ametrallador podía cambiar de manos y ser dirigido en esa dirección. Pero si hubiese existido en España un partido revolucionario, hubiera podido apoderarse no sólo de los fusiles ametralladores rusos, sino también de todas las armas vendidas por Stalin, y también por otros especuladores extranjeros.
"Pero si los anti-stalinistas, ya sean anarquistas, poumistas o trotskistas, estuviesen en el poder, Stalin no enviaría ni un solo cartucho más", prosigue nuestro contradictor y abogado del anarcoministerialismo. Admitamos la peor eventualidad. Ya no tenemos cartuchos de Stalin, Chamberlain esta aún más enfadado con nosotros, quizá furioso, y el Papa nos denuncia en una nueva encíclica. Todo esto parece triste y terrible, pero hay que aceptarlo si se quiere luchar seriamente contra el capitalismo y su arma preferida, el fascismo. Si hacemos depender nuestra actividad del consentimiento de Stalin, Chamberlain, Pio XI o XII, debemos abandonar toda veleidad revolucionaria y aceptar el Frente Popular o cualquier otra cosa semejante. Pero el Frente Popular, aunque satisface temporalmente a Stalin (aún no sabemos cuál será su nuevo giro), no satisface en absoluto ni a Chamberlain ni al Papa, desmoraliza al proletariado, y abre las puertas al fascismo.
Comprometiéndose en la vía revolucionaria, destruyendo el Estado capitalista, construyendo el poder de los comités obreros, una dictadura del proletariado, resolviendo todos los problemas candentes de la sociedad española por medio de reformas revolucionarias, llevando la revolución agraria hasta el final, liberando a las nacionalidades oprimidas, liberando a las colonias, orientando la lucha contra Franco sobre la vía de la revolución socialista europea y mundial, el proletariado español hubiera conquistado triunfos mucho más poderosos que los tanques de Stalin[3].
Pero llegando a este punto, el coro unido de los Negrín, álvarez del Vayo, José Diaz y García Oliver, responde: "Había demasiados obstáculos a superar, demasiados enemigos a vencer..."
Ciertamente, no faltaban enemigos de la revolución española, y quizá sus enemigos más pérfidos y más peligrosos se encontraban en el Estado Mayor del ejército republicano y en el "Gobierno de la Victoria".
Nosotros, los marxistas de la IV Internacional, no damos ninguna garantía al proletariado de que nuestros métodos le asegurarán fáciles victorias. Semejantes garantías no existen en una revolución que es un riesgo. Sin embargo, nosotros decimos, basandonos en trágicas experiencias: "El método del Frente Popular os conduce hacia el fascismo con una lógica implacable. Nuestra vía, inspirada en el ejemplo de la primera revolución proletaria victoriosa, de 1917, la vía de la lucha implacable contra todos los enemigos del socialismo, es una vía difícil. Pero es la única."

[1] Blanquistas: partidarios del revolucionario comunista francés Louis Blanqui, a quien se denomina "L'Enfermé" -el "eterno preso", porque pasó cerca de la mitad de su vida en la cárcel (N. De E.).
[2] Ver el capitulo: "¿Podía desagregarse el ejército franquista?" (N.d.A.).
[3] Por lo demás, en España misma podían producirse carros de combate y en general, municiones. Ver el capitulo: "La industria de guerra". (N.d.A.).

Anterior
índice